Bienaventurados

1 enero 1999

Enseguida llegan de todas partes personas que desean conocer a Jesús. Pedro sugiere que se reúna toda aquella gente en una colina cercana. Se dirigen, por tanto, hacia una modesta altura que se eleva sobre la orilla del lago, entre Cafarnaúm y Genesaret. Desde lo alto de la colina, Jesús contempla los suntuosos edificios de Tiberíades. Volviendo la vista un poco hacia su derecha ve, en la zona del monte Arbel el estrecho desfiladero que conduce a Nazaret.

Un mendigo le pregunta: “¿Quién encontrará la felicidad en el Reino de los Cielos?”

Y Jesús le responde:

“Bienaventurados los pobres, condenados a estar privados hasta de lo necesario para vivir, y aquellos que tienen el espíritu del pobre, que no se sienten apegados a nada y están llenos de esperanza.

Bienaventurados los sencillos, que no buscan ni las riquezas ni las ambiciones, sino que están abiertos a la solidaridad y a la participación, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los que no odian a nadie, no insultan ni alzan la mano contra el enemigo, sino que tienen compasión de quien sufre y conservan la dulzura de los niños, porque heredarán la tierra.

Bienaventurados los que sufren por los padecimientos ajenos y por la maldad de los que hacen del poder una forma de opresión, porque serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre de libertad y sienten quemada su garganta por la sed de justicia, porque serán saciados.

Bienaventurados los que olvidan las ofensas, no condenan al prójimo ni guardan rencor, porque serán amados.

Bienaventurados los limpios de corazón, serenos de mente y alegres de espíritu, porque conocerán el amor.

Bienaventurados los que transforman la lanza en una azada, la espada en un rastrillo, y el brazo en un abrazo, porque serán reconocidos como hijos de la paz.

Bienaventurados los que sean perseguidos injustamente y tengan que huir, porque Dios les dará su Reino.

Bienaventurados cuando os insulten y os calumnien por mi causa. Estad alegres y gozad, porque Dios estará con vosotros. No temáis. Del mismo modo persiguieron a los profetas y justos que os han precedido en vuestro camino”.

Después vuelve Jesús su mirada en dirección hacia la ciudad de Tiberíades, recostada en las faldas del monte Berenice, y exclama:

“Pero, ¡ay de vosotros, ricos, porque tenéis ya vuestro consuelo en los vientres hartos de comida, en la grasa de vuestras gorduras, en vuestro cutis terso y en vuestros graneros rebosantes!

¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque tenderéis vuestra mano y nadie os ayudará!

¡Ay de vosotros, los que ignoráis el sufrimiento de los demás; conoceréis el luto y las lágrimas, entre la indiferencia de los que ahora os lisonjean!

¡Ay de vosotros, cuando todos os alaben y honren, cubriéndoos de sonrisas y favores!; experimentaréis la amargura y la soledad cuando intentéis recoger la amistad que no habéis sembrado”.

FREI BETTO

Hombre entre los hombres, Sterling & Kupfer 1998

 

Para hacer

1. Leer esta versión de las bienaventuranzas imaginándose la escena. ¿Qué nos llama la atención?

2. Elegir una bienaventuranza. ¿Cuál elige cada uno? ¿Por qué?

3. ¿Cuál es la bienaventuranza que necesita incorporar la iglesia, nuestro grupo o comunidad, cada uno…?

4. Comparar con el texto original (Lc 6,20-28; Mt 5,1-10). ¿Qué aporta esta versión?

5. Elegir otro texto del evangelio y actualizarlo.

 

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