Fco. José Pérez Camacho, sdb
Las imágenes no son nuevas: jóvenes corriendo, quemando contenedores, destrozando escaparates, arrancando mobiliario urbano, desvalijando tiendas y enfrentándose a la policía con lanzamientos de diferentes objetos. Los detenidos, en su mayoría, son menores de edad. Mientras, el gremio periodístico se apresura a informar sobre lo sucedido y transmitir sus valoraciones políticas e ideológicas sin profundizar en las causas y en las consecuencias de estos comportamientos.
En realidad, los motivos no importan demasiado. Hoy es la condena del rapero Hasèl, antes fueron los derbis futbolísticos, el confinamiento, las restricciones, las fiestas ilegales, la sentencia del “proces” y después vendrán otras “excusas perfectas”. ¡Que más da! Tampoco podemos olvidar que, en otros momentos de nuestra historia reciente, también se sucedieron revueltas de jóvenes radicales que aprovechaban manifestaciones pacíficas de estudiantes para enfrentarse a la policía.
A estos adolescentes se les ve disfrutar, sobre manera, noche tras noche “jugando al ratón y al gato”. Hacen lo que siempre han hecho los jóvenes de su edad trasgredir las normas y revelarse contra el sistema establecido.
Es posible que esto sea consecuencia de la “gamificación” de todas las áreas de nuestra vida. Estos comportamientos forman parte un macro juego lleno de emoción en el que están presentes el objetivo de alcanzar algunos retos, conseguir puntos ante sus iguales y lograr desarrollar estrategias sofisticadas de guerrilla urbana, que previamente han estudiado en tutoriales de youtube. La adrenalina se dispara, cuando poco a poco se va pasando de la proclama dirigida, al insulto, del insulto a arrojar papeleras, a quemarlas y a correr para que no los “pillen”. ¡Que emoción! Y encima les dan publicidad gracias a miles de cámaras y de micrófonos que se distribuyen como buitres al acecho esperando carnaza para el próximo telediario.
Nuestro problema, como adultos, es quedarnos a contemplar la escena y no ir a la raíz de lo que origina estos comportamientos. Estos chicos, como ninguna otra generación, viven inmersos en un nihilismo inoculado a base de soflamas viscerales de destrucción y de odio al diferente. Es la ausencia de principios y de valores que sostengan el esqueleto de sus vidas y sus comportamientos, lo que les hace estar a merced del primer cretino que los manipula como “arma arrojadiza”.
¿Quien piensa en cómo estos menores han llegado a esta manera de actuar? ¿Qué pasa por sus cabezas? ¿Cómo es la relación con sus educadores? ¿Cómo es el trato con sus padres, hermanos? Estoy convencido que la mayoría de estos chicos no piensan en las consecuencias de sus actos. Detrás de ellos existen incendiarios ideológicos, que los utilizan aprovechando su poca conciencia y su falta de juicio crítico para lanzarlos como “chicos de la guerrilla urbana”. La destrucción, el fuego y la violencia y más si algunos adultos la justifican y proponen como el único modo de solucionar los problemas sube La irresponsabilidad de estos adultos, a veces políticos y dirigentes, es aún mayor al andar con fuego. “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.
La cuestión es: ¿cuáles son las motivaciones que llevan a los adultos que los instigan a manipular a estos jóvenes en pleno proceso de maduración a utilizarlos para romper la paz social?
Los chicos de esta edad tienen una necesidad imperiosa de desfogar, de sentir la adrenalina por en las venas. Los chavales, que tienen la suerte de estar bien orientados por sus padres y educadores lo hacen a través del deporte, de la música, y de otras aficiones. Por eso, hoy más que nunca, es necesario un pacto por la educación, donde se garanticen espacios sanos desideologizados donde los niños y adolescentes puedan ir afianzando su vida en valores y certezas que sostengan su personalidad y desde la que puedan hacer valoraciones críticas de todos los planteamientos que pretendan abducirlos para manipularlos. La masa acrítica es mucho más apetecible a los mediocres dirigentes de turno. Quizás lo que interesa es que no se piense, porque “quien piensa pierde”.