40 años de renovación catequética

1 septiembre 2005

Evolución histórica de la catequesis en el Concilio y postconcilio

Emilio Alberich Sotomayor
 

Emilio Alberich es Profesor de Catequética en la Universidad Pontificia Salesiana de Roma

 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Desde el concilio Vaticano II, la catequesis ha emprendido un importante proceso de renovación; y tiene todavía por delante mucho camino que recorrer. El artículo analiza de forma clara y sintética, teniendo en cuenta luces y sombras, el camino que se inicia a raíz del Vaticano II, distinguiendo cuatro momentos significativos: lo que significó para la catequesis el mismo acontecimiento conciliar, la época de euforia y desconcierto del inmediato postconcilio, la impronta del magisterio catequético de los años setenta y, finalmente, el largo y fecundo pontificado de Juan Pablo II.
 
Cuarenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II (1962-1965) queremos contemplar, como a vuelo de pájaro, el camino de reflexión y experimentación de la catequesis en este período, con sus luces y sombras, sus logros y fracasos, sus promesas y realizaciones. Lo haremos distinguiendo, de modo algo convencional, cuatro momentos significativos de este recorrido: el impacto conciliar, el agitado primer postconcilio, los años 70, el largo pontificado de Juan Pablo II.

  1. El viraje conciliar: fin del «paradigma tridentino» y nuevas bases para la catequesis

 
El Vaticano II ha trazado una frontera, también para la catequesis, entre un antes y un después. El «antes» consiste en la fecunda y larga experiencia catequética de la edad moderna, que podemos caracterizar como «época del catecismo» y dominio del «paradigma tridentino» de la catequesis. El Concilio ha decretado, en cierto sentido, el fin de esta época, lanzando la catequesis, como en general la acción pastoral, por nuevos derroteros.

1.1. El fin de la «época del catecismo»

Podemos caracterizar como «época del catecismo» a la edad moderna, ya que en este tiempo, prácticamente desde el Concilio de Trento (1545-1563) hasta nuestros días, la catequesis ha estado claramente marcada por el uso del catecismo como compendio doctrinal e instrumento provilegiado de acción catequética.
Todos sabemos la importancia que han tenido los tradi­cionales catecismos de la edad moderna, desde el del Concilio de Trento hasta el de S. Pío X, pasando por los de Canisio, Belarmino, Astete, Ripalda, Deharbe, Claret, etc. En todo este tiempo ha dominado el «paradigma tridentino» que hacía consistir la catequesis en la enseñanza de la doctrina, para que fuera aprendida de memoria, explicada y aplicada a la vida. Los catecismos eran compendios doctrinales, redactados en forma de preguntas y respuestas y divididos por lo general en tres partes: las verdades que hay que creer, los mandamientos que hay que practicar y los medios sobrenaturales que hay que emplear (gracia y sacra­mentos).
Pero ya desde finales del siglo XIX cunde la insatisfacción y la alarma ante la creciente descristianización e ignorancia religiosa del pueblo cristiano. Poco a poco irán surgiendo vo­ces que invocan la necesidad de revisar a fondo la acción pastoral y catequética, dando origen al «movimiento catequético» preconciliar, es decir, al movimiento de ideas e iniciativas que apunta a la renovación de la obra catequética en la Iglesia. Baste recordar la ac­ción promotora de San Pio X y sobre todo las iniciativas pioneras surgidas sobre todo en Alemania y Francia bajo el influjo de nuevas cor­rientes teológicas y pedagógicas.
 
1.2. El terremoto conciliar
 
El acontecimiento conciliar surtió el efecto de un verdadero terremoto, provocando una profunda revisión de las coordenadas esenciales del hecho catequético. A decir verdad, el Concilio no pudo tratar directamente el tema de la catequesis, pero su influjo fue de todas formas determinante. Ante todo porque ha introducido en el quehacer pastoral nuevas pautas metodológicas de gran alcance: podemos decir que ha traído consigo un modo nuevo de hacer teología y de concebir y actuar la acción pastroal.
Ante todo, un modo nuevo de hacer teología: dando la primacía a la Palabra de Dios, invitando a superar dualismos y dicotomías (entre cielo y tierra, cuerpo y alma, iglesia y mundo, historia y escatología), valorando la historicidad de la revelación y abriéndose a una nueva visión de la relación Iglesia-mundo. Y también un modo nuevo de concebir y actuar la acción pastoral: por medio de la articulación de tres momentos esenciales (análisis de la realidad, interpretación teológica, consecuencias operativas) y del método de «reflexión sobre la praxis». Es el fin de la pastoral concebida deductivamente, como mera consecuencia de la teología sistemática y de sus cánones interpretativos.
Más directamente relacionada con la catequesis fue la renovada visión conciliar de los elementos básicos de la acción catequética: la palabra de Dios, la fe y la Iglesia.
 
La palabra de Dios
La nueva visión de la revelación y de la palabra de Dios (constitución Dei Verbum), volverá a poner en el centro de la tarea catequética la transmisión y escucha de la palabra. Tiene lugar así un cambio decisivo: de la catequesis como enseñanza de la doctrina se pasa a la concepción clásica de la catequesis como anuncio de la palabra, anuncio de Cristo.
La fe
A la palabra de Dios el hombre responde con la fe, concebida como actitud existencial de abandono en Dios y de acogida de su proyecto de salvación en Cristo. De este modo la catequesis se orienta a superar la idea angusta de la instrucción religiosa tradicional para configurarse como mediación eclesial para la iniciación y educación en la fe.

  • La Iglesia

El impresionante viraje eclesiológico del Concilio (sobre todo Lumen gentium y Gaudium et spes) cambia las coordenadas de la catequesis como acción y experiencia eclesial. Se tiende a superar así el tradicional predominio clerical, se subraya el protagonismo del pueblo de Dios y cobra especial relieve la opción comuntaria de la catequesis: la comunidad cristiana es el primer y principal catequista; la comunidad es condición, lugar, sujeto, objeto y meta de la catequesis.
 
Como resultado del momento propiamente conciliar podemos apuntar un modo nuevo de entender la catequesis y su organización: queda cuestionada la catequesis centrada en los catecismos y la primacía de la memorización; se subraya el lugar de la catequesis en el cuadro pastoral de la misión de la Iglesia; se anuncia el proceso de descentralización catequística; y emergen nuevos acentos en la concepción de la catequesis. Se puede hablar, en definitiva, del fin de la «época del catecismo».

  1. El primer postconcilio: euforia y desconcierto

 
El impacto conciliar sobre la catequesis fue enorme, con resultados muy positivos y esperanzadores por una parte, pero por otra también con aspectos problemáticos. Evocamos algunos de sus momentos y elementos más significativos.

2.1 La búsqueda de una nueva identidad y de nuevos caminos
 
El primer postconcilio (aproximadamente los años 1965-1975) fue un período agitado y activísimo de búsqueda, de entusiasmo, de creatividad, pero también de desconcierto.
He aquí una serie de signos elocuentes de esta creatividad y búsqueda en el ámbito catequético: surgen por doquier nuevos Centros e Institutos de catequética, se elaboran nuevos catecismos y textos de religión, aparecen nuevos programas y métodos catequísticos, se revisan los criterios de formación de catequistas, se anuncia la distinción entre catequesis y enseñanza religiosa escolar, etc. Es un período de indiscutible vitalidad; los agentes de la catequesis parecen encontrarse en un inmenso taller, donde surgen nuevas experiencias y realizaciones, donde se vive la búsqueda apasionante de caminos y métodos nuevos.
Se asiste así a la irrupción de una verdadera avalancha de nuevas urgencias y dimensiones en ámbito catequético: talante evangelizador y misionero de la catequesis, redescubrimiento de la Biblia, uso de los audiovisuales y de nuevos lenguajes para la comunicación de la fe, énfasis en la dimensión antropológica y situacional de la catequesis, sensibilidad socio-política, primacía de los adultos y de la comunidad catequizadora, formas nuevas de catecumenado, deseo de inculturación de la catequesis, etc. Es toda una serie de acentos y exigencias, incorporadas ya en gran parte al patrimonio común de la actual reflexión catequética, que configuran los rasgos característicos de lo que podemos llamar «el rostro renovado de la catequesis postconciliar».
Pero ha sido también, hay que reconocerlo, un perío­do atormentado y problemático, caracterizado por transformaciones y novedades nada fáciles de controlar. Con frecuencia se vivió una situación tal de movilidad y de problemática generalizada que parecía poner en tela de juicio todos los elementos constitutivos de la cateque­sis: contenidos, métodos, agentes, lenguaje, etc. Un conjunto de preocupaciones y conflictos invade el campo de la catequesis, provocada por las nuevas ideas y exigencias, difíciles de asimilar y de llevar a la práctica. No faltaron ocasiones de fuerte con­flictividad, tensiones y polémicas, crisis personales e institucionales. Se sabe que toda época de transformación lle­va consigo riesgos y dificultades: es el precio que hay que pagar por cualquier esfuerzo serio de renovación.
En medio de tantas tensiones y problemas, no faltaron por supuesto abusos, experiencias desafortunadas, falta de seriedad y de preparación en no pocas iniciativas y realizaciones. Pero la resultante se nos antoja claramente positiva.
En el conjunto de este primer impulso conciliar, queremos destacar tres realidades de gran trascendencia para la renovación catequética: la irrupción de la urgencia de la catequesis de adultos, la centralidad de la dimensión antropológica y situacional de la catequesis, los albores de la «catequesis familiar».
 
2.2. La irrupción de la urgencia de la catequesis de adultos
 
En el primer postconcilio asistimos a una especie de inesperado clamor general, surgido desde la base eclesial, que reclama con fuerza la urgencia y primacía de la catequesis de adultos en el conjunto de la acción cate­quética y pastoral. Tiene lugar así un profundo cambio de perspectiva en el sistema global de la catequesis, tra­dicionalmente concentrado en el mundo infantil y caracterizado en todo caso por un estilo infantilizante de actuación. Poco a poco se va de­lineando con mayor claridad el lugar y alcance de la catequesis de adultos, no ya como extensión a éstos de la catequesis infantil, sino con una atención seria a las exigencias propias de la condición adulta. No solamente se propugna el de­sarrollo de una catequesis para los adultos, sino la necesidad de una catequesis verdaderamente «adulta».
En esta nueva toma de conciencia, una mención especial corresponde a Holanda, con la publicación, en 1966, del famoso y discutido Nuevo Catecismo para adultos, que inaugura un nuevo estilo catequético y representa un giro muy significativo en la historia postconciliar de la catequesis. También España vivió en los años 60 una rica floración de expe­riencias pastorales y catequéticas de gran envergadura. Si ya desde 1961 Casiano Floristán propugnaba la introducción del ca­tecumenado de adultos como forma de reevangeli­zación de los bautizados, a raiz del Concilio surgirán una serie de experiencias catecumenales y neo-catecumenales que, especialmente a partir de 1965, darán vida a las distintas formas típicamente «españolas» de itinerario catequético catecumenal.
2.3. La dimensión antropológica y situacional de la catequesis
 
Otro aspecto de indudable impacto en el campo catequético fue, en el primer postconcilio, la irrupción de los temas relacionados con el hombre, la vida, la experiencia y situación concreta de las personas. Es lo que se ha llamado dimensión «antropológica» o, especialmente en América Latina, «situacional» de la catequesis.
Se trata de la respuesta al eterno problema de la interacción o correlación entre fe y vida, de la proverbial disociación en­tre creencia y existencia. Se advertía que, con demasiada fre­cuencia, la religiosidad quedaba relegada a una especie de rincón marginal o coto cer­rado, desconectado de la vida real, mientras que la catequesis seguía respondiendo «a preguntas que nadie tiene o a problemas que nadie vive».
Ante este problema se propugnó la catequesis «antropológica» (llamada también «inductiva», «experiencial», «si­tuacional»), que consiste fundamentalmente en hacer el anuncio cristiano como interpretación de las las situaciones y problemas humanos, que entran por lo tanto en el contenido mismo de la comunicación religiosa. La experiencia enseña que no siempre el procedimiento ha resultado convincente, pues a veces se reduce a una consideración pura­mente humana de los temas tratados que no lleva a una verdadera integración entre situación de vida y mensaje cristiano. De ahí que, sin dejar de ser una conquista fundamental en orden a la eficacia catequética, la catequesis antropológica haya podido suscitar también algunas reservas y perplejidades.
Estos acentos han tenido un matiz muy especial en el continente latinoamericano. La famosa Asamblea Episcopal de Medellín (1968) fue para América Latina el más importante esfuerzo de aplicación del Vaticano II. Y por lo que se refiere concretamente al tema catequético, la asamblea dejó sentadas las bases para acentuar los aspectos antropológicos, «situacionales» y sociopolíticos de una catequesis que quiere configurarse esencialmente como «la acción por la cual un grupo humano interpreta su situación, la vive y la expresa a la luz del Evangelio» (J. Audinet).
Se puede decir que, desde entoces, la catequesis ha demostrado una atención particular hacia los problemas concretos de la gente, incluso en sus dimensiones sociales y políticas, inspirada por el impulso y la mística encarnada de la «Gaudium et spes».
 
2.4. Los albores de la «catequesis familiar»
 
La renovación postconciliar trajo consigo, por otra parte, la necesidad de reconsiderar los lugares tradicionales de la catequesis y de valorar los nuevos espacios eclesiales. Una mención especial merece el fenómeno general de la creación de pequeñas comunidades, de comunidades «de talla humana», llamadas por lo general «comunidades eclesiales de base», especialmente en América Latina. Multiplicadas por doquier, estas comunidades brindaron desde su comienzo una plataforma privilegiada para el desarrollo de una catequesis grupal, de cuño bíblico, cercana a la vida.
Otra hecho de enormes consecuencias para la labor catequética fue, en este primer período postconciliar, el redescubrimiento de la familia como lugar de catequesis, sobre todo en ocasión de la iniciación cristiana de los niños. Surgieron en efecto distintas formas de catequesis en la familia, especialmente en su versión latinoamericana de «catequesis familiar de iniciación eucarística», nacida en Chile y difundida sobre todo en varios países americanos.
Se trata de un proyecto de evangelización de la familia a través de la implicación de los padres en el camino de fe de sus hijos en la preparación a la primera comunión. Es una experiencia que ostenta un balance muy positivo, teniendo en su haber importantes logros: la mejora y recomposición de las relaciones familiares; la promoción humana y social de muchas familias; la evangelización del ambiente familiar; grandes progresos en la educación religiosa e iniciación cristiana de los niños; la inserción de los adultos en la comunidad cristiana; el resurgir de nuevas comunidades cristianas; la renovación de la comunidad eclesial, a nivel parroquial y diocesano.
 

  1. Los años 70: magisterio catequético y opción evangelizadora

 
La década de los años 70 aparece dominada, como es natural, por el vendaval conciliar y sus nuevas perspectivas. La renovación de la catequesis sigue su camino, adquiriendo poco a poco mayor serenidad y equilibrio.
 
3.1. La catequesis en busca de nuevos derroteros
 
El impulso postconciliar de la catequesis va adelante, quizás con mayor conciencia de las dificultades que salen al paso y de los profundos cambios en la cultura y la sociedad. Algún que otro percance polémico (como la discusión a propósito de la ortodoxia del catecismo holandés para adultos) y el desconcierto provocado por la rapidez y radicalidad con que se presentan las nuevas exigencias (recuérdese, por ejemplo, la aparición del excelente catecismo español para preadolescentes «Con vosotros está») obliga a profundizar más los problemas y a afinar los perfiles de la acción catequética.
Con todo, se puede decir que sigue su curso, con altibajos y vicisitudes, el camino de renovación postconciliar. Se sigue trabajando en el surco de las nuevas coordinadas catequéticas: catequesis antropológica, redescubrimiento de la Sagrada Escritura, énfasis comunitario, atención a los adultos, itinerarios catecumenales, etc. Se elaboran nuevos instrumentos catequéticos, se ensayan nuevos modelos de formación de catequistas, se crean nuevos centros de producción y de formación.
De una manera más decidida y certera, la autoridad eclesial toma cartas en el asunto. Tienen lugar iniciativas importantes, a nivel universal y local, de promoción evangelizadora y catequética, como veremos a continuación.
 
3.2. Directorios, sínodos, documentos
 
En los años 70 se asiste a una serie de momentos importantes, que representan auténticos hitos en el camino de la renovación catequética. Recordamos los más significativos:

  • 1971: el «Directorio Catequístico General» de la Congregación del Clero. Es el documento orientador, solicitado por el Concilio, que define y lanza la identidad de la catequesis a la luz de la nueva visión de la revelación, de la fe y de la misión de la Iglesia.
  • 1972: aparición del OICA o RICA («Rito de iniciación cristiana de adultos»). La restauración del itinerario catecumenal proyecta una luz nueva sobre la tarea catequética, sobre todo en su dimensión iniciática y su relación con el mundo de los adultos.
  • 1974-1975: Sínodo de Obispos sobre la Evangelización y la Exhortación Apostólica «Evangelii nuntiandi» de Pablo VI. Es la toma de conciencia oficial de la centralidad de la evangelización como «la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda» (EN 14). La catequesis verá cada vez más claramente su ubicación y su significado en el contexto vital de la opción evangelizadora.
  • 1977-1979: Sínodo de Obispos sobre la catequesis y la Exhortación Apostólica «Catechesi tradendae» de Juan Pablo II. Quizás el significado más elocuente del Sínodo haya sido el simple hecho de hacer tenido lugar, creando el precedente inédito de una asamblea de tan alto rango dedicada a la catequesis. El documento sinodal conclusivo y la Exhortación papal reafirmarán en la Iglesia la importancia pastoral de la acción catequética.

 
Estos actos magisteriales, junto con otros que se irán añadiendo en años posteriores – la encíclica «Redemptoris missio» (1990), el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) y sobre todo el «Directorio General para la Catequesis» (1997) – irán forjando todo un corpus magisterial catequético que, en su casi totalidad, señala líneas estimulantes de renovación y sigue estando muy por delante de la concreta praxis eclesial de la catequesis.
 
3.3. Un nuevo contexto pastoral: la opción evangelizadora
 
El imperativo pastoral de la opción evangelizadora será desde ahora una referencia constante y obligada para la reflexión y la práctica de la catequesis. El tema de la evangelización domina en congresos, documentos, encuentros eclesiales, y es casi un eslogan proclamar que es hora de pasar «de una pastoral de conservación a una pastoral misionera, evangelizadora». El binomio «evangelización y catequesis» invade los espacios pastorales, se introduce en lugares donde antes se hablaba simplemente de «catequesis» (como en muchos secretariados y comisiones), con el peligro por otra parte de entremezclar y confundir las dos realidades.
Pero en definitiva, la catequesis reencuentra su lugar original en el contexto de la evangelización como un momento esencial y muy significativo (CT 18), de tal manera que «recibe de la evangelización un dinamismo misionero que la fecunda interiormente y la configura en su identidad». Es una adquisición definitiva: en adelante no se podrá perder de vista esta vinculación esencial de la tarea catequética a la misión evangelizadora de la Iglesia.

3.4. La enseñanza de la religión (ERE) se desmarca de la catequesis
 
La resaca del acontecimiento conciliar llevará también a replantear sobre nuevas bases una de las formas más tradicionales de catequesis: la enseñanza religiosa escolar (ERE).
En muchos países la ERE ha sido por tradición y herencia histórica uno de los lugares proverbiales de instrucción y socialización religiosa de las nuevas generaciones. Por mucho tiempo esta presencia en la escuela de «catequesis escolar» venía cuestionada sólo en los medios laicistas y anticlericales. Pero a raiz del Concilio la situación cambia: la visión renovada de la catequesis come anuncio de la Palabra y educación en la fe, la afirmación de los valores de la modernidad (libertad religiosa, igualdad, laicidad, etc.) y la oposición ante toda clase de privilegios serán acicate para poner en tela de juicio la presencia institucionalizada de la religión en la escuela en su forma catequética tradicional. De ahí la tendencia generalizada, consignada también en los documentos oficiales de la Iglesia, a distinguir claramente entre ERE y catequesis de la comunidad cristiana.
En esta perspectiva, la ERE no apunta explícitamente al crecimiento de la fe (que no es posible dar por supuesta) sino que asume objetivos y connotaciones propias de la realidad educativa escolar: conocimiento serio del hecho religioso, orientación para poder hacer opciones responsables y libres en campo religioso, educación para el diálogo y la paz en el concierto de las religiones.

  1. El pontificado de Juan Pablo II: progresos e involución

 
El largo pontificado de Juan Pablo II (1978-2005) ha significado para la catequesis un período reposado de reflexión y de experimentación, una extensa singladura eclesial en la que es posible detectar luces y sombras.
 
4.1. El proyecto de la «Nueva evangelización»
 
Los últimos 25 años han quedado marcados, en cierto sentido, por el lanzamiento, por parte del Papa, de la «nueva evangelización». La campaña fue lanzada ante todo para América Latina, en la preparación y celebración del V Centenario de la evangelización del continente (1992) y encontró especialmente en la Asamblea Episcopal de Santo Domingo (1992) su momento solemne de promulgación y afianzamiento. Se puede decir que la «nueva evangelización» constituye hoy el centro catalizador de todo el proyecto pastoral de América Latina.
Pero también en Europa, ante los problemas provocados por la creciente descristianización, fue lanzado el proyecto pastoral de la «nueva evangelización», dando nuevo impulso a las aspiraciones ya presentes en la década de los 70. La referencia evangelizadora será ya desde entonces una pauta esencial también para la catequesis, especialmente de adultos, que tendrá que concebirse siempre en el contexto pastoral de un proceso evangelizador.
Un exponente significativo de la visión renovada de la catequesis es el «Directorio General para la Catequesis» de la Congregación para el Clero (1997), un documento positivo y estimulante que recoge y consagra las principales adquisiciones de la renovación catequética postconciliar, al mismo tiempo que encauza la catequesis en la perspectiva de la evangelización, como momento central y prioritario del proceso de iniciación cristiana.
 
4.2. Luces y sombras en el panorama catequético
 
Pero la realidad efectiva no corresponde a la teoría codificada en los documentos. Una mirada global al panorama de la práctica catequística de los últimos lustros registra una realidad compleja, con luces y sombras. Luces, pues no faltan experiencias positivas y signos de futuro: floración de nuevas formas de comunidad, promoción de los ministerios laicales, ricas experiencias de evangelización y de catequesis con adultos, demanda creciente de formación cristiana, formas nuevas de lectura de la Biblia, aumento impresionante de itinerarios catecumenales. Pero es necesario reconocer que, vista en su conjunto y en su forma tradicional, la catequesis eclesial muestra también signos evidentes de una grave crisis. He aquí algunos síntomas:
 

  • La catequesis de iniciación en realidad no «inicia», sino que paradójicamente «concluye» para muchos jóvenes la vida cristiana. Es el fracaso del proceso de iniciación cristiana.
  • Se constata una grave crisis de comunicación y de lenguaje: con mucha frecuencia la catequesis tradicional no es significativa y no comunica. Se ha llegado a decir que la catequesis «utiliza lenguajes que nadie entiende, se dirige a auditorios que ya no existen y responde a preguntas que nadie tiene o a problemas que nadie vive».
  • La práctica de la catequesis, también con los adultos, resulta con frecuencia infantilizante y decepcionante. No obstante la proclamada urgencia y prioridad de la catequesis de adultos, la realidad queda todavía muy lejos de estas afirmaciones. La catequesis de adultos avanza con mucha dificultad, mientras aún se dedica la mayoría de los esfuerzos a la catequesis infantil.

 
Ante esta situación descorazonadora, muchos invocan la vuelta a la catequesis doctrinal de los catecismos. Pero una idea como esta no tiene en cuenta los profundos cambios de las coordenadas culturales e históricas y olvida el hecho de que la catequesis, en realidad, se ha seguido haciendo por lo general con el estilo tradicional de la catequesis preconciliar. La crisis de la catequesis no puede ser imputada a las nuevas ideas catequéticas; si acaso (pero tampoco sería justo) a la forma inadecuada de practicarla y a la deficiente formación y actualización catequética de los responsables.
 
4.3. Síntomas de involución
 
No faltan en este período síntomas de restauración y de vuelta al pasado como por ejemplo: ciertos acentos «fundamentalistas» que invocan la urgencia de una contraposición frontal de la verdad cristiana a una sociedad valorada con tintas exclusivamente negras; la insistencia unilateral sobre la integridad y ortodoxia del contenido de la catequesis; resistencias y polémicas ante los impulsos conciliares y las orientaciones catequéticas de los episcopados; la añoranza y difusión de catecismos de corte tradicional; el aumento de control centralizador, por parte de Roma, que llega a mortificar la creatividad y la inculturación. Es verdad que, en estas y otras tendencias, anidan preocupaciones legítimas y la añoranza de valores a veces olvidados, pero en el fondo se percibe la incapacidad de captar la complejidad de la situación y el alcance renovador de los nuevos acentos conciliares.
 
4.4. En el alba del tercer milenio
 
Alrededor del año 2000 se nota una nueva sensibilidad ante los desafíos que la situación lanza a la tarea evangelizadora de la Iglesia. Crece la conciencia de la necesidad de una nueva orientación pastoral en la acción de los creyentes, convencidos de que la praxis pastoral tradicional, centrada preferentemente en la sacramentalización y en la práctica religiosa, no tiene futuro, no toma en serio la opción evangelizadora ni sabe responder a los retos de la nueva cultura. Se invoca la urgencia de una verdadera «conversión pastoral», en una perspectiva misionera. Se desea fomentar un diálogo sincero fe-cultura, en actitud de simpatía y comprensión hacia el mundo actual, sin renunciar por otra parte al deber del discernimiento evangélico. Todo esto requiere el abandono sin nostalgias de toda visión eclesiocéntrica y de todo deseo de revancha o reconquista de las posiciones perdidas.
Por lo que atañe a la catequesis se ve la necesidad de reconocer, sin nostalgias, que el modelo catequético «tridentino» ha quedado superado definitivamente. Los intentos de vuelta o de conservación del paradigma tradicional parecen condenados al fracaso. Se impone la búsqueda de un nuevo «paradigma catequético».
En eso estamos. No es fácil prever el porvenir, aunque la reflexión catequética, la experiencia pastoral y la intuición de los más lúcidos observadores permiten entrever algunos rasgos del perfil de la catequesis del futuro. Algunos de estos rasgos ya afloran: la importancia del primer anuncio y del catecumenado, la revisión decidida del proceso de iniciación cristiana, la preferencia por los adultos y por la comunidad. Podemos decir que la renovación conciliar de la catequesis tiene todavía por delante mucho camino que recorrer.

EMILIO ALBERICH

estudios@misionjoven.org

 
Para una panorámica general cf G. ADLER – G. VOGELEISEN, Un siècle de catéchèse en France 1893-1980. Histoire – Déplacements – Enjeux. Paris, Beauchesne 1981, 141-316; INSTITUTO DE CATEQUÉTICA (FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN) DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA SALESIANA DE ROMA, Diccionario de catequética. Madrid, Ed. CCS 1987, 581-582.
Sobre el influjo conciliar en la catequesis, cf «Teologia y catequesis» 1 (1982) n.1 (La recepción del Vaticano II en la catequesis española); V. Mª PEDROSA, «Vaticano II y catequesis», en ID. et al. (Eds), Nuevo Diccionario de Catequética. 2 vols. Madrid, San Pablo 1999, 2250-2264.
Para una visión sintética, cf E. ALBERICH, Catequesis evangelizadora. Madrid, Ed. CCS 2003, 293-297.
Nuevo ca­tecismo para adultos. Versión íntegra del catecismo ho­landés. Barcelona, Herder 1969.
Cf C. FLORISTÁN, Cursillos y conversión, en «Incunable» n. 552 (1961).
Cf C. FLORISTÁN, Para comprender el catecumenado. Estella, Verbo Divino 1989, 94-107.
DECAT-CELAM, La catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del Directorio General para la Catequesis. Santafé de Bogotá, Centro de Publicaciones del CELAM 1999, n.131.
Cf E. GARCÍA AHUMADA, ¿Qué es la catequesis familiar? Madrid, San Pio X 1998.
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis. Madrid, EDICE 1997, 39.
Cf A.FOSSION, Dieu toujours recommencé. Essai sur la catéchèse contemporaine. Bruxelles, Lumen Vitae/Novalis/Cerf/Labor et Fides 1997, 7-8; J. MARTIN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea. Santander, Sal Terrae 2002; L. GONZALEZ-CARVAJAL, Situación de la fe y de su transmisión ante la instauración del catecumenado, en: «Sinite» 44 (2003)133, 195-218.
DECAT-CELAM, La catequesis en América Latina, n.131.
Entre las manifestaciones concretas de esta situación problemática, podemos recordar, por ejemplo, las famosas conferencias del card. Ratzinger (Lyon y París, 1983) y la publicación del «Catecismo de la Iglesia Católica» (1992), que mal se aviene en cierto modo con el espíritu del Concilio, que explícitamente abandonó el antiguo proyecto de un «catecismo universal» (Cf P. PALAZZINI, «L’opera svolta dalla S.Congregazione per il Clero nel campo catechistico», en: SACRA CONGREGAZIONE PER IL CLERO, Atti del II Congresso Catechistico Internazionale. Roma, 20-25 settembre 1971. Roma, Studium 1972, 147-212). En la misma línea podemos colocar la reciente publicación del «Compendio» del Catecismo de la Iglesia Católica.
Resulta aleccionadora la posición de los obispos franceses: LES ÉVÊQUES DE FRANCE, Proposer la foi dans la société actuelle. III. Lettre aux catholiques de France. Paris, Cerf 1997.
Cf E.ALBERICH, Un nuevo paradigma para la catequesis. Reflexiones y perspectivas catequéticas de un reciente Coloquio sobre la catequesis (París, febrero de 2003), en «Catequética» 45-1 (2003)1, 2-9.