Evangelización y era telemática global

1 julio 2002

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Manuel Alcalá

Pie Autor
Manuel Alacá, sj, es escritor y periodista.

 
Síntesis del Artículo
La «galaxia digital» ha impuesto una especie de «código de velocidad» a la comunicación. En la Iglesia –como ya ocurriera al aparecer la «galaxia impresa»– seguimos evangelizando según métodos de épocas pasadas. Más que preocupaciones exclusivamente morales o apuestas por disponer de medios propios, la reflexión debiera centrarse “en los problemas estructurales que plantean a la estructura íntima de la fe las nuevas formas de comunicación”. En ello se centra el autor, sugiriendo pautas concretas acerca de una metodología que permita una nueva codificación/descodificación en las tareas evangelizadoras.
Resultan ya casi tópicas las afirmaciones de que nos encontramos en medio de un cambio cultural sin precedente histórico, de alcances imprevisibles y que tal cambio, en gran medida, es producto del impacto de las nuevas comunicaciones. Por si todo esto fuera poco, la situación se dificulta, al ser cada vez más inestables y dinámicas las galaxias culturales, a saber: todo el conjunto de síntomas, agrupados en torno a un acontecimiento decisivo que marca una etapa histórica concreta.
 
Desde el descubrimiento occidental de la imprenta (1455) se originó la Galaxia Gutenberg, cuyo centro dinámico fue la letra impresa, sobre todo en forma de libro y, luego, de prensa periódica y diaria. Su resultado fue el homo legens (humanidad lectora) que suplantó al homo audiens (humanidad oyente), de las culturas orales previas.
Tal hegemonía duró algo más de tres centurias. A finales del siglo xix, la Galaxia Gutenberg empieza a ser desplazada por otra nueva Galaxia tripartita. Sus centros de gravedad fueron la radio, el cine y la televisión. De todas ellas emergió el homo audiovisualis (humanidad audiovisual). Johannes Gutenberg cedió el liderazgo al grupo formado por el italiano Guillermo Marconi, los hermanos alemanes Emil y Max Skladanovski, los también hermanos franceses Augusto y Luis Lumière, y por el escocés John L. Baird.
 
Todos éstos estuvieron en el candelero sucesivamente, pero durante bastante menos tiempo (apenas medio siglo), hasta ser arrolladas por los nuevos aconteceres de la Galaxia electrónica digital, cuya culminación es el Internet. Sus artífices no son personas individuales sino equipos de investigadores y técnicos que trabajan con las ayudas estatal o privada. Acaba de otorgarse el premio Príncipe de Asturias a cuatro personas consideradas «padres» de Internet, cuyo prototipo sociológico es el homo navigator interactivus (humanidad navegante interactiva). Son los norteamericanos Lawrence G. Roberts (Proyecto comunicativo, 1965), Robert Kalin (Protocolos tcp/ipe, 1980), Vinton Cerf (Correo electrónico, 1982) y el británico Tim Berners-Lee (www, 1990).
 
 
Bastan tales datos para constatar que la sucesión de galaxias comunicadoras además de cambiar sus contenidos, se han acelerado históricamente. La velocidad de la Galaxia digital o electrónica, en la segunda mitad del siglo xx, ha sido tan rápida y vertiginosa que ya no es una evolución, sino una auténtica revolución. Ello, no sólo por el hecho de constante alteración interna, sino por las consecuencias inesperadas llenas de novedad y, en gran medida, totalmente imprevisibles y radicales.
La simple adaptación a tal Galaxia, para no soñar ni de lejos en su asimilación, resulta cada vez más difícil. No hay reposos históricos. Si los primeros cambios en las generaciones electrónicas duraban años, desde hace ya lustros, no llegan a meses.
 
 

  1. Impactos en la comunicación

 
En todos esos casos, pues, su denominador común es el código de velocidad. Al acelerarse los fenómenos comunicativos, el tiempo psicológico subjetivo adquiere un valor consistente, casi personalizado. Aumenta la «prisa grupal» que desplaza a otros valores. Todo lo que marcha a ritmo lento, parece culturalmente devaluado. Surgen, entonces, efectos de «crono-angustia» y «crono-stress». Sólo parece válida la respuesta inmediata y casi simultánea a la consulta. Por esto, el homo navigator interactivus anda ansioso por lograr una comunicación más rápida aunque no siempre sea mejor.
 
Tal código de velocidad, además, tiende a producir una desintegración interna, dentro de las formas culturales. Las culturas homogéneas y consistentes, hasta hoy prioritarias, se desplazan y dan paso a otro estilo cultural que puede llamarse rapsódico. Parece como si se reanimasen las figuras del antiguo recitador heleno o del bardo medieval que lo mismo declamaban poesías, contaban romances, hacían mimo, teatro, baile, circo o juegos malabares. Internet es hoy un rapsoda o bardo impersonal que aúna prodigiosamente los antiguos géneros literarios de la comunicación. La red informática mundial es hoy, al mismo tiempo, correo, radio, prensa, cine, televisión, teatro, pintura, diseño, oferta de publicidad y muchas cosas más.
En esta nueva cultura rapsódica, los saberes se solapan cada vez más de forma recíproca y se hacen cada vez menos específicos. De otra parte, las estructuras se eclipsan, los sistemas se debilitan y los conocimientos se hacen más superficiales y transitorios. Al crecer las expresiones visuales y auditivas, se debilitan los lenguajes hablado y escrito, cediendo terreno al lenguaje icónico. Basta contemplar una pantalla de ordenador para constatar que muchos conceptos abstractos han sido desplazados por iconos visuales. En cierto modo, estamos volviendo al jeroglífico en su significación literal, pues no faltan tendencias que proyectan la electrónica al ámbito de lo sagrado.
 
 
Los impactos en nuestra generación son varios. Junto a la citada decadencia de lectura y de memoria, hecho acentuado por la creciente difusión de la telefonía móvil en plena expansión y sus restricciones de espacio, tiempo e imaginación, surgen otras nuevas. Así, una mediación devaluada de la autoridad. Sólo tiene credibilidad lo que es visible, inmediato, audible y palpable. Unido a ello se produce de una forma inexorable la infraestima de cualquier tradición, frente a la exaltación de lo nuevo y novedoso, por el mero hecho de serlo, con decreciente atención de sus contenidos objetivos.
 
 

  1. Alerta eclesial

Aunque la red «www» de la Galaxia Electrónica se halla en furibunda expansión desde hace ya más de 10 años, sólo muy recientemente el Consejo Pontificio para las comunicaciones sociales, órgano oficial de nuestra Iglesia católica-romana, ha decidido publicar un doble documento sobre Internet (22 de febrero de 2002). Se trata de un texto tardío que corre el riesgo de nacer ya desfasado. Algo análogo ocurrió durante el Vaticano II (1962-65) con su decreto «Inter Mirifica» (1963) sobre las comunicaciones sociales. Pretendía ser una novedad y nació con serias dificultades. Concebido para ser tratado entre los documentos finales, se desplazó a los iniciales. Esta aceleración dificultó bastante su enfoque profesional que al moverse aún en la galaxia Gutenberg, resultaba desfasado. La crítica lo considera hoy, por su falta de madurez específica, como el documento más endeble de la asamblea ecuménica.
 
De la lectura de los recientes textos vaticanos sobre Internet parece, al menos, que en su redacción han intervenido, junto a curiales centrados en aspectos éticos y doctrinales, otros con perspectivas bastante más cercanas a la realidad de los medios de comunicación social que es la terminología usada por la Iglesia, frente a la secular de medios de masa (mass media).
 
El primer texto «La Iglesia e Internet» se sitúa en la línea conciliar y enumera las oportunidades y desafíos que ofrece la red electrónica mundial. La Jerarquía admite sus ventajas tanto para la catequesis como para la nueva evangelización y reconoce las facilidades que ofrece para comunicarse con grupos, a los que es muy difícil acceder de otra manera. De ahí que insista en preparar a los fieles para su uso adecuado. Su postura de fondo es, en principio, positiva.
 
A continuación añade los problemas especiales que se plantean en la red. Así, la presencia de centros hostiles a la fe y moral cristianas. También la proliferación de «páginas web» que se apellidan «católicas» y que no tienen doctrina auténtica oficial. Finalmente, la posible disolución de la realidad y de la comunidad. Por eso, el texto termina exhortando a los fieles el uso de Internet en clave de fidelidades a la verdad, justicia, generosidad y a los valores más característicos del mensaje cristiano.
 
El segundo texto «Etica en Internet» tras su inevitable introducción genérica, pasa a subrayar los puntos preocupantes. Así, la brecha digital entre ricos y pobres, acentuada por la globalización económica; la dominación cultural occidental de otras culturas tradicionales; los diversos problemas en la libertad de expresión, las presiones ideológicas o comerciales, el exceso de información no suficientemente evaluada y la tendencia al aislamiento y a la falta de solidaridad. El documento acaba exhortando a la sociedad a reglamentar los nuevos sistemas de comunicación y alerta sobre el respeto a la privacidad, como expresión de los derechos de la persona.
 
 

  1. Impactos en la evangelización

 
Resulta, sin embargo, llamativo que ninguno de ambos documentos ahonde en los problemas estructurales que plantean a la estructura íntima de la fe, las nuevas formas de comunicación e inmediatamente a sus mensajes evangelizadores. En verdad, ahí es donde parecen anidar, tanto los desafíos como las oportunidades para la evangelización futura. No conviene, pues, que ambos textos se reduzcan a la coyuntura pastoral siguiente, sino que sean, más bien, punto de partida de nuevas fórmulas estructurales en donde siempre se encuentran la fe, la razón y la cultura.
 
El problema no debería reducirse a la preocupación jerárquica por disponer de medios de comunicación propios, sino centrarse en la reflexión sobre la metodología que hoy plantea la difusión de contenidos doctrinales, su codificación/descodificación a unas generaciones que abandonan la galaxia escrita por la telemática globalizada.
Si se comparan sinópticamente los modos expresivos de la transmisión de la fe en las galaxias impresa-audiovisual (tradicionales) y en la telemática global (de hoy día), aparecería, más o menos, el siguiente cuadro que presentamos a continuación:
 

Transmisión del Mensaje Cristiano

Galaxias Impresa y Audiovisual Telemática Global
Comunicación preferente: Interpersonal, grupal Masiva e impersonal
Formas de comunicación: Oral, escrita, audiovisual Simbólica, icónica
Estructura comunicativa: Memoria y tradición Presencia, mostración
Información: Dosificada por calidad Desbordada en cantidad
Codificación mental: Abstracta Concreta
Descodificación mental: Conceptual Asociativa
Apoyo exterior: Autoridad Pura presencia

 
A lo largo de la tradición religiosa cristiana durante la galaxia verbal, continuado de alguna manera durante la impresa, el mensaje catequético prototípico era oral, especialmente sintetizado y jerarquizado por el catequista, en torno a los «credos», y protegido de los influjos externos por la supervisión del obispo y de sus delegados.
No debe olvidarse que en su mismo origen griego, las palabras catequesis y obispo, proceden etimológicamente de la escucha desde abajo y la vigilancia desde arriba. En ambas se alude, pues, más o menos implícitamente, al sentido de autoridad que se manifestaría constantemente por recursos a los argumentos de la tradición.
 
Al aparecer la Galaxia impresa (1455) se produjo cierto cambio en la catequesis. La difusión masiva o grupal de las nuevas formas de comunicación, fue aprovechada para la evangelización. En el área protestante de Centroeuropa, Martín Lutero edita su Catecismo (1529). Le siguen, en la católica, D. Erasmo (1533), G. Witzel (1535), J. Dietenberger op (1537) y P. Canisio sj (1554, 1556, 1558). En España, al cabo de medio siglo, aparecen los textos de Gaspar de Astete sj (1580) y Jerónimo Ripalda sj (1616), a los que acompañaron y siguieron otros, más o menos oficiales y doctrinales. Los primeros catecismos, sin embargo, fueron transmitidos según los métodos de la etapa anterior. En vez de concentrar todos sus esfuerzos en una alfabetización, los catequetas insistían, incluso ante oyentes alfabetizados, en memorizar los textos al pie de la letra. Los métodos, pues, no cambiaron esencialmente y mantuvieron en algunos casos hasta muy entrado el siglo xx, provocándose el desfase cultural.
 
El fenómeno tiene ciertas analogías con lo que ocurre ahora. La Iglesia oficial que exhorta al dominio de los medios electrónicos, sigue produciendo una inmensa cantidad de documentos en un momento de rápido descenso del nivel de lectura. Tales textos son extensos, tradicionales, clericales, técnicos, minoritarios y perfeccionistas. No hay que decir que tal invasión de papeles (papelorum progressio) no llega al público al que teóricamente se dirige, por falta de adecuación estructural. El resultado es que son ignorados por su destinatario, el pueblo de Dios.
 
 

  1. Evangelización en la Galaxia digital



Parece claro que para lograr una expresión adecuada a la Galaxia telemática global de hoy, haría falta recoger de ella ciertos impulsos, aplicándolos a la nueva evangelización. Se exponen aquí algunos más obvios y de forma telegráfica, aunque sólo fuera por no desentonar del código de velocidad, antes aludido.
 

  1. Del enorme exceso de datos facilitados por Internet, unido al creciente código de velocidad, habría que fomentar en la evangelización las actitudes de concisión y brevedad a ultranza. Un texto eclesial que pretenda ser leído hoy, no debería pasar mucho del par de folios. Una homilía que pretenda ser escuchada y no sólo padecida, no tendría que rebasar los cinco minutos.

 

  1. Ante la niebla informativa que origina el aluvión de datos, habría que sacar la lección de la mayor claridad posible. Se trata de un auténtico servicio a la difusión de la Palabra de Dios que debe ser siempre luz, no sólo en la tiniebla sino en la niebla.

 

  1. Condición indispensable para ello es la simplificación lingüística. Se impone, la purificación de las adherencias perfeccionistas y técnicas, propias del tradicional lenguaje clerical, demasiado amigo de Gutenberg en su mensaje religioso. La Galaxia telemática global de hoy pide una reducción progresiva de vocabulario.

 

  1. Ante la homogeneidad de Internet, donde las informaciones tienen sólo el valor de su presencia en pantalla, urge cada vez más una radical jerarquía de verdades que distinga entre la fe y su comentario, el dogma y la teología, la quintaesencia y el fárrago.

 

  1. Junto a la expresión concreta del mensajes de Internet, parece más adecuado substituir el enfoque abstracto de mucha evangelización tradicional por relatos breves, parábolas y alegorías. La diferencia se da en el Nuevo Testamento entre la predicación rabínica de Jesús y los escritos teologizantes de Pablo. Lo más hondo del mensaje en parábolas corría por cuenta del auditorio con oídos para oír. Hoy la oferta serían de puertos para el navegante y bases para el internauta perdido entre multitud de ofertas de todo tipo, debidamente provocado e incluso fascinado por el mensaje cristiano.

 

  1. Como consecuencia del predominio icónico se impone el uso del símbolo en la comunicación de la fe. Símbolos son signos que identifican. Así fueron los «credos» de la primera y segunda generación cristiana. Baste el ejemplo del «maranatá» o las primeras fórmulas trinitarias, donde se concentra toda la fe cristiana. Si los símbolos cristianos surgieron en eras de persecución y clandestinidad, la secularización actual ha producido nuevas clandestinidades y persecuciones del mensaje que deberían superarse con la creatividad de nuevos símbolos icónicos interactivos.

 

  1. La nueva evangelización no puede renunciar a las aportaciones de la tradición eclesial, pero pide, cada vez más, tino en las citas de la misma. Con mucha frecuencia el argumento de autoridad está devaluado. Se requiere, pues, mucho acierto para en cada momento atinar con la «autoridad» que más sirve para el fin pretendido.

 
Los ejemplos de tal forma de lenguaje serían innumerables. Casi todos parten de iniciativas privadas. Nuestra revista pretende colaborar también en esta dirección, de acuerdo con su propia definición de una misión joven y abierta al futuro de Dios. n
 

Manuel Alcalá

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