“Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos” (1Tes 3, 12)
Digamos que tiene un nombre común, más o menos próximo a esos que hoy son tendencia o están de moda. Lo importante en este caso no es cómo se llame quien motiva estas líneas de humilde reflexión, pues, ciertamente, nuestro nombre nos identifica solo en parte; desde luego, nunca nos califica.
El caso es que este joven de cuyo nombre ahora no quiero acordarme está en pleno trasiego académico, bregando por sacar esos buenos resultados que tanto enorgullecen a sus padres, acaso también a él le consiguen arrancar una media sonrisa cargada de cierto orgullo o vanidad. Consciente de que el éxito, en cualquier disciplina y modalidad, tiene un alto porcentaje de trabajo y constancia a sus espaldas, procura ser lo más fiel posible a sus responsabilidades. Desconozco si es “porque es lo que toca” o por un profundo sentido del deber. Sin embargo, su vida no parece regirse solo por lo que el horario o calendario académico dictamina. Se sabe algo más que un simple alumno. Está convencido de que el dinamismo de su juventud no puede agotarse entre las paredes de un aula ni en el ejercicio de buceo entre libros y apuntes que le exigen sus estudios. En pleno apogeo de su vida, ha hecho opción por desbordar vida más allá de sí mismo. Por eso, varias tardes a la semana, y la mayoría de sábados, ofrece parte de su tiempo, de su existencia, a animar el proyecto educativo-pastoral que da sentido a su Centro Juvenil Salesiano de referencia.
El “prota” de esta historia nació a la fe en el seno de su familia, creciendo y madurando su relación con Dios en el contexto de una de nuestras obras. No es ningún meapilas ni su prioridad juvenil está centrada en la búsqueda de la santidad, llamada universal a la que Cristo nos invita como seguidores suyos que decimos ser. Vive su fe en lo ordinario, sin estridencias, posiblemente sin ni siquiera poder dar muchas razones sobre este principio vital que confiere a su proyecto personal un sentido. Es más que probable que, al igual que tuvieron que hacer los primeros cristianos so pena de ser condenados a pena capital, se esconda entre la masa juvenil para pasar desapercibido y no se declare públicamente como cristiano comprometido. Pensará que, en un mundo como el nuestro, en un tiempo como el que nos toca vivir, las etiquetas no aportan nada bueno. Sin embargo, Dios, que nos mira con cariño y sabe saciar nuestra sed y hambre de vida en plenitud, lo ha llamado para ser su corazón visible entre los jóvenes a los que anima. Y él ha respondido con generosidad.
Esta historia es la de muchos de nuestros animadores. La de muchos de nosotros. Pocas certezas me quedan en la vida, pero hay una que por fe sostengo con pleno convencimiento: Dios continúa guiando nuestra historia y acompañándonos en el camino, llamándonos a ser más.
Por eso, querido animador salesiano que me lees con relativa desconfianza, ábrete a lo que Dios quiera de ti. No pienses que lo salesiano consiste solo en hacer muchas cosas por cuanta más gente mejor. Lo salesiano, ante todo, radica en ser. No te cierres a ser lo que el Señor te pide ser. Es natural que, conforme cumples años de experiencia y vida, sigas sintiéndote atraído por el carisma salesiano, porque todo carisma de santidad atrapa y envuelve conforme más se le conoce. Si te animas a profundizar un poco más, te diré que muchos son los grupos de la Familia Salesiana que desean acogerte con sus brazos abiertos y acompañarte en la maduración de tu vocación personal. Desde la vida consagrada a la vida laical, el colorido árbol que, hundiendo sus raíces en Cristo, representa la Familia Salesiana te ayudará a conformar tu ser como salesiano. Porque así lo has vivido, lo vives y estás llamado a vivirlo.
Don Bosco nos soñó como gran familia y en ella caben las diferentes generaciones de vida. Lo importante es que escuches al Espíritu de Dios para encontrar tu sitio en ella y seas valiente para asumir el compromiso de querer ser lo que ya estás siendo, abierto a ser más. Como muchos de nosotros hemos hecho, como espero otros muchos se animen a hacer.
Sergio Martín Rodríguez
Salesiano Cooperador y educador salesiano en el colegio de Barakaldo (Vizcaya).