[vc_row][vc_column][vc_column_text]Retrato en blanco y negro
COMENZAMOS con una aproximación a la descripción fenomenológica del planeta joven. Para V. Verdú, ha sido D. Coupland quien ha puesto en circulación esa especie de eslogan o marca casi comercial de la Generación X (La generación X, «El País», 21.3.93). Se refiere con ella a los jóvenes de ahora mismo, en edades comprendidas entre 19 y 35 años. Tres señas de identidad parecen definirles: la crisis estructural y el paro, la larga permanencia en el hogar paterno y la reducción de la natalidad. Nacieron en los años 60 y 70. Son hijos del desarrollismo, del optimismo social y del idealismo del 68. Cuando se hablaba del pleno empleo, universidad para todos y toda una vida para ser lo que cada cual eligiera. La infancia más o menos feliz, viajeros, con dinero para consumir, dominio del inglés, ciberneutas, musicales y teleadictos. Lo tenían todo. Y sin embargo, cuando generacionalmente ha llegado el momento del relevo, estos chicos y chicas se muestran escépticos, narcisistas, pragmáticos, autistas, perplejos y de vuelta de casi todo.
Es la generación del «crac»: ya no creen en la utopía de una Europa unida, en una Constitución que prometía trabajo y libertad para todos, en una democracia como el menos malo de los sistemas políticos, en el Estado del bienestar. Desconfían de los políticos, de las ideologías, de los sueños. Y se sienten como generación perdida. Y, paradójicamente, no se rebelan. Saben que no sirve de nada. A lo sumo, basta vivir el día a día en algunas de las tribus urbanas marginales, y asistir a algunos encuentros deportivos y musicales para reforzar la presencia de grupo. Sin olvidar la movida del fin de semana y los estallidos puntuales de violencia callejera.
«Estética de la tranquilidad»
El propio V. Verdú afirma, en otro artículo («El País», 21.3.93), que la generación joven siente la crisis estructural, manifestada en una inseguridad económica visceral, una inestabilidad afectiva e incluso en una inseguridad sexual. Aborrecen la competitividad y rehúsan, por infructuosa, la lucha por el dinero y el poder. Son, al menos en el deseo, menos consumistas y menos competitivos. Son menos sociales que las generaciones anteriores y también más críticos. Aman, en definitiva, la estética de la tranquilidad. Se les puede denominar generación Grunge, de pelos revueltos, cara abotargada al levantarse, cabeza vacía, deseo en suspenso y el pensamiento ajeno a toda agitación interior. Se dice de ellos que no tienen bandera ni motivos para luchar.
J.L. Wert («Diario 16», 19.5.91) ofrece siete rasgos de los jóvenes de hoy como sus principales señas de identidad: en cuanto al trabajo, predomina la crisis del empleo; en política, aceptan mejor las formas democráticas que las autoritarias; una mayoría (61 %) desaprueba las relaciones sexuales extramatrimoniales; también una mayoría (74 %) dice creer en Dios; les gusta divertirse y salir en grupo, en panda; opinan que el ejército debería ser profesional (80 %) y, 9 de cada diez jóvenes, se sienten en la casa familiar felices y confiados. Como otros rasgos generales de los jóvenes de los 90, cabe señalar que son prácticos, pasivos y muy individualistas. No conocen el espíritu aventurero y solidario del Mayo del 68. Las escasas expectativas por conseguir el primer empleo o pagar una vivienda no parecen estimular la combatividad al ver la feroz competitividad del mundo forjado por sus, en otro tiempo, utópicos padres. Afirman que les falta una asignatura, el futuro, porque todo se les hace ver en clave de pasado o simple presente.
Entre comprensión e incomprensión
Según otras sondeos periodísticos («Diario 16», 13.3.92) los jóvenes españoles rechazan las drogas, son progresistas y les preocupa su bienestar material. Son tolerantes, románticos y, aunque demócratas, no se sienten implicados en cuestiones políticas.
Lidia Falcón («Diario 16», 17.2.93) afirma que no entiende a los jóvenes, que son sencillamente incomprensibles. No puede dar crédito a que los jóvenes de hoy vean los ideales del 68 como tonterías de viejos, y se pregunta de quién es la responsabilidad. Para esta autora, los jóvenes, son una masa de movimientos convulsivos, miradas extraviadas y mentes vacías. El artículo fue respondido por Guillermo Alonso del Real, calificándolo de reaccionario. Este autor afirma que los jóvenes de hoy son «perfectamente comprensibles». Los jóvenes saben que el mundo es de los mayores, la política de unos pocos y la educación que les damos es esquizofrénica. Además, nos hemos cargado las asociaciones juveniles que pudieran ser molestas o crear alternativas.
Futuro y contradicciones
Siempre, según ciertas encuestas, los jóvenes de los 90 son liberales, demócratas y más respetuosos («Diario 16», 21.9.94, p. 15). Daniel Ortega («Diario de Burgos», 18.9.94, p. 62) subraya que la juventud de hoy valora ante todo la familia y se muestra pesimista ante el futuro. Crece en ellos el sentimiento autonomista o la identidad nacionalista. Y Amando de Miguel («ABC», 7.4.96, p. 69), por su parte, señala cómo los jóvenes de hoy son los del «derecho al frigorífico», porque no se van de casa al no tener medios para independizarse.
Según un reportaje aparecido en «El Semanal» (9.6.96, pp. 65-74), los jóvenes de los 90 están llenos de contradicciones: adoran la sociedad de consumo al tiempo que defienden los valores ecologistas; valoran la fidelidad para con los colegas, aunque pasen de la mayoría; gastan la mayor parte de su sueldo en bares, restaurantes y discotecas; los ideales se expresan en grafitis que sólo ellos entienden; cuando han querido ser originales (Grunges, por ejemplo), han acabado sucumbiendo en el sistema consumista; visten indumentaria deportiva, lo más cómodo, para vivir a tope. En otro reportaje («El País», 1.5.94, pp. 18-22) firmado por Jesús Rodríguez, se afirma que los jóvenes de hoy, la generación X, son una incógnita. Una generación muda, perpleja, laica, escolarizada, escéptica, realista, apocalíptica, desencantada, racional, cómoda, guapa, individualista, audiovisual, egoísta, cosmopolita, tecnológica, tolerante, insegura, nihilista, irónica, célibe, amarga y muy pragmática.
«Los de la amanecida»
Según L.A. de Villena («El Semanal», 17.10.93, p. 12) los jóvenes de hoy son los de «la amanecida». Hacen lo contrario que los mayores y las horas más santas de trabajo las vuelven de asueto y despendole. En este sentido, F. Bocos («El Mundo», 30.6.91, p. 12) escribe que los jóvenes son poco rebeldes, adormilados, conformistas y consumistas.
De nuevo en «El País» (19.6.94, p. 15) se subraya que los jóvenes «X» temen al desempleo y al fin de todas las cosas; los de
la generación «Y» temen sencillamente el detritus moral y material heredado de sus hermanos mayores. En la «Revista El Mundo», a su vez, R. Amón (Generación 2001, 22.10.97, pp. 37-48) afirma que la generación del próximo siglo no quiere ni la «X» ni la «Y». Son la generación del relevo, los que han tomado ya el testigo del futuro. Se los ve en las tablas del teatro o en los platós, en las canchas de baloncesto o en las ONGS, o buscando trabajo como tantos. Cuando el siglo dé media vuelta tendrán cerca de treinta años y querrán comerse el mundo. Estarán mejor preparados, habrán viajado más que sus padres hacia nuevas tecnologías… De momento se caracterizan por ser más tolerantes y también más sedentarios. Les importan más los temas sociales que la política. Eso sí, como cada generación, son los reyes del fin de semana.
Sin ambición por cambiar el mundo
Otro amplio reportaje aparecido en «El País Semanal» (7.2.93, pp. 16-28) refleja que los jóvenes de hoy han perdido la ambición por cambiar el mundo. No tienen un modelo de sociedad que oponer al que han heredado de sus mayores y no confían demasiado en el futuro
J.L. Aranguren («El País», 18.10.88) se preguntaba con fuerte acento crítico: «¿qué ofrece nuestra sociedad a los jóvenes?» La respuesta es clara: paro estructural, vacías promesas políticas, estériles protestas eclesiales, buenas palabras. Para que los jóvenes lo sean de verdad, concluye, se necesita cambiar las propensiones de futuro. Como tarea y compromiso de todos.
Con gran ironía, Fernando Castello («El Fígaro Magazine», 27.8.95, p. 30) subraya que los jóvenes de hoy «están libres del pecado original de rebelión y del deber kantiano de creer y esperar en la utopía». Como zombis, deambulan en la noche de los muertos vivientes y en los bares donde el ruido y la furia decibélica les impiden comunicarse. Son hijos de la noche, porque la noche es joven.
Algo así de chocante y llamativo apareció en «El Figaro Magazine» (22.1.95, pp. 20-30): los jóvenes no tienen ni quieren líderes; no creen en nada ni en nadie. El vacío de valores sociales ha hecho mella en ellos. La familia es el único oasis que les queda. Para la juventud, el futuro es el presente. Son autistas y poco cultos. Son los herederos de una sociedad adulta en crisis.
«¿Los jóvenes, por fin, se mueven?»
Y, entre estas controvertidas y encontradas respuestas, aparece un apunte desconcertante: «los jóvenes, por fin se mueven», salen de su letargo y apuestan por los nuevos valores («El Mundo-Magazine», 4.2.95). Son los que hemos llamado pasotas, pijos, de derechas, egoístas, absentistas, faltos de compromiso. Fenómenos como el 0,7 demuestran que, por fin, los jóvenes se mueven y están dispuestos, como siempre, a cambiar el mundo. Aunque dicen que se ha multiplicado el número de racistas, se ha triplicado el de solidarios.
Se añade, además, otro fenómeno: La generación posyuppie que quiere ser sencillamente «joven», que no les importa tanto aparentar como ser y que la publicidad ha denominado «JASP» (jóvenes aunque sobradamente preparados).
Hasta aquí algunas opiniones de quienes no son tan jóvenes. ¿Qué sucede cuan
do los jóvenes hablan y opinan? Denuncian que los políticos no son capaces de resolver problemas que consideran importantes en su vida, como el paro o la vivienda. Por lo tanto no creen en los políticos. Creen que no se ha realizado ninguna campaña seria contra el consumo del alcohol. Penalizan el consumo de drogas y son contrarios al servicio militar. Buscan, sobre todo, cariño, espiritualidad y trabajo. Como hijos de la generación «Y» son rebeldes y más firmes, confiados en que se puede ser alguien en la vida. Quieren la igualdad entre sexos y el reparto de tareas.
Los jóvenes afirman que los mayores «les han hecho así», y lanzan un desafío: ¿Por qué no os dedicáis, a remediar la capa de ozono y a apoyarnos en lo que solicitamos? («Diario 16», 25.4.93, p. 14). ‘Tivimos en un mundo materalista, donde nadie ayuda a nadie si no hay un interés por medio. Hay que luchar y ser competitivos, porque no todos pueden triunfar. Pisa antes que te pisen, este es el dicho que ya te enseñan desde la escuela, como si fuera una virtud («Diario 16», 10.2.93).
Las «insistencias» que marcan
YA sabemos que, para los medios, prima «lo noticiable». Este dato marca también la mayoría de las informaciones sobre los jóvenes, en las que suelen primar análisis como los que citamos a continuación.
1 Cf., entre otros, para estas y afirmaciones semejantes: «Diario de Burgos», 16.10.94; «Diario 16», 17.2.94 y 15.9.94; «El País», 20.11.93; V Verdú en la p. 14 de «El País», 19.6.94.
La violencia juvenil
En el tema de la violencia, se resalta la detención de bandas violentas, como la de «los centuriones», de ideología neonazi y métodos mafiosos («El Norte de Castilla», 16.3.96, 21).
- Vázquez(«Diario 16», 28.4.95) pone de relieve la violencia femenina, que reproduce la insatisfacción y frustración de los mayores. Afirma que la violencia juvenil es un problema cíclico, fruto de vivir en una sociedad cerrada (sin expectativas juveniles) y en una sociedad permisiva (con más desorden que control normativo). De lo primero se deriva esa ley de acción-reacción que surge de una «desprivación relativa» (carecer de aquello que se nos ofrece como meta obligada) y, de lo segundo, se proyecta ese sentido deanomía (vacío de valores básicos) que deja a las personas convertidas en seres a la intemperie y que hacen del caos interior la ley de la lucha. Este asunto, el de la violencia, es tan grave que sólo puede solucionarse con una reconversión radical del modelo de sociedad posindustrial. La política social se equivoca en su punto de mira, está orientada a producir, vender y consumir, olvidándose de los derechos humanos y de una auténtica economía de consumo («Diario 16», 9.10, 95, p. 13).
- Alberdiafirma que, a pesar de la fama, los jóvenes de hoy son más solidarios que violentos («Diario 16», 9.10.95, p. 13). Esto contrasta con las declaraciones, hechas en primera persona, de un joven violento: «A los jóvenes nos gusta pegarnos, es algo como innato. Si a esto le añades el ingrediente de la política o el fútbol, mucho mejor («El Mundo», 28.5.95, p. 10).
Sobre la violencia juvenil también queremos hacernos eco de unas palabras de Javier M. Donézar2: «Los nacidos en torno a los 50 disfrutaron de todas las ventajas para identificarse a sí mismos, de la irrepetible oportunidad de lograr empleo; fueron protagonistas de revoluciones como la sexual y el feminismo; rompieron las viejas teorías burguesas del ahorro y del sacrificio y se vieron arropados por el casi nacido Estado del Bienestar. Los jóvenes, hijos de aquéllos, son sus réplicas, pero con una diferencia: que aquéllos, después de la revolución tenían un futuro por delante y éstos no, por lo cual observan que sus intentos revolucionarios gozan de todos los ingredientes de inviabilidad y siempre chocan contra una guardia pretoriana compuesta por los antiguos ex-revolucionarios». Los jóvenes de hoy se encuentran en una situación latente de conflicto y de violencia. Son como «jubilados anticipados», con inserción social muy difícil y, al estar alejados del trabajo, sin posibilidad de encontrarse a sí mismos y de realizarse. La violencia, aunque no justificable, es una salida ante esta situación tan compleja.
Jóvenes, drogas y alcohol
Las estadísticas señalan que más de un millón de jóvenes españoles admite consumir drogas como cocaína, heroína y cannabis («Diario 16», 31.12.94, p. 39). Los jóvenes madrileños, por ejemplo, beben por aburrimiento y por falta de valores («Diario 16», 22.4.93) y, desde los doce años, para relacionarse mejor personal y afectivamente («Diario 16», 22. 4.93). Y, a pesar de las supuestas prohibiciones, «no piensan dejar de salir, beber y pasárselo bien» («Diario 16», 26. 2.95, p. 111). De tal manera que algunos hablan ya de una «verdadera cultura de la noche y del alcohol» y no sólo de un fenómeno coyuntural o pasajero.
1 J.N. DONÉZAR, jóvenes violentos, ¿por qué?, en «Razón y fe» 1(1997), 65-71.
Todos los jóvenes coinciden en que el alcohol es la droga más consumida por los jóvenes («El Mundo», 12.8.95). Precisamente, hablando de drogodependientes, el perfil más común es el de un varón, de unos 25 años, viviendo todavía en el hogar familiar y policonsumidor de drogas.
Se habla incluso de «última generación de bebidas» o de las «bebidas inteligentes», como son: aminoácidos, vitaminas, plantas exóticas y afrodisiácos, intentando desbancar al alcohol y a las drogas de diseño. Es la denominada «marcha natural». Es un paso más en la «cultura del cuerpo», continuación del culturismo y el gimnasio («El Fígaro Magazine», 16.4.95).
¿Más datos?4 Un 71% de los jóvenes entre 14 y 19 años se declaran bebedores al menos durante algunos días a la semana. Un 64% dice haberse emborrachado al menos una vez. ¿Por qué beben los adolescentes y jóvenes? La respuesta es compleja y precisa analizar niveles o factores, como se ha expresado más arriba. Comenzamos por los factores sociales. Beber es un verdadero negocio propiciado por marcas de bebidas, rutas de movida juvenil y locales muy determinados. Se mueve mucho dinero en publicidad y en consumo. Pasando a los factores de socialización, hablamos de hábitos mediterráneos y respuestas fáciles ante la
precariedad de alternativas educativas y políticas juveniles. Finalmente, entre los factores personales, subrayamos que la bebida forma parte del rito de integración en el mundo de los adultos; se imitan las pandillas de prestigio; es signo de iniciación e identificación con determinadas tribus urbanas; forma de diversión y matar el tiempo; forma fácil de estimular sensaciones placenteras y un mecanismo de compensación por la baja autoestima o por el fracaso escolar.
Como ha quedado patente, cada vez se inician en la bebida adolescentes más jóvenes (12-13 años). Los días preferidos para beber son viernes y sábado, o las vísperas de fiesta. El sufrimiento e impotencia de los padres y educadores es cada vez mayor.
Suicidio juvenil
En cuanto a este tema, se constata su aumento durante las últimas décadas. La mayoría de los testimonios de adolescentes y jóvenes que han intentado el suicido afirman haberlo hecho para terminar con «situaciones insostenibles». Una situación gestada desde la niñez que comenzó con abandonos y maltratos, ausencia del padre o de la madre, disputas, conflictos y desorganización familiar. Una conflictividad con pocas treguas de paz y que lleva acarreada, a la larga, trastornos psíquicos y depresión crónica. Como afirma María jesús Mardomingo5 un ambiente familiar sano y estable y la educación correcta son factores de prevención, particularmente ante esa sensación de sufrimiento humano que, a los ojos adolescentes y juveniles, puede parecer «de carácter irremediable».
3 Cf. J.A. LARREÁTEGUi en el «Diario de Burgos», 21.2.95, p. 22.
4 Cf., sobre el tema: J.I. DE ARANA, Los jóvenes y el alcohol, MC, Madrid 1995; AA. Vv., Alcohol y adolescencia. Hacia una educación preventiva, Ed. CCS, Madrid 1994.
Los jóvenes, ¿víctimas o protagonistas?
LEVAN razón algunos psicosociólogos cuando afirman que cada uno de nosotros somos, al mismo tiempo, «como todos, como algunos y como nadie» y que, socialmente, «relativamente nos influyen, relativamente somos autónomos y relativamente influimos en los demás». Según esto, ¿qué pensar de nuestros jóvenes?: ¿Son víctimas o protagonistas? Lo explicaremos con dos ejemplos.
Cosas de cada día
LOS acostumbramos con demasiada frecuencia a contemplar y utilizar los utensilios cotidianos, sin darnos cuenta que son verdaderos símbolos para interpretar una cultura y una época. Desde lo sugerido por G. Vallés y desde mis propias observaciones, señalo a continuación algunos.
Frigorífico: símbolo del «hágase usted mismo». Por él y de él, selecciono lo que me apetece, no tengo que esperar a que las cosas se hagan y acumulo aquello que necesito y no necesito de inmediato.
Los pañales desechables o los klines: usar y tirar; símbolo de que nada dura y nada es estable. Todo es intercambiable.
Microondas: símbolo de resultados inmediatos, instantáneos, desde la descongelación hasta la cocción. En el mínimo tiempo, el máximo resultado.
Aspirina: símbolo de la huida del dolor, de todo lo que pueda suponer molestia o esfuerzo. También prevención por lo que pudiera suceder.
Invernadero: todo crece en el mínimo tiempo posible, sin importar la calidad del sabor.
Televisíón: la vida como zapping, historias cortas y sin huella, entretenimiento y ocio, fomento del look guapo y del narcisismo por salir en pantalla.
Ordenador-lnternet o mesa Nintendo: el mundo al alcance de la mano, la información y los conocimientos sin esfuerzo, el goce del presente.
Y podríamos continuar con otros muchos utensilios cotidianos.
5 Cf. WJ. MARDOMINGo, El suicidio en la adolescencia, «Razón y Fe» 1(1997), 43-54.
Unas preguntas
¿Serán el «hágase usted mismo», lo intercambiable, los resultados inmediatos, la huida de lo que cuesta, la colección de experiencias, el narcisismo y el «gozar a tope el momento presente», los valores más profundos de nuestra cultura?, ¿llevarán razón aquellos psiquiatras que afirman que el hombre y mujer de nuestros días es sencillamente light, descafeinado, presentista y sin valores de fondo?
«Transhumanismo»
UNA tarde cualquiera. En la pantalla de TV Canal C de Canal Digital. Todo él dedicado a la informática. Leo en grandes titulares: «La informática nos hará inmortales… Guardará nuestra memoria para siempre». Se añade: «Esto no es una nueva religión (no se pide fe ni existen dogmas), ni una política (los gobiernos desaparecerán) ni es una moda sin más (es una nueva antropología basada en la realidad virtual). Sí se afirma que se trata de una filosofía, o visión de la vida, y un nuevo lenguaje y que se necesita todo un cambio de mentalidad para entenderlo. Acto seguido se anuncia que una multinacional de la informática ha inventado un chip que almacena y procesa más memoria en un segundo que lo que es capaz un ser humano.
En pocos minutos tuve la impresión de encontrarme en otra galaxia: lo transhumano. Poco a poco, en los umbrales del tercer milenio, se diseñan dos grandes revoluciones, paralelas y distantes: la ecológica-humanista, llamada New Age, y la artificialmetahumana, denominada cibernética.
Tal vez, en una y en otra, lo que está en juego no es sólo el desplome de una civilización, sino sobre todo la su pervivencia del ser humano. Por un lado, ¿primará «lo natural» sobre lo humano?, ¿sustituirá el geocentrismo al antropocentrismo? Y, por otro lado, ¿primará la máquina sobre la persona humana?, ¿sustituirá la cibernética a la memoria-sensibilidad-acción humanas? y en el fondo, ¿a imagen de quién estará hecho el hombre, de la diosa Gaia, de la diosa cibernética o del Dios Vivo, encarnado en su Hijo, Jesucristo?
PARA REFLEXIONAR Y ANALIZAR
- Sería bueno comenzar o concluir comparando las notas con la lectura o alguna síntesis de los dos primeros estudios de este mismo número de la revista, tratando, por tanto, el tema específico de la religiosidad de los jóvenes.
- El último epígrafe (Losjóvenes, ¿víctimas o protagonistas?)lleva dentro unas preguntas fundamentales que hay que enfrentar. Por otro lado, ¿sirven el frigorífico, los pañales, etc., para representar a los jóvenes?
- Hay una cosa muy cierta: los jóvenes plantean a la Iglesia y a la sociedad serios interrogantes. ¿Cuáles aparecen más claramente en estas reflexiones?
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