Niñas y niños «trabajadores»

1 mayo 1998

[vc_row][vc_column][vc_column_text]José María Riaza es a bogado y Presidente de la ONG «Asociación de Educación Democrática» (AED).
 
Síntesis del Artículo
La grave injusticia de la existencia de trabajos con los que son peligrosamente explotados niñas y niños está ahí. También entre nosotros, dirá el autor del artículo en el análisis que hace de la situación del trabajo infantil en España. A dicho análisis, sigue la consideración de diversas causas del problema y posibles acciones para erradicarlo.
 
 
 

1  Introducción

 
Partiendo del hecho de la existencia de trabajo peligroso y explotador de los niños en muchos países, singularmente del Tercer Mundo, el Informe de UNICEF sobre El estado mundial de la infancia en 1997 ha significado un paso muy notable en el estudio y análisis de este fenómeno.
A la pregunta, ¿Cuántos niños trabajan?, el Informe de UNICEF afirma rotundamente: “Nadie lo sabe exactamente”. Y en un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, junio 1996) se da cuenta de los resultados del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) al que se han dedicado 85 millones de dólares. A pesar de ese esfuerzo, se afirma en el mismo: “No es posible, por ahora, dar una respuesta precisa a las preguntas sobre el número y la proporción de niños que trabajan en el mundo”.
 
Constituyen una valiosa aportación las encuestas experimentales realizadas en los años 1992-93, por la Oficina de Estadística de la OIT en cuatro países (Ghana, India, Indonesia y Senegal), a partir de una muestra de 4.000 a 5.000 familias y 200 empresas en cada país. Según los resultados de esas encuestas, el 25% de los niños con edades comprendidas entre los 5 y 14 años había ejercido una actividad económica durante la semana que sirvió de punto de referencia. Al tomar un período de referencia más largo, que permitiría tener en cuenta las oscilaciones estacionales de la actividad económica, estas encuestas podrían poner de manifiesto que la proporción de niños económicamente activos era de un 40%, como término medio. Pero, en todo caso, hay que destacar la gran insuficiencia de estos datos parciales para poder inferir la importancia y características del trabajo infantil en el mundo.
En varios países latinoamericanos (Colombia, Perú, Ecuador) se han realizado encuestas, de diversa fiabilidad; de ellas se deduce la existencia de trabajo de menores en el medio rural y en pequeñas empresas en cantidades considerables, aunque muy difíciles de precisar.
 
Otra referencia que se invoca, con datos de la UNESCO, es la de la escolarización primaria y los índices de no asistencia, de lo que deducen que el 20% no asistente se dedica al trabajo, en tanto que en la secundaria se llegaría al 50%. Pero, como se puede advertir, estos son cálculos indirectos y no es exacto deducir que todos los niños que no asisten a la escuela trabajan, ya que pueden dedicarse al ocio, aunque se podría aceptar que la  proporción del trabajo sea muy superior en el medio rural que en el urbano.
No obstante, por observaciones directas y métodos cualitativos, puede afirmarse que en muchos países de África, de Asia y de Latinoamérica el trabajo infantil está muy extendido y, en bastantes casos, con características de explotación y abuso, con una incidencia muy destacada en los trabajos agrícolas y ganaderos o en ciertas industrias en las que el trabajo infantil se considera rentable por las empresas.
 
 
2  La situación del trabajo infantil en España[1]
 
Desde el punto de vista de la legislación, se sustenta la tesis de que en España no existe el trabajo de los niños, porque lo prohíbe la ley hasta los 16 años, edad en la que se comienza a concertar legalmente un contrato de trabajo. Si se dan algunos casos, deben ser reprimidos, mediante la actuación de la policía laboral, a través de la Inspección de Trabajo.
Se reconoce que existe el trabajo de los niños en ciertos casos de familias en el ámbito rural o, en otros, de ciertas actividades del trabajo a domicilio; pero se considera que no tiene siempre un carácter nocivo, sino que puede ser beneficioso para el desarrollo físico y psicológico, siempre que permita la actividad escolar y el necesario ocio.
A partir del hecho del fracaso escolar o del absentismo de las actividades educativas, se afirma que es preferible que los niños trabajen moderadamente a que se dediquen a vagabundear por las calles.
 
 
2.1. Algunos datos y estudios
 
En 1995, promovido por Defensa Internacional del Niño (DNI), se realizó un estudio para aportarlo al International Working Group On Child Labour, en el que participaron varios sociólogos, los sindicatos CC.OO. y UGT, diversas ONGs especializadas en menores y personas que trabajan en la Administración a diferentes niveles.
De las indagaciones fragmentarias realizadas por los que colaboraron en este estudio se deduce que la posibilidad de la existencia de niños trabajadores “se ve como algo vergonzoso, ya que oficialmente no existe el trabajo infantil en España”.
Si se acepta que existen algunos niños mendigando, se afirma que esto no quiere decir que el fenómeno sea muy amplio y, además, es perseguido por las autoridades.
Se reconoce que es muy difícil investigar lo que pueda haber de trabajo infantil en el ámbito familiar, al ser éste no localizable, por lo que la investigación tiene poca fiabilidad. No se sabe cuántos niños trabajan y en qué sectores, aunque se tiene la impresión de que ese fenómeno se da más fácilmente en la agricultura, la hostelería, la venta ambulante y las industrias de tejidos y del calzado.
 
 
2.2. La familia en España
 
Los datos demográficos, a partir de los años 80, ponen de manifiesto que la natalidad está en continua disminución. España, juntamente con Italia, son los países con la natalidad más baja del mundo. A partir de 1985 estamos por debajo del umbral del reemplazo generacional. La población de los menores de 15 años es cada vez más pequeña, en tanto que la población de más de 65 años, va en aumento, originando el envejecimiento de la población. A partir de 1994 se alcanzó el nivel cero de la población y parece seguir esta tendencia descendente.
El único sector étnico que va en aumento es el gitano, a pesar de la dificultad de conocer los datos censales, porque no todos se registran; de hecho, las cifras que se manejan oscilan entre los 350.000 y los 700.000; se oculta la etnia, ya que no es obligatorio declararla. En este sector, la natalidad es alta y los niños se ausentan pronto de la escuela para dedicarse al trabajo. En todo caso, las dificultades para determinar el número y las condiciones son muy grandes.
Las familias monoparentales (madres solteras, separados o divorciados) posiblemente influyen en la mayor propensión a que los menores trabajen.
 
 
            2.3. Los movimientos migratorios
 
La emigración permanente al extranjero prácticamente ha descendido entre nosotros, salvo las denominadas emigraciones golondrina, es decir, las que se  realizan para determinadas campañas, como la vendimia en el sur de Francia, en las que los menores suelen ir con el resto de la familia y trabajan como un miembro más de ella.
Los movimientos migratorios  internos fueron muy intensos en el período 1961-70, en que se produjeron cambios de residencia de más de cuatro millones de españoles; y en el período 1971-80, en que continuó produciéndose el movimiento del campo a la ciudad, con focos de atracción determinados. En el período 1981-91 desciende notablemente el flujo migratorio. Como consecuencia de estos movimientos, es muy probable que se haya originado un incremento del número de menores dedicados al trabajo para colaborar al sostenimiento de la familia.
 
 
            2.4. La educación
 
Es clara la influencia del factor educativo en el fenómeno del trabajo infantil. Tanto la educación formal (el sistema educativo), como la informal (incidencia del medio ambiente, los medios de comunicación y todo el entorno social), son factores que repercuten en que la propensión o tendencia al trabajo de los niños tenga mayor o menor importancia.
El sistema educativo, singularmente a partir de las normas que lo han reformado, en especial la LODE y la LOGSE, ha establecido la educación obligatoria hasta los 16 años. Existen datos estadísticos según los cuales el 100% de los menores hasta los 14 años está escolarizado, y está alfabetizado el 94,75% del total de los menores en edad de escolarización obligatoria.
No obstante, es elevado el porcentaje del mal llamado fracaso escolar (fracasa el sistema, no los alumnos), que se sitúa en el 34%, y se eleva a más del 50% en zonas marginales. Se entiende que sufren tal fracaso los que no logran el nivel de Graduado Escolar.
 
En general, es posible afirmar que hasta los 12 años se producen altos niveles de escolarización y asistencia a la escuela, en tanto que, a partir de esa edad, se intensifica muy notablemente el absentismo escolar. Es a partir de esas edades cuando es más probable que se produzca el trabajo infantil en sus diversas formas.
En cuanto al fracaso del sistema educativo, habría que tener en cuenta muy diversos factores, entre los cuales es de especial relieve el grado de vocación y de entrega de los profesores a su delicada y difícil labor; entre ellos es frecuente registrar un elevado nivel de desánimo, en parte originado porque tienen la impresión de que la sociedad no los estime ni valora.
 
 
            2.5. Las conductas asociales
 
La delincuencia, la droga, la prostitución y otras conductas asociales constituyen otros tantos factores que pueden guardar relación con índices de bolsas de trabajo infantil de dificilísima localización, puesto que pueden considerarse formas de economía sumergida, que es, por definición, clandestina.
Hay que hacer referencia a estos fenómenos, así como a la casi imposibilidad de lograr datos fiables respecto a la existencia, la cuantificación y las características del trabajo infantil localizable.
 
 

3  Causas del trabajo infantil

 
Antes de proponer algunas pistas de acción contra el trabajo infantil, nos detenemos a considerar dos de sus causas fundamentales: la pobreza y la falta de conciencia social. Dado el significado y posibilidades de este breve artículo, ofrecemos simplemente una escueta referencia sobre ambas.
 
 
            3.1. La pobreza
 
Quizás sea ésta una de las causas más evidentes. Las familias con niveles muy bajos de ingresos recurren al trabajo de los menores para subvenir a las necesidades más perentorias.
El nivel de lo que haya de considerarse por pobreza es discutible, pero parece que puede aceptarse que son los ingresos por debajo del salario mínimo interprofesional para el conjunto de una familia de tipo medio: la pareja con un hijo. A mayor número de hijos, el grado de pobreza se intensifica. Y las familias pobres suelen tener más hijos.
Conocidos son los estudios realizados por diversas instituciones (FOESSA y CÁRITAS son los más destacables), que han concluido que hay entre siete y ocho millones de personas en esos niveles; sin embargo, sería necesario investigar mucho más a fondo para llegar a conclusiones más precisas. No obstante, es posible afirmar que la existencia de bolsas de pobreza coincide frecuentemente con una mayor incidencia del trabajo infantil.
Si a la pobreza se le añade el paro, aumentará inevitablemente la propensión al trabajo de los menores.
 
 
            3.2. Falta de conciencia social
 
En los sectores de la sociedad en que la situación es de carencia o escasez de un nivel de vida aceptable, es lógico que sea mayor la tendencia a que los menores trabajen. La conciencia social en estos ambientes es lógicamente favorable a que los menores trabajen. No obstante, es sorprendente encontrar en bastantes ambientes de este tipo la existencia de la convicción de que los niños deben ir a la escuela y prepararse para el futuro.
La falta de suficiente información acerca de los males que para los niños supone el que se dediquen prematuramente al trabajo es otro factor que incide en la escasa conciencia social respecto a que el niño no debe trabajar de forma sistemática; eso no quiere decir que la realización de determinadas tareas en el ámbito familiar pueda ser defendible, incluso desde el punto de vista de la correcta formación de la personalidad.
 
 

4  La acción contra el trabajo infantil

 
El impulso a la idea-clave –que venimos postulando– de la necesidad de un Observatorio de la Infancia y la Juventud, podría constituir uno de los elementos que coadyuvasen al logro de datos estimativos, logrados por métodos cualitativos o indirectos, acerca de la existencia del trabajo infantil, de su cantidad y características y de la forma que deberá tener la lucha para erradicarlo, singularmente cuando sea sistemático y revista los rasgos de explotación, nocividad o peligrosidad.
De acuerdo con lo que postula la OIT, sería necesario impulsar la formulación de un plan nacional de lucha contra el trabajo infantil, promovido por las Administraciones públicas y en el que colaborasen las organizaciones sindicales y empresariales, así como las ONGs que se dedican a la defensa de los derechos de los niños y a la protección de la infancia. Este plan no debería ser estático, sino sometido a revisiones periódicas en que se tengan en cuenta  las informaciones que hayan podido conseguirse, singularmente sobre las zonas o sectores en que se origine en mayor grado el trabajo infantil.
 
Uno de los rasgos que debería tener ese plan sería la determinación de las formas más nocivas del trabajo infantil, en especial aquéllas que afecten a la seguridad o a la salud, comenzando por listas de industrias, ocupaciones o condiciones de trabajo en que la nocividad sea mayor.
Al fijar las prioridades o las formas de prevención que se adopten, habrá que tener en cuenta las circunstancias de cada ambiente y de los valores culturales vigentes en cada zona o sector, con un enfoque realista y práctico.
Las necesidades y el denominado interés superior del niño serían los puntos de referencia del plan, en su conjunto, teniendo en cuenta que, en las familias pobres, las aportaciones del trabajo infantil son, a veces, imprescindibles para la subsistencia y pueden constituir una opción necesaria.
 
El plan nacional debería conectarse con el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), promovido por la OIT, y que cuenta con la ayuda y aportaciones de diversos países, entre ellos España, y en el que colaboran los sindicatos y las organizaciones de empresarios. Las experiencias obtenidas por ese programa deberían ser tenidas en cuenta en la formulación y desarrollo del plan nacional.
Los sindicatos pueden desempeñar una labor muy importante en la vigilancia, colaborando con la Inspección de Trabajo, así como en la elaboración de la legislación que deba dictarse.
Las organizaciones empresariales también habrán de tener un papel muy destacado en la concepción y ejecución del plan. Los empleadores pueden ser los más eficaces para cortar de raíz la utilización de menores en la producción. Con ello, se irían reduciendo las formas de trabajo infantil, que se limitarían a los trabajos a domicilio o en el ámbito familiar, y los que se dan en los medios rurales de forma tradicional. En algunos países, estas organizaciones han adoptado códigos de conducta por los que se renuncia a la utilización del trabajo infantil.
 
Las ONGs, tanto las que se dedican a la protección a la infancia como las que tienen objetivos más generales, pueden ser elementos muy importantes para la formación de la conciencia del rechazo del trabajo infantil, así como también en la detección de los casos en que se advierta trabajo de menores no legal, aportando datos sobre la realidad, ya que los conocen mejor que otro tipo de entidades.
Como ya se ha indicado, los servicios de la Inspección de Trabajo están llamados a contribuir notablemente a esta labor de erradicación del trabajo infantil, así como también el Ministerio Fiscal, que tiene atribuidas competencias en materia de defensa de los derechos de los niños.
Los padres y madres, tanto individualmente como asociados, han de ser elementos fundamentales en el desarrollo del plan. Su concienciación y colaboración son factores de gran importancia. Y a ello hay que agregar las aportaciones, sugerencias e ideas de los propios niños, que deberían ser escuchados y tenidos en cuenta. Su participación, directa y personal, constituiría un elemento innovador, hasta ahora muy ignorado, y sería seguramente muy revelador, en diversos aspectos. ¾
 
José María Riaza
 
 
[1] NOTA DE LA REDACCIÓN: La colaboración que aquí ofrece el autor es una reelaboración sintética de la ponencia que presentó en uno de los cursos de la Escuela de Verano de El Escorial (28 julio-2 agosto de 1997) sobre el tema al que se refiere expresamente este epígrafe: “Situación actual de los niños trabajadores en España”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]