Un documento eclesial para dar un nuevo impulso a la catequesis evangelizadora

1 abril 1998

[vc_row][vc_column][vc_column_text]EMILIO ALBERICH ES PROFESOR DE «CATEQUÉTICA» EN LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA SALESIANA DE ROMA.
 
Síntesis del Artículo:
Consciente de que hoy “nos estamos instalando en una situación de crisis religiosa profunda”, el autor considera que el nuevo Directorio General para la Catequesis debe tomarse en cuenta como un instrumento para impulsar la acción evangelizadora. Bajo esta perspectiva y tras señalar su estructura, el artículo se centra en las opciones básicas del Directorio que permiten confirmar el «estado de evangelización» en el que deben vivir los cristianos: la palabra de Dios como núcleo, la perspectiva evangelizadora, el marco referencial de la iniciación cristiana, la catequesis como formación integral, la importancia de los catecismos, la catequesis de adultos como forma principal de catequesis, la exigencia de la inculturación de la fe y el papel de la Iglesia particular.
 
1 La catequesis hoy, asignatura pendiente
 
Una mirada rápida al panorama de la acción catequética en nuestras comunidades y parroquias puede dejar en nosotros una impresión decepcionante, descorazonadora. Nuestras catequesis siguen concentrándose en el mundo de los niños y adolescentes, en función de los tradicionales sacramentos de iniciación. Con el resultado, las más de las veces, de un solemne fracaso, si es verdad que con la confirmación -el «sacramento del adiós»- se termina para muchos jóvenes el contacto con la Iglesia y la práctica religiosa. Y no es raro tampoco el caso de que la primera comunión se convierta de hecho en «la última comunión». Recuerdo la expresión de aquel chaval, en Barcelona, que decía con tono alborozado: «el domingo que viene voy a hacer la primera comunión, y vendrán también mis padres, que harán la segunda».
 
Estamos ante una realidad verdaderamente paradójica: el proceso de iniciación cristiana se ha convertido de hecho, para muchos jóvenes, en proceso de conclusión, en punto final de un itinerario tradicional de prácticas religiosas que quedan relegadas al mundo de la infancia. Y si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que esto es sólo un detalle dentro de un cuadro general que afecta a todo el fenómeno religioso en nuestra sociedad. Hoy día nos estamos instalando en una situación de crisis religiosa profunda, de desencanto respecto a nuestra tradiciones cristianas, en un mundo que parece orientarse hacia otros rumbos. Se ha podido hablar, y con mucha razón, del «malestar religioso de nuestra cultura»[1], de la crisis del proceso de socialización religiosa en nuestra sociedad.
 
Hablar en este contexto de educación en la fe, de catequesis, puede sonar a música celestial. Y sin embargo no faltan síntomas inequívocos -en la escena europea- de una búsqueda y demanda catequética por parte de muchos chicos y jóvenes, hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por ejemplo, podríamos traer a colación el aumento de catecúmenos adultos candidatos al bautismo (sólo en Francia son cerca de 12.000), la cantidad de chicos y chicas que piden ser bautizados en edad escolar, la pujanza de muchas pequeñas comunidades de base y movimientos apostólicos, la respuesta masiva a muchas ofertas de formación teológica de seglares, el aumento llamativo de interés por la Biblia, etc. Son muchas las personas que sienten el deseo de clarificar su identidad cristiana, o de acercarse con criterios renovados a la Sagrada Escritura, o de rehacer un camino de fe que había quedado arrumbado en los recuerdos de la infancia. En definitiva se puede decir que late en el fondo de nuestro mundo un anhelo de catequesis, una demanda, más o menos explícita, de respuesta actualizada y convincente a las eternas cuestiones del sentido de la vida y de los porqués de fondo de nuestra existencia.
 
Los cristianos de hoy debemos sentir la urgencia de un testimonio significativo de fe, convencidos de que tenemos realmente algo que comunicar a nuestros contemporáneos. La comunidad cristiana ha tomado conciencia, en los últimos tiempos, de que la evangelización -anuncio y testimonio- es «la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda»[2]. Como guía y acicate para impulsar la acción evangelizadora tenemos ahora un instrumento reciente: el nuevo Directorio General para la Catequesis.
 
 
 
2 Un documento programático:
  el Directorio General para la Catequesis
 
El documento a que nos referimos, publicado con fecha 15 de agosto de 1997, es obra de la instancia central de la Iglesia en materia de catequesis.[3] Su finalidad es ofrecer criterios y directrices teológico-pastorales para coordinar y fomentar la práctica catequética en las distintas partes del mundo. Nos interesa presentarlo en su configuración de conjunto y subrayar sus líneas más significativas y prometedoras.
 
 
2.1. Significado y estructura del Directorio
 
El Directorio se presenta como un documento más bien denso y largo que recoge y ordena cuanto acerca de la catequesis ha ido produciendo el magisterio central del Papa y de la Curia romana, siguiendo la inspiración básica del Vaticano II. Y, dada su importancia y riqueza, es de esperar que no quede olvidado como tantos otros documentos, sino valorado en su contenido y valencia estimulante con vistas a un potenciamiento y renovación en profundidad de la acción catequética.
 
La más de 300 páginas del documento constan de una introducción y cinco partes. La introducción (El anuncio del evangelio en el mundo contemporáneo) ofrece una panorámica sintética de la situación actual del mundo y de la presencia evangelizadora de la Iglesia en él. La primera parte (La catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia) encuadra la acción catequética en el marco de la misión evangelizadora de la Iglesia y, más concretamente, dentro de la función profética o «ministerio de la palabra». Se desarrolla en tres capítulos o etapas: «La Revelación y su transmisión mediante la evangelización», «La catequesis en el proceso de la evangelización» y «Naturaleza, finalidad y tareas de la catequesis».
La segunda parte (El mensaje evangélico) aborda la cuestión central del contenido de la comunicación catequética, en dos momentos sucesivos: «Normas y criterios para la presentación del mensaje evangélico en la catequesis» y «Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia», donde se subraya el significado del Catecismo de la Iglesia Católica y la necesidad de los catecismos locales. La tercera parte entra en el terreno más propiamente metodológico (La pedagogía de la fe) en dos breves capítulos: «La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de la fe» y «Elementos de metodología».
La cuarta parte está dedicada a Los destinatarios de la catequesis y comprende los temas: «La adaptación al destinatario: aspectos generales», «La catequesis por edades», «Catequesis para situaciones especiales, mentalidades y ambientes», «Catequesis según el contexto socio-religioso», «Catequesis según el contexto socio-cultural». La quinta y última parte (La catequesis en la Iglesia particular) se ocupa de la realización concreta de la acción catequética en las diócesis, tocando sus distintas facetas y aspectos organizativos: «El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular y sus agentes», «La formación para el servicio de la catequesis», «Lugares y vías de catequesis», «La organización de la pastoral catequética en la Iglesia particular».
 
Come se ve, ningún aspecto importante de la pastoral catequética ha quedado olvidado, y se puede decir que estamos ante un pequeño tratado o manual básico de catequética. Pero más que detenernos ahora en reseñar los distintos puntos del Directorio, resulta más interesante poner de manifiesto sus conceptos-clave, las opciones básicas que trazan la senda a seguir para una orientación adecuada de la catequesis en el sociedad actual.
 
 
2.2. Las opciones básicas del nuevo Directorio
 
Estas opciones o líneas programáticas de base podemos sintetizarlas con estas palabras y temas: palabra de Dios, evangelización, iniciación cristiana, formación integral, profesión de fe, catecismo, adultos, inculturación, iglesia particular. Veamos brevemente de qué se trata.
 
El núcleo central: la palabra de Dios
 
En esto el Directorio se amolda al feliz redescubrimiento del último concilio ecuménico, que ha hecho «volver del destierro» a la palabra de Dios, sobre todo en su expresión bíblica, relegada al margen por tanto tiempo en la vida concreta de nuestra iglesias. Y dentro del área bíblica destaca la centralidad indiscutible de los evangelios: «Los evangelios, que narran la vida de Jesús, están en el centro del mensaje catequético» (§98). Podríamos decir que la catequesis debe pasar con decisión de ser «enseñanza de la doctrina» a «anuncio de la palabra de Dios», con toda la pujanza y fuerza renovadora de tal palabra; pasar de «instrucción religiosa» a «narración significativa» de un mensaje salvador. Es éste un viraje sustancial que ya está produciendo frutos excelentes en muchas comunidades cristianas.
 
Opción evangelizadora
 
Es muy clara la orientación de todo el documento hacia la acción evangelizadora como encuadramiento esencial de la catequesis en el día de hoy. La evangelización es la nueva proyección dinámica de toda la acción pastoral y es la Iglesia entera, como nos recuerda Pablo VI en Evangelii nuntiandi, la que debe ponerse decididamente en estado de evangelización. Ahora bien, el DGC (§63) nos recuerda que la catequesis representa un «momento esencial» dentro del proceso evangelizador. Este punto es realmente decisivo: señala una vez más el paso (al menos así lo esperamos) de una pastoral de conservación a una pastoral evangelizadora, misionera, con la Iglesia lanzada hacia el testimonio y anuncio del Reino de Dios en el mundo de hoy. Muchas cosas tendrán que cambiar si se quiere tomar en serio esta directriz. En realidad, la acción pastoral de muchas de nuestras iglesias adolece considerablemente de reducción «intraeclesial»: se podría decir que, en vez de ir como el buen pastor a la búsqueda de la oveja perdida, dejando las noventa y nueve en el redil, nos entretenemos en cuidar y peinar a la única oveja que ha quedado dentro, olvidando a las noventa y nueve que están fuera.
 
La iniciación cristiana como marco referencial
 
La forma principal de catequesis debe ser la catequesis de iniciación, la que conduce a las personas hacia una auténtica y personal profesión de fe. Tres formas principales se destacan concretamente: el itinerario catecumenal de cuantos aspiran a ser cristianos y a incorporarse a la Iglesia a través del bautismo (catecumenado bautismal sobre todo de adultos), el proceso de iniciación cristiana de niños y jóvenes bautizados en la infancia (proceso que exige hoy una revisión radical), y los itinerarios «de estilo catecumenal» de las personas ya bautizadas que sienten la necesidad de rehacer o completar un proceso di iniciación olvidado o nunca auténticamente realizado. Una pastoral orientada en esta línea implica un cambio bastante radical en nuestras costumbres y tradiciones. Hay materia de reflexión y de conversión, pues todavía entre nosotros la proyección auténticamente catecumenal de la acción pastoral y catequética no recibe la atención que merece.
 
Catequesis como formación integral
 
Estamos ante otra insistencia muy clara del texto del Directorio. En varias ocasiones se recuerda que la catequesis hoy no puede limitarse en modo alguno a transmitir conocimientos religiosos y verdades de fe, sino que debe configurarse como formación integral a la vida cristiana y comprender por lo tanto todas sus dimensiones esenciales: conocimiento del mensaje evangélico, actitudes y comportamientos cristianos, vida de oración, dinámica sacramental, compromiso social, espíritu apostólico. La catequesis debe superar con mucho el carácter de simple enseñanza y revestir las dimensiones de la iniciación, educación y animación integral.
 
Importancia del Catecismo de la Iglesia Católica
  y de los catecismos locales
 
Habiendo sido elaborado a raíz de la publicación, en 1992, del «Catecismo de la Iglesia Católica», el Directorio pone en el centro de su atención, al hablar del contenido de la comunicación catequética (II parte, cap.II), el papel orientador y referencial de tal catecismo. Aunque se habla del Catecismo con un énfasis exagerado (poniéndolo casi a la altura de la Sagrada Escritura: cf §128), es positiva la reafirmación de su función como «punto de referencia» de la catequesis y no, como demasiadas veces ha sido entendido, como «catecismo universal» destinado al uso directo en la catequesis. El Directorio subraya claramente que el Catecismo de la Iglesia Católica no sustituye en modo alguno a los catecismos locales, indispensables siempre para encarnar y aplicar el mensaje de la fe a las circunstancias concretas y reales exigencias de las personas implicadas. Es de apreciar desde este punto de vista la insistencia, a lo largo de todo el documento, sobre la necesidad de comprensión y adaptación a la situación real de los destinatarios de la catequesis.
 
La catequesis de adultos, forma principal de catequesis
 
Es otra opción claramente asumida en el Directorio, reafirmando cuanto ya distintos documentos oficiales habían expresado con fuerza: la catequesis de adultos es la forma central e indispensable de toda pastoral catequética. Más aún: se afirma que en todo proyecto diocesano de catequesis, la catequesis de adultos debe ser «el principio organizador», «el eje en torno al cual gira y se inspira la catequesis de las primeras edades y la de la tercera edad» (§275). A pesar de tan solemnes declaraciones, sabemos que más del 80% de la catequesis efectiva sigue siendo de niños y adolescentes. Estamos ante una nueva frontera y una opción fundamental, que exige ciertamente un decidido cambio de mentalidad y una buena dosis de creatividad y coraje pastoral.
 
La exigencia de la inculturación de la fe
 
El Directorio recoge y desarrolla con una cierta amplitud esta exigencia, tan sentida hoy día en la conciencia pastoral de toda la Iglesia. La necesidad de que la fe y el mensaje cristiano se encarnen y se expresen en el contexto concreto de las culturas de los distintos pueblos y épocas constituye uno de los mayores retos lanzados a la empresa evangelizadora en el mundo de hoy. El Directorio se hace eco abundante de este desafío, y lanza con decisión la sensibilidad catequética hacia la actuación de tal cometido.
 
El papel de la iglesia particular
 
Una de las partes más logradas del Directorio es la quinta, que especifica en detalle la función animadora y responsable de la iglesia particular, concretamente la diócesis, en la programación y actuación de la actividad catequética. Encontramos ahí una serie notable de normas y sugerencias sobre la proyectación catequética, la formación de catequistas y animadores, la organización de los distintos servicios y estructuras, la activación de lugares y resortes para la catequesis, etc.
 
 
 
3 Una pasión renovada por la evangelización y la catequesis
 
Es justo reconocer que el Directorio tiene también sus límites y puntos discutibles. En su lectura afloran como dos almas distintas y contrapuestas. Por una parte tenemos la visión renovada de la catequesis inspirada en el concilio Vaticano II y en la reflexión catequética postconciliar. Pero también anida en sus páginas una cierta tendencia involutiva, típica de este fin de siglo, como delatan aquí y allá, por ejemplo, la insistencia en el carácter doctrinal de la catequesis, o la importancia atribuida al Catecismo de la Iglesia Católica, o el trasfondo eclesiológico de una visión piramidal y centralizada de la Iglesia.
 
Pero visto en su conjunto y su significado básico, la resultante es claramente positiva: estamos ante un documento estimulante y propulsor de un nuevo talante catequético. Es de esperar que sus orientaciones no se queden en papel mojado. ¾
 
Emilio Alberich
[1] J. MARTÍN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Paulinas, Madrid 1993.
[2] Exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (8.12.1975), n.14.
[3] CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, EDICE, Madrid 1997 (= DGC).[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]