LA “UTOPÍA “ COMO HORIZONTE, EL “PROFETISMO” COMO METODO

1 enero 1998

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Recuperar encarnación

 
Más allá de desmedidas grandilocuencias, de milenarismos o afán doctrinario, Misión Joven también quiere poner los ojos por un momento en el 2000. Es más  que nada una oportunidad  para hacer balances  y preparar mejor el futuro .Para que la fecha alcance a ser un auténtico  Kairós, entonces habrá que mirar fijamente el acontecimiento  que conmemoramos y que revolucionó la historia : la Encarnación  o el increíble hecho de un Dios que, en Jesús de Nazaret, se hiciera carne de nuestra carne y de nuestra.
 
Nos situamos, por eso , entre quienes piensan  de cara al año jubilar que debe predominar en la iglesia un espíritu de verdadera reforma, para configurarse conforme a las experiencias  con las que Jesús  de Nazaret construyo su propia  identidad y misión ( Dios-Abbá y la pasión por el Reino ). La dirección , pues, es clara :estamos para centrarnos no en la iglesia  sino en los hombres (en los jóvenes, más particularmente ), es decir , el 2000 nos sugiere un tiempo para recuperar encarnación.
 

Dios o la manera infinita  de ser hombre

 
Tal recuperación nos exige, en primer lugar , re-descubrir el verdadero rostro de Dios: ese Ser Personal, invocado por Jesús de Nazaret como Abbá , que acoge a los más pobres y desgraciados , que ama sin condiciones, gratuitamente , que se sienta junto a los malos .
 
Ese Dios chiflado por los hombres , que se entrega  por amor y no tiene otros intereses que los nuestros, nos invita a invertir  los recurridos con los que nos acercábamos a su historia : más que impulsar la fe en Dios, hemos de detenernos primero en la fe de Dios .
 
Dios en verdad, tiene fe en el hombre. Y necesitamos que crean en nosotros. Por eso , son falsos  los dioses que falsean al hombre y sólo puede ser verdadero el Dios que  nos restituye  dignidad y palabra , el que nos hace a su imagen y semejanza.
 

Hombre o la manera finita de ser Dios

 
            Un Dios así, que nos hace verdaderos y no nos profana , posibilita que el hombre sea una manera finita de ser Dios mismo.
 
Fue la encarnación el acontecimiento que nos descubrió que Dios había querido usar la gramática humana  para revelarnos su rostro  y sus intenciones exclusivamente salvadoras. Nadie , después de Jesucristo , puede oponer los intereses de Dios sino es a través del conocimiento del hombre, como tampoco podemos amar  a Dios sino es a través del amor al hombre. Por tanto, no sólo no puede haber conflictividad entre fidelidad a Dios y la fidelidad al hombre, sino que la fidelidad  al hombre es siempre fidelidad a Dios.
 
Queda así exorcizada cualquier pretensión ideológica  de sometimiento del hombre a dictados imprevisibles, venidos en nombre de no se qué dios nacido de discursos ontoteológicos inadmisibles.
 

Un futuro para la utopía y el profetismo

 
            Quien arriesga en el encuentro , entre Dios y el hombre , ese es el Dios de Jesús de Nazaret que no cuenta  con más signo  de omnipotencia e imprevisibilidad que su donación  gratuita e incondicional.
 
La encarnación , en este sentido , no sólo nos permite resituar la verdad de Dios ante el mundo , sino también hace posible que definamos  el horizonte  de la historia con la utopía  del Reino, al mismo tiempo que nos empeñamos  en construirlo empleando el profetismo como método.
 
En esta lógica hemos situado el amplio dossier incluido en este número de la revista y estrechamente unido a los estudios , con el objetivo de surgir algunas líneas generales , como pistas hacia el 2000, de un posible itinerario educativo para la praxis cristiana con jóvenes.
 
¡Que el nuevo año nos permita confesar apasionadamente  el amor salvador de Dios y vivir con esperanza los esfuerzos que comporta la construcción del reino!!Feliz 1998![/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]