Historia y futuro de las «Pascuas con Jóvenes»

1 marzo 1998

Manuel M. Morilla se dedica a la pastoral con jó­venes. Su tesis de Licencia en Teología («La Pas­cua con Jóvenes en el Movimiento Juvenil Salesia­no de Andalucía: Balance y propuesta de veinte años de camino») abordó el tema de la Pascua con jóvenes.
Cal artículo estudia los orígenes de las «Pascuas con jóvenes» -relacionados dírect mente con la experiencia de Taizé- y su evolución hasta nuestros días: Con los datos apor­tados por dicho análisis, el autor sugiere criterios y orientaciones más concretas para se­guir afirmando los encuentros pascuales con jóvenes como una «experiencia clave» los proyectos y procesos de educación en la fe.
 
Misión Joven 242 (1997), 5-15.
s últimas décadas han supuesto un tiempo de experiencia eclesial e histórica apa­sionantes. El mundo ha cambiado profundamen te en el espacio de pocos años; grandes acon­tecimientos históricos y transformaciones so­ciales han planteado de forma nueva muchas de las inquietudes de la sociedad, sus relacio­nes con la Iglesia, el lugar de ésta en la socie­dad, su propia misión.
Particularmente sensibles a los cambios han sido los jóvenes que, en dos o tres décadas, han sufrido con fuerza el vaivén de las concep­ciones de la vida o de los valores con que or­ganizar la existencia, las continuas novedades en la cultura, en la manera de situarse ante la historia, en la sensibilidad hacia lo religioso y
 
 
 
sus manifestaciones, etc. Todo esto ha hecho que el mundo de los jóvenes se presente como un grande y difícil reto para la Iglesia de final del siglo XX y, dentro de ella, para los educadores de la fe (que corren el riesgo de vivir desde la le­janía, como simples observadores, toda la re­alidad juvenil, todo el mundo nuevo de los jó­venes).
La Pastoral Juvenil, como reflexión y como praxis pastoral entre los jóvenes, ha hecho un largo camino en las últimas décadas en la evangelización de los jóvenes en las nuevas si­tuaciones sociales, eclesiales y juveniles. Toda esta inquietud, que también ha acompañado otras acciones de la Iglesia tras el concilio Va­ticano II, ha cristalizado en numerosas expe­riencias, en abundantes propuestas de madu­ración en la fe, en movimientos diversos de vi­da cristiana, de vida celebrativa, de compromi­sos por el Reino vividos con radicalidad y pro­puestas de asociacionismo.
Entre estas experiencias pastorales que se han vivido en la Iglesia, como experiencias co­munitarias a la par que camino de búsqueda, se hallan algunas específicamente celebrati­vas como las celebraciones de la Pascua con jóvenes, que arrancan con fuerza en los pri­meros años de la década de los setenta.
A lo largo y ancho de la geografía española, y a partir de los encuentros juveniles de Taizé, especialmente desde el anuncio del Concilio de los Jóvenes y de los encuentros en la fies­ta de Pascua, se han multiplicado las celebra­ciones de la Pascua con jóvenes.
nuevas necesidades que rodearon la vida de los jóvenes y en la propia reflexión de la Igle­sia de aquellos momentos.
Evidentemente, sólo pretendemos apuntar al­gunos trazos descriptivos que nos permitan te­ner una visión de conjunto de los más de veinte años transcurridos desde los comienzos de las «pascuas juveniles» hasta hoy. La realidad social, el mundo juvenil, las inquietudes reli­giosas, sociales y políticas de los primeros años setenta, serán el centro de nuestra atención en este primer momento.
1.1. Contexto social y eclesial
s primeros años de la década de los 70, en el contexto socio-cultural europeo y en nues­tro país, son años cargados de novedades y de grandes transformaciones tanto en la actividad general de la Iglesia española como en el tra­bajo pastoral con los jóvenes.
Son años de cambio rápido en la juventud española. Mayo del 68 está aún reciente y su impulso sigue latiendo en el corazón de mu­chos jóvenes a lo largo y ancho de Europa. Se lucha, se sueña, se anhela. La exaltación del compromiso socio-político, la fuerza que van tomando los compromisos de solidaridad, la contestación global, etc., crearon una especie de nueva conciencia colectiva. Las actividades de Taizé, a las que nos referimos más adelan­te, se convierten en una de las realidades en las que cristalizan muchos de los deseos de la juventud de inicios de los 70.
En los orígenes
atentamos, antes de nada, acercarnos al origen, desarrollo y evolución que la cele­bración de la Pascua con Jóvenes ha vivido a lo largo de los años. Muchos de los elementos que la componen encuentran su sentido en la búsqueda que caracterizó aquellos años, en las
in
Asistimos, en aquellos momentos, a un cam­bio significativo en la juventud española: «La ju­ventud está empezando a ser una nueva clase social y tiene conciencia de ello. Antes era só­lo una etapa transitoria hacia la responsabili­dad adulta. Los jóvenes hoy tienen más auto­nomía y movilidad, son más contestatarios frente a la excesiva dependencia anterior, es­tán más abiertos al cambio, a los signos de los
 
 
 
MANUEL M. MORILLA           7
tiempos, y no aceptan tan fácilmente que las cosas sigan como están en lo religioso, fami­liar, social y político»‘. Este talante permane­cerá hasta bien avanzados los años setenta.
Son años con jóvenes abiertos a propuestas renovadoras en la liturgia, en la institución ecle­síal, en las relaciones familiares, en los proble­mas sociales. La aplicación del concilio Vatica­no II no resultaba fácil en la Iglesia española, pero daba lugar a una reflexión importante, a una búsqueda intensa de experiencias eclesia­les de mayor fidelidad a las orientaciones del concilio. La Iglesia española se encontraba in­mersa en este proceso de adaptación, que no siempre fue vivido de forma serena. El descon­cierto y también la tensión -grande, por mo­mentos- supusieron un coste humano enorme.
y las clases de religión, mientras apenas existía en las parroquias e incluso se tenía la sensa­ción de que el mundo de los jóvenes era prác­ticamente inabordable; los jóvenes obreros, por otra parte, estaban lejos de la realidad eclesial4.
Las intuiciones del Vaticano II, que tocan de paso la cuestión juvenil, no se habían difundi­do todavía y menos aún traducido en una línea pastoral concreta. Desde la desorientación se buscaba, se intuia… Y fue en estos momentos de desconcierto cuando surgieron iniciativas originales de pastoral juvenil, como las cele­braciones de la Pascua con jóvenes, algunas de las cuales fueron madurando y organizán­dose progresivamente hasta traducirse en proyectos de pastoral juvenil.
La coincidencia con los últimos años del franquismo aportó un clima de gran eferves­cencia social y política, que se manifestaba también en las expresiones religiosas. El final de una etapa se veía venir y las organizaciones sociales, políticas y sindicales apoyaban un necesario cambio que no acaba de llegar. La politización de manifestaciones religiosas esta­ba muy presente. También aparecería en la ce­lebración de la Pascua con jóvenes, como ve­remos más adelante, sobre todo en los prime­ros años.
El trabajo pastoral con los jóvenes se encon­traba en cierta situación de desconcierto y de­sorientación2. El asociacionismo juvenil tradi­cional de la Iglesia se disolvía por motivos muy diversos, entre ellos la falta de adecuación a las nuevas circunstancias y sensibilidades; la fran­ja juvenil con su potencial contestatario sor­prendió un poco a todos. El Informe de la Co­misión Episcopal de Pastoral de 1975 así lo se­ñalaba: «La juventud, cuando las asociaciones de la Iglesia están en crisis y son tan minorita­rias, sigue buscando lugares de encuentro y reunión en pequeños grupos informales..» 3. Predominaba la atención pastoral a la juventud estudiante, sobre todo a través de los colegios
1.2. La experiencia de Taizé
Jaizé es un pequeño pueblo situado a unos cien kilómetros de Lyon. Desde 1940, con la llegada de Roger Schultz y un pequeño grupo de hermanos, se intenta vivir una pará­bola de comunión, «comunión, en primer lugar, entre los cristianos, para terminar con el es­cándalo que constituyen los siglos de división. La comunidad cuenta con hermanos de todas las confesiones cristianas, y de unas diez na­cionalidades […]. Comunión también entre los hombres..»5 Esta comunidad va a ser lugar de referencia y convocatoria para un gran número de jóvenes de todo el mundo, sobre todo a partir de la década de los sesenta.
COMISIóN EPISCOPAL DE PASTORAL, Juventud 1975, re­prografiado, 9
J.VECCHI, Un Proyecto de Pastoral Juvenil en la Igle­sia de hoy, Ed. CCS, Madrid 1990, 32.
s COMISIóN EPISCOPAL DE PASTORAL, Juventud 75, o.c.,10. Cf. a este respecto dos informes de los años se­tenta particularmente interesantes: el ya señalado de la Comisión Episcopal de Pastoral (Jóvenes 75), y, de dis­tintos autores, «Los jóvenes hoy», «Misión Abierta» 4(1979).
 
 
 
 
 
O          HI51 UHIA Y FU I UHO UE LAS «HASGUAS GUN JOVENES»
En 1966, del 2 al 6 de Septiembre, tiene lu­gar el primer encuentro internacional de jóve­nes 4. Los años siguientes se vuelven a cele­brar, cada vez de forma más masiva (en 1968 son ya 1800 los participantes). Será, sobre to­do 1969, el año en el que la maduración de las reflexiones de los jóvenes va a dar vida a una idea clave para cuanto desde entonces será Taizé. Nos referimos a la convocatoria del lla­mado «Concilio de los jóvenes».
Cercano está el año 1968, año lleno de den­sas sombras, de pesimismo, de acontecimien­tos internacionales dolorosos. Muchos jóvenes no se resignan ante las injusticias, ante la inco­municación; necesitan dar un desahogo a su creatividad, buscar un sentido a su existencia. La misma Iglesia vive años difíciles en el post­concilio, tras las esperanzas despertadas en su desarrollo. La misma búsqueda de comunión se encuentra como bloqueada. Escribía a este respecto el hermano Roger en aquellos años: «Desde hace algún tiempo, varios jóvenes me dicen que, en nombre del ecumenismo, las confesiones cristianas se han instalado en un proceso de paralelismo […], de relaciones me­jores, pero tales relaciones no desembocan en la unidad concreta en Jesucristo. Ante seme­jante situación, ¿qué podemos hacer noso­tros? El ecumenismo ha alcanzado un techo. ¿Quién abrirá una brecha en él?»6.
En esta situación, la preparación del Concilio de los jóvenes quiere ser anuncio de esperan­za al mundo juvenil (cristianos y no cristianos) y apuesta por un futuro lleno de esperanza por la presencia del Resucitado. En 1970, 2500 jóve­nes se reúnen para celebrar la Pascua. A partir de entonces el misterio de la Resurrección de Cristo se convertirá en el corazón del Concilio de los Jóvenes7. Las palabras con las que el hermano Roger anuncia el concilio se convier­ten en todo un programa de vida$:
Cristo resucitado viene a animar una fiesta en lo más íntimo del corazón del hombre. Él nos prepara una primavera de la Iglesia: una
Iglesia desprovista de los medios de poder, dispuesta a compartir con todos, lugar de comunión visible para toda la humanidad. Él nos va a dar la imaginación y el coraje nece­sarios para abrir un camino de reconcilia­ción. Él va a prepararnos a dar nuestra vida para que el hombre no sea más víctima del hombre. Para vivir esta gozosa noticia, nos ha parecido que un medio, un camino, se imponía a nosotros. Ahora os lo anuncio: Va­mos a celebrar un concilio de jóvenes.
En años posteriores se hablará de otros ele­mentos, que llegarán a formar parte de los di­versos encuentros de Pascua de nuestro país: lucha y fiesta liberadora, contemplación y libe­ración. Palabras que suponen una lectura re­novada del acontecimiento pascual y que se­rá denominador común en todos ellos; men­saje que será acogido con entusiasmo por las generaciones de jóvenes que, de forma ya im­parable, harán de Taizé lugar de peregrinación y espacio de expresión de las esperanzas y anhelos de la juventud.
Muchos de los jóvenes participantes en Tai­zé son españoles. Y ellos van a dar origen a la propuesta de hacer del encuentro de Pascua un momento central en la vida cristiana en nuestro país, como ya lo es en Taizé desde 1970. Conforme al modelo de Taizé surgen y se estructuran diversas iniciativas; se transmite su espíritu y talante, sus modelos operativos y sus técnicas: convocatoria juvenil desde una comunidad religiosa, compromiso postpascual, «concilio» de los jóvenes, lenguaje kerigmático renovado, manifiestos pascuales, acogida a to­
AA.W, Una audaz aventura, Herder, Barcelona 1973, 40.
J. L. GONZÁLEZ BALADO, El desafío de Taizé, Paulinas, Madrid 1976, 177 y ss.
Cf. J. L. GONZÁLEZ BALADO, El desafío…, c.c., pp. 177-223, en donde presenta ampliamente el desarrollo de la comunidad y de los encuentros juveniles, hasta llegar a la propuesta del Concilio de los jóvenes y la evolución posterior.
AA.W, Una audaz aventura…, c.c. p. 48.
 
 
 
MANUEL M. MORILLA
dos, cartas al pueblo de Dios, acampada, zo­nas de silencio …9
Es efectivamente Taizé el origen de las cele­braciones y los encuentros de Pascua con jó­venes en España. Su huella y su espíritu están presentes en todos ellos. En esta afirmación hay una coincidencia generalizada en los (pocos) autores que se han acercado al fenómeno de las «Pascuas con Jóvenes»’°.
1.3. Primeros pasos
cyrupos de jóvenes y de religiosos viven la experiencia de¡ encuentro de Pascua en Taizé en los primeros años de la década. Algunos «se dan cuenta de la oportunidad pastoral de proponer, a nivel nacional, un encuentro para jóvenes durante los días de Pascua»‘ 1.
Surgen encuentros bajo denominaciones que remiten a Taizé (por ejemplo, «Cristo Resu­citado, liberación de la Juventud»). Nacen así unas Pascuas juveniles, frescas, comprometi­das y llenas de fiesta: una invitación, una pro­puesta de camino y programa de vida y de ce­lebración. Resurrección y liberación van ser dos realidades que convoquen a un amplio número de jóvenes en toda la geografía española.
Estos primeros encuentros siguen realizán­dose varios años. Pero progresivamente van perdiendo sus intuiciones iniciales, hasta de­saparecer casi por completo ante la incidencia de las circunstancias sociales y políticas de¡ momento: son los años de¡ final de un régimen y de¡ surgir aún incierto de otro; las auténticas inquietudes de los jóvenes se mezclan con una desproporcionada presencia de lo político; los deseos de compromiso y de cambio se unen a visiones en exceso horizontal izantes; intere­ses muy diversos, en fin, se unen como moti­vaciones políticas de partido. Esta excesiva politización, otras lecturas unilaterales o la in­cidencia central del compromiso socio-políti­co, etc., desvanecen poco a poco las referen­
cias originarias de los encuentros pascuales a Taizé. De hecho, el advenimiento definitivo de la democracia, con la aparición de otros cau­ces de expresión de inquietudes socio-políti­cas que comportaba, hizo desaparecer de he­cho los encuentros a los tres años de comen­zar, al menos con las características que los vinculaban directamente a Taizé.
Estas circunstancias, junto a la constatación del excesivo número de participantes y el de­seo de acercar los encuentros a la propia rea­lidad, u otras múltiples iniciativas pastorales que surgían entonces, dieron origen a las Pas­cuas que aparecieron a lo largo y ancho de la geografía española como herederas de las pri­meras intuiciones de Taizé.
Evolución y etapas posteriores
an los más de veinte años de celebración de la «Pascuas con Jóvenes» se ha dado todo un proceso de búsqueda, de descubrimiento, de aportaciones, etc., que permitió la evolu­ción de los elementos de la celebración de acuerdo a tres grandes momentos: una prime­ra «etapa misionera», una breve «etapa de tran­sición» y la «etapa pastoral», en la que aún nos encontramos. Cada una de ellas puede ser ca­racterizada con algunos elementos que la dife­rencian y que permiten ver la evolución habida en estos veinte años’2.
M. LISEROS, La Pascua de los jóvenes, Ed. PPC, Madrid 1980.
10 Cf. Ibíd. p. 10 y S. MOVILLA, Ofertas Pastorales para los jóvenes de los 80, Paulinas, Madrid 1984, 43. 11 VÁZQUEZ, Pasqua de¡ giovani in Andalusia, «No­te di Pastorale Giovanile» 10(1982), 27-34 (aquí, p. 27). 12 Directamente en relación con el movimiento de las Pascuas con jóvenes, surgen en la década de los 70 numerosas experiencias nuevas de Pastoral Juvenil -de las que no nos ocupamos en el artículo-, particu­larmente en el ámbito de la Congregación Salesiana en España: Movimiento «Luz-Vida» (Provincia Salesiana de Córdoba), «Grupos de Fe» (Barcelona), «Catecume­nado Juvenil» (León), «Cristo Vive» (Sevilla), etc.
 
2.1. Etapa «misionera» (década de los 70)
_primera etapa se caracteriza fundamen­talmente por la puesta en marcha de la expe­riencia; una etapa rica y viva, llena de creativi­dad y dinamismo. Tras la celebración de la pri­mera Pascua, se van organizando todos los elementos propios. Entre los rasgos caracterís­ticos de este primer momento podríamos se­ñalar los siguientes.

  • Coincide con un «momento de búsqueda» tanto en la pastoral juvenil eclesial en general como en la particular llevada adelante por los salesianos: surgen diversas y múltiples iniciativas pastorales, entre las cuales se encuentra la celebración de la Pascua con jóvenes.
  • Se trata de una celebración muy cercana a la fuen­te originaria de Taizé: precisamente es el deseo de poder vivir aquí la experiencia de quienes estuvie­ron en Taizé en 1970 el que impulsa la Pascua con jóvenes. Por eso, tanto el ritmo celebrativo como la estructura o los elementos organizativos, etc., se inspiran en Taizé.
  • El alejamiento de la intuición originaria y la búsque­da de lo específicamente celebrativo, debido al uso político de los primeros encuentros -coincidentes con momentos políticos de transición en nuestro país-, hacen surgir otros tipos de «encuentros pas­cuales» con talante cada vez menos misionero y evangelizador.
  • Se vive como itinerantes a la búsqueda de lugares para el encuentro. Y es que, al principio, los en­cuentros surgen prácticamente sin apoyos institu­cionales, e incluso con cierto rechazo y sospechas por parte de algunos responsables eclesiales.
  • En las Pascuas de estos años, y este va a ser uno de sus rasgos permanentes, tienen un protago­nismo prácticamente total los jóvenes: desde el primer momento asumen organización, difusión, elementos celebrativos, presencia…
  • Se pretende que el número de participantes no sea excesivo, para evitar la masificación de los primeros encuentros pascuales. Precisamente el aumento progresivo en los números hace nece­saria la multiplicación de los encuentros.
  • Es una etapa muy creativa, buscándose los elemen­tos fundamentales del encuentro: criterios de base, destinatarios, elementos organizativos y celebrativos, convocatoria y difusión. Desde los años 76 al 79 que­da estructurada la Pascua en sus líneas centrales.
  • Desde la Pascua surge un cierto «movimiento de jóvenes» que se concreta en grupos aislados con una referencia común a la Pascua; poco a poco se logra tener cierta coordinación periódica, algunos otros momentos de encuentro comunes, una cier­ta definición de la identidad común, etc. Se ponen las bases para la creación de un camino de pas­toraljuvenil que terminará plasmándose en diver­sos planes de pastoral juvenil.
  • Todos los materiales y medios usados se carac­terizan por su sencillez, tanto en los contenidos como en las estructuras, y por una cierta autono­mía del propio encuentro en sus necesidades o colaboración de entidades diversas.
  • Se concede una gran importancia el «espíritu mi­sionero de la Pascua», como nuevo modo de ha­cer Iglesia entre los jóvenes, de recuperarla como signo de salvación y expresión significativa de servicio, de comunión, de participación13;junto a esto está el carácter de convocatoria para mu­chos jóvenes alejados: se difunde y está amplia­mente presente en lugares juveniles, adquiere su­ma importancia el testimonio, el acercamiento a los barrios, a centros de enseñanza y asociacio­nes juveniles, a grupos diversos, a parroquias.
  • Se presenta como encuentro clara y hasta desca­radamentecristiano en sus señas de identidad, de modo que los que se sientan convocados ten­gan clara la identidad del encuentro de Pascua.
  • La Pascua se celebra con un claro sentido de fies­ta, como en Taizé. Por ello se destaca la centrali­dad de lo celebrativo y la fiesta como talante glo­bal del encuentro, el grupo como lugar de acogi­da y comunicación, etc.
  • Una de las grandes intuiciones de esta etapa, que va a colorear en lo sucesivo cada encuentro pas­cual, es el descubrimiento y la vivencia del com­

1s J. OsÉs, ¿Qué significa pasar de una pastoral de conservación a una pastoral de misión?, «Misión Jo­ven» 121-122(1987), 5-10.
 
 
 
 
 
MANUEL M. MORILLA           11
promiso con el que los jóvenes se consideran los primeros evangelizadores de otros jóvenes. Es más, este talante apostólico y comprometido, que ha de concretarse en el ambiente de origen de ca­da uno de los participantes, será un elemento cla­ve de la Pascua.
mos pastoral al caracterizarse por la incorpo­ración de los encuentros a los proyectos de Pastoral juvenil, con todas las consecuencias que conlleva. Este tercer momento, el más amplio y todavía en proceso de realización, se caracteriza por los rasgos que siguen:
2.2. Etapa de transición (entre dos décadas)
asta segunda etapa, con todos los elemen­tos del encuentro puestos en práctica en la pre­cedente, sirve para consolidar los encuentros en lugares, formas y participantes. Citamos a continuación algunos de los rasgos más carac­terísticos.

  • Es una etapa en la que, aunque germinal y senci­llamente, la pastoral juvenil se va orientando en torno a procesos que surgen de la misma vida in­terna de los grupos, del camino que se va hacien­do. La Pascua constituye un momento central de identificación y referencia para los grupos que participan y se va entendiendo a sí misma como movimiento y como servicio juvenil, aunque sin demasiada estructuración.
  • Son años de continuidad en los ritmos y talantes de los encuentros, aunque de progresiva mejora en los medios con que se cuenta; sobre todo desde que los «Encuentros de Pascua» son asumidos e incorpora­dos a las estructura de las Delegaciones de Pastoral de diversas congregaciones religiosas y diócesis.
  • Se consolidan los momentos organizativos, los rit­mos celebrativos, criterios, sentido del encuentro, etc., frutos de la búsqueda de la etapa anterior.
  • Se elaboran de forma más sistemática los mate­riales, particularmente aquellos de tipo formativo y celebrativo: temas de reflexión, celebraciones, oraciones diversas, talleres.

2.3. Etapa «pastoral» (década de los 80)
~zpresenta el período más amplio del camino de estos veinte años. La denomina­

  • La experiencia de los encuentros entra a formar parte de una propuesta y un camino más amplio: los Planes y Proyectos de Pastoral Juvenil. La Pas­cua no es ya punto de referencia fundamental para el movimiento juvenil generado por ella, sino mo­mento celebrativo central del año, dentro de un pro­ceso más global.
  • Los destinatarios son en su mayoría jóvenes en camino de fe, jóvenes en proceso, aun cuando se mantenga la presencia de otros jóvenes. Se van incorporandojóvenes-adultosque han concluido procesos de educación en la fe; muchos como ani­madores, otros con servicios diversos durante los encuentros de Pascua.
  • El número de participantes vuelve a crecer y cada vez son más los provenientes de plataformas pas­torales reconocidas, con cierta pérdida del carác­ter abierto y eclesial de la Pascua de los primeros años, en las que los jóvenes provenían de los más dispares lugares. En gran parte esto es fruto de la mejor estructuración de los procesos de pastoral.
  • La Pascua se consolida de forma definitiva; está ya bien definida y estructurada, facilitando así la organi­zación y la mejor atención e incorporación de otros jóvenes. La presencia de numerosos animadores posibilita el incremento del número de participantes.
  • Las Pascuas y los proyectos en donde se inser­tan, desarrollan procesos de maduración en la fe tras los que surgen comunidades de jóvenes que actúan como referencia significativa para cuantos inician el camino.
  • Aparece también el fenómeno negativo de la dis­minución del inicial espíritu deconvocación ymi­sionero, que permitía llegar hasta los jóvenes aleja­dos y estar presente en lugares juveniles de fronte­ra (¿será éste uno de los elementos a recuperar?).
  • En los años 90 surgen nuevos interrogantes y de­safíos: ¿hacia dónde orientar a losjóvenes-adul­tos que participan en los encuentros de Pascua?, ¿cómo vivir en nuevos contextos el sentido mi­sionero y comprometido de la Pascua?, etc.

 
 
 
 
 
2.4. La situación actual

6

v
on el final de la década de los 80 se pro­duce un cierto adormecimiento o, en su caso, desaparición de los encuentros de Pascua en una parte importante de la geografía españo­la. Las alternativas que se proponen resultan harto pobres y sin capacidad de convocatoria; las críticas a los encuentros de Pascua se ha­cen sin suficiente perspectiva de futuro y de las posibilidades que pueden generar; se dan vi­siones muy uniformes de la realidad eclesial y cierto rechazo latente de la pastoral juvenil.
Lo cierto es que muchas personas tienen la sensación de que se puede haber destruido o dejado morir una experiencia viva para, en su lu­gar, no construir nada. Así han ido desapare­ciendo de nuestras comunidades eclesiales es­pacios de encuentro juvenil, de liturgia y celebra­ción de y para jóvenes, en lugares y momentos especiales. Y, sin embargo, la experiencia de las Pascuas con Jóvenes sigue siendo sumamen­te válida allí donde se mantiene.
«Modelos de Pascua» y criterios para su organización
s diversas experiencias de celebracio­nes de la Pascua con jóvenes podrían agru­parse en torno al esquema de ciertos modelos. Más que definir concretamente los posibles mo­delos, preferimos señalar algunos criterios de análisis para identificarlos y, a la par, para su­gerir propuestas de futuro de cara a mantener la apuesta pastoral que llevan dentro las Pas­cuas con Jóvenes.

  • Las «Pascuas con Jóvenes» deben afirmarse en función de su capacidad de respuesta a la necesidad que tienen los jóvenes de hoy de experiencias querespondana su búsqueda de sentido, fortalezcan y desarrollen la sen­sibilidad abierta a nuevos valores -como el altruismo, la cercanía con los débiles y mar­

ginados de la sociedad, la paz, la justicia, la solidaridad-. De este modo, introducirán en la experiencia del compromiso en favor de los demás como experiencia clave para la pastoral con jóvenes.

  • Su propuesta, a la vez crítica y educativa, de­be aceptar y responder al desafío de trans­formar las estructuras personales querodeanla vida de los jóvenes y que contienen la difi­cultad para asumir la celebración cristiana: la fragmentación en que viven, con ausencia de experiencias globalizantes y de totalidad; el predominio de la subjetividad, como priori­dad de las propias necesidades más inme­diatas sin integrar otros intereses de sentido; el predominio de lo emotivo, frente a otras di­mensiones; el difuso sincretismo o el informe sentido transcendente de muchas concep­ciones religiosas que viven; la revalorización de la dimensión estética, etc.
  • La celebración de la Pascua debe impulsar una nueva imagen eclesial, capaz de confor­marse como el rostro de una Iglesia abierta a los jóvenes, que quiere ser lugar de acogi­da para las inquietudes y situaciones juveni­les, que se esfuerza por alentar la búsqueda esperanzada, que comprende y acoge los nue­vos lenguajes juveniles, que lucha codo con codo junto a los jóvenes para la solución de cuanto les impide encontrar sentido, que es testimonio vivo de lo que anuncia.
  • La «Pascua con Jóvenes» debe acentuar el sentido comunitario para ser experiencia decomunión,de comunicación, de relaciones interpersonales, de maduración de la dimen­sión comunitaria, como respuesta a la bús­queda de espacios de comunión en los jóve­nes de hoy. En este sentido, la Pascua con jóvenes debe ser una experiencia que se vi­va desde lo comunitario, es decir, que supe­re individualismos y repliegues a lo privado, que haga de la comunidad lugar y punto de llegada del camino educativo, que potencie

 
 
 
 
 
MANUEL M. MORILLA           13
el sentido de pertenencia y la relación con la comunidad de origen, que lleve a una ma­yor identificación eclesial.

  • En la celebración de la Pascua hay que pri­mar la comprensión y vivencia de larítualidadde los jóvenes, proponiendo lenguajes cele­brativos más expresivos y simbólicos, con una mayor cercanía y conexión con la vida y sus grandes momentos, con una mayor participa­ción activa de todos; desarrollando la dimen­sión festiva y lúdica, estimulando al compro­miso por la transformación de la realidad.

a su vez, forma parte de un camino gradual y continuado de maduración en/de la fe.

  • La celebración de la Pascua es una pro­puestaevangelizadora,misionera y educati­va, favorecedora del crecimiento de la iden­tidad humano-cristiana del joven. Y una pro­puesta igualmente que se encamina hacia un sentido misionero de la fe, lejos de plan­teamientos puramente sacramentalistas, pa­ra involucrarse en la vida y problemas de los jóvenes de hoy.
  • La participación juvenil en todos los momen­tos de la Pascua (en la preparación, realiza­ción y revisión), como único modo de impri­mir un carácter y un estilo juvenil al conjunto de elementos del encuentro, debe ser otro de los criterios que guíe la programación.
  • La celebración pascual ha de entenderse como parte de unavidacristiana más am­plia, que plantea la Pascua no como una ce­lebración aislada, sino dentro de un conjun­to de momentos celebrativos con los que, a lo largo del año, se pretende una progresiva maduración celebrativa. Por otro lado, lo ce­lebrativo forma parte de una vida cristiana junto a otras dimensiones, como el compro­miso transformador, el testimonio, la profun­dización en el mensaje, la experiencia co­munitaria, etc.
  • El triduo pascual acogerá el primado de lo celebrativo, de lo festivo; aunque la celebra­ción de la Pascua con jóvenes ha de integrarconvenientemente las dimensionesque con­figuran todo el proceso de maduración en la fe: además de la celebración, el aspecto ca­tequético- evangelizador junto al compromi­so y las opciones radicales a que de suyo emplaza la celebración de la Pascua.

Significado y retos de las «Pascuas con Jóvenes»
G Siguen siendo hoy la «Pascuas con Jóve­nes» una experiencia válida? ¿O, por el con­trario, es mejor dejar las cosas como están ahora, esto es, sin tornar a restablecer la pre­ponderancia e identidad que esta experiencia tuvo hasta hace muy poco?
El movimiento de las «Pascua con Jóvenes», más allá de las peculiaridades de los distintos modelos, ha supuesto y aportado desde sus comienzos elementos importantes a la pasto­ral con jóvenes. Los posibles interrogantes que también han acompañado la experiencia (peli­gro de separar a los jóvenes de la comunidad y de su entorno socio-cultural, las seducciones escondidas en las formas o los peligros pues­tos de manifiesto por las «nuevas demandas religiosas», la posible fugacidad del encuentro, etc.) no pueden ocultar el dato positivo funda­mental. Por tanto y para concluir la reflexión, quizá convenga que nos detengamos en las aportaciones de las celebraciones pascuales y en los retos que suponen de cara al futuro de la pastoral con jóvenes.

  • La celebración del triduo pascual no puede separarse del camino cuaresmal: se alcanza unpunto dellegada de todo un camino. Por lo que ha de insertarse en dicho proceso que,

4.1. Aportaciones
primera aportación de las« Pascuas con Jóvenes» nos remite a su capacidad para cons­
 
 
 
 
 
tituirse en respuesta a los jóvenes: quisieron ser y pueden seguir siendo respuesta a las nuevos retos, sensibilidades, y demandas religiosas de los jóvenes de nuestro tiempo.
Debe reconocerse igualmente la «mentalidad de itinerario» que llevan dentro: las celebracio­nes pascuales con jóvenes se integraron desde sus inicios en un proceso gradual de madura­ción en la fe, vivido en torno a experiencias cen­trales y clara alternativa a otras pastorales pre­valentemente sacramentalistas.
Por otro lado, se trata de una experiencia co­munitaria y eclesial: la «Pascua con jóvenes» es una experiencia comunitaria y eclesial por excelencia, desde que los grupos y comuni­dades de origen inician su preparación, hasta que en ambos se coloca el compromiso pos­terior a la celebración.
Por todo ello, las «Pascuas con Jóvenes» re­presentan una seria experiencia pastoral de evan­gel¢ación y celebración, consolidada y contras­tada con el paso de los años, purificada de ele­mentos inauténticos. Seriedad expresada en múl­tiples elementos, entre otros: en la amplitud y pro­fundidad de su preparación, en la centralidad otorgada a la propia Pascua dentro del año li­túrgico, en la inserción de la experiencia dentro de un conjunto de elementos educativos bási­cos para la educación en la fe, en las exigen­cias requeridas a los participantes y en la clari­dad del mensaje presentado.
La propuesta de las «Pascuas con Jóvenes» destaca por su dimensión existencial y vivencial. es la vida del joven la que quiere compartirse, la que se ilumina con el misterio del Resucitado, la que se implica en el proceso de liberación de otros jóvenes. «Traer la vida para ser vivida des­de la Vida», podría ser una buena síntesis de es­te carácter experiencia¡ y vivencial que empuja a la participación, a la creatividad en las formas, a una expresión con múltiples lenguajes; en una palabra, a compartir la vida.
Y es que esta experiencia pascual con jóve­nes ha aceptado el desafío de articular una li­
turgia repensada por y para los jóvenes, ha que­rido integrar los lenguajes juveniles en la cele­bración del «único misterio» y ha propuesto un camino de renovación en la liturgia a toda la co­munidad cristiana. La habitual separación entre liturgia, catequesis y vida encuentra aquí un ca­mino concreto de respuesta integradora de to­dos esos ámbitos: en la vida concreta de los jó­venes se funden fe creída y celebrada.
Además, de este modo, la Pascua con jóvenes ha hecho posible el crecimiento del protagonis­mo juvenil dentro de la comunidad eclesial. Un protagonismo vivido, como ya hemos señalado anteriormente, en los diversos momentos de los encuentros y asentado en el convencimiento de que los jóvenes son los evangelizadores de los jóvenes.
Por eso mismo, las celebraciones pascuales con jóvenes acentúan el carácter misionero de la vocación cristiana. La difusión de la experiencia ha sido siempre ocasión de anuncio y de testi­monio de unos jóvenes ante otros jóvenes. Esta dimensión misionera representa hoy un elemen­to particularmente importante ante la pretendida reclusión de la religión en ámbitos privados y formas intimistas, ligadas a vivencias emotiva­mente gratificantes.
Finalmente y para subrayar una última apor­tación, la Pascua ha sido ocasión y origen para el nacimiento de diversos movimientos y asocia­ciones juveniles en la Iglesia española. La Pas­cua ha sido más que una experiencia o una pro­puesta celebrativa: ha dado origen a un amplio movimiento de jóvenes y de proyectos pastora­les, ha puesto en pie muchas energías juveniles en pos de un rostro nuevo para la Iglesia entre los jóvenes.
4.2. Retos de futuro
partir de las aportaciones señaladas, la Pascua con jóvenes aparece como una ex­periencia de camino llamada a mantener su dinamismo. Por eso, como últimas notas de
 
 
 
MANUEL M. MORILLA        15
nuestra reflexión, dirigimos la mirada al futuro para descubrir algunos de los desafíos que tiene por delante.
Articular el proceso con la acogida
.. Es importante profundizar en la concien­cia de proceso, de proyecto e itinerario, como cauce para vivir la Pascua con jóvenes como momento celebrativo clave -aunque no único ni definitivo-, como «experiencia de paso». Y habrá que hacerlo a través de iniciativas ade­cuadas y creativas de acogida que tengan en cuenta la gran diversidad de la experiencia re­ligiosa de los jóvenes.
Buscar lenguajes significativos
La construcción de una liturgia auténtica y seriamente juvenil, que responda a las sensi­bilidades celebrativas de los jóvenes, que co necte con sus ansias más profundas de senti­do e ilumine la cotidianidad, que conduzca a una auténtica experiencia de relación con el misterio y con la comunidad, etc, requieren una continua búsqueda de lenguajes adecua­dos y significativos. No se trata únicamente de adaptar, sino de recrear la liturgia con, desde y para los jóvenes.
Profundizar la experiencia comunitaria Es importante tomar conciencia de la pre­sencia y papel de la comunidad de referencia en todo el proceso de la Pascua: como origen y promotora, como artífice de su desarrollo, como presencia garante de fidelidad y meta fi­nal de un camino repleto de intuiciones y lo­gros más concretos. La comunidad, por otro lado, debe estar directamente visible en los animadores y adultos que comparten con los jóvenes la experiencia pascual.
Superar creativamente las «falsas ins­titucionalizaciones»
Los encuentros pascuales con jóvenes for­man parte de un camino, cuyo trayecto pascual suele estar repleto de intuiciones, respuestas creativas y adaptaciones originales. De ahí que sea importante no imponer demasiadas estruc­
turas o formas fijas en la celebración de la Pas­cua con jóvenes, sin renunciar a que la expe­riencia sea posteriormente organizada.
Recuperar el carácter misionero Empujando para que la experiencia pas­cual represente un «momento de envío» para encontrarse con otros jóvenes, por lejos que estén, y anunciarles la «joven y buena noticia» vivida allí.
Construir un espacio abierto para el encuentro
No abundan en la Iglesia ni espacios ni momentos de encuentro específicamente des­tinados a los jóvenes. El encuentro pascual de be plantearse como oferta y espacio abierto para que vivan una experiencia de Iglesia ca­paz de dar sentido a sus vidas y comprome­terlos con la comunidad y con la sociedad.
Responder a necesidades ulteriores La Pascua con jóvenes es una «experien­cia de paso» que ha de desembocar en una progresiva inserción comunitaria, con la consi­guiente celebración propia de las comunida­des. Será importante, por tanto, acoger en la comunidad (es decir, dar la palabra y un papel a desarrollar dentro de ella) a los jóvenes que han vivido esa peculiar experiencia pascual.
Desarrollar la «experiencia pascual» No cabe duda que el mejor modo para ello se encuentra en la misma celebración: por un lado, en la profundidad espiritual y calidad celebrativa del encuentro, con momentos y espacios adecuados para la oración y con la personalización de lo vivido; por otro, con un encuentro seriamente anclado en la realidad y con auténticos compromisos para la cons­trucción del Reino a través de la transforma­ción del mundo. Lucha y contemplación, reza uno de los lemas de Taizé: por ahí, unidos am­bos aspectos, pasa el desarrollo de la expe­riencia de la Pascua con jóvenes.
Manuel M. Morilla