[vc_row][vc_column][vc_column_text]Manuel M. Morilla se dedica a la pastoral con jóvenes. Su tesis de Licencia en Teología («La Pascua con Jóvenes en el Movimiento Juvenil Salesiano de Andalucía: Balance y propuesta de veinte años de camino») abordó el tema de la Pascua con jóvenes.
Cal artículo estudia los orígenes de las «Pascuas con jóvenes» -relacionados dírect mente con la experiencia de Taizé- y su evolución hasta nuestros días: Con los datos aportados por dicho análisis, el autor sugiere criterios y orientaciones más concretas para seguir afirmando los encuentros pascuales con jóvenes como una «experiencia clave» los proyectos y procesos de educación en la fe.
Misión Joven 242 (1997), 5-15.
s últimas décadas han supuesto un tiempo de experiencia eclesial e histórica apasionantes. El mundo ha cambiado profundamen te en el espacio de pocos años; grandes acontecimientos históricos y transformaciones sociales han planteado de forma nueva muchas de las inquietudes de la sociedad, sus relaciones con la Iglesia, el lugar de ésta en la sociedad, su propia misión.
Particularmente sensibles a los cambios han sido los jóvenes que, en dos o tres décadas, han sufrido con fuerza el vaivén de las concepciones de la vida o de los valores con que organizar la existencia, las continuas novedades en la cultura, en la manera de situarse ante la historia, en la sensibilidad hacia lo religioso y
sus manifestaciones, etc. Todo esto ha hecho que el mundo de los jóvenes se presente como un grande y difícil reto para la Iglesia de final del siglo XX y, dentro de ella, para los educadores de la fe (que corren el riesgo de vivir desde la lejanía, como simples observadores, toda la realidad juvenil, todo el mundo nuevo de los jóvenes).
La Pastoral Juvenil, como reflexión y como praxis pastoral entre los jóvenes, ha hecho un largo camino en las últimas décadas en la evangelización de los jóvenes en las nuevas situaciones sociales, eclesiales y juveniles. Toda esta inquietud, que también ha acompañado otras acciones de la Iglesia tras el concilio Vaticano II, ha cristalizado en numerosas experiencias, en abundantes propuestas de maduración en la fe, en movimientos diversos de vida cristiana, de vida celebrativa, de compromisos por el Reino vividos con radicalidad y propuestas de asociacionismo.
Entre estas experiencias pastorales que se han vivido en la Iglesia, como experiencias comunitarias a la par que camino de búsqueda, se hallan algunas específicamente celebrativas como las celebraciones de la Pascua con jóvenes, que arrancan con fuerza en los primeros años de la década de los setenta.
A lo largo y ancho de la geografía española, y a partir de los encuentros juveniles de Taizé, especialmente desde el anuncio del Concilio de los Jóvenes y de los encuentros en la fiesta de Pascua, se han multiplicado las celebraciones de la Pascua con jóvenes.
nuevas necesidades que rodearon la vida de los jóvenes y en la propia reflexión de la Iglesia de aquellos momentos.
Evidentemente, sólo pretendemos apuntar algunos trazos descriptivos que nos permitan tener una visión de conjunto de los más de veinte años transcurridos desde los comienzos de las «pascuas juveniles» hasta hoy. La realidad social, el mundo juvenil, las inquietudes religiosas, sociales y políticas de los primeros años setenta, serán el centro de nuestra atención en este primer momento.
1.1. Contexto social y eclesial
s primeros años de la década de los 70, en el contexto socio-cultural europeo y en nuestro país, son años cargados de novedades y de grandes transformaciones tanto en la actividad general de la Iglesia española como en el trabajo pastoral con los jóvenes.
Son años de cambio rápido en la juventud española. Mayo del 68 está aún reciente y su impulso sigue latiendo en el corazón de muchos jóvenes a lo largo y ancho de Europa. Se lucha, se sueña, se anhela. La exaltación del compromiso socio-político, la fuerza que van tomando los compromisos de solidaridad, la contestación global, etc., crearon una especie de nueva conciencia colectiva. Las actividades de Taizé, a las que nos referimos más adelante, se convierten en una de las realidades en las que cristalizan muchos de los deseos de la juventud de inicios de los 70.
En los orígenes
atentamos, antes de nada, acercarnos al origen, desarrollo y evolución que la celebración de la Pascua con Jóvenes ha vivido a lo largo de los años. Muchos de los elementos que la componen encuentran su sentido en la búsqueda que caracterizó aquellos años, en las
in
Asistimos, en aquellos momentos, a un cambio significativo en la juventud española: «La juventud está empezando a ser una nueva clase social y tiene conciencia de ello. Antes era sólo una etapa transitoria hacia la responsabilidad adulta. Los jóvenes hoy tienen más autonomía y movilidad, son más contestatarios frente a la excesiva dependencia anterior, están más abiertos al cambio, a los signos de los
MANUEL M. MORILLA 7
tiempos, y no aceptan tan fácilmente que las cosas sigan como están en lo religioso, familiar, social y político»‘. Este talante permanecerá hasta bien avanzados los años setenta.
Son años con jóvenes abiertos a propuestas renovadoras en la liturgia, en la institución eclesíal, en las relaciones familiares, en los problemas sociales. La aplicación del concilio Vaticano II no resultaba fácil en la Iglesia española, pero daba lugar a una reflexión importante, a una búsqueda intensa de experiencias eclesiales de mayor fidelidad a las orientaciones del concilio. La Iglesia española se encontraba inmersa en este proceso de adaptación, que no siempre fue vivido de forma serena. El desconcierto y también la tensión -grande, por momentos- supusieron un coste humano enorme.
y las clases de religión, mientras apenas existía en las parroquias e incluso se tenía la sensación de que el mundo de los jóvenes era prácticamente inabordable; los jóvenes obreros, por otra parte, estaban lejos de la realidad eclesial4.
Las intuiciones del Vaticano II, que tocan de paso la cuestión juvenil, no se habían difundido todavía y menos aún traducido en una línea pastoral concreta. Desde la desorientación se buscaba, se intuia… Y fue en estos momentos de desconcierto cuando surgieron iniciativas originales de pastoral juvenil, como las celebraciones de la Pascua con jóvenes, algunas de las cuales fueron madurando y organizándose progresivamente hasta traducirse en proyectos de pastoral juvenil.
La coincidencia con los últimos años del franquismo aportó un clima de gran efervescencia social y política, que se manifestaba también en las expresiones religiosas. El final de una etapa se veía venir y las organizaciones sociales, políticas y sindicales apoyaban un necesario cambio que no acaba de llegar. La politización de manifestaciones religiosas estaba muy presente. También aparecería en la celebración de la Pascua con jóvenes, como veremos más adelante, sobre todo en los primeros años.
El trabajo pastoral con los jóvenes se encontraba en cierta situación de desconcierto y desorientación2. El asociacionismo juvenil tradicional de la Iglesia se disolvía por motivos muy diversos, entre ellos la falta de adecuación a las nuevas circunstancias y sensibilidades; la franja juvenil con su potencial contestatario sorprendió un poco a todos. El Informe de la Comisión Episcopal de Pastoral de 1975 así lo señalaba: «La juventud, cuando las asociaciones de la Iglesia están en crisis y son tan minoritarias, sigue buscando lugares de encuentro y reunión en pequeños grupos informales..» 3. Predominaba la atención pastoral a la juventud estudiante, sobre todo a través de los colegios
1.2. La experiencia de Taizé
Jaizé es un pequeño pueblo situado a unos cien kilómetros de Lyon. Desde 1940, con la llegada de Roger Schultz y un pequeño grupo de hermanos, se intenta vivir una parábola de comunión, «comunión, en primer lugar, entre los cristianos, para terminar con el escándalo que constituyen los siglos de división. La comunidad cuenta con hermanos de todas las confesiones cristianas, y de unas diez nacionalidades […]. Comunión también entre los hombres..»5 Esta comunidad va a ser lugar de referencia y convocatoria para un gran número de jóvenes de todo el mundo, sobre todo a partir de la década de los sesenta.
COMISIóN EPISCOPAL DE PASTORAL, Juventud 1975, reprografiado, 9
2 J.VECCHI, Un Proyecto de Pastoral Juvenil en la Iglesia de hoy, Ed. CCS, Madrid 1990, 32.
s COMISIóN EPISCOPAL DE PASTORAL, Juventud 75, o.c.,10. 4 Cf. a este respecto dos informes de los años setenta particularmente interesantes: el ya señalado de la Comisión Episcopal de Pastoral (Jóvenes 75), y, de distintos autores, «Los jóvenes hoy», «Misión Abierta» 4(1979).
O HI51 UHIA Y FU I UHO UE LAS «HASGUAS GUN JOVENES»
En 1966, del 2 al 6 de Septiembre, tiene lugar el primer encuentro internacional de jóvenes 4. Los años siguientes se vuelven a celebrar, cada vez de forma más masiva (en 1968 son ya 1800 los participantes). Será, sobre todo 1969, el año en el que la maduración de las reflexiones de los jóvenes va a dar vida a una idea clave para cuanto desde entonces será Taizé. Nos referimos a la convocatoria del llamado «Concilio de los jóvenes».
Cercano está el año 1968, año lleno de densas sombras, de pesimismo, de acontecimientos internacionales dolorosos. Muchos jóvenes no se resignan ante las injusticias, ante la incomunicación; necesitan dar un desahogo a su creatividad, buscar un sentido a su existencia. La misma Iglesia vive años difíciles en el postconcilio, tras las esperanzas despertadas en su desarrollo. La misma búsqueda de comunión se encuentra como bloqueada. Escribía a este respecto el hermano Roger en aquellos años: «Desde hace algún tiempo, varios jóvenes me dicen que, en nombre del ecumenismo, las confesiones cristianas se han instalado en un proceso de paralelismo […], de relaciones mejores, pero tales relaciones no desembocan en la unidad concreta en Jesucristo. Ante semejante situación, ¿qué podemos hacer nosotros? El ecumenismo ha alcanzado un techo. ¿Quién abrirá una brecha en él?»6.
En esta situación, la preparación del Concilio de los jóvenes quiere ser anuncio de esperanza al mundo juvenil (cristianos y no cristianos) y apuesta por un futuro lleno de esperanza por la presencia del Resucitado. En 1970, 2500 jóvenes se reúnen para celebrar la Pascua. A partir de entonces el misterio de la Resurrección de Cristo se convertirá en el corazón del Concilio de los Jóvenes7. Las palabras con las que el hermano Roger anuncia el concilio se convierten en todo un programa de vida$:
Cristo resucitado viene a animar una fiesta en lo más íntimo del corazón del hombre. Él nos prepara una primavera de la Iglesia: una
Iglesia desprovista de los medios de poder, dispuesta a compartir con todos, lugar de comunión visible para toda la humanidad. Él nos va a dar la imaginación y el coraje necesarios para abrir un camino de reconciliación. Él va a prepararnos a dar nuestra vida para que el hombre no sea más víctima del hombre. Para vivir esta gozosa noticia, nos ha parecido que un medio, un camino, se imponía a nosotros. Ahora os lo anuncio: Vamos a celebrar un concilio de jóvenes.
En años posteriores se hablará de otros elementos, que llegarán a formar parte de los diversos encuentros de Pascua de nuestro país: lucha y fiesta liberadora, contemplación y liberación. Palabras que suponen una lectura renovada del acontecimiento pascual y que será denominador común en todos ellos; mensaje que será acogido con entusiasmo por las generaciones de jóvenes que, de forma ya imparable, harán de Taizé lugar de peregrinación y espacio de expresión de las esperanzas y anhelos de la juventud.
Muchos de los jóvenes participantes en Taizé son españoles. Y ellos van a dar origen a la propuesta de hacer del encuentro de Pascua un momento central en la vida cristiana en nuestro país, como ya lo es en Taizé desde 1970. Conforme al modelo de Taizé surgen y se estructuran diversas iniciativas; se transmite su espíritu y talante, sus modelos operativos y sus técnicas: convocatoria juvenil desde una comunidad religiosa, compromiso postpascual, «concilio» de los jóvenes, lenguaje kerigmático renovado, manifiestos pascuales, acogida a to
5 AA.W, Una audaz aventura, Herder, Barcelona 1973, 40.
6 J. L. GONZÁLEZ BALADO, El desafío de Taizé, Paulinas, Madrid 1976, 177 y ss.
Cf. J. L. GONZÁLEZ BALADO, El desafío…, c.c., pp. 177-223, en donde presenta ampliamente el desarrollo de la comunidad y de los encuentros juveniles, hasta llegar a la propuesta del Concilio de los jóvenes y la evolución posterior.
8 AA.W, Una audaz aventura…, c.c. p. 48.
MANUEL M. MORILLA
dos, cartas al pueblo de Dios, acampada, zonas de silencio …9
Es efectivamente Taizé el origen de las celebraciones y los encuentros de Pascua con jóvenes en España. Su huella y su espíritu están presentes en todos ellos. En esta afirmación hay una coincidencia generalizada en los (pocos) autores que se han acercado al fenómeno de las «Pascuas con Jóvenes»’°.
1.3. Primeros pasos
cyrupos de jóvenes y de religiosos viven la experiencia de¡ encuentro de Pascua en Taizé en los primeros años de la década. Algunos «se dan cuenta de la oportunidad pastoral de proponer, a nivel nacional, un encuentro para jóvenes durante los días de Pascua»‘ 1.
Surgen encuentros bajo denominaciones que remiten a Taizé (por ejemplo, «Cristo Resucitado, liberación de la Juventud»). Nacen así unas Pascuas juveniles, frescas, comprometidas y llenas de fiesta: una invitación, una propuesta de camino y programa de vida y de celebración. Resurrección y liberación van ser dos realidades que convoquen a un amplio número de jóvenes en toda la geografía española.
Estos primeros encuentros siguen realizándose varios años. Pero progresivamente van perdiendo sus intuiciones iniciales, hasta desaparecer casi por completo ante la incidencia de las circunstancias sociales y políticas de¡ momento: son los años de¡ final de un régimen y de¡ surgir aún incierto de otro; las auténticas inquietudes de los jóvenes se mezclan con una desproporcionada presencia de lo político; los deseos de compromiso y de cambio se unen a visiones en exceso horizontal izantes; intereses muy diversos, en fin, se unen como motivaciones políticas de partido. Esta excesiva politización, otras lecturas unilaterales o la incidencia central del compromiso socio-político, etc., desvanecen poco a poco las referen
cias originarias de los encuentros pascuales a Taizé. De hecho, el advenimiento definitivo de la democracia, con la aparición de otros cauces de expresión de inquietudes socio-políticas que comportaba, hizo desaparecer de hecho los encuentros a los tres años de comenzar, al menos con las características que los vinculaban directamente a Taizé.
Estas circunstancias, junto a la constatación del excesivo número de participantes y el deseo de acercar los encuentros a la propia realidad, u otras múltiples iniciativas pastorales que surgían entonces, dieron origen a las Pascuas que aparecieron a lo largo y ancho de la geografía española como herederas de las primeras intuiciones de Taizé.
Evolución y etapas posteriores
an los más de veinte años de celebración de la «Pascuas con Jóvenes» se ha dado todo un proceso de búsqueda, de descubrimiento, de aportaciones, etc., que permitió la evolución de los elementos de la celebración de acuerdo a tres grandes momentos: una primera «etapa misionera», una breve «etapa de transición» y la «etapa pastoral», en la que aún nos encontramos. Cada una de ellas puede ser caracterizada con algunos elementos que la diferencian y que permiten ver la evolución habida en estos veinte años’2.
9 M. LISEROS, La Pascua de los jóvenes, Ed. PPC, Madrid 1980.
10 Cf. Ibíd. p. 10 y S. MOVILLA, Ofertas Pastorales para los jóvenes de los 80, Paulinas, Madrid 1984, 43. 11 F VÁZQUEZ, Pasqua de¡ giovani in Andalusia, «Note di Pastorale Giovanile» 10(1982), 27-34 (aquí, p. 27). 12 Directamente en relación con el movimiento de las Pascuas con jóvenes, surgen en la década de los 70 numerosas experiencias nuevas de Pastoral Juvenil -de las que no nos ocupamos en el artículo-, particularmente en el ámbito de la Congregación Salesiana en España: Movimiento «Luz-Vida» (Provincia Salesiana de Córdoba), «Grupos de Fe» (Barcelona), «Catecumenado Juvenil» (León), «Cristo Vive» (Sevilla), etc.
2.1. Etapa «misionera» (década de los 70)
_primera etapa se caracteriza fundamentalmente por la puesta en marcha de la experiencia; una etapa rica y viva, llena de creatividad y dinamismo. Tras la celebración de la primera Pascua, se van organizando todos los elementos propios. Entre los rasgos característicos de este primer momento podríamos señalar los siguientes.
- Coincide con un «momento de búsqueda» tanto en la pastoral juvenil eclesial en general como en la particular llevada adelante por los salesianos: surgen diversas y múltiples iniciativas pastorales, entre las cuales se encuentra la celebración de la Pascua con jóvenes.
- Se trata de una celebración muy cercana a la fuente originaria de Taizé: precisamente es el deseo de poder vivir aquí la experiencia de quienes estuvieron en Taizé en 1970 el que impulsa la Pascua con jóvenes. Por eso, tanto el ritmo celebrativo como la estructura o los elementos organizativos, etc., se inspiran en Taizé.
- El alejamiento de la intuición originaria y la búsqueda de lo específicamente celebrativo, debido al uso político de los primeros encuentros -coincidentes con momentos políticos de transición en nuestro país-, hacen surgir otros tipos de «encuentros pascuales» con talante cada vez menos misionero y evangelizador.
- Se vive como itinerantes a la búsqueda de lugares para el encuentro. Y es que, al principio, los encuentros surgen prácticamente sin apoyos institucionales, e incluso con cierto rechazo y sospechas por parte de algunos responsables eclesiales.
- En las Pascuas de estos años, y este va a ser uno de sus rasgos permanentes, tienen un protagonismo prácticamente total los jóvenes: desde el primer momento asumen organización, difusión, elementos celebrativos, presencia…
- Se pretende que el número de participantes no sea excesivo, para evitar la masificación de los primeros encuentros pascuales. Precisamente el aumento progresivo en los números hace necesaria la multiplicación de los encuentros.
- Es una etapa muy creativa, buscándose los elementos fundamentales del encuentro: criterios de base, destinatarios, elementos organizativos y celebrativos, convocatoria y difusión. Desde los años 76 al 79 queda estructurada la Pascua en sus líneas centrales.
- Desde la Pascua surge un cierto «movimiento de jóvenes» que se concreta en grupos aislados con una referencia común a la Pascua; poco a poco se logra tener cierta coordinación periódica, algunos otros momentos de encuentro comunes, una cierta definición de la identidad común, etc. Se ponen las bases para la creación de un camino de pastoraljuvenil que terminará plasmándose en diversos planes de pastoral juvenil.
- Todos los materiales y medios usados se caracterizan por su sencillez, tanto en los contenidos como en las estructuras, y por una cierta autonomía del propio encuentro en sus necesidades o colaboración de entidades diversas.
- Se concede una gran importancia el «espíritu misionero de la Pascua», como nuevo modo de hacer Iglesia entre los jóvenes, de recuperarla como signo de salvación y expresión significativa de servicio, de comunión, de participación13;junto a esto está el carácter de convocatoria para muchos jóvenes alejados: se difunde y está ampliamente presente en lugares juveniles, adquiere suma importancia el testimonio, el acercamiento a los barrios, a centros de enseñanza y asociaciones juveniles, a grupos diversos, a parroquias.
- Se presenta como encuentro clara y hasta descaradamentecristiano en sus señas de identidad, de modo que los que se sientan convocados tengan clara la identidad del encuentro de Pascua.
- La Pascua se celebra con un claro sentido de fiesta, como en Taizé. Por ello se destaca la centralidad de lo celebrativo y la fiesta como talante global del encuentro, el grupo como lugar de acogida y comunicación, etc.
- Una de las grandes intuiciones de esta etapa, que va a colorear en lo sucesivo cada encuentro pascual, es el descubrimiento y la vivencia del com
1s J. OsÉs, ¿Qué significa pasar de una pastoral de conservación a una pastoral de misión?, «Misión Joven» 121-122(1987), 5-10.
MANUEL M. MORILLA 11
promiso con el que los jóvenes se consideran los primeros evangelizadores de otros jóvenes. Es más, este talante apostólico y comprometido, que ha de concretarse en el ambiente de origen de cada uno de los participantes, será un elemento clave de la Pascua.
mos pastoral al caracterizarse por la incorporación de los encuentros a los proyectos de Pastoral juvenil, con todas las consecuencias que conlleva. Este tercer momento, el más amplio y todavía en proceso de realización, se caracteriza por los rasgos que siguen:
2.2. Etapa de transición (entre dos décadas)
asta segunda etapa, con todos los elementos del encuentro puestos en práctica en la precedente, sirve para consolidar los encuentros en lugares, formas y participantes. Citamos a continuación algunos de los rasgos más característicos.
- Es una etapa en la que, aunque germinal y sencillamente, la pastoral juvenil se va orientando en torno a procesos que surgen de la misma vida interna de los grupos, del camino que se va haciendo. La Pascua constituye un momento central de identificación y referencia para los grupos que participan y se va entendiendo a sí misma como movimiento y como servicio juvenil, aunque sin demasiada estructuración.
- Son años de continuidad en los ritmos y talantes de los encuentros, aunque de progresiva mejora en los medios con que se cuenta; sobre todo desde que los «Encuentros de Pascua» son asumidos e incorporados a las estructura de las Delegaciones de Pastoral de diversas congregaciones religiosas y diócesis.
- Se consolidan los momentos organizativos, los ritmos celebrativos, criterios, sentido del encuentro, etc., frutos de la búsqueda de la etapa anterior.
- Se elaboran de forma más sistemática los materiales, particularmente aquellos de tipo formativo y celebrativo: temas de reflexión, celebraciones, oraciones diversas, talleres.
2.3. Etapa «pastoral» (década de los 80)
~zpresenta el período más amplio del camino de estos veinte años. La denomina
- La experiencia de los encuentros entra a formar parte de una propuesta y un camino más amplio: los Planes y Proyectos de Pastoral Juvenil. La Pascua no es ya punto de referencia fundamental para el movimiento juvenil generado por ella, sino momento celebrativo central del año, dentro de un proceso más global.
- Los destinatarios son en su mayoría jóvenes en camino de fe, jóvenes en proceso, aun cuando se mantenga la presencia de otros jóvenes. Se van incorporandojóvenes-adultosque han concluido procesos de educación en la fe; muchos como animadores, otros con servicios diversos durante los encuentros de Pascua.
- El número de participantes vuelve a crecer y cada vez son más los provenientes de plataformas pastorales reconocidas, con cierta pérdida del carácter abierto y eclesial de la Pascua de los primeros años, en las que los jóvenes provenían de los más dispares lugares. En gran parte esto es fruto de la mejor estructuración de los procesos de pastoral.
- La Pascua se consolida de forma definitiva; está ya bien definida y estructurada, facilitando así la organización y la mejor atención e incorporación de otros jóvenes. La presencia de numerosos animadores posibilita el incremento del número de participantes.
- Las Pascuas y los proyectos en donde se insertan, desarrollan procesos de maduración en la fe tras los que surgen comunidades de jóvenes que actúan como referencia significativa para cuantos inician el camino.
- Aparece también el fenómeno negativo de la disminución del inicial espíritu deconvocación ymisionero, que permitía llegar hasta los jóvenes alejados y estar presente en lugares juveniles de frontera (¿será éste uno de los elementos a recuperar?).
- En los años 90 surgen nuevos interrogantes y desafíos: ¿hacia dónde orientar a losjóvenes-adultos que participan en los encuentros de Pascua?, ¿cómo vivir en nuevos contextos el sentido misionero y comprometido de la Pascua?, etc.
2.4. La situación actual
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v
on el final de la década de los 80 se produce un cierto adormecimiento o, en su caso, desaparición de los encuentros de Pascua en una parte importante de la geografía española. Las alternativas que se proponen resultan harto pobres y sin capacidad de convocatoria; las críticas a los encuentros de Pascua se hacen sin suficiente perspectiva de futuro y de las posibilidades que pueden generar; se dan visiones muy uniformes de la realidad eclesial y cierto rechazo latente de la pastoral juvenil.
Lo cierto es que muchas personas tienen la sensación de que se puede haber destruido o dejado morir una experiencia viva para, en su lugar, no construir nada. Así han ido desapareciendo de nuestras comunidades eclesiales espacios de encuentro juvenil, de liturgia y celebración de y para jóvenes, en lugares y momentos especiales. Y, sin embargo, la experiencia de las Pascuas con Jóvenes sigue siendo sumamente válida allí donde se mantiene.
«Modelos de Pascua» y criterios para su organización
s diversas experiencias de celebraciones de la Pascua con jóvenes podrían agruparse en torno al esquema de ciertos modelos. Más que definir concretamente los posibles modelos, preferimos señalar algunos criterios de análisis para identificarlos y, a la par, para sugerir propuestas de futuro de cara a mantener la apuesta pastoral que llevan dentro las Pascuas con Jóvenes.
- Las «Pascuas con Jóvenes» deben afirmarse en función de su capacidad de respuesta a la necesidad que tienen los jóvenes de hoy de experiencias querespondana su búsqueda de sentido, fortalezcan y desarrollen la sensibilidad abierta a nuevos valores -como el altruismo, la cercanía con los débiles y mar
ginados de la sociedad, la paz, la justicia, la solidaridad-. De este modo, introducirán en la experiencia del compromiso en favor de los demás como experiencia clave para la pastoral con jóvenes.
- Su propuesta, a la vez crítica y educativa, debe aceptar y responder al desafío de transformar las estructuras personales querodeanla vida de los jóvenes y que contienen la dificultad para asumir la celebración cristiana: la fragmentación en que viven, con ausencia de experiencias globalizantes y de totalidad; el predominio de la subjetividad, como prioridad de las propias necesidades más inmediatas sin integrar otros intereses de sentido; el predominio de lo emotivo, frente a otras dimensiones; el difuso sincretismo o el informe sentido transcendente de muchas concepciones religiosas que viven; la revalorización de la dimensión estética, etc.
- La celebración de la Pascua debe impulsar una nueva imagen eclesial, capaz de conformarse como el rostro de una Iglesia abierta a los jóvenes, que quiere ser lugar de acogida para las inquietudes y situaciones juveniles, que se esfuerza por alentar la búsqueda esperanzada, que comprende y acoge los nuevos lenguajes juveniles, que lucha codo con codo junto a los jóvenes para la solución de cuanto les impide encontrar sentido, que es testimonio vivo de lo que anuncia.
- La «Pascua con Jóvenes» debe acentuar el sentido comunitario para ser experiencia decomunión,de comunicación, de relaciones interpersonales, de maduración de la dimensión comunitaria, como respuesta a la búsqueda de espacios de comunión en los jóvenes de hoy. En este sentido, la Pascua con jóvenes debe ser una experiencia que se viva desde lo comunitario, es decir, que supere individualismos y repliegues a lo privado, que haga de la comunidad lugar y punto de llegada del camino educativo, que potencie
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el sentido de pertenencia y la relación con la comunidad de origen, que lleve a una mayor identificación eclesial.
- En la celebración de la Pascua hay que primar la comprensión y vivencia de larítualidadde los jóvenes, proponiendo lenguajes celebrativos más expresivos y simbólicos, con una mayor cercanía y conexión con la vida y sus grandes momentos, con una mayor participación activa de todos; desarrollando la dimensión festiva y lúdica, estimulando al compromiso por la transformación de la realidad.
a su vez, forma parte de un camino gradual y continuado de maduración en/de la fe.
- La celebración de la Pascua es una propuestaevangelizadora,misionera y educativa, favorecedora del crecimiento de la identidad humano-cristiana del joven. Y una propuesta igualmente que se encamina hacia un sentido misionero de la fe, lejos de planteamientos puramente sacramentalistas, para involucrarse en la vida y problemas de los jóvenes de hoy.
- La participación juvenil en todos los momentos de la Pascua (en la preparación, realización y revisión), como único modo de imprimir un carácter y un estilo juvenil al conjunto de elementos del encuentro, debe ser otro de los criterios que guíe la programación.
- La celebración pascual ha de entenderse como parte de unavidacristiana más amplia, que plantea la Pascua no como una celebración aislada, sino dentro de un conjunto de momentos celebrativos con los que, a lo largo del año, se pretende una progresiva maduración celebrativa. Por otro lado, lo celebrativo forma parte de una vida cristiana junto a otras dimensiones, como el compromiso transformador, el testimonio, la profundización en el mensaje, la experiencia comunitaria, etc.
- El triduo pascual acogerá el primado de lo celebrativo, de lo festivo; aunque la celebración de la Pascua con jóvenes ha de integrarconvenientemente las dimensionesque configuran todo el proceso de maduración en la fe: además de la celebración, el aspecto catequético- evangelizador junto al compromiso y las opciones radicales a que de suyo emplaza la celebración de la Pascua.
Significado y retos de las «Pascuas con Jóvenes»
G Siguen siendo hoy la «Pascuas con Jóvenes» una experiencia válida? ¿O, por el contrario, es mejor dejar las cosas como están ahora, esto es, sin tornar a restablecer la preponderancia e identidad que esta experiencia tuvo hasta hace muy poco?
El movimiento de las «Pascua con Jóvenes», más allá de las peculiaridades de los distintos modelos, ha supuesto y aportado desde sus comienzos elementos importantes a la pastoral con jóvenes. Los posibles interrogantes que también han acompañado la experiencia (peligro de separar a los jóvenes de la comunidad y de su entorno socio-cultural, las seducciones escondidas en las formas o los peligros puestos de manifiesto por las «nuevas demandas religiosas», la posible fugacidad del encuentro, etc.) no pueden ocultar el dato positivo fundamental. Por tanto y para concluir la reflexión, quizá convenga que nos detengamos en las aportaciones de las celebraciones pascuales y en los retos que suponen de cara al futuro de la pastoral con jóvenes.
- La celebración del triduo pascual no puede separarse del camino cuaresmal: se alcanza unpunto dellegada de todo un camino. Por lo que ha de insertarse en dicho proceso que,
4.1. Aportaciones
primera aportación de las« Pascuas con Jóvenes» nos remite a su capacidad para cons
tituirse en respuesta a los jóvenes: quisieron ser y pueden seguir siendo respuesta a las nuevos retos, sensibilidades, y demandas religiosas de los jóvenes de nuestro tiempo.
Debe reconocerse igualmente la «mentalidad de itinerario» que llevan dentro: las celebraciones pascuales con jóvenes se integraron desde sus inicios en un proceso gradual de maduración en la fe, vivido en torno a experiencias centrales y clara alternativa a otras pastorales prevalentemente sacramentalistas.
Por otro lado, se trata de una experiencia comunitaria y eclesial: la «Pascua con jóvenes» es una experiencia comunitaria y eclesial por excelencia, desde que los grupos y comunidades de origen inician su preparación, hasta que en ambos se coloca el compromiso posterior a la celebración.
Por todo ello, las «Pascuas con Jóvenes» representan una seria experiencia pastoral de evangel¢ación y celebración, consolidada y contrastada con el paso de los años, purificada de elementos inauténticos. Seriedad expresada en múltiples elementos, entre otros: en la amplitud y profundidad de su preparación, en la centralidad otorgada a la propia Pascua dentro del año litúrgico, en la inserción de la experiencia dentro de un conjunto de elementos educativos básicos para la educación en la fe, en las exigencias requeridas a los participantes y en la claridad del mensaje presentado.
La propuesta de las «Pascuas con Jóvenes» destaca por su dimensión existencial y vivencial. es la vida del joven la que quiere compartirse, la que se ilumina con el misterio del Resucitado, la que se implica en el proceso de liberación de otros jóvenes. «Traer la vida para ser vivida desde la Vida», podría ser una buena síntesis de este carácter experiencia¡ y vivencial que empuja a la participación, a la creatividad en las formas, a una expresión con múltiples lenguajes; en una palabra, a compartir la vida.
Y es que esta experiencia pascual con jóvenes ha aceptado el desafío de articular una li
turgia repensada por y para los jóvenes, ha querido integrar los lenguajes juveniles en la celebración del «único misterio» y ha propuesto un camino de renovación en la liturgia a toda la comunidad cristiana. La habitual separación entre liturgia, catequesis y vida encuentra aquí un camino concreto de respuesta integradora de todos esos ámbitos: en la vida concreta de los jóvenes se funden fe creída y celebrada.
Además, de este modo, la Pascua con jóvenes ha hecho posible el crecimiento del protagonismo juvenil dentro de la comunidad eclesial. Un protagonismo vivido, como ya hemos señalado anteriormente, en los diversos momentos de los encuentros y asentado en el convencimiento de que los jóvenes son los evangelizadores de los jóvenes.
Por eso mismo, las celebraciones pascuales con jóvenes acentúan el carácter misionero de la vocación cristiana. La difusión de la experiencia ha sido siempre ocasión de anuncio y de testimonio de unos jóvenes ante otros jóvenes. Esta dimensión misionera representa hoy un elemento particularmente importante ante la pretendida reclusión de la religión en ámbitos privados y formas intimistas, ligadas a vivencias emotivamente gratificantes.
Finalmente y para subrayar una última aportación, la Pascua ha sido ocasión y origen para el nacimiento de diversos movimientos y asociaciones juveniles en la Iglesia española. La Pascua ha sido más que una experiencia o una propuesta celebrativa: ha dado origen a un amplio movimiento de jóvenes y de proyectos pastorales, ha puesto en pie muchas energías juveniles en pos de un rostro nuevo para la Iglesia entre los jóvenes.
4.2. Retos de futuro
partir de las aportaciones señaladas, la Pascua con jóvenes aparece como una experiencia de camino llamada a mantener su dinamismo. Por eso, como últimas notas de
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nuestra reflexión, dirigimos la mirada al futuro para descubrir algunos de los desafíos que tiene por delante.
Articular el proceso con la acogida
.. Es importante profundizar en la conciencia de proceso, de proyecto e itinerario, como cauce para vivir la Pascua con jóvenes como momento celebrativo clave -aunque no único ni definitivo-, como «experiencia de paso». Y habrá que hacerlo a través de iniciativas adecuadas y creativas de acogida que tengan en cuenta la gran diversidad de la experiencia religiosa de los jóvenes.
Buscar lenguajes significativos
La construcción de una liturgia auténtica y seriamente juvenil, que responda a las sensibilidades celebrativas de los jóvenes, que co necte con sus ansias más profundas de sentido e ilumine la cotidianidad, que conduzca a una auténtica experiencia de relación con el misterio y con la comunidad, etc, requieren una continua búsqueda de lenguajes adecuados y significativos. No se trata únicamente de adaptar, sino de recrear la liturgia con, desde y para los jóvenes.
Profundizar la experiencia comunitaria Es importante tomar conciencia de la presencia y papel de la comunidad de referencia en todo el proceso de la Pascua: como origen y promotora, como artífice de su desarrollo, como presencia garante de fidelidad y meta final de un camino repleto de intuiciones y logros más concretos. La comunidad, por otro lado, debe estar directamente visible en los animadores y adultos que comparten con los jóvenes la experiencia pascual.
Superar creativamente las «falsas institucionalizaciones»
Los encuentros pascuales con jóvenes forman parte de un camino, cuyo trayecto pascual suele estar repleto de intuiciones, respuestas creativas y adaptaciones originales. De ahí que sea importante no imponer demasiadas estruc
turas o formas fijas en la celebración de la Pascua con jóvenes, sin renunciar a que la experiencia sea posteriormente organizada.
Recuperar el carácter misionero Empujando para que la experiencia pascual represente un «momento de envío» para encontrarse con otros jóvenes, por lejos que estén, y anunciarles la «joven y buena noticia» vivida allí.
Construir un espacio abierto para el encuentro
No abundan en la Iglesia ni espacios ni momentos de encuentro específicamente destinados a los jóvenes. El encuentro pascual de be plantearse como oferta y espacio abierto para que vivan una experiencia de Iglesia capaz de dar sentido a sus vidas y comprometerlos con la comunidad y con la sociedad.
: Responder a necesidades ulteriores La Pascua con jóvenes es una «experiencia de paso» que ha de desembocar en una progresiva inserción comunitaria, con la consiguiente celebración propia de las comunidades. Será importante, por tanto, acoger en la comunidad (es decir, dar la palabra y un papel a desarrollar dentro de ella) a los jóvenes que han vivido esa peculiar experiencia pascual.
Desarrollar la «experiencia pascual» No cabe duda que el mejor modo para ello se encuentra en la misma celebración: por un lado, en la profundidad espiritual y calidad celebrativa del encuentro, con momentos y espacios adecuados para la oración y con la personalización de lo vivido; por otro, con un encuentro seriamente anclado en la realidad y con auténticos compromisos para la construcción del Reino a través de la transformación del mundo. Lucha y contemplación, reza uno de los lemas de Taizé: por ahí, unidos ambos aspectos, pasa el desarrollo de la experiencia de la Pascua con jóvenes.
Manuel M. Morilla[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]