[vc_row][vc_column][vc_column_text]Álvaro Ginel pertenece al Consejo de Redacción de —Misión Joven», es director de «Proyecto Catequista» y profesor del Instituto Superior de Teología <<Don Bosco,
SÍNTESIS DEL ARTICULO
4″°’ vida de los jóvenes, la situación socio-cultural actual y los procesos de educación en la fe confluyen en subrayar la importancia de los «tiempos y experiencias especiales». En este contexto sitúa el autor la necesidad de «recuperar las Pascuas con jóvenes», como experiencia celebrativa básica para la maduración en la fe.
Misión Joven 242 (1997), 25-32.
van quedando lejos los ecos de los años 70 y 80 cuando estallaron con fuerza las Pascuas juveniles’, que enseguida pasaron a llamarse Pascuas con jóvenes, para no herir susceptibilidades y no caer en un lenguaje confuso. La Pascua no tiene edad, se decía. Y no es patrimonio de los jóvenes ni de nadie. La Pascua es de todos. Ningún adjetivo puede acaparar el sentido de la Pascua. La Pascua verdadera es de Jesús y de aquellos que con Él quieran caminar. De ahí nació el cambio de nomenclatura y se comenzó a hablar de «Pascua
‘ Se van haciendo ya estudios y tesinas sobre la implantación de las «Pascuas con Jóvenes» entre nosotros. Ver el articulo dedicado a la perspectiva histórica en este mismo número.
26 RECUPERAR LAS «PASCUAS CON JOVENES»
con, «.–jóvenes, adolescentes, adustos, etc. Surgieron, además, otros tipos de celebración de la Pascua, como, estoy seguro, que seguirán brotando nuevas maneras de celebración del acontecimiento pascual.
Nuestra sociedad es sedentaria, está establecida con tendencia a crear grandes aglomeraciones en torno a polígonos industriales o centros de servicios; pero tiene una gran propensión al nomadismo. El nuevo nomadismo es el turismo. Se sale de casa para buscar calidad de vida, novedad. aire puro, nieve, mar, arte, amigos, familia, soledad, montaña, la casa de campo, pueblos y gentes nuevas… Socialmente los días del Triduo Pascual se han cargado de sentido de éxodo o nomadismo, sobre todo en las grandes ciudades. No vacían las parroquias los pocos jóvenes que van a celebrar la Pascua en medio de la naturaleza revestida de fuerza y de explosión primaveral. Lo que vacía no sólo las parroquias, sino las enteras ciudades (al menos las del interior en busca de otros aires, otros soles, otras playas…) es la nueva conciencia social de cómo y dónde vivir esos días de vacaciones de primavera, (que ese es el verdadero sentido que dan a la semana santa muchos hombres y mujeres de hoy). La terminología religiosa («santa») empleada para denominar esta semana no implica darle contenido celebrativo religioso.
Un compromiso nuevo de creyentes testimoniales hoy consiste en permanecer en la comunidad habitual para la celebración de la Pascua: celebrar la Muerte y la Resurrección de Jesús allí donde vivimos y morimos en el día a día de nuestra vida.
En este contexto ambiental es donde quiero reflexionar sobre recuperar las «Pascuas con Jóvenes» 2.
El título ya expresa una intención: recuperar es volver a poseer lo que antes se tenía, y da por hecho que, al menos en algunos ambientes, se ha perdido insistencia en la celebración de la «Pascua con Jóvenes» dentro del itine
rario o proceso de maduración en la fe. Esto parece un paso atrás.
Al hablar de «recuperar» no aludo a la mera recuperación de una praxis, sino a la recuperación del sentido de la «Pascua con Jóvenes» dentro del itinerario de formación en la fe. Sólo para quienes la celebración de la «Pascua con Jóvenes» fue tomada como una moda es posible hoy el olvido y el desuso, o considerarla corno algo más que llega y hay que hacer, o algo que se va perdiendo poco a poco, se va descafeinando y no se percibe ni inquieta ni produce reacciones…
La celebración de las «Pascua con Jóvenes» dentro del itinerario de formación posee una honda riqueza de contenido.
El punto de partida
a educación, y la educación en la fe, es un largo camino. Por lo que sea3, a medida que las naciones se desarrollan, invierten más en educación y alargan los procesos de escolarización obligatoria. No se trata de compararnos con un ayer. Todo lo educativo es complejo y tiene muchos puntos de vista. Apunto constataciones muy evidentes.
Pero sigue siendo insuficiente alargar los tiempos de permanencia en las aulas. En muchas naciones se están imponiendo los stages o prácticas: periodos especiales de concentración de experiencia en un determinado lugar y con unas personas con experiencia práctica. Estos períodos son más breves que la escolarización, pero están cargados de tanto valor que una es
1 Otras reflexiones anteriores sobre este tema las he hecho en: Pascuas juveniles: perspectivas catequéticas, en «Misión Joven» 37-38(1980), 31-37; Celebrar el Triduo Pascual, Edit. CCS, Madrid 1994.
3 No nos detenemos en análisis; preferimos un estilo de evocación y de sugerencia, convencidos de que la enunciación hecha es fácil de demostrar si esa fuera la pretensión del artículo.
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colarización sin contar con los «stages» o «prácticas» no da derecho a tener los diplomas acreditativos de unos determinados estudios.
La mejor tradición eclesial de educación en la fe ha entendido esto muy bien y ha propuesto desde siempre «stages» o «prácticas» para quienes deseaban tomar en serio su «iniciación» en el seguimiento de Jesús. Los nombres técnicos son muchos: ejercicio de la buena muerte, días de retiro, tiempo de desierto, tiempo de silencio, cursillos de cristiandad, ejercicios espirituales, convivencias, experiencias temporales de convivencia en una comunidad monástica, etc.
en plena naturaleza, para conocer y convivir con gente de la misma edad… Todo eso se dará por añadidura. Lo central es el acontecimiento en sí: la celebración del misterio de la muerte y resurrección de Jesús dentro del proceso de formación y maduración de la fe. La celebración de la Pascua no es algo puntual, como una isla en medio de la vida. El ideal es que sea un elemento de especial densidad en el camino de fundamentación en la fe. Un momento que tiene un antes que prepara, y un después que ayuda a asimilar.
Quienes estamos dentro de la realidad de educación de la fe de las jóvenes generaciones experimentamos la necesidad de «alargar procesos» de educación en la fe. Sentimos (¡al menos!) las mismas realidades y dificultades que encuentra cualquier maestro o educador en otros ambientes de educación. Buscamos nuestras soluciones, con una particularidad: en educación de la fe no tenemos un ministerio legislativo que nos imponga unánimemente qué hacer y en cuánto tiempo. Solamente se nos dan grandes líneas de actuación dentro de la comunión eclesial. Las comunidades concretas son las responsables de dar respuestas a sus necesidades. Hay libertad, variedad de caminos y de proposiciones. Pero en todo caso, sentimos la urgencia de responder a problemas que se expresan casi sin querer en frases como: ¡Qué inmaduros están! ¡Cada vez vienen menos preparados! ¡Les cuesta mucho la fe en el ambiente que actualmente se respira! ¡Tenemos que hacer algo/, etc.
La celebración de la «Pascua con Jóvenes» yo la encuentro todo su sentido en la medida que es un «tiempo especial y privilegiado» (un stage o práctica) dentro de «un proceso de maduración en la fe». La celebración-de las «Pascua con Jóvenes» es uno de los momentos más significativos en el itinerarío de fe.
No entiendo la celebración pascual como disculpa para salir unos días de casa, para estar
Celebración pascual y maduración en la fe
específico de un proceso de maduración en la fe, basado en la tradición catecumenal, es: la presentación del misterio de salva ción para ser conocido, el ejercicio de una vida según el evangelio, la celebración y la oración, el compromiso por la realización del Reino en este mundo de hoy (cf. AG 14; CC 83-94).
El documento de base de la catequesis entre nosotros («La catequesis de la Comunidad» = CC) hace mención, de alguna forma, a la celebración especial del Triduo Pascual cuando dice: «Los procesos catequéticos diversos, de jóvenes y adultos, podrán con toda razón concluirse o expresarse en la Vigilia Pascual de las comunidades cristianas con la profesión de fe y la renovación de los compromisos bautismales» (CC 96).
La formulación orienta en dos direcciones la celebración de la Vigilia Pascual (y, por extensión, del Triduo Pascual):
- Conclusión de un proceso de feTenemos que reconocer que esta manera de celebrar el Triduo Pascual no está muy desarrollada en la práctica. Hay comunidades que sí la tienen en cuenta, pero, desde los conocimientos que yo tengo, no es lo más abundante. Se dan aproximaciones a esta postura en
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grupos y colectivos que escalonan la celebración de la «Pascua con Jóvenes» por niveles o etapas. Pero no hay una celebración conclusiva del proceso de fe que converja en la celebración del misterio pascual. Queda aquí abierta una posibilidad pastoral.
- Momento intermedio
Los procesos catequéticos diversos podrán expresarse, dice literalmente el texto, de acuerdo con lo específico de cada proceso. Elementos constitutivos de la diversidad de un proceso pueden ser: la edad, la etapa dentro del itinerario de fe en el que el catecúmeno se encuentre, etc. Es aquí donde hay que situar la gran mayoría de las «Pascua con Jóvenes» que se desarrollan en nuestro entorno.
Un proceso catequético trata de fundamentar la fe (CC 97). Después el catecúmeno podrá participar activamente en la vida y tareas de la comunidad cristiana. Primero hay que poner las bases, consolidar cimientos en cuanto al misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Es cierto que todos y en todas partes celebramos durante el Triduo Pascual el mismo misterio salvador: la vida de Jesús entregada hasta la muerte y la respuesta del Padre que lo resucita de entre los muertos. Pero no todos celebramos lo mismo con la misma profundidad, con la misma riqueza de vida, con la misma experiencia de lo que es la muerte y de lo que es la vida en nuestra existencia e historia. Celebramos la obra de Dios en favor nuestro de una manera histórica: desde las coordenadas en que cada persona se encuentra.
Los jóvenes tienen necesidad específica de abrirse a la muerte y de abrirse a la vida desde su situación concreta, de aceptar y entender su historia como historia de muerte (entrega) y como historia de vida (don). La vida del joven y su momento de maduración en la fe son los factores que dan tono y originalidad a la celebración de la «Pascua con Jóvenes». Dicho de otra manera, si se admite unos rasgos característicos en la formación y catequesis de los jóvenes (CC
248), éstos mismos nos llevan a plantear una celebración característica. No parece muy lógico que a los jóvenes los estemos tratando de manera concreta y específica en la catequesis y en la celebración entren sin más a formar parte «del común». Es cierto que esto se puede decir ,y extender a otras etapas de la vida con igual o más fuerza. Ahora hablamos de jóvenes. Es aquí donde quisiera abundar en una reflexión más detenida para profundizar el sentido de celebración especial de la Pascua.
2.1. Celebramos lo que vivimos
a vida de cada persona humana es una vida de entrega y de apertura al futuro. Ahí es donde nos perdemos o ahí es donde encon tramos el sentido verdadero para vivir a pleno pulmón y con alegría.
Creo que la celebración del Triduo Pascual en un ambiente especial y con un grupo que presente rasgos de homogeneidad (edad, momento en el itinerario de fe …) es un kairós -tiempo santo, tiempo cargado de significación salvífica- para el grupo y para la persona singular.
El Tilduo Pascual acentúa la celebración. Todo parte y todo se desarrolla en tomo a las grandes celebraciones que se inician con «La cena del Señor» el Jueves Santo y terminan en la «Gran Vigilia Pascual» al amanecer del Domingo de Resurrección. Estas celebraciones tienen la característica de ser celebraciones del misterio central de la fe, no reflexiones ni teorías sobre la muerte y la vida. Misterio éste tan denso que sólo podemos aproximarnos a él como por partes o en dosis, sin que las partes nos impidan ver la totalidad del misterio. En realidad el Triduo Pascual es una única celebración prolongada en un espacio de tiempo de tres días.
Es la Iglesia en su liturgia la que convierte en una larga celebración el silencio, el ayuno, el gesto„ el simbolismo, la oración, la procesión, la dramatización… Y es aquí donde está la
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aportación original del Triduo Pascual al proceso de maduración en la fe: el punto de partida de toda reflexión y el punto de llegada es la celebración. La experiencia de una «Pascua con Jóvenes» es la vivencia de unos días en los que todo lo que se hace es celebración.
Muy a menudo, o siempre, el proceso de maduración en la fe tiene como punto de partida la reflexión teórica y teológica desarrollada a lo largo de un «instrumento o método catequético». El Triduo Sacro invierte los planos y nos sitúa en otra perspectiva. El componente celebrativo y oracional, propio de todo proceso de educación en la fe, se convierte en eje central.
Desde esta perspectiva, la celebración de la «Pascua con Jóvenes» dentro del itinerario de educación en la fe es un momento privilegiado para poner de relieve las normas derivadas del carácter didáctico y pastoral de la liturgia (cf. SC 33-36). «Aunque la sagrada liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel» (SC 33).
- Los ritos
«Deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles; adaptados a la capacidad de los fieles, y en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones» (SC 34, las cursivas son mías). No hace falta añadir nada más. Bastaría confrontar las diferentes praxis con estas palabras conciliares para quitar o poner aquello que realmente conduce a la comunidad celebrante a «comprender fácilmente y participar por medio de una celebración plena, activa y comunitaria» (SC 21). Para todo esto no hace falta salirse del misal, sino adaptar, es decir, recrear el misal teniendo en cuenta la comunidad celebrante.y no perdiendo de vista la totalidad de la comunidad cristiana. La comunidad es siempre el origen y la meta de todo proceso catequético (CC 253).
Las «Pascuas con Jóvenes» tienen que cuidar la celebración mucho más que los momentos de debate, que tendrían que ser parcos, y centrarse más en el silencio, en la narración, en el compartir, en la celebración en sí. No se educa ni en la fe ni humanamente con chapuzas y con improvisaciones. Lo que se hace y cómo se hace es factor determinante de educación y sensibilización a la celebración del misterio revelado por Dios. Tan importante es el qué se hace como el cómo se hace. Las dos cosas son educativas y creadoras de un tipo concreto de creyente. Será oportuno no argumentar con casos concretos objetivamente deficientes. Inmediatamente se pueden poner otros casos válidos. Lo importante es ir al fondo de la argumentación: por qué hacemos lo que hacemos y con qué intencionalidad dentro de un itinerario de educación en la fe.
El Triduo Pascual está tejido de celebraciones que se prestan para una catequesis más directamente litúrgica (SC 35,3), o explicación del significado de determinados ritos. En todo caso, habrá que velar para no convertir la celebración en mera explicación. Hay que dar pistas y dejar que los gestos hablen por sí mismos, sin querer explicarlo todo. Al obrar así, se evitará hacer de la celebración una representación plana. El misterio forma parte también de la vida personal y de la vida de fe. Y el misterio culmen de Dios es el que celebramos en la liturgia del Triduo Sacro.
- La primacía de la Biblia
El Triduo Pascual está cargado de abundancia de lecturas de la Biblia. Es vana la pretensión de acercarse a la celebración pascual olvidando la Biblia. Por encima de la palabra de los catequistas y de los autores que construyen métodos e itinerarios de educación en la fe, está la Palabra revelada. Especialmente rica y pedagógica es la Vigilia Pascual. Muchas veces se acorta la proclamación de los grandes acontecimientos de salvación por cuestiones de tiempo. Es un punto a revisar.
3U RECUPERAR LAS «PASCUAS CON JOVENES»
Claro, todo esto puede ser «flor de un día» si no existe un antes y un después de la celebración del Triduo Pascual. En estos días se ofrecen «concentrados de celebración y de oración». Todo concentrado necesita, para su asimilación, una prolongación en el tiempo, un más allá del momento presente. Esta es la dinámica de complementariedad de elementos: ni podemos vivir a base de concentrados, ni podemos vivir a base de «momentos planos». El arte de trenzar ambas realidades es lo que nos dará consistencia.
2.2. Experiencia eclesial
celebración de la «Pascua con Jóvenes» es una experiencia eclesial única. Muchos de los catecúmenos hoy no tienen oportu nidad de vivir una experiencia eclesial en «tiempo ordinario». Los límites de horarios y espacio, la división en grupos, la escasa participación en las celebraciones de la comunidad de aquellos que se preparan para insertarse en ella, el rechazo a un tipo de «comunidad cristiana» que se percibe como «comunidad compuesta por mayores» y con poca sintonía con la gente más joven, etc… hacen que muchos jóvenes hoy no tengan como experiencia positiva de vida comunitaria cristiana más que el grupo, la sección de catequesis en la que están o la vida del o de los/as catequistas.
La celebración de la «Pascua con Jóvenes» ofrece una oportunidad, (limitada en cuanto a tiempo y significado, pero experiencia válida), para muchos jóvenes que ponen en su historia personal la celebración de la Pascua como referencia central y fundante de algo nuevo y posible en el seno de la comunidad cristiana. Estos mismos jóvenes, con el paso de los años, reconocerán que es una referencia que hay que superar y corregir; pero, en todo caso, inmensamente válida y significativa en un momento preciso de la propia vida y evolución personal. Y válida porque en su circunstancia concreta
ofrece fuerza para seguir caminando y descubriendo al Señor Resucitado y a la Comunidad por Él inaugurada.
Abrirse a otros, convivir, relacionarse, jugar, reflexionar juntos, palpar que hay jóvenes en la misma onda y buscando en la misma dirección, celebrar y orar… es todo un conjunto, una atmósfera que entra en la historia de la persona dejando huellas.
Puede que haya animadores y responsables de animar «Pascua con Jóvenes» y adolescentes que resten valor a la experiencia humana y cristiana de este encuentro acentuando o potenciando la fibra del sentimentalismo u otros aspectos a los que la edad de los participantes da pie. Hay que considerar que actuaciones así son imperfectas y no tienen claro el objetivo que se pretende.
Un encuentro de Pascua como experiencia de comunidad cristiana, tiene que potenciar las dimensiones que el NT nos proponer como esenciales de la comunidad: la celebración de lo que Dios ha hecho en favor nuestro, el servicio entre los hermanos, el reconocimiento de la obra de Dios y del don de Dios en el otro, la acogida y el perdón, el compartir lo que se es y se tiene -también material-, la escucha de la palabra, la invitación a ser luz y sal, la celebración y la oración… Y todo esto dentro de los límites de una edad, de un espacio y de una situación de excepción.
Muchos están tentados de mirar la experiencia eclesial de la «Pascua con Jóvenes» «con malos ojos» por las imperfecciones (sentimentalismo, ambiente artificial = no de la vida real, edad de los participantes que lleva a cargar de sentimentalismo muchas relaciones…) que sus ojos ven. Quizás se pierde de vista que cada tiempo tiene su afán. El afán de mañana hará descubrir la verdad y los límites del afán de hoy. Pero el hoy necesita esto para encaminarse y afrontar el mañana.
Lo importante es que al final de la «Pascua con Jóvenes» éstos sean capaces de expre
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sar que han tenido la experiencia de sentirse y vivir felices celebrando, orando, haciendo silencio, reflexionando, sirviendo, compartiendo, ocupándose del otro, confrontándose con los demás, descubriendo en su momento histórico que hay una manera de vivir según el evangelio y ésta produce felicidad, gozo, ganas de vivir, en definitiva, vale la pena y vale una vida lanzarse a vivir así: pascualmente.
Pero lo que realmente va a quedar en la memoria de las personas reunidas allí no será tanto los materiales utilizados, cuanto el estilo de vida y convivencia alcanzados, es decir, la experiencia de comunidad eclesial realizada, la vida vivida. Preparar materiales y olvidarse de lo que es el clima comunitario es perder de vista una dimensión fundamental en la maduración de la fe.
También la experiencia de amistad y de enamoramiento de primera juventud es algo significativo y es vida que hay que tomar en las manos. No es cualquier cosa esta experiencia que se suele producir en algunos grupos, favorecida por el clima de sinceridad y de apertura a lo religioso que se crea. Los animadores despachan, a veces, estos acontecimientos con expresiones como «los típicos enamoramientos y tonteos de adolescentes»… Visto desde el adulto puede ser (es) así. Visto desde la realidad del adolescente y del joven las cosas cambian: es toda su vida la que experimenta una realidad nueva que le conmociona y hasta le paraliza. Y éste sí que es un paso, una «pascua real», un acontecimiento en su vida. Tiene lugar justamente en el momento de celebrar la Pascua de Jesús. Con mucha probabilidad no será » la pascua definitiva», pero es un paso que le da experiencia y riqueza para el futuro. La pascua del adolescente parece que no interesa al adulto o no la sabe integrar y celebrar (¿porque da miedo todo lo del amor?) junto con la de Jesús. Como si sólo se hubiera ido a celebrar la Pascua de Jesús, sin caer en la cuenta de que celebrar la Pascua de Jesús tiene que ver con celebrar «nuestra pascua». Todo lo de Jesús nos afecta y hace que podamos celebrar nuestra vida de hoy con Él para gloria del Padre. Nuestra historia es historia santa. Todo lo que nos pasa tiene visos de muerte y de vida y es para alcanzar la Vida.
Tiempos especiales
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ce algún tiempo me interrogaba de esta manera: Encuentros con jóvenes: ¿vale todo?4 En línea con lo que allí sugería, creo que la «Pascua con Jóvenes» es uno de los tiempos significativos dentro el itinerario de maduración de la fe.
La tradición educativa de la comunidad cristiana se ha regido, y se rige actualmente, por una pedagogía de la significatividad del tiempo. Hay un tiempo ordinario, un tiempo de adviento y navidad, de cuaresma y de pascua, con caracteristicas peculiares cada uno de ellos, con lecturas bíblicas propias y con sugerencias de praxis cristiana que se han ido popularizando y cada país ha asimilado con mayor o mejor fuerza. Además no podemos olvidar los tiempos personales que cada uno juzga oportuno tomarse.
La expresión «tiempos especiales» describe aquí un período de tiempo, más bien breve, en el que la persona vive de manera concentrada, por circunstancias concurrentes que se dan, una experiencia de vida que le abre a descubrir realidades de su persona que, poco a poco, tendrá que asimilar y consolidar en el proceso de maduración integral que es la tarea de ser persona.
Las cosas importantes tardan en salir del corazón; brotan al final; hay que dejar pasar tiempo, mucho
Una «Pascua con Jóvenes» es más que preparar unos materiales y tenerlos muy bien presentados para consumirlos. Eso puede salvar a los animadores el momento concreto.
a Cf. «Misión Joven,>, 197(1993), 15-22. Remito también a una breve reflexión Tener tiempo, en «Proyecto Catequista» 52(1991), 26-27.
.3L RECUPERAR LAS «PASCUAS CUN JUVtNtb»
tiempo. Cuando estamos con prisas no nos atrevemos a abrir determinados archivos que guardamos interiormente. No vale la pena hacerlo; no arriesgamos que se nos tome a la ligera algo que para nosotros es importante, algo donde nos jugamos el ser o no ser. Dar tiempo a lo que queremos, a lo que buscamos, a lo que llevamos en el corazón, a lo que vemos como en niebla, a la palabra que se nos dirige y no logramos entenderla, al misterio que nos zarandea toda seguridad y nos pone al borde del abismo («me lanzo por el camino de la fe o no me lanzo»), etc., es algo que acontece en los tiempos especiales como el de la «Pascua con Jóvenes».
El itinerario de educación en la fe pide tiempos especiales para que broten las preguntas que lo ordinario vela o no deja aflorar. En la «Pascua con Jóvenes» la fuerza reposa en la incidencia que tiene en la persona lo vivido en este espacio de tiempo. El proceso de maduración ordinario de fe va sembrando, cultivando y despertando aspectos de la vida cristiana. El encuentro pascual potencia y favorece la explosión o la apertura a dimensiones experienciales, al sentido de la vida y de las vidas de los otros, al simbolismo como realidad única para decir lo indecible, a la celebración…
No decimos que el trabajo diario y silencioso de las reuniones semanales en los lugares de vida ordinaria no tengan valor en el camino de maduración de la fe. Todo ese mundo forma el antes del tiempo especial. En la convivencia de la celebración pascual introducimos una ruptura con lo ordinario: el lugar de encuentro, el entorno de personas, las comidas, las maneras de vivir habituales en la familia, los horarios, las amistades, la universidad, el trabajo… La ruptura favorece y crea condiciones para una experiencia de vida que interroga o deslumbra o lleva más allá…
La experiencia de un tiempo especial no es matemática. Por el hecho de «romper la cotidianidad’ no se sigue inmediatamente una «vivencia significativa» para la persona. Ésta depende de muchos factores que se escapan de las manos, no son controlables; forman parte del mundo interior y libre de cada persona. Siendo esto verdad, sí que es importante que los responsables y animadores busquen intencionadamente las condiciones que «en buena lógica» lleven a que los jóvenes alcancen una experiencia significativa.
Enumeramos algunas: el lugar y la infraestructura, los detalles fomentan una convivencia educada y res
ponsable, la preparación, cuidado y realización de lo que se hace, la participación de todos en todo, etc.
Pero quiero insistir en un aspecto: la presencia de adultos y animadores. Una «Pascua con Jóvenes» tiene una intencionalidad educativa dentro del itinerario de maduración de la fe. Por eso es de vital importancia la presencia de animadores y de adultos significativos. Una de las cosas que más interroga a las personas (¡y a los jóvenes!) es la vida de otras personas. La calidad de vida de los otros es la que cuestiona mi propia calidad de vida. Es importante cuidar en las «Pascuas con Jóvenes» el equipo de adultos que en ellas participa. Los jóvenes necesitan confrontar y verificar en otras personas de franjas de edades superiores a las suyas que es posible vivir «`en resucitado», que «el mensaje de Jesús es llevado a cabo concretamente por hombres y mujeres al alcance de la mano», que están «embarcándose en un estilo de vida que otros ya han elegido y siguen en él con alegra y plenitud»… Recuerdo la lección que recibí en una Pascua de un joven de 20 años que al ver la presencia de matrimonios con hijos se me acercó para decirme: «O sea, que este rollo de la Pascua de Jesús no acaba cuando te confirmas… Veo que están aquí con sus hijos R. y V Quiere decir que después de casarte y todo puedes seguir en estas cosas… Yo creí que venir a la Pascua era sólo cosas de jóvenes que se van a confirmar».
Conclusión
D
«lJesde muchos puntos de vista, las «Pascuas con Jóvenes» son una etapa importante dentro del itinerario de maduración en la fe. Hemos señalado algunos. La reflexión queda abierta. Y sobre todo la apelación a los animadores y responsables de la educación de la fe de adolescentes y jóvenes. Son éstos los que tienen que situarse y saber qué proponen y por qué a los catecúmenos. Recuperar la celebración de las «Pascuas con Jóvenes» es una invitación a revisar los itinerarios de fe que proponemos y los momentos significativos que elegimos.
Álvaro Ginel
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