[vc_row][vc_column][vc_column_text]Cada vez más, casi como autómatas, con dinero en el bolsillo o tarjeta en la cartera, nos lanzamos al vacío del inconsciente consumo. Antes de comprar los distintos productos, nos preguntamos, a veces, por la relación precio-calidad. Pero, ¿nos hemos planteado la relación precio-calidad-justicia? Por falta de información, no caemos en la cuenta de que al consumir determinados productos de las multinacionales estamos cooperando a mantener la explotación de pequeños productores del Sur; o que precisamente esos productos son tan baratos porque en su fabricación se ha utilizado mano de obra infantil. Según datos de Le Monde Diplomatique (Diciembre, 1993), mientras que en Europa el sueldo de un obrero ronda las 1.200 ptas./hora, en Marruecos es de 133, en Polonia de 65, en la India de 51 y en Filipinas de 25. Así es fácil entender que los beneficios sirven para enriquecer a una minoría.
Existe hoy la posibilidad de transformar progresivamente el comercio tradicional por uno más justo. En concreto, existe ya el comercio justo y solidario, también llamado comercio alternativo. El principio fundamental del comercio justo consiste en garantizar a los productores del Sur una compensación justa por su trabajo. En el comercio tradicional este objetivo es obstaculizado por las ganancias abusivas de los intermediarios locales o internacionales. El comercio justo, pues, consiste en distribuir los productos, comprados directamente a los campesinos y artesanos del Tercer Mundo, de manera que sean ellos los que se beneficien. Este tipo de comercio justo nació en Holanda y allí se fundó la primera cooperativa de importación. Por los años 70, el modelo de comercio equitativo se extendió por numerosos países europeos, creándose la EFTA, European Fair Trade Association, con el objetivo de estimular la cooperación, brindar un apoyo conjunto a los productores y luchar por la adopción de los principios del comercio justo en prácticas comerciales europeas.
El comercio justo se fundamenta en los siguientes principios:
- El salario de los trabajadores debe ser digno y en condiciones de salubridad y horarios adecuados.
- El grupo productor debe garantizar y promover la igualdad entre el hombre y la mujer.
- El grupo local o cooperativa debe destinar parte de sus beneficios a proyectos sociales, es decir, a proyectos de desarrollo organizativo y a mejorar la vida de los asociados: crear guarderías para los hijos de trabajadores, proporcionar formación, herramientas, asistencia sanitaria, transportes, etc.
- El grupo local debe tener un funcionamiento democrático. No se acepta el trabajo infantil, que explota a los menores.
- La producción debe respetar el medio ambiente. El producto debe ser de calidad.
- El 50% de cada pedido se paga por adelantado: este aspecto es de suma importancia para los campesinos porque, si entre una y otra recolección, se quedan sin dinero y no cuentan con otras fuentes de ingresos, se ven obligados a recurrir a usureros locales.
El comercio alternativo es una iniciativa reciente, que todavía está estructurándose y tratando de consolidarse. Actualmente se pueden obtener productos de este comercio en las tiendas solidarias, unas 2.500 en Europa y, en concreto, 50 de ellas en España. Estas tiendas venden productos que proceden de pequeñas cooperativas del Tercer Mundo; informan a los clientes; organizan campañas para explicar los efectos positivos del comercio justo, etc. Existen algunas ONGs que tienen tiendas de este tipo, como SETEM o la Asociación Rubén Darío.
En resumen, sabremos comprar considerando la relación precio-calidad-justicia, en la medida en que seamos capaces de pensar en las consecuencias positivas que de ello se derivan. ¡Aprendamos a ser consumidores responsables!
FERNANDO y MARISA (Soria)[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]