La Cultura Flash

1 enero 1998

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Me fascina el surf, ese veloz galopar sobre la espu­ma para, sorteando las incesantes corcovas de la mar, deslizarse por el tobogán escarolado de las rompien­tes olas (…).
La ligereza es un sueño permanente del ser huma­no, un espejismo de omnipotencia y ubicuidad. Hay que ir rápido, más rápido.
Ahora no sólo podemos hacer surf en el mar. Tam­bién podemos hacerlo en Internet, atravesando velo­ces las páginas, los foros, resbalando desde una bi­blioteca a un banco de datos, de Singapur a Toronto, de la ciencia a la superstición, del chiste a la tragedia, del heroísmo a la infamia. Hemos descubierto una nueva manera de tratar la información: el vértigo.
Como todas las ebriedades, ésta también nos em­ponzaoña con su facilidad. ¿Qué nos queda después de surfear por la información? Un bobo espejismo de sabiduría. Los ojos son confundidos por la prisa. Em­pezamos a despreciar todo aquello que nos exige tiempo. El director de un prestigioso programa televi­sivo de divulgación científica me dice que tiene que framentar mucho el programa porque el espectador no aguanta más de dos minutos concentrado en un tema. En EE.UU. se considera que las buenas inter­venciones durante los debates políticos televisados no deben durar más de siete segundos. Pierre Bour­dieu, en su libro «Sobre la televisión», recién publica­do por Anagrama, hace una crítica del pensamiento veloz: «La TV privilegia a un cierto número de «fast thinkers» que proponen «fast food» cultural, alimen­to cultural predigerido, prepensado». Los artistas ya inventaron hace unas décadas el «fast art». (…).
Esta seducción de lo apresurado, esta fascinación por el clip, la consigna, el eslogan, la frase contunden­te, el repente ingenioso, el cómic, llega a lo hilarante. Sesudos investigadores atribuyeron el éxito electoral de Eisenhower a la invención de un eslogan que aún se estudia en las Facultades de Información: «I like Ike». como puede verse, todo un programa político. Y Jacques Séguela pasará a la historia por haber llevado a Mitterrand al poder con una frase: «La force tran­quille».
Acabo de leer el libro de Howard Rheingold, «La comunidad virtual» (Gedisa). El autor, un especialista
de prestigio, dice cosas de una ingenuidad esperpén­tica. Afirma que conectado a la red unos pocos minu­tos al día durante unas cuantas semanas consigue «integrar más conocimientos sobre un tema de los que habría conseguido estudiando una carrera uni­versitaria».
Leo en un libro titulado «Ten Seconds That Will Change Your Life» el resumen del ideal de la cultura flash: «Este libro le enseña cómo ser doblemente feliz, sano, desbordande de energía, seguro de sí mismo, capaz y libre de inquietud. No requiere que usted si­ga ningún penoso esfuerzo físico o mental». Mis alumnos tragan lo que sea para «colocarse» por la vía rápida. Están en la onda.
 
La sabiduría del tiempo
Hay un tiempo para cantar y otro para callar, hay un tiempo para sembrar y otro para recoger. Tal vez el maíz y las peras y las discretas patatas que cultivo sean buenos maestros de la temporalidad. Necesitan del riego oportuno y del madurar lento. La naturale­za tiene sus propios ritmos, explosivos como el flore­cer del hibiscus, encalmados como el granar del trigo, solemnes como el despliegue poderoso de la sequoia. Lo mismo ocurre con los asuntos humanos. Uno es el «tempo» de la ocurrencia y otro el de la argumenta­ción. La consigna es breve, el razonamiento largo. La comprensión súbita, pero el aprendizaje lento. El ena­moramiento fulgurante, el amor cuidadoso.
Hay que ser rápido en responder a la injusticia. Hay que ser paciente al escuchar. Hay que ser veloz en ejecutar lo decidido. Hay que tener calma para de­cidir. La eficacia es rauda, la ternura lenta. La prisa corta por lo sano, precinde de las formas, no se anda con contemplaciones, va derecha al grano. Pero esa óptica del apresuramiento es ciega para los valores de aparición pausada, entre los cuales se encuentran la verdad y ciertos tipos de belleza. Vistas a la carrera, todas las cosas son de usar y tirar. El sagaz Aristóte­les decía que no se pueden experimentar muchos amores verdaderos, «porque la amistad necesita tiempo».
 
JOSÉ ANTONIO MARINA «ABC», 28.11.97
 
PARA HACER
1. ¿Qué nos llama la atención de ese texto? ¿Con qué estamos de acuerdo y con que no?
2. ¿Podemos aportar más datos de la cultura flash? ¿Cómo vivimos nosotros? ¿Cuáles de esos datos se dan también en nosotros? ¿Con qué consecuencias?
3. Los dos últimos párrafos son monumentales. ¿Qué nos llevan a hacer?
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