[vc_row][vc_column][vc_column_text]Desde siempre, el arte y la vida han guardado una ambigua relación, unos lazos de atracción y rechazo connaturales a la propia naturaleza de lo estético que, por añadidura, se estrechan y se complican cuando nos enfrentamos a modos de expresión como el cine, fundados, precisamente, en la reproducción fotográfica de una realidad previa. En el ámbito del séptimo arte, aún a riesgo de pecar de esquemáticos, podemos diferenciar dos actitudes básicas ante este inevitable noviazgo pasional: la de aquellas películas que aluden a la realidad eludiéndolas, escapando de ella mediante la creación de historias y mundos donde triunfa lo funcional o la idealización placentera del tiempo, ya sea presente, pasado o futuro; y la de aquellas otras obras con la mirada dirigida al ojo del huracán, al centro mismo del ser humano, en un intento de desentrañar el sentido o el sin sentido del existir.
No quiero que se me entienda mal: una película de género (un thriller, una comedia, una pieza de dibujos animados, etc.) puede proponer (es más, propone) de modo simbólico e indirecto, una cierta forma de enunciado sobre la vida y el contexto en el que se produce, incluso cuando sus imágenes circulen aparentemente por derroteros inapropiados para tal efecto (ya hemos analizado en esta sección suficientes películas desde esta perspectiva). Lo que debo constatar es que, puesto que cualquier película supone, consciente o inconscientemente, por obra o por omisión, una toma de postura ante el aquí y el ahora del mundo, en nuestro caso, preocupados como estamos por la educación, hemos de prestar una atención preferencial a aquellas obras que nazcan con la intención valiente, premeditada y expresa de posicionarse, de plantarle cara a la vida, de urgar en las entrañas de lo que somos sin acudir a ningún tipo de concesión, subterfugio o importación retórica. La mirada de Ulises, Underground y Before the rain pertenecen a este grupo selecto y descarnado.
La guerra de la antigua Yugoslavia tal vez sea el hecho histórico más sangrante de este fin de siglo. La naturaleza fratricida del conflicto, la proximidad física de la contienda a nuestra propia realidad física y moral (esa quimérica Europa Unida que, sin embargo, se ve distorsionada por el repliegue constante a la que la someten los nacionalismos mal entendidos), la crueldad desatada, suficiente para poner en solfa cualquier consideración optimista sobre la condición humana: todos estos argumentos y muchos más han hecho del avispero de los Balcanes una durísima prueba del nueve de los pies de barro sobre los que se asienta nuestra civilización.
En torno a estos hechos terribles, el cine europeo más reciente ya nos ha proporcionado al menos tres obras magnas, todas sugerentes o implacables, a un tiempo terribles y bellísimas las tres. Entre las tres destaca, por derecho propio, La mirada de Ulises, destinada a convertirse en una de las mejores obras de la década; una indiscutible joya en la que el recorrido a través de esa Europa en descomposición que se extiende más allá de los Balcanes (un director de cine atraviesa Macedonia, Bucarets, Belgrado y, finalmente, una Sarajevo en guerra, a la busca de una película perdida) va acompañado de una aguda reflexión sobre el futuro del cine, sobre la necesidad de que la cámara recupere la inocencia perdida y regrese a la realidad como fuente de inspiración y compromiso.
Underground, del cineasta serbio Emil Kustùrica indaga desde dentro en las profundas raíces del conflicto de la ex-Yugoslavia. Para ello se sirve de un lenguaje cinematográfico deformante que es, a la vez, el mejor reflejo de la realidad desquiciada que retrata: la estética de lo absurdo, la constante incursión en el relato de lo grotesco y lo surreal, la suciedad lírica, la violencia y el humor negro se revelan, en este film sorprendente, como los instrumentos ideales para expresar la atmósfera existencial terminal de todo un pueblo.
Para el final he dejado Before the rain, a la que probablemente vuelva en otro número de esta revista. A través de tres historia que acaban por componer un apasionante relato de tiempo circular, Before the rain trasciende el análisis de una lucha étnica particular (el enfrentamiento entre albaneses y macedonios) para sumergirse desde allí en las profundas y estancadas aguas de la violencia universal, de la violencia como principio rector de las relaciones humanas. La conclusión de Manchevski no puede ser más certera: La violencia (¿inevitable?) siempre es, por principio, en última instancia, se mire por donde se mire, en cualquier contexto, desmedida y equivocada.
JESÚS VILLEGAS
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