Fue por estas fechas, 142 años atrás en la Historia, nuestra historia. Una otoñal tarde del noviembre turinés, allá por el día 11 de mes, la hoy Basílica en honor a nuestra Madre Auxiliadora se vestía de júbilo y fiesta porque se celebraba un evento de especial significatividad en el desarrollo de la misión salesiana, aún en sus primeros pasitos de vida: los primeros misioneros salesianos partían allende los mares, camino de Argentina. Don Bosco pudo ver realizado cuanto soñó en su infancia respecto a los límites ilimitados, sin fronteras, de su acción educativo-pastoral. Unos cuantos días antes de esta especial fecha, estos apóstoles de la Buena Nueva fueron recibidos por el Papa Pío IX, recepción en la que recibieron la bendición pontificia para el buen desarrollo de la misión encomendada. A los tres días de la celebración en el corazón del Valdocco salesiano, estos embarcaban en Génova para poner rumbo al “nuevo mundo”. Al frente de este grupo de jóvenes misioneros estaba Juan Cagliero, tan querido por Don Bosco, primer obispo salesiano que llegaría a formar parte del colegio cardenalicio; en la actualidad, venerado como siervo de Dios. Entre las pías recomendaciones de nuestro padre, quisiera subrayar la que seguramente más hondo caló entre los diez primeros enviados: “Hagan lo que puedan. Dios hará el resto. Confíen todo a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. Verán lo que son milagros”. El milagro en salesiano implica donación total de sí mismo y confianza plena en Jesús y María, pilar y sostén de nuestra fe.
Hasta aquí el relato histórico, la sucesión de hechos. Ahora bien, transcendiendo el acontecimiento, late un sentido profundo de lo que significó y significa lo que cada año recordamos en el mes de noviembre: Don Bosco tenía un corazón misionero. Es cierto que la misión propicia el primer anuncio de lo que mueve nuestro corazón a darnos a los demás. No es menos cierto que la vida en clave misionera exige de nosotros una actitud de fiel testimonio a quien nos envía a ser su rostro entre los destinatarios por Él confiados. El contenido de nuestro anuncio no es palabra humana, sino Palabra de Dios hecha vida en Jesús de Nazaret. Nuestro anuncio va más allá de nosotros mismos y nos obliga a ponernos siempre en camino. Somos enviados para anunciar lo que Dios quiere transmitir a todos los hombres y mujeres del mundo. En este sentido, en tanto que misioneros entre los jóvenes, nos sentimos cooperadores de Dios. Hoy también asumimos el desafío de estar presentes entre nuestros destinatarios para ser primer anuncio. Hoy somos prolongación en lo local de esa primera expedición misionera desde nuestro humilde servicio de acompañamiento a los jóvenes, en los distintos ambientes pastorales de nuestras casas. Hoy nos sentimos agradecidos por sabernos llamados a ser cooperadores de Dios entre los jóvenes, haciendo lo que buenamente podemos y confiando plenamente en Aquel que nos llama y envía, en Aquella que nos estimula con su ejemplo a estar, con generosidad y corazón receptivo, cerca del Señor.
La Familia Salesiana vive continuamente en camino, en fidelidad a las grandes intuiciones pastorales de Don Bosco, atenta a las nuevas necesidades materiales y espirituales de los destinatarios de nuestra misión. La Familia Salesiana es misionera, porque ese impulso evangelizador lo lleva en su particular ADN carismático, porque la misión forma parte esencial del desarrollo de nuestro discipulado. La misión que se nos ha confiado nos lleva a compartir nuestra vida y nuestra fe con los jóvenes, a servir al Señor en ellos para que el hambriento sea saciado y el sediento vea colmada su sed. No lo hacemos en soledad, sino arropados por una comunidad creyente que nos acompaña, alienta y participa de nuestras inquietudes y dificultades. En esto radica el sentido de familia del que tanto hablaba nuestro padre fundador. Y este espíritu de familia como comunidad creyente misionera lo hacemos visible desde el sentido real de pertenencia a la Comunidad Educativo Pastoral de nuestra obra, conscientes de que la misión es común, los destinatarios son los mismos y es el mismo Señor el que a todos nos convoca y envía. Como misioneros suyos al servicio de los jóvenes. Como cooperadores de Dios entre los jóvenes.
Sergio Martín Rodríguez
Salesiano Cooperador y educador salesiano en el colegio de Barakaldo (Bizkaia)
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