Hace unos días viajaba a Santiago de Compostela, algo que últimamente hago tres o cuatro veces al mes, acompañado por un director de un colegio de Lugo y en la conversación que llevábamos por el camino me decía que desde nuestro puesto de dirección «sólo se ven agujeros». Yo coincidía con él en muchas cosas, pero es necesario mirar más allá de los «agujeros» porque en nuestros centros educativos hay realidades maravillosas, sorprendentes, incluso «milagrosas».
Días después de esta conversación me vino a la mente la realidad juvenil y pensé que en ocasiones vemos muchos «agujeros» en los jóvenes, y más cuando no somos capaces de levantar nuestra mirada miope y desesperanzada. Son muchos los que sólo ven «agujeros» en la vida de los jóvenes, o sea, que sólo ven problemas y que parece que esta generación está perdida y todo son lamentaciones: «Los jóvenes son no sé cómo… no van a no sé qué celebraciones, ni a no sé qué actividades de no sé qué tipo…» Pero… ¿es sólo un problema de los jóvenes? ¿No será que los adultos también somos así y nos estamos excusando en los jóvenes o, peor aún, no será que muchas veces los adultos actuamos como adolescentes o eternos jóvenes?
Es cierto que a lo largo de la historia muchos han visto en los jóvenes personas «llenas de agujeros» y problemas, pero también ha habido otras personas que han sabido confiar en ellos y donde algunos sólo veían «delincuentes», otros veían personas. Entre estos últimos algunos seguían los pasos del Maestro, de Aquel «pasó haciendo el bien» y confiando plenamente en las personas para mostrarles el amor incondicional e ilimitado que Dios les tenía. Quizás hemos tenido épocas en las que la visión negativa de la realidad juvenil ha marcado nuestro enfoque eclesial, y no sé si también salesiano. Pero nosotros como educadores de los jóvenes, hijos de un soñador, aguerrido defensor de los jóvenes, no podemos ver el vaso medio vacío, tenemos que verlo medio lleno; ¡no podemos ver sólo agujeros! ¡Tenemos que ver oportunidades, iniciativa, futuro, esperanza, ilusión, creatividad, ganas de cambiar el mundo, energía, vitalidad…! Y esto es lo que tantos jóvenes nos muestran día a día, por eso ¡vayamos más allá de los «agujeros» que vemos cada día y sigamos apostando por los jóvenes!
Es más, hoy la Iglesia y los salesianos queremos escuchar a los jóvenes, porque seguimos creyendo que ellos tienen algo que decir y que aportar a nuestra sociedad. El Papa Francisco les invitaba a hacerlo con las siguientes palabras:
«Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores. San Benito recomendaba a los abades consultar también a los jóvenes antes de cada decisión importante, porque “muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor” (Regla de San Benito III, 3)». (De la Carta del Santo Padre Francisco a los jóvenes con ocasión de la presentación del documento preparatorio de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos)
Óscar Bartolomé Fernández