Saliendo hoy de clase me quedé hablando en privado con una alumna corrigiendo una actitud que se llevaba repitiendo en las últimas semanas. Estaba intentando razonar con ella su comportamiento y cómo afrontaba las clases, cómo su comportamiento le estaba perjudicando en el rendimiento académico y en el trabajo que estaba realizando en el aula. Ciertamente, reconoció que podía mejorar pero se marchó un tanto contrariada diciendo “¡Tienes razón… pero yo no soy la única!” intentando justificar su actitud con el comportamiento de otros. Quizás no serías la única pero, para mi, en ese momento, eras la más importante.
No pude evitar recordar esta historia que comparto con vosotros:
Como cada mañana, el hombre se despertó y bajó a pasear por la playa. A diferencia de otros días la orilla estaba repleta de miles de estrellas de mar que se extendían a lo largo de toda la costa. Pensó que ese curioso fenómeno sería consecuencia del mal tiempo y el viento de los últimos días. Se sintió triste por todas aquellas pequeñas criaturas. Sabía que las estrellas de mar tan sólo viven 5 minutos fuera del agua.
El hombre continuó caminando absorto en sus pensamientos. De repente se encontró con un niño pequeño que corría de un lado a otro de la arena. Tenía la cara sudorosa y los pantalones remangados.
– ¿Qué estás haciendo? – Le preguntó el hombre
– Estoy devolviendo las estrellas al mar, – contestó el niño – Junto todas las que puedo y las lanzo más allá de la rompiente para que no vuelvan de nuevo a la arena.
– Ya veo – contestó el hombre – pero tu esfuerzo no tiene sentido. Vengo caminando desde muy lejos y hay miles de estrellas ancladas en la arena. Quizá millones. Podrás salvar a unas pocas pero la inmensa mayoría morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada. No tiene sentido lo que haces.
El niño sorprendido le mostró una pequeña estrella que escondía en la palma de su mano y antes de lanzarla al oceano le dijo al hombre:
– Para ésta sí que tiene sentido
Al igual que Don Bosco y Madre Mazzarello, en este final de curso donde hacemos revisiones, evaluaciones de tantas actividades y campañas, con esos chicos y chicas que se gradúan en nuestros colegios, con esos que salen a la universidad o a la Formación Profesional, aquellos con los que vamos a compartir unos días de campamentos este verano… ojalá que sean muchos jóvenes los que descubran la importancia que tienen para los educadores salesianos, seguidores de Jesús. Y que, al igual que hacía el niño de la historia, aunque parezca que ya es el final, que no hay oportunidad de cambio, sepamos atrevernos y decir: “Para este, para esta… SÍ que tiene sentido”
“No basta con amarles, deben sentirse amados” /Don Bosco
Rubén F. Santiago / Profesor en Salesianos Coruña