Si vivís en la Tierra y además en el mundo de las redes sociales e Internet, os habréis dado cuenta de que en este último mes han proliferado los memes de polillas. Si vives fuera de este último mundo, no sabrás qué es eso de los memes, pero mi enhorabuena por haber llegado hasta este artículo, pincha aquí y sabrás de lo que estoy hablando. El caso es que todo este movimiento viral se debe a un estadounidense que fotografió una polilla gigante, lo subió a la red social Reddit y desde ahí comenzó la locura.
Todos sabemos que las polillas son ese insecto incómodo que se mete en nuestros hogares para alimentarse de nuestra deliciosa ropa, y somos conscientes de su presencia cuando empiezan a volar estampándose contra nuestras lámparas. Al ver esto, venían varias imágenes a mi cabeza y es que, aunque haya gente que le resulten asquerosas, tienen mucho que ver con nosotros. En cierto modo, desde hace muchos años hemos experimentado esa atracción también hacia “la luz”, en concreto a la del televisor, capaz de hacer que abandonemos cualquier otro estímulo. La evolución moderna de esta atractiva luz, han sido las tabletas y smartphones que atraen a los miembros más jóvenes de nuestra especie…
Estos últimos años han proliferado otras luces que, tal vez por recordarnos a los paisajes navideños, atraen a estas polillas humanas. Son los salones de juego y locales de apuestas que surgen como setas en nuestros barrios, casualmente o no, más populares.
Estos lugares, que nunca han sido santo de mi devoción, enganchan a muchísimas personas. Las luces, ausencia de ventanas, la musiquita, invitación a copas, posibilidad de fumar en su interior… ¡nada que no esté estudiado ya! Pero me causa más rabia e indignación cuando veo que nuestros chavales (la gran mayoría menores de edad), acceden a estos espacios sin ningún problema. Hacen sus apuestas e incluso dedican gran parte del día, a estar cada vez más solos en estos locales.
No voy a enfrascarme con las cifras tan elevadas en edades tempranas de adicción al juego, ni siquiera en la ausencia de conciencia de estos empresarios del juego, que son los que realmente ganan a costa de que nuestros jóvenes queden enganchados. Quiero incidir en la importancia de dejar de ser polillas engañadas.
Seamos polillas, sí, pero atraídas por otra Luz. Y acompañemos a polillas maduras, capaces de saber discernir cual es la verdadera Luz para su vida, esa agradable que calienta, pero no quema y que cada una de nosotras deseamos abrazar.
Javier Llorente, educador en Pan Bendito