«No olvide ponerse primero su mascarilla antes de ayudar a los demás».
Me encanta este aviso en los aviones, cuando el personal de la tripulación explica las normas de seguridad del vuelo. No es egoísmo, es algo lógico. Si en caso de descompresión a bordo no tienes puesta tu máscara, es inútil que pretendas ayudar a otros, porque sin oxígeno suplementario pierdes capacidad de reacción, te vas debilitando rápidamente y no estás en condiciones de socorrer a nadie.
Si de alguna manera trabajas por los jóvenes, piensa ahora en tu vida, en tu trabajo con ellos y por ellos. No olvides ponerte primero tu mascarilla antes de ayudarles. Porque, si no la llevas puesta, si te falta oxígeno… no les vas a poder ayudar.
Entre reuniones de equipos, de comisiones, de programación, de revisión… Entre preparación de actividades, de clases… Entre atención al grupo, seguimientos personales, entrevistas, familias… Entre llamadas, correos, informes… ¿dedicas tiempo a respirar profundamente para que no te falte el oxígeno? El necesario, el de verdad, el imprescindible. No hablo solamente de los momentos de relajación, de desconexión (¡que también son importantes!), sino del cuidado profundo de tu persona. ¿Dónde y cómo respiras a fondo? ¿Cuál es el oxígeno suplementario que te permite “estar bien” y crecer como persona?
Hay, además del cuidado personal, un aspecto de coherencia. Pongamos dos ejemplos de aspectos en que insistimos abundantemente en la educación en la fe.
Puedes, por ejemplo, insistir en la importancia de la oración, y animar a hacer procesos de oración personal, pero ¿tú ya cuidas tu oración? ¿Hablarás de ella desde tu experiencia personal? Te puedes querer implicar en hacer acompañamiento, pero ¿tú tienes a alguien con quien te acompañas de forma regular? ¿Y te dejas acompañar?
Para nuestro trabajar con jóvenes necesitamos coherencia (no podemos animar a vivir lo que no vivimos) y necesitamos cuidarnos, como personas y como equipos. Esto último, por amor a nuestra persona, no como actitud egoísta y para vivir en una “burbuja feliz”, sino para “estar bien” y poder estar por y para los demás. Porque cuidarse, en cristiano, nos tiene que llevar siempre a amar más.
Pepe Alamán, sdb.
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