He de reconocer que hacer una portada para este tema, jóvenes inmigrantes, no era un asunto difícil. Son muchas las fotografías que a lo largo de estos años he ido haciendo a personas en su trabajo o en alguna de las actividades de la asociación en la participo. Pero a la hora de ponerme a elegir una de ellas no quería caer en los tópicos que sobre los inmigrantes han ido surgiendo, de una manera más o menos intencionada políticamente, en los últimos años. Sufro de manera especial cuando oigo las expresiones «inmigrante ilegal», «sin papeles», «la inmigración es foco de violencia», «nos roban el trabajo»… Son expresiones que se han asentado en el imaginario colectivo y que de una manera más o menos consciente provocan la división y el enfrentamiento.
Hoy mismo, cuando escribo estas líneas, miles de personas en el país en el que vivo se han quedado sin sanidad gratuita y, otras muchas miles, en los últimos meses, se han quedado sin trabajo o sin vivienda. Situaciones dolorosas que suponen un paso atrás en los derechos que nuestros antepasados consiguieron y que quedaron reflejados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta Declaración, universal por definición, no entiende de fronteras ni de estados (o naciones, como quieras leerlo). Es una declaración de personas para personas, independientemente de su lengua, raza, religión o nación, para todos, para ti y para mí.
Por eso a la hora de elegir la fotografía de la portada de este mes he buscado salirme de todos los tópicos y reflejar a dos personas, sí de un color determinado, pero personas, con sus sueños y sus ilusiones, con sus miedos y sus esperanzas. Dos personas que miran al frente en medio de una fiesta, pero que en su mirada se puede ver la inquietud de un mundo incierto, pero incierto para todos, ya que lo que un día se consiguió para todos, hoy poco a poco se va perdiendo. Me niego a decir que los modelos de la fotografía son inmigrantes: son personas.
Te invito a una pequeña reflexión: relee el artículo 25 de la declaración de los derechos humanos. Dice así:
Artículo 25 Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
Después, mira a tu alrededor y anota en una lista cuántas veces no se cumple en tu entorno. Verás cómo no somos tan distintos las personas migradas como las que no lo son.
Jotallorente