Felices quienes siguen confiando, a pesar de las muchas
circunstancias adversas de la vida.
Felices quienes tratan de allanar todos los senderos:
odios, marginaciones, discordias, enfrentamientos, injusticias.
Felices quienes bajan de sus cielos particulares para ofrecer esperanza
y anticipar el futuro, con una sonrisa en los labios y con mucha ternura en el corazón.
Felices quienes aguardan, contemplan, escuchan, están pendientes de recibir una señal,
y cuando llega el momento decisivo, dicen: sí, quiero, adelante, sea, en marcha…
Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida
y no sólo con meras palabras.
Felices quienes rellenan los baches, abren caminos,
abajan las cimas, para que la existencia sea para todos más humana.
Felices quienes acarician la rosa, acercan la primavera,
regalan su amistad y reparten ilusión a manos llenas con su ejemplo y sus obras.
Felices quienes cantan al levantarse, quienes proclaman
que siempre hay un camino abierto a la esperanza, diciendo:
“No tengáis miedo, estad alegres. Dios es como una madre,
como un padre bueno que no castiga nunca,
sino que nos acompaña y nos alienta,
pues únicamente desea nuestra alegría y nuestra felicidad.”
Miguel Ángel Mesa