Agnósticos y creyentes
Un día recibí una llamada de Manuel Jalón, comandante de aviación e inventor de la fregona, me dijo si quería conocer a alguien más exclusivo que un rey o un presidente de Estado. Se trataba de un astronauta.
Efectivamente, el club de la gente que ha orbitado por el espacio es mucho más reducido y selecto que el de mandatarios: apenas hay un centenar en todo el mundo. Se trataba del ruso Yuri Glazcov, discípulo y amigo de Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la historia. Frente a una paella en el Moll de la Fusta,Glazcov nos narró mil anécdotas. Entre ellas, lo que le sucedió a Gagarin al regresar del primer vuelo al espacio. Nikita Jruschov lo recibió como gran héroe nacional, pero en un aparte le preguntó muy intrigado si Dios existía. Gagarin dudó un momento y le confesó: «Camarada presidente, creo que sí». «Bien, pues no se lo digas a nadie», le ordenó el presidente de la URSS.
Poco después, Gagarin también fue recibido por el pope de la Iglesia ortodoxa rusa, que, de forma confidencial, también le interrogó sobre si había visto a Dios, pues, a fin de cuentas, era el ser humano que había ascendido más alto hacia al cielo. Gagarin escenificó una tensa pausa y le dijo: «Creo que no». A lo que el pope exigió: «Pues no se lo digas a nadie».
En la reciente trifulca de los autobuses con eslóganes agnósticos y católicos, cada cual intentaba convencer al prójimo. Pero los convencidos no buscan liberar a la persona, sino encajonarla, obligarla a definirse.
Gagarin buscó el privilegio de plantear la duda oportuna contraria a cada poderoso. Jugó con ellos desbaratando su presunción. Pero recibió idéntico mensaje: cerrar el pico, no dudar.
JULI CAPELLA
El Periódico. 27/5/2009
El autobús y la religión
En el blog Devocioteca, Joan Arimany, un estudioso de la cultura popular, ha establecido una curiosa comparación entre los iconos religiosos y las copas que el Barça ganó el año pasado y que ahora se pasean por Cataluña en autobús. Hoy mismo este autobús estará estacionado en la plaza mayor de algún pueblo, y muchas peñas azulgranas deben estar dirigiéndose hacia él para reproducir las peregrinaciones que se han hecho y se hacen a determinadas imágenes religiosas que conservan, según la creencia de los creyentes, atributos milagrosos, una determinada fuerza espiritual y un aura benefactora. Arimany, conocedor de la imaginería popular, habla de «vibraciones», de «abducciones hacia la euforia», de «materialización de lo que era un deseo y ha sido posible», y de generación de la esperanza «de revivir las mismas emociones en un futuro». Tiene gracia, comparar el tour del autobús de los hexacampeones con el recorrido que hizo la imagen de la Virgen de Fátima, a finales de los años 40 del siglo XX, a través de la geografía española. Era una reproducción, como lo son estas copas (pese a que solo hay cinco, porque la del campeonato del mundo parece ser que es un tótem que la FIFA no deja replicar), y fue un acontecimiento que, por unas horas, conmocionó la vida cotidiana de la gente que veía en la imagen todas esas virtudes que los iconoclastas habían combatido con tanto afán. Más o menos como ahora.
Es curioso comprobar cómo los tiempos cambian y cómo se mantiene el concepto de adoración. Confieso que yo también fui a ver el autobús y que no pude acceder al tabernáculo (a través de un pasillo oscuro, casi místico) porque me dio una pereza colosal al ver la cola que tenía que hacer. Pensándolo bien, me equivoqué.
JOSEP MARIA FONALLERAS
El Periódico 21/2/2010
Para hacer
- Leemos los dos artículos: ¿Qué tienen que ver uno con otro?
- ¿Nos acordamos ya del “autobús ateo”? Hubo varios autobuses, con eslóganes distintos, algunos afirmando a Dios. Los buscamos y comentamos.
- Otro autobús lleva ahora… las ‘religiosas copas del Barça’. ¿Qué pensamos de ello? Comentamos lo que dice el autor.