Los adolescentes de hoy han redescubierto el poder de la ideología, guardada en el cajón por la generación precedente. Un retrato de los niños nacidos en los primeros noventa deja el mismo paisaje de consumo, pasión por el dinero, el ocio, la música y las marcas comerciales que los chicos anteriores. Pero cierta ideología empieza a colarse –también a través de la música– en una generación que madura tras la guerra de Irak, los atentados del 11-M y en pleno cambio climático. La crispación también tiene algo que ver. |
Las ideas de los adolescentes son, por lo general, de pancarta y eslogan. Sociólogos y profesores sugieren que los jóvenes carecen de una base sólida para defenderlas, y que no por asumir una bandera desean participar más en los asuntos públicos. La lucha contra el hambre, por el medio ambiente o los derechos humanos les han amueblado de valores, aunque eso no significa que estén dispuestos a sacrificarse demasiado. Los nuevos adolescentes también salen más a la calle para manifestarse, pero se sienten a años luz de los partidos políticos.
La creciente ideologización se da, sobre todo, en los chicos de entre 14 y 17 años, y es ajena al valor asignado a la política. El último estudio de la Fundación Santamaría indica que lo menos importante en la vida de los encuestados son la política y la religión. En su informe de 2006, el Observatorio de la Juventud en España apunta que la generación actual vive con mayor indiferencia la política que la de hace 20, o incluso 10 años. También son más los que se declaran «aburridos» (uno de cada tres) o «irritados» (el 20%) cuando escuchan al político de turno.
Los adolescentes justifican cualquier actitud que tenga que ver con la afectividad o la vida personal: divorcio, las relaciones de pareja o la adopción de un niño por parte de homosexuales. Sólo los varones en la franja entre los 15 y los 17 años muestran alguna reticencia y se declaran, además, más permisivos ante conductas incívicas.
Valores como «la igualdad y la justicia» se han consolidado. Buena parte de los jóvenes «asumiría riesgos importantes» por causas como la lucha contra el hambre o la libertad individual, según una encuesta del Instituto de la Juventud. Los sacrificios son, eso sí, una rara avis en una época «dominada por el aquí y ahora, sin presente y sin futuro».
El disfrute del tiempo libre es uno de los pilares de los jóvenes. Y el consumo, «la guía básica de su identidad». Una encuesta en la que se animaba a los jóvenes a remarcar elementos con los que se sintieran identificados, «encabezaban la lista un preservativo, una discoteca, un coche y el alcohol. Sólo en sexto lugar aparecía un libro» J. Elzo).
Tienen mucho tirón entre los jóvenes «ganar dinero», «vivir como a uno le guste», «tener éxito» o «llevar una vida sexual satisfactoria». Sin embargo, valoran por encima de todo la salud, la familia y los amigos. Esta tríada, si funciona, constituye el núcleo de su bienestar. Y, por lo general, parece que funciona. La inmensa mayoría (un 88%) se declaran «satisfechos» con sus vidas.
Saben que tienen que ser tolerantes, honrados, responsables, leales y humildes -ésas son las cualidades personales que más valoran- y saben, también, que del dicho al hecho media un abismo. Ellos mismos se perciben como inmaduros y dependientes, más que sus padres o hermanos mayores a esa edad.
Diversos expertos han subrayado los males que les acechan: inestabilidad emocional, inseguridad, dependencia de ídolos y miedo al futuro.
Extractado de JESÚS GARCÍA
El País, 04/12/2007