Raíz y ramas de la esperanza

1 noviembre 2004

¿Cuál es la raíz y cuáles las ramas de la esperanza en la Iglesia contemporánea? Esta fue la temática que abordó Olegario González de Cardedal, profesor de Teología de la Pontificia Universidad de Salamanca, en una intervención durante la XV Semana de Teología de Jerez desde la perspectiva teológica e histórica y ciñéndose principalmente al ámbito de la Iglesia española.
Situó la raíz de la esperanza cristiana en Dios y en la alegría con que los cristianos viven su fe, y señaló que la Iglesia actual se caracteriza por «ser la única instancia moral sólida, gratuita, libre frente a los poderes, que pone resistencia al capitalismo salvaje y a la globalización uniformadora, perseguida por los poderes totalitarios, y que habla de la verdad común a todos, accesible a la razón». Estas son estas las «ramas de la esperanza». Y será bueno tenerlas en cuenta de manera consciente en nuestra acción pastoral y educativa.
Afirmó también que, sin embargo, «la conciencia de las personas la construyen hoy la televisión, la música, la calle y la noche». Por eso «la cultura actual presenta una serie de cercos que es preciso romper para que el mensaje de la Iglesia toque el corazón humano».
Estos cercos son los siguientes:
–         El cerco del egoísmo individual, racial y nacional.
–         El cerco del poder; el cerco de creer que el mundo visible es el único real.
–         El cerco del sexo, como algo separado del amor.
–         El cerco del miedo al futuro y a la muerte, con la consiguiente incapacidad de consolar.
–         El cerco de la obsesión por las seguridades.
–         El cerco de la fijación con la propia imagen.
–         El cerco del prestigio mantenido a cualquier precio.
–         El cerco de las imposiciones sociales y las modas.
–         El cerco del ateísmo ambiental y la ilusión de ser libres.
 
También hemos de tener en cuenta esta realidad para nuestra acción pastoral y educativa. Y sobre todo hemos de trabajar teniendo en cuenta las bases que harán mantener y cultivar la esperanza:
–         Practicar la vida cristiana genuina.
–         Tener una formación teológica, bíblica y espiritual a la altura de los tiempos que vivimos.
–         Tener un renovado coraje para tomar iniciativas en el campo de la solidaridad con las empresas humanas.
¿Cómo tendríamos que desarrollar nuestra acción educativa y pastoral para superar estos cercos y acrecentar las bases de la esperanza? Por ahora no está mal saber dónde nos encontramos… y seguir caminando sin perder el final.

Cuaderno Joven

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