Hablar de adolescencia es hablar de cambios, de búsqueda, de emociones, pero también de desencuentros y conflictos. Los trastornos de conducta en los jóvenes y algunos comportamientos de riesgo son percibidos por la sociedad como causa de conflictos. Hablamos del consumo de alcohol y drogas, la rebeldía, la violencia…, unos aspectos que no son coto vedado de los adolescentes pero que una percepción colectiva, un tanto manipulada, los atribuye a éstos.
A lo largo de un año, aproximadamente un 20 por ciento de los niños y adolescentes españoles padece algún tipo de trastorno psíquico de mayor o menor intensidad que afecta a sus propias vidas, a las de sus familias y a la de sus profesores y compañeros. De este porcentaje, la mitad son trastornos de ansiedad y depresión, un 10 por ciento son trastornos de déficit de atención e hiperactividad, y sólo un 6-8 por ciento de trastornos del comportamiento de tipo agresivo-disruptivo. Sin embargo estos, pese a ser menos frecuentes, son más visibles pues implican una conflictividad mayor, de ahí esa percepción de la sociedad.
Sensación de control
El aumento (excepcional y no generalizado) de los trastornos del comportamiento de riesgo en adolescentes no es paralelo al nivel de problemas reales. Los adolescentes han establecido cierta habilidad para manejar estos comportamientos, minimizando sus efectos. Así, por ejemplo, la curva de consumo de drogas es mucho más empinada que la de los problemas relacionados con estos consumos. Esto demostraría que se trata de consumos esporádicos o transitorios. Los comportamientos de riesgo están creciendo un tanto disparatados, pero en este disparate los jóvenes pretenden controlar, lo que les da cierto nivel de protección. No obstante, hay que trabajar en reducir estas conductas. Para ello es necesario conocer por qué se producen y aquí la propia sociedad, que las señala como causa de conflictos, tiene mucho que ver.
Referentes defensivos obsoletos
Las razones que están en la base de estos comportamientos son de raíz sociológica y tienen distintas variables. Ha habido un cambio muy rápido de la estructura social, en organización, valores y estilos de vida. Esto ha propiciado que los referentes defensivos antiguos ya no valgan cuando todavía no tenemos unos nuevos, creando una situación de confusión que supone ya un riesgo inicial.
- Se ha producido un cambio importante en el rol de socialización de la familia, un aspecto fundamental si se tiene en cuenta que la unidad familiar es el primer elemento de socialización del niño y, por tanto, esta crisis de la familia supone una quiebra del inicio del proceso educativo.
- Esto revierte en el sistema educativo. Los profesores se sienten desbordados porque creen que los padres les han dejado solos, abrumados por la exigencia en la transmisión de conocimientos y con menos interés en ser educadores. Esta sensación es recíproca, pues los padres también demandan otra actitud por parte de la escuela.
- Con ese cambio en los valores sociales han perdido su vigencia las virtudes tradicionales, lo que conlleva una situación de disfrute del presente y romper límites, tan característica de nuestros adolescentes.
Así se ha roto el contrato social, implícito, con los jóvenes: el guión estudios, trabajo, una novia, casarse, progresar en la empresa y jubilarse, que si bien no estaba escrito, proporcionaba un proyecto claro e inequívoco de futuro a los jóvenes, se ha quebrado. Aquí no sólo entran en juego las dificultades sociales sino también las estructurales: vivienda, empleo… Esto provoca cierta desconfianza, que genera un reforzamiento de los valores que enfatizan la idea de vivir el presente. Todos estos aspectos, cuando confluyen en la adolescencia, donde se va buscando la propia identidad en confrontación con lo establecido, hacen que no sea extraño que aparezcan situaciones de riesgo.
La realidad virtual
Las nuevas tecnologías, sobre todo los videojuegos e Internet, están haciendo a los jóvenes adoptar roles diferentes en el seno de la familia y la propia sociedad. Como consecuencia de los cambios sociales, en la familia ya no vale la comunicación unidireccional. Si esto no cambia, los adolescentes tienden a refugiarse en el último reducto, que antes era su habitación y ahora pasa a ser la realidad virtual. Pero los videojuegos no suponen tanto aislamiento, sobre todo si se tiene en cuenta que el 60 por ciento de los chavales juegan en los ordenadores acompañados por amigos, de la misma forma que, por ejemplo, el cine no es motivo de aislamiento, pues es una actividad que se puede compartir, los videojuegos no tienen por qué ser una excepción.
Lo preocupante no es que pasen mucho tiempo en su habitación, sino que no compartan otros espacios, el espacio común.
Extractado por Herminio Otero
PARA HACER 1. ¿Qué opinamos de estas ideas de Eusebio Megías, psiquiatra y director técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), extractadas de un resumen aparecido en ABC (30.03.03)? 2. Señalar qué se puede hacer desde diversos ámbitos (familia, escuela…) paradetectar y prevenir estas situaciones, sabiendo que los elementos de protección tienen que ver con todo lo que comprende el proceso de maduración personal: ser capaces de discriminar los riesgos y luego manejarlos. 3. Para poder discriminar hace falta información, criterio, autonomía, seguridad, autoestima, capacidad intelectual y preocupación por los otros. ¿Cómo andamos nosotros de ello? 4. Y siempre hay que prevenir antes de la adolescencia involucrando a todos: padres, hijos, educadores, políticos, porque es la propia sociedad la que provoca problemas y situaciones nuevas. ¿Qué ideas aportamos para ello? |