Hacer y dejarse hacer, amar y dejarse amar

1 marzo 1999

Miguel Sánchez Zambrano es un farmacéutico seglar que dirige en Granada el Hogar 20. En él acoge a personas con sida que no pueden acudir a otro sitio. En él da a cogida y sentido a personas que lo necesitan antes de morir. Desde esa realidad hace una lectura del Evangelio que se ilumina con nuevas claves. He aquí un ejemplo, que también nosotros podemos convertir en oración. Para ello se requiere reconsiderar la propia experiencia de vida y descubrir cómo hemos actuado y cómo podemos actuar. Se puede seguir este esquema.

  1. Partir primero del texto bíblico. Meditarlo. ¿Cómo hemos actuado nosotros? ¿Qué podemos hacer ahora?
  2. Partir de la recreación del segundo texto: ¿Cómo nos dejamos actuar? ¿Qué personas nos han ayudado? ¿Por quiénes nos hemos dejado querer?
  3. Elaborar y concretar nuestro propio texto de oración, desde cada uno y desde dentro. Escribirlo primero. Proclamarlo después.

 
Así está escrito:
El Rey dirá:
– Venid, benditos de mi Padre
y recibid la herencia del Reino,
porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber,
estaba desnudo y me vestisteis,
enfermo y me visitasteis,
en la cárcel y vinisteis a verme.
Los hacedores y amantes le dirán:
– Señor, ¿cuándo te hicimos todo esto?
El Rey les dirá:
– En verdad os digo que cuanto hicisteis
a uno de estos hermanos míos más pequeños,
a mí me lo hicisteis.
Nos lo dice Mateo (25,30-41)
 
No está escrito, pero seguro que será así:
-Venid, pequeños míos,
recibid, ahora sí, todo mi amor.
Porque te sentías extraño, desorientado,
y permitiste que aquella persona te acogiera;
te encontrabas prisionero de tus propias contradicciones
y aquel otro te ayudó a liberarte;
te sentías solo, tan triste,
y te abandonaste en aquel que quiso permanecer a tu lado.
Estuviste hambriento de amor, de comprensión,
y te dejaste alimentar por este otro con su calor y amistad.
En verdad te digo que cuanto te dejaste hacer,
cuanto te dejaste querer, tú, tan pequeño y limitado,
por uno de tus hermanos,
a mí mismo me lo has hecho.
Bienaventurado seas por permitir que otros lo hicieran,
pues al hacerlo es como si me lo hubieran hecho a mí.
 

 Miguel Zambrano (Hogar 20, Granada)

 

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