Visitante, reflexiona:
Yo soy la madera de tu cuna, la tabla de tu mesa,
la puerta de tu casa.
Soy el mango de tus herramientas y el bastón de tu vejez.
Yo soy también el fruto que te nutre y te regala, la sombra protectora que te cobija de los ardores del estío,
el refugio bondadoso de los pajarillos que alegran con sus cantos tu despertar y que limpian de insectos tus campos y cultivos.
Soy señal en la montaña, lindero en los caminos, pararrayos en las llanuras.
Soy la madera de tu barca, la leña de tu fuego,
las vigas de tu techumbre. Y por último recuerda:
Soy la madera de tu ataúd
y la cruz por la cual fuiste redimido.
Tú que miras en este instante,
tú que me plantaste y regaste con amor,
tú que me has contemplado tantas veces…, óyeme bien,
mírame bien
y defiéndeme de la mano enemiga.
(Encontrado en una plaza de un desconocido poblado cacereño del valle del Tiétar.)
¡En el bufet del Señor!
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