“Forma igualmente parte de la gran herencia educativa del Santo piamontés
su atención preferente al mundo del trabajo,
para el que hay que preparar solícitamente a los jóvenes.
Es algo de que hoy se siente gran necesidad,
a pesar de las profundas transformaciones de la sociedad.
Compartimos con Don Bosco su preocupación de dar a las nuevas generaciones adecuada competencia profesional y técnica,
tal como han testimoniado meritoriamente, a lo largo de más de cien años,
las escuelas de artes y oficios y los talleres dirigidos,
con pericia digna de encomio, por los salesianos coadjutores.
Compartimos su interés en favorecer una educación cada vez más incisiva en la responsabilidad social, basada en una mayor dignidad personal (Laborem exercens6),
a la que la fe cristiana no sólo da legitimidad,
sino que además proporciona energías de potencia incalculable”.
(Juan Pablo II, Carta Juvenum Patris 6).
El párrafo recién citado pertenece a la carta Juvenum patris, que escribió Juan Pablo II en 1988 con motivo del centenario de la muerte de San Juan Bosco. En el texto citado se reconoce la importancia de esa genial creación de Don Bosco que fueron los talleres de artes y oficios, germen de lo que sería con el tiempo la Formación Profesional, de la que es patrono el santo italiano. Esa creación se inscribe dentro de un movimiento más amplio que Benedicto XVI denominó en su primera encíclica santos de la caridad social: “Figuras de Santos como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orione, Teresa de Calcuta —por citar sólo algunos nombres— siguen siendo modelos insignes de caridad social para todos los hombres de buena voluntad” (DCE 40).
Actualidad y necesidad de la Formación Profesional (FP)
La FP atraviesa una situación paradójica en países como España. Mientras todos reconocen (por ejemplo, organismos internacionales como la UNESCO o la OCDE) que la FP se ha convertido en una prioridad política en este momento de grave crisis socio-económica, porque puede ayudar a dar respuesta al drama del desempleo juvenil, no todas las propuestas de reforma de dicho sector de la educación garantizan el estatuto de formación integral que Don Bosco deseó, buscó y logró con sus talleres de oficios.
Permítasenos citar, en contraste, un texto del conde Solaro della Margherita, primer secretario de Estado del rey piamontés Carlos Alberto, que en 1853 pedía que los entonces emergentes talleres de oficios consistieran sólo en un aprendizaje técnico, que prescindiera de ofrecer a los jóvenes obreros una educación integral: “Si la instrucción es necesaria, no es necesario, sino al contrario perjudicial, que sea igual para todos indistintamente […]. Su finalidad es que cada uno conozca lo que puede ayudarle en el ejercicio de la profesión a la que se dedica; es superfluo y nocivo utilizar la inteligencia para cosas que la excedan. ¿Para qué sirven la geografía, la astronomía, la historia y cosas semejantes a un zapatero, un carpintero, un sastre?” (C. SOLARO DELLA MARGHERITA, Avvenimenti politici, Torino, Tipografi-Librai Speirani e Tortone, 1853, 136. Debemos la cita a José Manuel Prellezo, que la incluye en su interesante obra Las Escuelas Profesionales salesianas, publicado por la editorial CCS en 2012).
Así pues, en palabras de uno de nuestros colaboradores de este mes, “todos los planteamientos educativos que excluyen la posibilidad del funcionamiento de la educación formal en este nivel de la Formación Profesional (donde los jóvenes llegan a ser honrados ciudadanos y buenas personas, además de buenos profesionales)están minando la capacidad y desarrollo de las competencias de los jóvenes en aras de una eficacia económica. La riqueza educativa de las personas está, precisamente, en su formación como personas que conviven, en personas que viven los valores trascendentes y sociales, en personas que trazan su proyecto personal, en personas que adquieren las competencias para una inserción profesional” (Antonio Suescun). Esto mismo se nos dice desde Italia por un experto en esta cuestión: “Se concibe la FP como una oferta sistemática de experiencias de desarrollo personal, que incluye aspectos culturales y sociales y no sólo económicos” (Guglielmo Malizia).
Hacemos una llamada, pues, a preservar esta característica de educación humana y social integral de la FP. Contra lo que dijera a mitad del siglo XIX el conde antes citado, no queremos la FP para formar sólo técnicos, sino (conservando y mejorando siempre la capacitación profesional técnica) personas autónomas y llenas de valores humanos. Entre ellos, los trascendentes: de ahí nuestra preocupación por la acción pastoral en este nivel educativo. Una pastoral que se debe adaptar a las características de los jóvenes de FP, como ya sugería la carta Juvenum patris, cuando decía Juan Pablo II que “no se trata de una religión especulativa y abstracta, sino de una fe viva, insertada en la realidad, forjada de presencia y comunión, de escucha y docilidad a la gracia” (Juan Pablo II, JP 11).
Los estudios de este mes
– El salesiano italiano Guglielmo Malizia, experto en educación y docente en la Universidad Salesiana de Roma, muestra cómo en la situación actual mundial no se requiere menos, sino más y mejor FP, y señala las condiciones fundamentales para que ésta tenga calidad educativa y humanizadora.
– El salesiano Miguel Angel García Morcuende, responsable del Departamento Escuela/Centro de FP de los Salesianos en Europa, reflexiona sobre la armonización entre la especifidad educativa de la FP y la propuesta evangelizadora.
– El salesiano José Luis Villota hace propuestas estratégicas concretas, ya contrastadas en un centro de los Salesianos en Burgos, para la práctica pastoral en FP.
JESÚS ROJANO MARTÍNEZ
misionjoven@pjs.es