Hemos preguntado: “¿Y tú, ¿cómo vives tu fe…?” a diversas personas cristianas. Aquí tienes el resultado. ¿Cuál te dice más? ¿Cuál sería el tuyo? ¿Qué añadirías…?
- ESTHER (MONJA DE CLAUSURA)
Llevo varios días pensando qué es la fe, preguntándome: ¿es lo mismo la fe en el Dios de Jesús o la fe en cualquier otra religión?, ¿de qué hablamos cuando decimos «tengo fe en esta persona, en la ciencia o en cualquier otra cosa…»?
Y, lógicamente, se me llena la cabeza de respuestas y de nuevas preguntas, de definiciones y de enrevesados pensamientos… Pero cuando me quedo cara a cara con el evangelio, la fe se pone cómoda, se quita el traje y se viste con su bata y sus zapatillas de andar por casa, deja de ser algo distante, extraño y se confunde entre mis cosas, en mi día a día.
La fe en Jesús y en el Dios que vino a mostrarnos no parte de lo que «no se ve», sino justamente lo contrario, atraviesa la vida, la cotidianeidad.
El mensaje de Jesús es tan simple como reconocer que Dios está presente y nos hace presentes a nosotras, las personas. Porque el anuncio de Jesús no es del pasado, ni para el futuro, es para aquí y para ahora. ¡Fácil! Pero incómodo, porque nos saca de esa falsa nostalgia que nos hace creer que antes (cuando era más joven, cuando empecé…) todo era bueno. Y nos roba también el falso idealismo que nos hace creer que todo irá mejor (cuando pase la crisis, cuando cambie de trabajo…).
Curioso, pero la fe en Jesús, en el Dios de Jesús y en su Reino, nos roba las «creencias» y nos empuja a vivir la evidencia: «Quien dice que ama a (cree en) Dios a quien no ve y no ama (cuida, perdona, ayuda, cree) a su hermano/a a quien ve, es un mentiroso/a».
Por todo eso, para mí, creer, tener fe es, sencillamente, vivir, responder a mi día a día desde este Monasterio Trinitario en Suesa. Compartir con mis hermanas dificultades y alegrías, disfrutar de un día de sol o de lluvia, soñar juntas, celebrar la eucaristía, reír mientras charlamos, pasar una tarde junto a la chimenea, cantar un salmo, acoger a quienes se acercan a rezar con nosotras…, y, por la noche, recoger el día y ponerlo en manos de nuestro Dios Trinidad con confianza, sin miedo.
Y así es como las experiencias de fe brotan de lo cotidiano y se visualizan fácilmente cuando una está conectada, en línea. Se ve en los ojos de quienes rezan el Padre nuestro desde el corazón, las lágrimas de quienes se descubren amadas por ese Dios a quien han estado rechazando demasiado tiempo… Podría contar tantas experiencias profundas que reflejan el encuentro con Dios como personas se acercan a rezar con nosotras.
Dicen que hay igual número de formas de amar como corazones, y lo mismo sucede con la experiencia de Dios, tantas como personas, y, aun con todo, ni el amor ni la relación con Dios (¿serán cosas diferentes?) se agotan por ello.
La fe va de la mano de la confianza, es el “dejarse caer” sabiendo que alguien te recogerá, sabiendo, incluso, que si no te recoge nadie es lo mejor, aunque no se entienda. Como Jesús, que decidió entregar su vida, despojarse de ella y dársela al Padre, aceptando lo que sucediera a partir de entonces.
La palabra fe se pasea por nuestro vocabulario con cierta facilidad y no siempre somos conscientes de su profundidad. “Ten fe, ten fe”, escuchamos o pronunciamos sin ahondar demasiado en ello. Pero… tener fe es amar hasta la exageración, mirar con la mirada de Dios.
¿Fe en Jesús? Sí, siempre, un sí incondicional, a veces temeroso, pero sincero. ¿Adónde iré si no creo en ti? Sólo tú tienes palabras de vida eterna…
- PUY (RELIGIOSA, CARMELITA DE LA CARIDAD-VEDRUNA)
Mi familia tuvo mucho que ver para que yo empezara a creer. En el ir y venir acompañada por MI MADRE en las eucaristías, en la catequesis en casa…a través sobre todo de las canciones que hablaban de un Dios creador, cariñoso, que sostiene toda realidad humana…
EL TESTIMONIO directo de otros jóvenes de la parroquia de Santiago de Pamplona fue crucial. Sentirlos delante de mí, marcando camino, horizonte, y yo queriendo llegar a donde ellos/as estaban, atraída por la ALEGRÍA que comunicaban…
Después de la confirmación, mi GRUPO DE REFERENCIA fue esencial. El Catecumenado Diocesano que funcionaba por aquel entonces (los años 80) y que aglutinaba a diferentes grupos de jóvenes de parroquias de Pamplona. Compartir en esta comunidad sueños, miedos y bloqueos, el acompañamiento del catequista… escuchar por la boca de otros/as cómo Jesús de Nazareth les había cambiado la vida… los tiempos comunitarios y personales de oración, bien preparados, con LA PALABRA DE DIOS como centro, y la invitación a fiarnos de ella, de la promesa de VIDA que encierra si una se deja seducir…
Las experiencias de grupo en pascuas juveniles, en retiros, el sentirme llevada de la mano para facilitarme el ENCUENTRO PERSONAL CON JESÚS DE NAZARETH, EL VIVIENTE… me ayudaron mucho.
El TESTIMONIO DEL SERVICIO de madres, sacerdotes, catequistas, voluntarios/as trabajando con los más pobres, me mostró al Dios de Jesús: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo del poder de los egipcios» (Ex 3,7-8a). Estas personas me contagiaron esta fe que se traduce en gestos y comencé a comprometerme en favor de otros…
Los ESPACIOS DE ORACIÓN, comunitarios y personales me fueron ayudando a escuchar el deseo de Dios que llevaba dentro de mí… Una comunidad de CARMELITAS DE LA CARIDAD DE VEDRUNA nos abría sus puertas para dejarnos rezar en su casa… y allí conocí a mi futura familia religiosa… aunque yo aún no lo sabía…
A través del ACOMPAÑAMIENTO PERSONAL de mi catequista inicié un proceso de discernimiento vocacional. Y hoy, desde mi pertenencia a la familia Vedruna, re-cuerdo (de corazón) todo este camino de fe…
Mi familia Vedruna me posibilita continuar en ese PROCESO de «salir de mi tierra», dándome cuenta de que es posible vivir de fe, hallar una fuerza que no es de una, en la relación con Aquel que me acompaña, envía y sostiene.
Poder ACOMPAÑAR A OTROS jóvenes en su proceso de fe y descubrimiento de Jesús pide de mí el testimonio de mi propia experiencia. Me siento llamada a contagiar el gozo de creer y seguir a Jesús, igual que hicieron conmigo.
Orar diariamente con la Palabra me nutre, desde su promesa: «Aquí me encontraré contigo» (Ex 22,25). Compartir con otros/as la fe -en comunidad, en la eucaristía, con la gente de la parroquia, con los jóvenes- fortalece, alienta, sostiene…
Los ROSTROS y las historias de algunas mujeres que trabajan en la calle me anuncian a este Dios FIEL, que permanece implicado en la historia y con cada persona, especialmente con las que sufren.
Participar en el proyecto de AIN KAREM me posibilita de un modo especial «dar razón de mi esperanza»; nos regala el ENCONTRARNOS con este Dios que nos convoca y nos envía a ANUNCIARLE.
Puy
- ¿CÓMO CREER EN TIERRA EXTRANJERA? (WALDO, INMIGRANTE DE ECUADOR)
Me llamo Waldo. Vengo de Ecuador. Ya llevo aquí 12 años trabajando. Primero vine solo. Ahora también está la familia conmigo. Estamos contentos. No sabemos si regresaremos.
Después de esta presentación quiero responder a la pregunta que me han propuesto. Lo primero que me sale es: “¿Cómo creer en tierra extranjera?” No importa que tengamos la misma lengua. La verdad es que somos diferentes. Muy diferentes. Y cuesta vivir en tierra extranjera, se lo digo de verdad.
Al llegar tuve una gran crisis de fe y de todo. ¡Que soledad! ¡Qué distinto era todo! En mi país las cosas eran diferentes, la religiosidad más fuerte. Yo veía muchas cosas raras aquí. Todos “muy católicos”, pero la gente se aprovecha de los que venimos de fuera… Y esto me dolió mucho. Yo notaba que ser religioso aquí está mal visto. Esto supuso para mí un choque muy fuerte. ¿Estaré yo equivocado?
Yo era “religioso” al estilo de mi país. No tengo mucha formación. Pero Dios, Diosito, es importante en mi vida. Yo hablo con Él. Le digo cosas. Y nada más. Tiene un sitio en mi corazón. Yo al llegar y ver que aquí todo era muy diferente y que casi no se podía hablar de Dios, le decía: “Diosito, yo te quiero. Diosito, ayúdame. Diosito, en tierra extranjera yo también te quiero… aunque la gente no te quiera”.
Me lo pasé muy mal. Pero fue este mismo hecho de pasarlo mal el que me hizo agarrar más a Dios. A veces sentía que era lo único que tenía seguro… Algunas noches lloraba hablando con Dios. Uno viene y tiene muchos problemas: problemas aquí, y problemas allí, con la familia dividida. No sabéis lo que sufre un emigrante. No sabéis sus problemas. Nos veis por fuera, como gente que solo quiere trabajar, o, por culpa de algunos, como “los que vienen a quitar puestos de trabajo”, o cosas peores… Pero yo y todos tenemos corazón, y sentimos, y el corazón duele… No ser comprendido y ser malinterpretado duele mucho. Sí. Que uno es honrado, y busca vivir y hacer vivir a los suyos. Dios me ha ayudado. Creer me ha ayudado. Lo digo sinceramente.
Me acerqué a alguna parroquia… Sentí algo más de comprensión.
Un día de Jueves Santo me invitaron a hablar en la celebración… Y recuerdo que me salió del alma decir en la misa que ese gesto de lavar los pies que hizo Jesús era mi trabajo diario: lavar los pies a los que sus hijos o familia no quieren lavárselos… Mi trabajo es lo que muchos de ustedes no quieren. Vivo lavando los pies y todo a personas mayores, que bien solas están también. Pero mi soledad y mi situación me hace comprenderlos. Lavar los pies a otros enseña mucho, se lo digo yo.
Yo no sé qué más decir. Pero creo y doy gracias a Dios porque tengo trabajo, está mi familia ya reunida aquí, y no nos importa el que nuestro trabajo sea sencillo. Es trabajo. Y yo lo hago con cariño… ¡No saben la cantidad de veces que me toca lavar los pies…! No me cuesta. Lo hago con amor. Yo siento que Dios está conmigo, con los míos… aunque las circunstancias sean duras. Otros saben mucho y discuten cosas de Dios. Yo solo creo en el Dios que en mi país me predicaron y que llevo dentro. Yo sigo creyendo en Dios y haciendo bien mi trabajo, con cariño. Y rezo a Diosito. Así es mi fe, una cosa muy sencilla.
Waldo
Emigrante procedente de Ecuador
- ¿CÓMO VIVO HOY MI FE DESDE MI SER MADRE? (SUSANA)
Contestar a esta pregunta hoy…, adquiere un tinte especial. ¿Por qué? Estoy casada desde hace 8 años, tenemos un pequeño, Samuel, con apenas 4 añitos, y estamos esperando en apenas un mes, a nuestra pequeña Ana… Vamos, que estoy embarazada de 8 meses.
Si hay algo que he descubierto con la maternidad es que destapa lo mejor de ti, y también lo peor… Pues ahí, en lo mejor y en lo peor, está presente Jesús. Cuando estás embarazada, todo son felicitaciones, alegría y buenos deseos, pero nadie te habla de la dureza de ser madre. Por lo tanto, descubrir en ello la presencia de Jesús es todo un reto. Es como si hubiera un tema tabú, del que nadie te habla (ni siquiera tu misma madre).
Personalmente reconozco que, en las primeras semanas de ser madre, lo pasé mal, muy mal… El instinto maternal se tiene, pero debes dejarlo fluir y, para ello, hoy sé que debes dejarlo en manos de Dios. Una vez que lo haces, la maternidad adquiere un color y hasta un olor, muy especial y único.
Cuando tienes un hijo, un trozo de ti adquiere vida… En tu día a día, hay una realidad que lo cambia todo. Se convierten en un pensamiento y en una acción que lo cambia todo… ¡Así es como vivo mi fe hoy! Te levantas, pasas el día, te acuestas y casi duermes…, con ese pensamiento… Vives y actúas por amor… por amor a tus pequeños, y tus pequeños son reflejo del amor auténtico, son expresión del Amor de Dios. Es ahora cuando me doy cuenta de que fe y amor han de ir de la mano (“La fe que actúa por el amor” –Ga 5,6-).
Por la fe, elegí ser madre (y encimo ahora repito), y es así como quiero dar testimonio de mi fe cristiana. Tan sencillo y tan complicado a la vez… Doy testimonio de mi fe cuando voy a rezar con mi hijo todas las noches (desde que tenía 6-9 meses) delante de la Mª Auxiliadora de nuestra habitación. Vivo mi fe cuando, ya desde muy pequeño, le enseñamos a tirar besos a cualquier imagen de la Virgen (aunque ahora no quiera dar ni uno a sus abuelos). Vivo mi fe cuando, ya con 4 añitos, rezamos el Ave María juntos, o cuando hablamos, y hacemos referencia a Dios… A un Dios que cuida y quiere a los niños.
En apenas unas semanas mi vida como madre va a cambiar… ¿Cómo me iba a lanzar a esta aventura si no confiara en Dios? Tengo toda mi fe puesta en sus manos. La experiencia es un grado y sé que la parte dura de la maternidad la voy a llevar de otra manera; pero, sobre todo, tengo claro que viviré mi ser madre de otra manera, porque sé que es la mayor experiencia de amor.
A falta de unas semanas, estoy decidida a ser madre junto a Él (el Señor de la Vida). Sólo así podré comprender y entender lo que me espera. Sólo así, podré llevar la entrega de ser madre. Y en medio de esa entrega, igual que ahora mismo siento las patadas de la pequeña Ana, sentiré entonces la presencia del Amor de Dios. Sólo así me empujará a seguir adelante, sólo así podré seguir viviendo hoy mi fe.
Susana Gómez-Torre Salazar
- DESDE LA POLÍTICA A LA FE (DELFINA)
Como diría el Ilustre Hidalgo Don Quijote de la Mancha “malos tiempos corren Sancho, hermano”, para aquellos que quieren manifestar públicamente su experiencia de vida desde la fe y mucho peores para aquellos que eligen dedicar parte de su vida a la política; los primeros parece que no están de moda y los segundos están menos valorados que nunca y más desprestigiados que de costumbre. Sin embargo, es precisamente ante las circunstancias adversas, cuando deberíamos hacer gala de ese espíritu quijotesco que todos llevamos dentro, y como ese ilustre hidalgo, fiel siempre a las reglas de la caballería, enfrentarnos a los gigantes con fortaleza, valentía y templanza, e incluso yo diría, atrevernos a despegar un poco los pies de la tierra para avivar nuestras ilusiones y ganas de soñar.
Pero sin lugar a dudas, peores tiempos corren para hermanar fe y política. Si nos encontrásemos en un laboratorio realizando un experimento, muchos diríamos que fe y política son como los polos opuestos que se repelen de un imán, o como sustancias que debido a su diferente densidad no se pueden mezclar. Sin lugar a dudas, nos puede resulta difícil adivinar el toque suave de la mano de Dios en algunas circunstancias que envuelven nuestra vida, especialmente cuando los caminos proyectados por nuestros deseos no coinciden en el trayecto con los caminos que Nuestro Padre ha trazado para nosotros. Sin lugar a dudas, nos puede resultar difícil concebir que la dedicación a la vida política sea una de esas circunstancias en las que se aprecie la presencia entrañable del Padre; sin embargo yo así lo siento, yo así lo creo.
Si vuelvo la vista atrás buscando en mi existencia huellas de vida cristiana y huellas de vida política que hubieran dejado mis antepasados y pudieran explicar la intersección en la que ahora me hallo, lo que encuentro es un árbol genealógico que hunde sus raíces más antiguas y profundas en unos valores cristianos firmemente asentados, y que ninguna de sus ramas, ni siquiera las más lejanas, han tenido contacto alguno con el mundo de la política. Así, puedo empezar a contar que mi infancia, desde el punto de vista de la fe, fue la de cualquier niña normal, que se va dejando esponjar por las creencias y vivencias de sus padres y abuelos; sin embargo, en mi adolescencia, la tierra húmeda y fértil que habían preparado mis padres, se dejó germinar por la influencia de un sacerdote y estuvo marcada por una intensa manera de vivir y manifestar mi fe. Los estudios, la distancia, las obligaciones, esas excusas que vamos usando para casi todo, pero que en realidad no justifican casi nada, dejaron que esa tierra rica y fecunda se convirtiera por unos años en un barbecho, pensaba que con intentar ser buena persona y conducirme rectamente era suficiente: daba igual cómo viviera mi religiosidad o cómo expresara mi fe, o que ni siquiera pensara en ella.
A principios del año 2007, alguien llamó a mí puerta para proponerme embarcar en una aventura incierta y arriesgada: formar parte de una candidatura política a nivel municipal. La razón me decía, una y mil veces, que no diera ese paso, que no me complicara la vida, que tendría problemas para compatibilizarlo con el trabajo cómodo y apasionado que venía desempeñando hasta ese momento. Doy testimonio que otras tantas veces descolgué el teléfono con la intención de decir “no”, que agradecía muchísimo que hubieran pensado en mí, pero que la política no se encontraba entre mis inquietudes. Doy testimonio también de que, en todas esas ocasiones, me sorprendí a mi misma diciendo, a pesar de tener resuelto que llamaba para decir “no”, que “me dejaran pensarlo un poco más, que todavía no lo tenía claro”. Desconozco las fuerzas misteriosas y extrañas que me impulsaban a pedir más tiempo para meditarlo, cuando tenía meridianamente decidido que no quería estar ahí, y finalmente a perder el desafío hasta derrotarme a mí misma y pronunciar un sorprendente “sí”.
Puedo decir que me he esforzado en buscar una explicación que dé cuenta de la decisión que tomé en aquel momento, puedo decir que hasta el día de hoy no he encontrado ninguna que esclarezca satisfactoriamente las razones que me llevaron a hacerlo, y confieso humildemente que me sonrojo y no me atrevo a poner por escrito lo que realmente pienso. Sabía que, si daba este paso, mi vida cambiaría, pero nunca imaginé el alcance del cambio, hasta las estancias más íntimas y privadas de mi ser se vieron removidas. El hecho de ser concejal me invitaba a acompañar determinados actos de carácter religioso y así, poco a poco, empecé a emocionarme, incluso de manera desproporcionada, diría yo, con la palabra del evangelio, conocí a personas (sacerdotes, amigos, grupo de oración,…) que me inspiraban con su ejemplo de vida cristiana, se me brindó la oportunidad de visitar Tierra Santa y allí, la palabra y el mensaje de Jesús resuena con fuerza, impacta, penetra, emociona y remueve, allí sufrí un estremecimiento íntimo y entrañable. El ejemplo y la vida de Jesús invadieron tomo mi ser, cada rincón de mi existir, pasaron de ser algo que me acompañaba en mi vida a ser algo que movía mi vida, tanto en el ámbito público como en el privado, ¿o acaso ambas cosas se pueden separar? No puedo descifrar muchas cosas, como reconocía al principio de este párrafo, pero sí puedo proclamar que este cambio en mis adentros, probablemente, no hubiera tenido lugar si no hubiera pronunciado esa palabra tan corta y de tanto contenido: “sí”. Ese “sí” cedido en un instante de mi existencia contorneó quién soy, cómo soy y dónde me encuentro ahora, porque me proporcionó un billete para viajar de la política a la fe.
Y ahora estoy aquí, en este intervalo incierto de mi vida, buscando cada día la fórmula para mezclar política y fe y no defraudar a ninguna de las dos. Creo haberla encontrado en estas palabras que aparecen en el libro en el que siempre debemos buscar las respuestas importantes: “Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que ha recibido” (1 Pe 4,10). Dios nos envía a ponernos a los pies de todos, con nuestras capacidades y desde la parcela que nos ha tocado en nuestra vida. ¡Cuántas veces, a lo largo de estos casi seis años, he tenido que esforzarme en tratar de abonar y cultivar los “talentos” cristianos que me fueron concedidos, con la certeza de que no siempre lo he conseguido, porque en el ámbito público todavía es más difícil, si cabe, que en el ámbito privado! Humildad para reconocer mis errores y equivocaciones, para ocupar el puesto que me corresponda recordando aquellas palabras de Jesús: “Cuando seas convidado por alguien (…), no te pongas en el primer puesto, (…), vete a sentarte en el último puesto” (Lc 14, 7-11). Ofrecer la otra mejilla y no guardar ningún tipo de rencor contra mis oponentes. Vencer la vanidad, que muchas veces te eleva con unas alas invisibles. Ayudar siempre a que alguien viva mejor su destino. Buscar y mantener un difícil equilibrio en las decisiones de cada día. Crecer en los momentos de adversidad. Dedicarme sin ambición a la tarea que me ocupa…
No pido triunfo, fama o poder. Cada día pido, humildemente, cuando salgo de casa, la bendición de Dios para que guíe mis palabras, ilumine mis actos, conduzca mis pasos, haga de mí instrumento en sus manos. Cada noche pido, al acostarme, no haberlo hecho mal, no haberme equivocado demasiado, no haberle fallado a nadie, que sea indulgente cuando dirija Su mirada a mí persona si en algo he podido errar. Y en estas pocas palabras se resumen todas mis aspiraciones políticas.
Quizá alguien se pregunte por qué estoy contando este testimonio cálido de mi vida. Mi intención no era hacer una declaración por escrito que justifique mis decisiones, ni confesar sentimientos íntimos y complicados que viven en mí. Mi intención era compartir con todos vosotros, en este espacio que se me ha cedido generosamente, la extraordinaria convicción que abrigo de que existen diversos caminos e incontables posibilidades para acercarse al Evangelio y para acercar el Evangelio a nuestras vidas y por qué no, si me permiten el atrevimiento, ser un poco Quijote en esta tierra de molinos. Para mí, estar en la vida política es una decisión importante, meditada, que ocupa gran parte de mi vida, que supone una gran responsabilidad y una maravillosa oportunidad de trabajar por el lugar que más quiero, por aquello en lo que creo y por lo que en el fondo me hace sentirme feliz, que es afanarme por y para los demás. Si algún día alguien me pregunta o me pregunto: “¿a qué has dedicado tu tiempo, tu energía, tu ilusión?”, quiero que la respuesta sea que, al menos un trocito, ha sido dedicado a los demás, aunque sea de esta forma singular, porque las cosas que hacemos por los demás te hacen sentir quién eres tú, porque al fin y al cabo “todo lo que hagáis a uno de estos pequeños, me lo hacéis a Mí” (Mt 25,40).
Sirvan estas palabras para expresar mi devoción agradecida.
Delfina Molina Muñoz
Teniente Alcalde del Ayuntamiento de La Roda (Albacete)
Concejala Servicios Sociales, Educación, Igualdad, Escuela Infantil y Sanidad.
Ejecutiva Provincial PP – Albacete
- CÓMO VIVO YO MI FE EN LA POLÍTICA (CARLOS)
Mi compromiso político en el PSOE está profundamente ligado a mi experiencia cristiana. Sin fe mi itinerario natural habría sido el de mi familia, el nacionalismo democrático. Sin embargo la militancia cristiana me hizo ver la prioridad de los pobres y la justicia. Jesús no habla de patrias. Así que, a través del voluntariado, la objeción de conciencia, el gesto por la paz y los movimientos de acción católica (JEC y JOC) me hice socialista “a fuer de” cristiano. Bienaventurados los que trabajan por la paz y la justicia.
Mi paso al partido socialista resultó de un pacto con el líder socialista Ramón Jáuregui. En los años 90 nos invitó a los cristianos en movimientos sociales del País Vasco a formar parte del nuevo proyecto del Partido Socialista de Euskadi en su convergencia con Euskadiko Ezkerra. Tenía mis reservas hacia el PSOE, muchas, pero una en particular: en el programa 2000 estaba escrito que la “fe era un asunto privado”. Esto para mi era inaceptable. Le dije a Jáuregui que en otros países europeos para la izquierda la fe era un asunto público. Así que le pregunté si el PSOE estaba dispuesto a reconocer el cristianismo como un asunto público de interés para la izquierda. Él me respondió: “recorramos ese camino”. Así que me adentré en política haciendo del anuncio explícito de Jesucristo uno de los rasgos principales de mi compromiso a lo largo de los años, creando el grupo Cristianos Socialistas. Lo cual tiene su aquél.
Uno de los aspectos en los que ha de ser “evangelizado” un cristiano que accede a la política es el de la visión del poder. Tendemos a sudemonización. Sin embargo no tiene sentido militar en un partido sin ambición de lograr el poder o al menos sin afán de disputarlo. Releyendo la Biblia he visto que el poder no es para nada extraño a la historia de salvación. Tras la Creación está el poder de Dios, también tras la Liberación del pueblo de Israel. Es el poder de Dios el que da vida, y resucita a Jesús de entre los muertos al tercer día. En realidad la historia del Pueblo de Dios es un combate, históricamente aún no resuelto, entre el poder del maligno y el poder del Amor Eterno. El Evangelio no esantipoder, Jesús es Mesías y es Rey. Lo que si dice Jesús es que su poder no es de ese mundo. No se sirve de la violencia, apela a la libertad de las personas. No es para su beneficio y privilegios, sino para curar enfermos, dar vida a los pobres y la libertad a los cautivos. No se lava las manos en las situaciones comprometidas, sino que se implica con su vida, incluso hasta la muerte en cruz. Es el poder fundado en el testimonio y en el servicio: no he venido a ser servido sino a servir.
Hay una regla no escrita que me hace particularmente inhóspito el hábitat de la política: esa por la que parece que con tal de darle palo al adversario todo esta permitido. Otra experiencia harto difícil: el aborto. No puedo aceptar el derecho al aborto, pero tampoco tiene sentido meter a la cárcel a la mujer que practica el aborto. ¿Virtud de la política? El difícil arte de decidir lo menos malo. Otra virtud: la encarnación. ¡Qué fácil es –muy frecuente en la Iglesia- enjuiciar la realidad desde los grandes y elevados principios! ¡Qué difícil es la encarnación, que se mancha y hunde en el barro para siquiera hacer un poco más claro el gris de este mundo a base de boletín oficial del estado o de presupuestos generales! Una justicia siempre imperfecta.
– Un recuerdo imborrable. La carta a Dios de Ramón Jáuregui en un libro de PPC. En su carta Ramón dice a Dios: «No creo en Ti, pero te tengo por aliado».
– Otro, los ocho años con escolta entre muchas incomprensiones de los que veían las cosas desde el arca de Noé.
– Una convicción: la fe no es sólo motivación, es también factor de cultura política.
– Un recordatorio: «Una misma fe puede conducir a compromisos políticos diferentes» (Pablo VI, Carta apostólica Octogesima Adveniens, 50). Ningún, ningún programa político agota el Evangelio.
Carlos García de Andoin
Coordinador federal de Cristianos Socialistas.
Ha sido Director adjunto de gabinete del Ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui,
asesor de la Vicepresidente de Gobierno, M. Teresa Fernández de la Vega,
y concejal del Ayuntamiento de Sestao.
- INMA Y FERNANDO, MATRIMONIO
Somos un matrimonio. Llevamos doce años casados y tenemos tres hijos. Los tres muy guapos. Los queremos más que a nosotros mismos.
Nuestro matrimonio no ha sido fácil: los problemas familiares de uno y los traumas infantiles del otro han sido y son problemas difíciles de llevar. Pero seguimos juntos, viviendo juntos, queriéndonos.
Hace unos meses mi mujer se detectó un bulto en un pecho, lo cual desencadenó una serie de acontecimientos en los cuales seguimos metidos de lleno. Era un tumor ductal infiltrante de grado III de crecimiento rápido: cáncer. Al mismo tiempo, mientras mi mujer estaba en el hospital recuperándose de la cirugía, a mí me despidieron del trabajo. Esa es nuestra realidad ahora, ella con quimio y yo sin trabajo.
Nos han pedido que hagamos un testimonio de fe y no es fácil resumirlo porque, aunque lo estamos viviendo juntos, no lo estamos viviendo igual. Coincidimos, eso sí, en lo más importante, nos ponemos en las manos de Jesús, nuestro Señor.
Mi mujer tiene una confianza completa en el Señor. No se siente sola y tiene una fe total en que la prueba la está pasando con Él. No tiene ninguna duda de su amor incondicional. Su tranquilidad es sorprendente. Está llevando esta prueba con mucha mayor entereza que los problemas que trae la vida diaria. La fe de mi mujer para mí siempre ha sido un misterio. Siempre he tenido la sensación de que era algo especial, de más quilates. En la conversación que hemos tenido para poder escribir este testimonio, ella me decía si no tendría una actitud irresponsable, si no debería estar más preocupada. Yo le he contestado que creo sinceramente que no. Es un don. El Señor no es una ideología, una teoría, una meta que debamos alcanzar por nosotros mismos, es también el camino y el medio. Sin su ayuda es imposible. Creo que Él le está regalando a mi esposa la paz que siempre anunciaba: “La paz os dejo, mi paz os doy…”.
Yo estoy más intranquilo. Al principio, después de tantas pruebas que hemos tenido que pasar juntos, sentí rabia. “¿Pero tú de qué vas?”, decía en mi interior, “¿a cuento de qué viene esto?”. Tuve que ir a confesarme de este sentimiento, porque estaba lleno de rabia, hacia mi familia que no estaba y hacia los que me despidieron, según ellos por mi bien, para que pudiera estar con mi mujer. Y esa rabia, y también el miedo, me tenían encerrado en mí mismo, incapacitándome para ayudar o ser un apoyo para mi esposa. Necesitaba entregar todo esto y, el día anterior al primer tratamiento de quimio de mi mujer, me confesé. Salí mucho mejor, porque pese a ese sentimiento de incomprensión y de reclamación ante el Señor, una cosa tenía clara, no quería pasar por la prueba solo. En realidad la cosa es muy simple, o con el Señor o sin el Señor. Mi mujer y yo, juntos, queremos que sea con Él.
Nosotros no creemos que el mal y el sufrimiento de este mundo esté producido por Dios. La vida es así, esa es la realidad, nos guste o no. Y en esta realidad queremos que esté Dios. El Señor no nos ha dejado solos, el pasó por la prueba primero, sin ahorrarse ningún sufrimiento. No tenía por qué hacerlo, pero lo hizo, por amor a nosotros. Nosotros tenemos confianza en Jesús, nuestro Señor, y también somos conscientes de nuestra debilidad. Así que en estos vaivenes que nos ha tocado vivir, de angustia, de miedos, de dolor y de preocupación estamos los tres juntos. El Señor sacará luz de todo esto. Esa es nuestra fe y esperanza.
Inma y Fernando