NUESTROS JÓVENES SE VAN

1 octubre 2012

Juan Linares, sdb.
Misionero en las Antillas
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El autor ofrece una mirada del fenómeno de las migraciones desde las Antillas. Afirma que la Iglesia se acerca a los jóvenes migrantes con un corazón y una mirada pastoral. Y para que esta actitud sea posible, inspirándose en la V Conferencia del Episcopado de América latina y el Caribe en Aparecida, propone que la pastoral de migraciones sea una verdadera pastoral en red
 

  1. Enfoque de una pastoral de migración

 
1.1.                      Como punto de partida, un buen enfoque
La principal mirada que la Iglesia, y en nuestro caso la Familia Salesiana, debe ofrecer a los jóvenes es una mirada pastoral, es la mirada de una madre que se siente responsable de responder tanto a la gestación como al desarrollo de unos hijos que por ser jóvenes, ciertamente, se convierten en sus predilectos.
Una mirada que ha de ser contextual, viendo a cada uno y a cada una en su propio momento y condición de vida. Por este motivo, es de suma importancia que la Iglesia mire pastoralmente a los jóvenes que hoy, en una cantidad sumamente grande, viven la delicada experiencia de la migración, pues son millones.
Acompañar es una palabra que expresa muy bien una importantísima actitud pastoral, especialmente cuando ese acompañamiento se realiza con personas que están iniciando un importante proyecto de vida y lo hacen en tierra extranjera. Es preciso realizar una pastoral de verdadero acompañamiento de los jóvenes migrantes. Dejarlos solos sería un pecado imperdonable.
En la última Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Madrid, pudimos experimentar la fuerza que tiene una juventud que, desde las diferentes culturas, lenguas y colores, expresaba y proclamaba una misma fe en Jesucristo. Una juventud peregrina por un mundo multicultural que rompe las barreras nacionales convirtiendo nuestro planeta en esa famosa “aldea global”. Madrid, en esos días, fue la capital del mundo juvenil católico.
El documento «Ecclesia in America» presenta esta orientación: «Con respecto a los inmigrantes, es necesaria una actitud hospitalaria y acogedora, que los aliente a integrarse en la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y su peculiar identidad cultural. A este fin es muy importante la colaboración entre las diócesis de las que proceden y aquellas en las que son acogidos, también mediante estructuras pastorales previstas en la legislación y en la praxis de la Iglesia. Se puede asegurar así la atención pastoral más adecuada posible e integral. La Iglesia en América debe estar impulsada por la constante solicitud de que no falte una eficaz evangelización a los que han llegado recientemente y no conocen todavía a Cristo. …(La Iglesia se esfuerza) para suscitar, al mismo tiempo, una actitud de acogida  por parte de las poblaciones locales, convencida de que la mutua apertura será un enriquecimiento para todos»[1].
La acción pastoral con los jóvenes ha de romper fronteras y abarcar a todo joven en cualquier circunstancia en que se encentre.
 
1.2.                      La Pastoral de Migración, una pastoral en red
Desde este concepto de “aldea global” y desde el hecho de una fuerte migración juvenil, es necesario que los diferentes pastores reflexionemos “en comunión” para luego poder trazar planes pastorales que puedan ser animados por una “red de pastores” que, en una nueva metodología pastoral, coordinen los oportunos programas con las apropiadas y oportunas intervenciones.
La Conferencia de Obispos Latinoamericanos y del Caribe manifiesta la necesidad de “reforzar el diálogo y la cooperación entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio”[2].
La Pastoral de Migración, por lo compleja que es, necesita una rica coordinación entre todos los agentes involucrados.
Para que esta atención humanitaria y pastoral esté al servicio del desarrollo integral de la persona y de los colectivos como tales, en nuestro caso de los jóvenes y de las jóvenes, es preciso acompañarles con programas multidisciplinares que respondan  tanto a la integración en la sociedad a la que llegan, como en el desarrollo de los planes de vida que necesitan para que puedan mirar al futuro con esperanza.
Para ello es muy oportuno, formar pastores, en los lugares de destino, con el conocimiento suficientes de las culturas y con las metodologías más apropiadas para una buena intervención. Estamos hablando de poder realizar experiencias como es el caso de pastores que han venido a los países de origen de los migrantes para vivir en ellos un tiempo oportuno que les ha permitido conocer y experimentar el estilo de vida, la cultura, los valores de ese pueblo, adquiriendo una nueva y muy oportuna visión de la idiosincrasia de los migrantes.
Para tener una visión lo más rica posible, en vistas a una acción pastoral en la migración juvenil, es necesario que los agentes pastorales partan de las realidades en que viven los jóvenes y situándose en ellas, miren iluminadamente el acontecer de este fenómeno migratorio y acompañen oportunamente a quienes se lanzan a esta aventura.
Para lograr estos mejores acompañamientos es muy conveniente la organización en red institucional, complementando y coordinando los programas y acciones a realizar. Así podrán ser acompañados en las distintas fases del proceso migratorio.
 

  1. Una mirada hacia dentro

 
2.1.                      La realidad donde vive el joven migrante
Si nos referimos a América Latina, hemos de decir que es un gran continente de juventud. En él, son muchos los millones de jóvenes que han nacido en la pobreza, una pobreza en la que se sienten atrapados. Ellos son testigos directos de la cruel desigualdad de clases que hay en la sociedad en general y, especialmente, en la que a ellos les ha tocado vivir. Millones de jóvenes que se ven envueltos en pobreza, desempleo, violencia y exclusión.
De la mayor parte de las familias de estos pueblos, algún miembro ha tenido que emigrar, buscando un futuro mejor en los considerados y anhelados “paraísos de la abundancia”. Todas las familias tienen familiares en el extranjero. La familia está marcada con la característica de la migración. En estos países el tener un “Visado de Salida” a uno de los países llamados del Primer Mundo, es algo deseado por todos, es un signo de salvación, pues en el extranjero se ve la tierra deseada que todos desean habitar.
Dentro de una sociedad muy hedonista y consumista, es muy común, en un gran número de los jóvenes, el haber adquirido la mentalidad de que hay que hacerse con dinero en una expresión muy usada por ellos, “a como sea”, es decir, de manera fácil y lo más rápidamente posible. Para ello, conciben en sus mentes, tres espacios privilegiados para lograr esta meta: marcharse fuera de su país, alcanzar un cargo político en uno de los partidos de turno o meterse en el mundo de la droga… El alcanzar una vida de calidad a través del trabajo, del esfuerzo y sacrificio no es el aliciente, con frecuencia, en los parámetros de muchos jóvenes. La migración es vista como una posibilidad de salir de una vida llena de limitaciones a un estado de vida de mayor disfrute.
El fenómeno migratorio juvenil no se reduce a los jóvenes en situación de pobreza, sino que abarca a toda la población juvenil, sin distinción de clases, pues ante la inestabilidad existente en estos países creen que sus vidas, en el exterior, serán muy beneficiadas y les irá mejor porque tendrán mayores posibilidades de progreso.
Migrar en busca de mejores oportunidades es el mecanismo que millones de jóvenes pretenden alcanzar para lograr unas condiciones  más beneficiosas de vida. Los jóvenes que emigran lo hacen en la búsqueda de un futuro diferente. Muchos de ellos lo hacen soñando en salir del subdesarrollo y en alcanzar pronto niveles de vida de mayor calidad.
 
2.2.                      América Latina: Países de migrantes
Todas las naciones Latinoamericanas son y han sido países de migrantes, unos más que otros. Como consecuencia de ello hay una rica mezcla de razas pues a estas naciones han llegado ciudadanos de todo el mundo. Se puede comprobar en el variado elenco de apellidos españoles, italianos, alemanes, chinos, japoneses, etc.
La crisis económica, política y social que viven muchos de los países de América Latina ha forzado a una creciente emigración en todos estos países.
El Census Bureau de los Estados Unidos reveló hace poco que el número de inmigrantes e hijos de inmigrantes ha alcanzado en ese país el nivel histórico más alto hasta ahora registrado: 56 millones, de los cuales 34 millones llegaron en las últimas tres décadas. México aporta más de la cuarta parte de estos migrantes, la cual constituye la porción más grande de extranjeros de un solo país, con la excepción del censo de finales del siglo XIX, en 1890, que dio a conocer que el 30% de los inmigrantes provenían de Alemania.
Sin embargo, para muchos países sudamericanos, Europa está desplazando a los Estados Unidos como la región más atractiva, en parte por razones culturales y de idioma, pero también por el notable crecimiento económico de España e Italia en las últimas dos décadas, a pesar de la crisis de estos últimos años. Otros destinos importantes son Canadá (con medio millón de emigrantes latinos), los Países Bajos, el Reino Unido y Australia.
 
2.3.                       El hecho de la misma emigración
Los jóvenes, la mayor parte de las veces, emigran para huir de la pobreza y del desempleo, buscando un mejor provenir.
El poder emigrar muchas veces se ve “como una suerte”. Migrar en busca de mejores condiciones de vida se convierte para millones de jóvenes en la única solución para alcanzar una vida de mayor calidad. Se convierte para muchos en un anhelo ante las situaciones tan deprimentes en que viven.
El alto porcentaje de jóvenes en paro y sin perspectivas de futuro hace que los jóvenes, sin distinción de clases, pero especialmente de los más necesitados, busquen salir de su país de origen para tratar de asegurarse un futuro mejor.
Desde esta perspectiva la migración para el joven se convierte en un signo de esperanza, en una oportunidad que le permite imaginarse una posibilidad de vida de mayor calidad.
En una visión interna del país, para una nación que busca el desarrollo y que lo necesita imperiosamente, la emigración es “una pérdida”: Hay una multitud de jóvenes profesionales que se van, dejando un gran vacío en la propia nación. Estos jóvenes podrían ser, en su tierra, los protagonistas para hacer realidad la oferta de servicios que la población necesita para alcanzar ese proclamado bien común, y, al mismo tiempo, serían los artífices del importante y necesario desarrollo que estos pueblos necesitan. Este tipo de conducta les estaría pidiendo una cuota muy importante de sacrificio, pues el quedarse con su gente supondría, ciertamente, llevar una vida, a nivel personal, con mayores limitaciones y por lo tanto más sacrificada.
Pero visto fríamente, migrar se ha convertido en “una necesidad”, pues así no se puede seguir: Son tan prolongadas y tan duras las crueles situaciones en que viven miles de jóvenes que ciertamente hay que decir “esto no hay quien lo aguante, así no se puede vivir” y por eso se toma la determinación de aventurarse a irse a tierras lejanas.
Se dan muchos casos de jóvenes emigrantes que lo hacen de manera ilegal, con la consecuente gravedad que esto trae consigo. El ser “ilegales” es una marca que trae unas secuelas muy traumáticas.
Como consecuencia de este fenómeno se da el hecho de “los deportados”. Con relativa frecuencia son enviados al país de origen numerosos grupos de jóvenes ilegales que han sido detenidos y algunos capturados en hechos delictivos. Estos vuelven al país sin posibilidades de tener una solvencia económica por lo que en estos últimos años la delincuencia ha crecido enormemente.
Consecuentemente, la migración es “una aventura”, hecha la mayor parte de las veces por necesidad, no por altruismo. La aventura comienza teniendo que dejar a su propia gente, a los más cercanos, a su familia. Esta aventura supone ser arrancado de las propias raíces; sencillamente, hay que desarraigarse y quedarse en el aire, hay que levantar vuelo. El joven que se va, se queda sin lo suyo, sin su gente, sin su cultura, sin todo aquello que hasta ahora ha sido su propia vida y su propio entorno…
Y hay que meterse en un mundo nuevo, desconocido, hay que ponerse un vestido nuevo. La aventura continúa y ahora “en tierra extranjera”. La alegría y la gran esperanza de llegar al paraíso anhelado, se choca con la dura realidad de sentirse extraño, en unas condiciones de vida muy difíciles y de verse considerado un ciudadano se segunda categoría que viene “a pedir limosna”.
 
2.4.                       La riqueza de los emigrantes
Pero la migración tiene, también, un signo muy positivo. La mirada del pastor, tiene que contemplar la migración, principalmente, en sus aspectos más positivos. Hay una gran riqueza en la migración. No la podemos reducir a una visión desde una perspectiva económica, sino que hemos de descubrirla como un derecho de toda persona e incluso como una posibilidad de un verdadero desarrollo humano integral.
La migración nos está llevando a romper fronteras y convertir el mundo en la casa de todos, viéndonos enriquecidos con el admirable arco iris de colores de la humanidad, disfrutando de las riquezas culturales de tantas formas diversas de vida, creando una verdadera fraternidad universal.
En lo más propio de nuestra misión como Iglesia, hemos de prestar una atención muy especial a la dimensión religiosa de la vida del migrante. La migración nos está dando la oportunidad de vivir en forma cercana la catolicidad de nuestra Iglesia.
Muchos de los migrantes tienen una profunda vida de fe, tienen muy buenos sentimientos religiosos y una muy rica experiencia de vida eclesial. La praxis religiosa en los pueblos latinoamericanos es, por lo general, muy buena, rica y hermosa. La juventud es muy participativa y se integra fácilmente en movimientos relacionados a la vida de fe, tanto en el compromiso como en las celebraciones de las comunidades cristianas.
La experiencia de fe está muy directamente ligada a la vida de cada día, en una forma muy sencilla, por lo que se hace la señal de la cruz con frecuencia y en multitud de acciones, se llevan signos religiosos de muchas maneras y se dicen expresiones relacionadas a sus creencias, se lee la Palabra de Dios y se ora. El joven latinoamericano es eminentemente religioso.
Ciertamente, por su potencial, pueden ser en las parroquias o centros en los que se integren, agentes muy positivos de animación y participación. Pueden ser para las comunidades que les reciben verdaderos misioneros.
Es muy importante que las comunidades que reciben a los migrantes estén abiertas y sean conscientes de los aportes valiosísimos que estos llevan, pues pueden convertirse en los nuevos evangelizadores de esas viejas culturas religiosas.
 

  1. Aparecida nos ofrece

 
3.1.                       Aparecida nos ofrece una visión pastoral
La visión pastoral desde América Latina y El Caribe es la que marcan nuestros obispos en el Documento de la V Conferencia del Episcopado, en Aparecida.
El documento final de la V Conferencia del Episcopado de América latina y el Caribe presenta una mirada pastoral hacia los migrantes. Desde el enfoque de este documento, los pastores ven las migraciones a partir de la perspectiva de los lugares de aquellos que se van.
Es, en primer lugar, una mirada atenta y solidaria y que nos refleja el carácter profundo de la migración. Es la mirada de la Madre Iglesia que ve partir a sus hijos, y que lo hace con una mirada materna, llena de ternura.
Tantas personas, al igual que tantas familias, han tenido que dejar su país para buscar la dignidad de vida que no han podido alcanzar, esa vida que les corresponde por derecho, pues buscan poder conseguir el pan de cada día en su mesa y pretenden poder vivir con seguridad.
La realidad de la migración es, por lo general, muy dura y por tanto hay que mirarla con “ojos de misericordia” y la pastoral ha de sentirse llamada a dar una respuesta a este desafío. La mirada materna y misericordiosa es fundamental que se produzca en los pastores acompañantes de los migrantes.
“Los pueblos de América latina y de El Caribe viven hoy una realidad marcada por grandes cambios que afectan profundamente sus vidas. Como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los signos de los tiempos, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida en plenitud”[3].
 
3.2.                       Aparecida nos ofrece nueva mirada pastoral
Saber leer la realidad es saber superar uno de los analfabetismos pastorales más grandes de la humanidad. Hemos de saber hacer una nueva lectura de este hecho migratorio, desde las perspectivas del Plan que Dios tiene. La imagen de los rostros es muy expresiva en los Documentos Pastorales de nuestros obispos. Entre “los rostros más sufrientes” de América latina y de El Caribe, como imagen del rostro de Jesús crucificado, está presente el de los migrantes.
Es un rostro marcado por la soledad y que por lo tanto, necesita una acción pastoral que sea portadora de una mirada acogedora y acompañante en la nueva tierra y en los nuevos ambientes en que les toca vivir. Animar, acompañar, promover, educar… son, por tanto, acciones eminentemente pastorales.
“Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los migrantes. Hay millones de personas concretas que, por distintos motivos, están en constante movilidad. En América Latina y en El Caribe constituyen un hecho nuevo y dramático los migrantes, desplazados y refugiados sobre todo por causas económicas, políticas y de violencia”[4].
Hemos de preguntarnos, ¿qué es lo que lleva a una persona o a una familia a buscar una tierra nueva? Los obispos, pastores de nuestros pueblos nos dicen: “Las causas son diversas y están relacionadas con la situación económica, la violencia en sus diversas formas, la pobreza que afecta a las personas y la falta de oportunidades para la investigación y el desarrollo profesional. Las consecuencias son en muchos casos de enorme gravedad a nivel personal, familiar, cultural. La pérdida del capital humano de millones de personas, profesionales calificados, investigadores y amplios sectores campesinos, nos va empobreciendo cada vez más. La explotación laboral, llega en muchos casos a generar condiciones de verdadera esclavitud”[5].
 
3.3.                       La construcción de una patria nueva
La migración puede convertirse en una plataforma que nos puede llevar a la construcción de una Patria Nueva que abarque toda la humanidad con su diversidad de razas, pueblos y culturas.
El desequilibrio en la distribución de los bienes es el que afecta de forma directa a los migrantes que buscan la manera de poder satisfacer sus necesidades. La brecha social debe desaparecer o al menos disminuir considerablemente.
Son las profundas desigualdades sociales entre países las que llevan a este fenómeno de la migración. Los migrantesmiran esta brecha desde abajo, desde el abismo y comprueban que el orden mundial, que mejor podríamos llamar desorden mundial, se encamina cada vez más al crecimiento de esta brecha.
El mayor pecado pastoral sería el que esta brecha se produjese, también, en el ejercicio de una pastoral de migración, cuando nuestra pastoral ha de ser de comunión.
Pero como pastores podemos enfocar, también, la migración con una mirada positiva. “Para lograr este objetivo se hace necesario reforzar el diálogo y la cooperación entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio. Es necesario que en los Seminarios y Casas de formación se tome conciencia sobre la realidad de la movilidad humana, para darle una respuesta pastoral. También se requiere promover la preparación de laicos que con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de salida a las familias que dejan. Creemos que la realidad de las migraciones no se ha de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran recurso para el camino de la humanidad”[6].
Ciertamente, la humanidad tiene mucho camino por hacer hasta llegar a formar una gran familia humana.
 
3.4.                       La Pastoral Migratoria
Los países latinoamericanos y caribeños, históricamente lugares de fuerte “inmigración”, se vuelven, en las últimas décadas, naciones de significativa “emigración”, pero la salida es el fenómeno más emergente en las últimas décadas. Se reconoce esa emigración en América Latina y El Caribe como “un hecho nuevo y dramático”.
Siguiendo la descripción de la realidad, Aparecida advierte de esta injusticia social: “La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas (…), adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la violencia, de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual…”[7].
La mirada de los obispos se vuelve especialmente a los jóvenes, entre los cuales “se constata con preocupación suicidios… Otros no tienen posibilidadesde estudiar o trabajar, y muchos dejan sus países por no encontraren ellos un futuro, dando así al fenómeno de la movilidad humana y la migración un rostro juvenil”[8].
Nuestra lectura pastoral, desde el lugar de partida, necesariamente viene marcada por las orientaciones y disposiciones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe.
Hace falta contextualizar una clara pastoral migratoria.
Nuestras estructuras pastorales deben estar atentas  y concebidas desde la diversidad. La migración nos hace vivir un nuevo Pentecostés, que deja que el Espíritu Santo transforme las estructuras, en primer lugar, del corazón, rompa nuestros esquemas y cree nuevas estructuras, disponiéndonos para recibir al Dios de la vida, encarnado en mi prójimo. En pocas palabras, la Pastoral de la Movilidad Humana, con el protagonismo de los mismos migrantes, tiene como finalidad fundamental hacer “que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera”[9].
“La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos sectores. Considera indispensable el desarrollo de una mentalidad y una espiritualidad al servicio pastoral de los hermanos en movilidad, estableciendo estructuras nacionales y diocesanas apropiadas, que faciliten el encuentro del extranjero con la Iglesia particular de acogida. Las Conferencias Episcopales y las Diócesis deben asumir proféticamente esta pastoral específica con la dinámica de unir criterios y acciones que ayuden a una permanente atención a los migrantes, que deben llegar a ser también discípulos y misioneros”[10].
La palabra fundamental en la pastoral de migrantes es la acogida. Esta pastoral debe ser ejercida por toda la comunidad cristiana. Esto es debido a que acoger no es tanto un sentimiento cuando una praxis, es una acción concreta de hospitalidad desde la fraternidad, de atención y de protección hacia el que se siente solo. El primer lugar donde se debe producir la acogida es el corazón de la persona. Este primer paso es fundamental.
Al dar énfasis a la acogida es para llegar a su sentido más profundo, pues mediante ella hacemos el mejor ejercicio de nuestra vocación de cristianos que es acoger a Dios en aquel que llega a nuestra tierra.
Aparentemente la acogida necesita dedicar tiempo, dedicar recursos económicos, dedicar esfuerzos, y, sobre todo, dedicar amor, pues en el fondo lo que se necesita es que hagamos realidad el único mandamiento cristiano que tenemos: el amor. Este amor se traduce en compartir mi tiempo, en compartir mis bienes, en ser solidario con mi prójimo…, ser hermano.
Una pastoral que va en contra del rechazo a los emigrantes por considerarlos delincuentes o gente peligrosa.
Es preciso realizar una pastoral que sea asumida con valentía, una pastoral totalmente propositiva y que esté decidida a responder a los retos que se presentan.
El documento de los Obispos Latinoamericanos proyecta una pastoral de migración, eminentemente profética.
“Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes, está indudablementela denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente, como también el esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad civil, en los gobiernos de los países, para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos de las personas en movilidad. Debe tener presente también a los desplazados por causa de la violencia. En los países azotados por la violencia, se requiere la acción pastoral para acompañar a las víctimas y brindarles acogida y capacitarlos para que puedan vivir de su trabajo.Asimismo, deberá ahondar su esfuerzo pastoral y teológico para promover una ciudadanía universal en la que no haya distinción de personas”[11].
La acción pastoral es preciso hacerla en conjunto entre las iglesias de las que salen y de las iglesias a las que llegan.
“Los migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus Iglesias de origen y estimulados a hacerse discípulos misioneros en las tierras y comunidades que los acogen, compartiendo con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones religiosas. Los migrantes que parten de nuestras comunidades pueden ofrecer un valioso aporte misionero a las comunidades que los acogen”[12].
Por ello se hace necesario insistir en la reflexión y en la acción, generando espacios que permitan revisar la situación actual de la migración juvenil y las tendencias que van marcando nuevos escenarios y nuevas problemáticas sociales, materializando lo que la Convención Iberoamericana de Derechos de los y las Jóvenes (CIDJ) postula para los y las jóvenes; es decir, reconocer el derecho de todos los jóvenes a gozar y disfrutar de todos los derechos humanos, para lo cual los Estados deben formular políticas y promover programas que alienten y mantengan de modo permanente la contribución y el compromiso de ellos con una cultura de paz y la difusión de los valores de la tolerancia y la justicia[13].
 

  1. Algunos compromisos

 
4.1.                       Acción pastoral antes de la partida
La visión pastoral debe ser global. En nuestro caso la pastoral de migración debe comenzar en el lugar de partida, es decir, antes de irse.
La migración debe concebirse dentro de un plan que tiene diferentes momentos y, el primero de todos se realiza en el lugar de partida. Es muy importante “salir bien” pues eso ofrecerá la oportuna plataforma para el buen desenvolvimiento de la persona.
La emigración es una acción de gran significado y repercusión en la vida de la persona y, en nuestro caso del joven, que decide la aventura de irse a tierras nuevas y hay que prepararla.
Por consiguiente, el acompañamiento pastoral es muy conveniente que comience con una serie de programas encaminados a una oportuna preparación de los emigrantes.
Estas personas, generalmente, necesitan orientación de lo que supone la nueva situación de vida que les tocará vivir. Necesitan una amplia información de los requerimientos exigidos para dar este paso. Necesitan una serie de conocimientos sobre las características del lugar donde van a llegar y de recomendaciones de cómo manejarse en su nuevo ambiente de vida.
La Pastoral de la migración debe comenzar en el lugar de partida. Es preciso crear el Departamento de Migración como el organismo especializado en la coordinación de la Pastoral de Migración.
El migrante, y especialmente el joven migrante, necesita informaciones y orientaciones para un asesoramiento oportuno para la acción que va a emprender.
El que el migrante sepa a dónde va ir, cuáles son las características y la cultura del lugar de destino y cómo debe desenvolverse en los primeros días de su llegada es fundamental, pues todo comienzo, oportunamente realizado, favorece el que se logre una experiencia mucho más positiva.
Este departamento podrá facilitar el contacto con los organismos e instituciones que tienen que ver con toda acción migratoria.
 
4.2.                       Pastoral de Migración: un reto
 
Ciertamente la Pastoral de Migración será siempre un reto de la Pastoral Juvenil Salesiana y debe formar parte principal de nuestra Propuesta Salesiana.
Deberá ser una pastoral que por la amplitud en que debe ser concebida y realizada debe proyectarse con una incidencia en el Orden Mundial.
Desde nuestros orígenes este tipo de población fue la opción de Don Bosco, como constata este texto de Fernando Peraza:
“Fue una típica clase y la más numerosa de los Oratorios de Don Bosco. En ellos se podían sumar las más críticas condiciones  de la pobreza y del abandono.
Había una categoría de emigrantes foráneos que aprovechaban el ritmo de las estaciones para viajar desde sus lugares de provincia en busca de trabajo. Llegan hacia noviembre, cuando se hacen los contratos. Volvían a sus lugares de origen en junio o en julio. Algunos, como el caso de los hermanos Buzzetti, lograban estabilizarse en Turín.
Pero, así mismo, había una emigración interna dentro del perímetro urbano de la capital piamontesa. Un flujo que partía de las zonas periféricas y se desplazaba a los lugares de trabajo; o el de quienes vagaban por las calles y plazas, sin relación familiar ni parroquial alguna, expuestos al peligro, fáciles víctimas de la explotación laboral, de la delincuencia y de la cárcel. Un vaivén continuo  de vida que recorría los centros urbanos subiendo y bajando por Santa Bárbara o el Moschino yVanchiglia, o por Borgo San Donato, Collegno y la Madonna di Campagna, o por los sectores cercanos a la Citadella, convertida durante esos años, de bastión y fuerte de la ciudad en cuartel del ejercito.
Este tipo de muchachos había dado origen al fenómeno de las “pandillas” de delincuentes, que sembraban la inseguridad y el pánico entre la gente”[14].
También en la actualidad, los migrantes deben ser una población preferencial en la pastoral juvenil salesiana.
Es muy oportuno que recordemos esta bienaventuranza: “Venid, benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque fui forastero, y me acogisteis”[15].
 

Juan Linares

 
[1] Ecclesia in America, 65.
[2] AP 413.
[3] AP 33.
[4] AP 411.
[5] AP 73.
[6] AP 413.
[7] AP 402.
[8] AP 445.
[9] AP 370.
[10] AP 412.
[11] AP 414.
 
[12] AP 415.
[13] Convención Iberoamericana de Derechos de los y las Jóvenes (CIDJ).
 
[14] F. PERAZA L. S.D.B., Proceso cronológico y Argumental de la Vida de Don Bosco, Capítulos 15 y 16, Centro Salesiano de Formación Permanente (Quito).
[15] Mt 25, 34-35.