JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS ESTABAN LOS JÓVENES

1 abril 2010

José Luis Simón
Vicaría VI
 
No hay tempestad cultural ni cambio climático (del clima social) que puedan arrasar con la estructura del hombre. Y aunque muchos sepamos quienes son John Cobra o Pop Star Queen, a las personas no se nos ha corrompido el gusto. Porque seguimos emocionándonos con la belleza de la película UP narrando la historia de amor del Señor Fredicksen. Y seguimos valorando la perfección técnica y estética con la que se recrean escenarios y personajes en la saga de videojuegos Final Fantasy. Y muchísima gente vuelve a soñar cuando lee o ve una historia de amor apasionado en el que cada uno está dispuesto a dejar de ser lo que es por amor al otro, incluso a sacrificarse por el otro (así es la historia de Bella y Edward en Crepúsculo).
Lo mismo pasa con la fascinación ante lo desconocido. Naceremos con ella, porque desde pequeños nos hace abrir los ojos o esconderlos detrás de las manos cuando oímos una historia de trama misteriosa y final desconocido.  Y no desaparece cuando crecemos. De hecho, cuando somos jóvenes (técnicamente he dejado de serlo hace dos años, pero por proximidad me permito la licencia) nos vuelve locos lo que se sale de lo común,  y cuanto más se salga mejor: más emoción, y más abrimos los sentidos para ver, oír, gritar o gustar…
Otra cosa que necesitamos y buscamos todos: el hogar. Desde nuestros antepasados siempre andamos tras una cueva a la que volver al final del día y un clan que nos proteja y acoja. A veces parecería que nos conformamos con personas que conocemos en las redes sociales, o que nos vale identificarnos con grupos humanos variados. Pero la soledad total es un castigo que nadie queremos. Necesitamos a alguien con quien hablar, con quien compartir la vida, que nos escuche, que nos apoye, que nos quiera, y al queramos. Las relaciones serán muy diversas, pero todas manifiestan que necesitamos una familia.
Esto tiene bastante relación con la peregrinación de la cruz de las JMJ, y no es ironía. Para nosotros ha resultado una experiencia muy positiva, y posiblemente porque se hay conectado de algún modo con estas tres dimensiones tan humanas, a las que los jóvenes no son ajenos: buscar salvación en lo sublime del amor, sorprenderse ante lo novedoso, y conocer un grupo humano que se percibe como familia.
 
En el horizonte de la JMJ
A estas alturas todo el mundo sabe que un año antes de que se celebre una JMJ, el Papa entrega una cruz a los jóvenes de la diócesis que acogerá la jornada. Tiene varios sentidos: la unión del Papa con los jóvenes, la comunión de todos los jóvenes cristianos del mundo entre sí, centrarse en lo fundamental de la fe cristiana hecho visible en la cruz, empezar a sensibilizarse y a preparar la jornada… En nuestra diócesis empezó a peregrinar el viernes santo del año pasado, y se despedirá el próximo miércoles santo. Yo de lo que puedo hablar es de los días en los que estuvo en la Vicaria VI[1].
Lo que se cuida crea vida
En pastoral sabemos todos que las cosas que se cuidan crean vida, así que en octubre se comenzaron a preparar los 14 días en los que la cruz estaría en nuestra Vicaría. Había que convocar a todos para que aprovechando lo novedoso de esta cruz, pudiéramos presentar de nuevo lo bello de la vida del Señor Jesús, que murió y resucitó en ella, y que todos sintieran que hay una familia que sigue reunida en su nombre.
Para quienes las cifras sean elocuentes, les dedico este párrafo: en los 14 días que duró la peregrinación, la cruz ha estado en 24 parroquias, 2 monasterios, 2 colegios, 1 residencia de ancianos, y 1 escuela universitaria. Se han celebrado 12 actos para toda la vicaría en el que se convocaba a cada uno de ellos a un grupo determinado de personas (catequistas, apóstoles de la caridad, alumnos de ESO y Bachillerato, grupos de oración, familias, movimientos apostólicos y capellanías especiales, sacerdotes, equipos de pastoral de la salud y consagrados). En los arciprestazgos se han preparado 24 actos que han congregado a muchísimas personas de las parroquias vecinas. Y están contabilizados unos 50 actos en las parroquias donde estuvo la cruz al menos unas horas. Además se hicieron 8 actos en la calle, contando viacrucis y traslados solemnes. El acto central fue un viacrucis por las calles presidido por el Sr. Cardenal en que habría unas 3.000 personas.
 
Experiencia muy interesante
Datos aparte: la experiencia ha sido muy interesante. Aunque hace solamente cuatro días que se ha ido la cruz, ya se ha evaluado en varios lugares. Y en general se ha visto como un remanso en medio del vendaval que a veces parece que azota insistentemente la pastoral. Y las causas de haberse ido las nubes negras podrían ser las que aparecían al comienzo de esta reflexión, que ahora las releo desde la perspectiva cristiana.
Es emocionante ver que ante la cruz a muchas personas se les ha encogido el corazón. No hay barrera egoísta que no vea lo trascendente de dar la vida para que otros vivan. No existe todavía fórmula atea que escupa a la cruz. Habrá muchas razones para evitar hacer lo mismo, para no seguir por ese camino, para protestar porque no se qué cruz tiene unos cantones muy caros. Delante de algo que nos pone eleva al más allá nos rendimos todos. Como Nietzsche, que después de oír las notas en las que Bach tradujo el misterio de la cruz (la Pasión según S. Mateo) dijo: “en esta semana he escuchado tres veces La Pasión según San Mateo del divino Bach, cada vez con el mismo sentimiento de inconmensurable admiración. Quien haya olvidado por completo el cristianismo, lo escuchará aquí realmente como un Evangelio”. Dicho por el señor Friedrich es bastante significativo. Dando un gran salto, cualquier persona podría decir lo mismo delante de Madre Teresa: quien haya olvidado por completo el cristianismo, lo verá aquí realmente como un Evangelio. La cruz desnuda sigue diciendo solo amor salvador. Y eso conmueve.
 
La Iglesia como familia
La Iglesia americana hizo una campaña publicitaria hace poco cuyo lema, dirigido a los católicos, era “bienvenido a casa” (al introducir en el buscador más conocido de la red “Catholics come home” aparecen ¡21.800.000 páginas encontradas!), presentando la Iglesia como una familia que puede ser tu familia. Esto lo hemos vivido así verdaderamente. Las relaciones han sido familiares. Pero de familia bien avenida, aclaro. No han sido de coordinación ni de trabajo. Tampoco hemos estado recelosos porque este es de no sé qué, o aquél pertenece a los no sé cuales, o si soy sacerdote o simple fiel. Hay lugares eclesiales inhóspitos, con relaciones frías que en nada recuerdan la alegría y la unión familiar. Eso no convoca a nadie a nada. Dios amor hecho visible es la Iglesia, y por eso la Iglesia tiene que estar construida en amor. Demasiado tópico, pero no siempre es así. Nosotros hemos tenido la suerte de experimentarlo. El Vicario episcopal, los jóvenes, los sacerdotes, los adultos de las parroquias, hemos dado testimonio de familia. Testimonio de Dios, por tanto.
Y también hemos visto como lo novedoso siempre despierta el corazón. A cualquier celebración en torno a la cruz se han acercado más personas (más jóvenes) que a muchas de las cosas que se proponen ordinariamente. El acontecimiento cristiano es novedad. Dios aparece en la vida en el momento más inesperado (S. Pablo) y es para hacerlo todo nuevo. Por eso celebramos la Pascua una vez al año solamente (y la recordamos cada 7 días). Pero si no hay demasiada presión por superarse cada día, las realidades pastorales se pueden plantar en el cómodo “como todos los años…” y se pierde la frescura, la novedad, el acontecimiento y con ello, la pérdida de convocatoria. Y sin embargo, cuando algo descoloca y es especial, todos respondemos entusiasmados. Nos podemos aplicar en el trabajo pastoral el consejo que se les da a los novios cuando se preparan para casarse: haced que cada día sea especial.
 
Reavivar la fe
Todo esto no quiere decir que se ha dado un vuelco a la realidad actual de los jóvenes en relación con la fe. No ha visto conversiones masivas, ni las parroquias se han visto desbordadas ante una manera de jóvenes que de repente quieren reavivar su olvidada vocación cristiana. Pero es que tampoco nadie lo esperaba ni era el objetivo. Varias causas separan a buena parte de los jóvenes de la fe y de la comunidad de los creyentes, la Iglesia. Ese lo sabemos todos los que trabajamos en pastoral. Si el objetivo que nos hubiéramos marcado hubiera sido el hacer que los jóvenes volvieran a la Iglesia en la que nacieron, hubiéramos fracaso. Pero ese planteamiento es muy ingenuo, puesto que para lograrlo se requiere más tiempo y otros espacios para conseguirlo. De hecho es  uno de los retos que tenemos los cristianos ahora mismo en Europa. Por otra parte, dicho sea de paso, las comunidades cristianas en su conjunto han participado mucho y se han volcado en la preparación, la asistencia y la celebración.
La Jornada Mundial de la Juventud es en agosto del año que viene. En Madrid tenemos muchas cosas que preparar. El peligro es que solo sea trabajo y agobios. Como la cruz no nos la hemos quedado nosotros, sino que sigue su recorrido por Madrid y el resto de España, nosotros cogemos como herencia lo que hemos vivido desde que comenzamos el curso. Nos servirá para este año, el que viene, y para el día después de la JMJ, que todo llega.
 
Nos quedamos…
Nos quedamos con la dignidad de ser creyentes, la de mirar más allá de lo visible y en lo más recóndito del alma para ver qué regalos ha dejado Dios ahí.
Nos quedamos con la dignidad de pertenecer a la Iglesia, la que se entrega, reza, enseña, sana, celebra, anuncia… La que hace visible a Dios.
Nos quedamos con todos los miembros de nuestra familia, de varias razas, edades, ricos y pobres, hombres y mujeres, santos y pecadores, de sensibilidades espirituales diversas, y sirviendo cada uno de distinto modo
Nos quedamos con la alegría que empezó el día de Pascua, y que por ser del Espíritu, engendra y fecunda. La alegría que da saber por dónde caminar. Hacerlo acompañado por quien hizo el camino. Y viendo el sol en el horizonte.
Nos quedamos proponiendo de nuevo (como dijo Juan Pablo II en cuatro vientos hace siete años), para no olvidarnos de quiénes somos (id y anunciad) y no quedarnos tristes en casa.
Nos quedamos con la historia de amor que hemos conocido en la cruz. El amor de Dios que fue el origen de todo y es el sentido de todo y de todos. El amor que es lo que hace movernos cada día. Que nos hunde cuando nos falta y que nos levanta cuando lo sentimos. El amor del Señor Jesús que se dio Él mismo para que los demás viviéramos, sabiendo que ni se lo agradeceríamos. El amor que hoy sigue creando la vida. Nos quedamos con la última palabra que se pronunciará en la historia.
Y esperamos que el resto de personas que tengáis la oportunidad de este encuentro con el Señor en la cruz peregrina, si no lo habéis tenido ya, lo disfrutéis y lo viváis tan felizmente.

José Luis Simón

 
[1] La Diócesis de Madrid está dividida en 8 Vicarías territoriales. Lo que aquí se cuenta es de la Vicaría VI suroeste. Tiene una población estimada de 500.000 personas, entre los distritos de Latina y Carabanchel. La forman 46 parroquias agrupadas en 7 arciprestazgos, y atendidas por 153 sacerdotes. En este territorio hay 102 centros de enseñanza, y 90 comunidades de vida consagrada.