COLEGIO NIÑO JESÚS DE VITORIA

1 abril 2010

Dario Nasili
 
El punto de partida
El Colegio Niño Jesús de Vitoria-Gasteiz es un centro escolar concertado, de inspiración religiosa, como muchos en nuestro país, y tiene como referencia la Propuesta Educativa Vedruna, cuyo objetivo, entre otros, es el de “ofertar una educación fundamentada en los valores del evangelio, que tiene como centro Jesús de Nazaret y su mensaje”. Para ofertar esta propuesta evangélica, intentamos promover una acción pastoral que abarque los tres ámbitos fundamentales de la vida cristiana: el anuncio de la fe, el testimonio de la solidaridad y la experiencia celebrativa. Ahora bien, si nos resulta difícil encontrar  formulas, más o menos acertadas, para concretar los dos primeros ámbitos, en lo que se refiere a la celebración, nos encontramos ante dificultades aún mayores.
Por una parte, estamos convencidos, como educadores cristianos, que la celebración es un ámbito privilegiado donde poder encontrar a Jesús y hacer experiencia viva de su presencia, que habla al corazón de las personas, reunidas en su nombre, según sus mismas palabras: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).
Por otra parte, vivimos una realidad socio-religiosa que no favorece este tipo de experiencia. La ausencia de la fe como elemento integrador de las familias y del alumnado, ha gestado una sociedad no creyente que ha abandonado su dimensión trascendente. En consecuencia, a nuestro colegio vienen muchos alumnos que no tienen casi ninguna experiencia religiosa, limitada en la mayoría de los casos a la catequesis de la infancia para preparar la primera comunión. Con lo cual, muchos adolescentes de la ESO no tienen ninguna referencia celebrativa desde hace años.
Considerando la misión de un colegio religioso y el profundo cambio de la realidad social, nos planteamos dos preguntas. La primera: ¿tiene sentido hoy en día seguir ofertando una experiencia celebrativa a personas que no tienen experiencia de fe? La respuesta sigue siendo afirmativa. Pero esto supone una segunda pregunta: ¿cómo seguir proponiendo una oferta celebrativa en este nuevo contexto socio-religioso? De esta forma, tenemos que replantear continuamente la propuesta celebrativa, adecuándola a la realidad de los alumnos de hoy, en especial en la etapa de la ESO, puesto que en Educación Infantil y Primaria parece que las cosas no presentan tantas dificultades.
 
La propuesta
Hasta hace unos pocos años solíamos celebrar eucaristías de masa con todo el alumnado, que de hecho se convertían en motivo de caos para los alumnos y de enfado para los profesores, que ejercían de vigilantes más que de educadores. Estos tipos de celebraciones ya no son viables en muchos casos. Por eso, cada vez más proponemos celebrar según un nuevo modelo, siguiendo estas orientaciones:

  1. Mantener algunas celebraciones para todo el alumnado sólo en algunos momentos puntuales y significativos a lo largo del año, es decir aquellos momentos que garanticen un ambiente favorable, por las razones que sean. Por ejemplo, solemos preparar una celebración de acogida a principio de curso para todos los alumnos y profesores de la ESO; en ocasión de la Navidad, proponemos una celebración de la eucaristía fuera del horario escolar, para alumnos, padres y profesores que deseen participar; finalmente, celebramos otra eucaristía en ocasión de la fiesta de nuestra fundadora, Santa Joaquina de Vedruna, que corresponde prácticamente con el final de curso (22 de mayo). Hemos podido comprobar que en estos momentos se crea un buen ambiente: los chavales participan y, además, hay un clima general de silencio, de escucha, de respeto…
  2. Privilegiado un tipo de celebración breve, en pequeños grupos y en momentos fuertes del curso. Por eso, en adviento y cuaresma solemos bajar a la capilla del colegio, clase por clase, para que los alumnos puedan vivir los aspectos peculiares del tiempo litúrgico correspondiente. Además, aprovechamos las jornadas de convivencias que solemos realizar todos los años con las clases, para celebrar la eucaristía; es un momento privilegiado, porque el contexto es diferente y favorece un clima de oración, indispensable para celebrar bien y con dignidad.
  3. Hemos decidido implicar más directamente el profesorado, en especial a los tutores, en la preparación y desarrollo de la celebración. Antes de la celebración solemos preparar a los chavales en clase de religión o en tutoría, con dinámicas o actividades sobre le tema de la celebración. Esta preparación es decisiva y permite que los alumnos entren en el clima de la celebración, sabiendo lo que significan palabras, símbolos y gestos que, de otra forma, hoy no dicen nada o suenan como extrañas.

 
La forma
No sólo vemos importante cambiar la estructura, sino que también nos parece fundamental remodelar la misma forma de celebrar. En nuestras celebraciones, además de la preparación, como ya hemos dicho, intentamos valorar cuatro elementos indispensables.

  1. El espacio físico: preparamos el ambiente de la celebración, cuidando los detalles, desde la colocación de las sillas hasta la decoración de la capilla. Normalmente los alumnos entran en la capilla y encuentran las luces encendidas, una música ambiental, los signos o símbolos ya preparados. Un espacio físico cuidado facilita la vivencia religiosa.
  2. La Palabra de Dios: es el elemento central que nunca falta en nuestras celebraciones. Siempre colocamos una Biblia abierta, como símbolo de la Palabra que Dios nos dirige hoy. Pero, además de esto, elegimos un texto del evangelio que haga de hilo conductor en la celebración. Si el texto lo lee un alumno, procuramos ensayar con él, para que la lectura resulte comprensible para todos. A veces, el evangelio es narrado o escenificado; otras veces, se acompaña con un cuento o parábola que comunique de forma más inmediata el mensaje del evangelio.
  3. Un símbolo o signo, complemento indispensable para dar visibilidad al tema elegido. El símbolo tiene que ser sencillo, comprensible y que comunique algo significativo a la vida de los alumnos. Solemos introducirlos con una breve explicación y, a veces, con un gesto. Por ejemplo, al principio del curso, unas cajas forradas simbolizan el regalo que cada uno de los alumnos quiere ser para los demás; en la celebración de adviento, unas velas de distintos colores representan unos valores (amistad, constancia, paz, esperanza…); en navidad, una pintura repartida a cada uno de los participantes es el signo de la alegría y de la fiesta que hay que vivir en las familias; en cuaresma, un corazón roto y luego reparado expresa la consecuencia de nuestros pecados y el perdón de Dios.
  4. El compromiso para la vida: solemos terminar siempre con un compromiso concreto que los chavales eligen para que la celebración cambie algo de la vida personal y no sea sólo un paréntesis, aunque bonito. Entramos en la capilla, que es un espacio sagrado, pero sin dejar la vida fuera: también la vida es sagrada. Por eso, el compromiso que asumen, y que siempre pedimos que escriba, representa esta continuidad entre lo que se celebra y lo que se vive en el día a día.

 
Los resultados
Es difícil valorar los resultados de las celebraciones en la vida de los alumnos. Estamos convencidos que los frutos de esta labor no se ven inmediatamente, sino a largo plazo.
Lo que sí podemos constatar es que la mayoría de los chavales participan directa y activamente en las celebraciones. Esto se puede notar, por ejemplo, en la misma actitud con la que entran en la capilla: si están preparados previamente, como procuramos hacer, se conciencian del sitio al que se dirigen y se crea más fácilmente un clima de silencio y de escucha.
Es significativo que en las jornadas de convivencia, uno de los momentos que más suele gustarles, es el de la celebración, porque es emotivamente más fuerte y se vive en un contexto favorable y en un lugar especial, como puede ser un oratorio.
Al acercarse los momentos fuertes del año, hay alumnos que preguntan cuándo se va a celebrar, porque tienen un buen recuerdo de las celebraciones del año anterior.
 
El camino que nos espera
En el ámbito celebrativo vamos dando pasos, como se puede ver. Pero, la sensación es que queda mucho por hacer. Sobre todo, hay una tarea indispensable hoy en día: educar a los jóvenes en la interioridad. Es una labor previa al anuncio de la fe y a la misma celebración. En nuestra diócesis, últimamente, en el ámbito de la pastoral con jóvenes y de la pastoral educativa, se está trabajando mucho este tema. Hay colegios donde ya se ha puesto en marcha un proyecto de educación en la interioridad. En nuestro colegio, de momento, nos estamos concienciando sobre la importancia de este nuevo camino y algunos profesores nos estamos formando en este sentido. Creemos que ha llegado el momento de apostar por una nueva acción pastoral que priorice la interioridad, porque pensamos que ésta va a ser una clave importante para poder, entre otras cosas, celebrar con los jóvenes. Tenemos pensado dedicar un curso entero de Secundaria a talleres sobre la interioridad, con el objetivo de trabajar la corporalidad, la integración emocional y la apertura a la trascendencia. Todos ellos elementos que nos pueden abrir nuevos caminos de cara de cara a las celebraciones con nuestros alumnos.
 

Dario Nasili