EVANGELIZAR Y EDUCAR

1 marzo 2010

EN CONTEXTOS DE EXCLUSIÓN SOCIAL

Rafel Gasol y Ferran Solé
Salesianos-Barcelona

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Los autores se preguntan si es posible evangelizar en lugares de exclusión, y cómo se hace esta evangelización. Entienden que la lógica de la Encarnación nos capacita para la evangelización. En su artículo describen las características de los itinerarios que permitan personalizar los procesos: experiencias significativas, comunitarios y diversificados, llevados a cabo en ambientes familiares). Avanzan en su reflexión hablando de experiencias bisagra, de la acogida, de los vínculos de referencia, de algunas características de los contenidos. Por último se detienen en el proceso interior en la pastoral con jóvenes.
 
En los últimos años ha ido creciendo la sensibilidad de la Familia Salesiana por afrontar las nuevas situaciones de pobreza presentes entre nosotros. Hemos imaginado respuestas sencillas en cuanto a la organización, y bien estructuradas en cuanto a los equipos educativos y a las iniciativas para llevarlas a cabo. Trabajamos a través de las llamadas plataformas sociales o plataformas de educación social.
En la medida de lo posible, ofrecemos una educación integral a quienes se acercan a nosotros: desde lo más inmediato y urgente hasta lo más profundo y perenne; desde dar de comer o enseñar a encontrar trabajo hasta acompañar la búsqueda del sentido de la vida e invitar a vivir la espiritualidad y el seguimiento de Jesús de Nazaret[1].
Esta rica experiencia colectiva, nos permite responder al título de este artículo: ¿es posible evangelizar en ambientes de exclusión?, ¿cómo lo hacemos?
Para situar nuestra perspectiva, citamos a Jean M. Petitclerc[2]:
 
¿Pero qué hay de la dimensión pastoral del proyecto educativo de Don Bosco, con estos jóvenes en dificultad de los que un gran número no comparte nuestras convicciones de fe?
Acostumbro a citar a Margarita Lena: “De la misma manera que el mejor artista cristiano no es necesariamente el que pinta cuadros de tema religioso, o quien canta en las iglesias, sino quien expone su arte, y ante todo su mirada, a la luz de Dios difundida en las formas del mundo, así la educación no es cristiana porque afecta a bautizados o privilegia los momentos de enseñanza religiosa. Lo es en primer lugar porque quiere serlo y permanece atenta y acogedora a esta vocación total del hombre y la mujer, al que Dios llama por su nombre, y porque a su vez responde según la misión que le es propia”.[3]
Así desde mi punto de vista, no es el carácter cristiano de los destinatarios, o la naturaleza del programa transmitido, lo que hace cristiana la acción educativa, sino el hecho de que esta se apoya sobre las tres fuerzas principales de la fe cristiana: Creer – Esperar – Amar.
Semejante convicción se funda en la lectura del versículo evangélico: “El que acoge a un niño en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,36). El Papa Juan Pablo II, en el momento del centenario de la muerte de nuestro fundador, escribió, en la carta dirigida a los salesianos, que se trataba sin duda del santo que, en la historia de la Iglesia, había comprendido mejor la profundidad de este versículo.
Poner en práctica el sistema preventivo entre los jóvenes en dificultad, es anudar una relación con el joven en el mismo registro que la anudada con Cristo, una relación fundada en un: Yo creo en ti. Yo espero en ti. Yo te amo.
He aquí porque Xavier Thévenot ha hablado de dimensión sacramental de la relación educativa. Para el salesiano, la acción educativa entre los jóvenes en dificultad no constituye la buena acción de su vida religiosa, sino el lugar de su encuentro con Cristo, “Lo que habéis hecho al más pequeño de los míos, me lo habéis hecho a mí” (Mt 25,40)
Para el educador salesiano, se trata de creer en el joven, de esperar con él, de amarle a la manera en que Cristo cree en él, a pesar de sus fallos, esperar con él, incluso en las situaciones más desesperadas, y amarle aceptándole como es. ¡Acaso no son adultos que creen en ellos, que son testigos de esperanza y que les aman, de quienes tienen tanta necesidad los jóvenes, ayer en tiempos de Don Bosco como hoy en este periodo tan cargado de incertidumbres?

  1. Evangelizar desde la encarnación

Constatación inicial. Hoy no es fácil una evangelización en estos contextos sociales tecno-económicos y consumistas en los que gran parte de la población está secularizada y vive de espaldas a Dios: para muchos Dios ha muerto o no ha existido nunca e intentan vivir sin la hipótesis de Dios; ni la que pide solidaridad y misericordia para con el excluido e injustamente tratado; ni la evangelización que cuenta con el excluido como agente de Buena Nueva. En estos momentos, entre nosotros, no es fácil evangelizar: todo nuestro mundo se ha convertido, ya, en tierra de misión[4].
“Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos”[5]: Sin embargo Jesús, con su encarnación, ha ido delante de nosotros. En el mundo hay rastros de Dios, huellas de su presencia, retazos de los valores del Evangelio. Ello nos permite afirmar, aunque nunca de manera excluyente, que se está evangelizando cuando la iglesia o los creyentes proclaman lo que de Dios hay ya en la humanidad. Esta búsqueda y potenciación de lo bueno y de lo honesto, de lo que dignifica al hombre y le saca del no ser de la exclusión, opresión y marginación es evangelizar: es hacer del Evangelio “vida y palabra entre nosotros”, es identificar y nombrar los aleteos del Espíritu.
Nuestro punto de partida en contextos de exclusión: Sin excluir otras formas de evangelizar, nosotros más que ofrecer “contenidos” evangélicos al conjunto de personas que participan en nuestras plataformas sociales, (de credos religiosos diversos, con planteamientos creyentes no siempre claros,…) optamos por potenciar y ayudar a reconocer lo que de evangélico hay en medio de la historia humana y, aceptamos como misión, el potenciarlo y ayudarlo a captar desde la experiencia creyente. Este proceso artesanal lo hacemos con la aceptación de la diversidad de ritmos personales y con la persistencia del enamorado que quiere comunicar lo mejor que tiene, Jesucristo, a cada persona.
Una experiencia que nos conforta y nos sostiene: El Evangelio transforma la vida de la gente con la que vivimos y les hace capaces de anunciarlo. Esta experiencia sencilla del día a día nos llena de alegría y esperanza en medio de la perplejidad en que nos suma la difícil acción pastoral entre nuestra gente: la certeza esperanzada se mezcla con la preocupación y el sufrimiento al ver a nuestro mundo reacio al Resucitado y a su Iglesia.
 
Evangelizar, por tanto,

  • Es encarnar la Palabra y buscar lo que de Palabra encarnada hay ya en el hombre, en el mundo y en la historia.
  • Es caminar en líneas de salvación y de liberación no sólo para el más allá, (cuestión que es fundamental), sino para nuestro aquí y nuestro ahora (cuestión no menos fundamental!).
  • Es ayudar a vivir los valores del Evangelio y a relacionarlos con Jesús: amor, prójimo, dignificación de las personas, fraternidad-sororidad, búsqueda de la paz y de la no violencia, la solidaridad entre los pueblos, el compartir pan y Palabra, la promoción social de las personas en un mundo más justo
  • Es suscitar el seguimiento y la adhesión a Jesús, en Iglesia.

 
Y todo esto desde un proceso educativo, que veremos desarrollado en los puntos siguientes, donde se ayude a cada persona a la apertura consciente y activa a la realidad que le rodea, a asumir su situación vital, para posibilitar en un ambiente de amistad y sinceridad, abrirse a nuevos interrogantes significativos que faciliten vivir la propia vida con sentido.
 

  1. El amor nos lleva a la misericordia

Dios es Amor: Sólo amando participamos de la naturaleza de ese Dios que se siente movido a misericordia ante el sufrimiento de los hombres y que nos dice “ve y haz tú lo mismo”[6]. Por esto al discípulo se le conmueven las entrañas con misericordia ante el sufrimiento, la exclusión o la opresión del prójimo. Y es precisamente esta capacidad la que evangeliza al mundo: Es la comunicación de un rostro de Dios compasivo a un mundo que añora la misericordia.
“A los pobres es anunciada la Buena Nueva”[7]: Los excluidos son el icono y el prototipo de la injusticia humana, rechazados incluso en los tiempos de Jesús por los autoconsiderados puros. El que Jesús hablara en la sinagoga de Nazaret del Evangelio a los pobres, nos dice que el Reino de Dios, presente ya entre nosotros, se da allí donde se rechaza toda injusticia del hombre contra el hombre, donde se dignifica a las personas, donde se libera a los oprimidos, donde se comparte, se acoge y se comunican noticias de esperanza y salvación. Porque, a Dios le preocupa el sufrimiento de la gente, para Dios los pobres son sus preferidos.
¿Eres tú la iglesia que había de venir o tenemos que seguir esperando otra? Y en nuestra respuesta, si es auténtica, si es Iglesia del Reino, debería estar la respuesta de Jesús: “A los pobres es anunciado el Evangelio”, los ciegos son realmente iluminados con nueva luz, los cautivos les son perdonadas las deudas, y los oprimidos recuperan la libertad. Por ello la evangelización hoy no puede olvidar esta perspectiva: El Evangelio a los excluidos y desde los excluidos forma parte esencial del ser Iglesia, de su esencia evangelizadora, parte constitutiva de su misión evangelizadora y servidora en el mundo[8].
El camino de la misericordia. No pueden ser evangelizadores los indiferentes ante el dolor de los hombres, ante los excluidos, pobres y marginados; los indiferentes ante los caídos, oprimidos y despojados de su dignidad; los que, con indiferencia, dan la espalda al dolor de los hombres para buscarse un autodisfrute religioso; los que no son movidos a misericordia. La misericordia, entraña divina en la mujer y el hombre de todos los tiempos, es un sentimiento propio de los que tienen a Dios en sus vidas.
 

  1. Una evangelización al estilo del samaritano y de la cananea

El samaritano[9], evangeliza desde el servicio al excluido: En la parábola del samaritano solidario, sólo éste fue capaz de dejar a un lado sus programas, sus ocupaciones, sus sabidurías y conocimientos, para centrarse en la ayuda a aquella persona que le necesitaba. Sólo él, con su gesto, es discípulo y testigo del auténtico evangelio de Dios a los necesitados, pobres y desterrados.
El cristiano está invitado a ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de exclusión. Quien hace esta experiencia transformadora y comprometedora, está en el mejor camino de ser un buen discípulo. El que es capaz de acercarse al prójimo[10], ya está lanzando un mensaje evangelizador. El que usa su aceite y su vino para calmar dolores y desinfectar a los heridos del mundo, está dando fe de su conexión con Jesús a un mundo sumergido en dolor e injusticia. El que usa su cabalgadura por amor al prójimo, aunque él tenga que ir andando, está comunicando un mensaje. Aquél, cuyo proyecto de vida se pospone para ayudar a los heridos del mundo, tiene autoridad cuando habla y puede comunicar la auténtica Palabra.
La cananea[11], evangeliza al evangelizador: Jesús, que priorizó la acción liberadora en tantas ocasiones, mostró una resistencia ante el grito de una extranjera, una mujer cananea que imploraba misericordia. Jesús rechaza el grito de esta extranjera y se muestra como si trajera un mensaje restringido a la casa de Israel: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”[12]. La fe y la insistencia de esta mujer, hicieron cambiar el comportamiento de Jesús y de sus discípulos, los renovó y les hizo entrar por líneas solidarias, liberadoras… Los pobres nos evangelizan.
Hoy el grito evangelizador de la mujer cananea continúa en el grito de tantos hombres y mujeres pobres del mundo. Seremos evangelizados si, al escuchar ese clamor, nos paramos y nos dejamos conmover por la misericordia.

En el mundo de la exclusión, hablamos de una evangelización:
a) que se ocupa de las causas que oprimen a la persona en su aquí y su ahora. El creyente escucha atentamente el clamor de los sufrientes, sea por la injusticia y la insolidaridad, sea por el vacío y la búsqueda frenética de un sentido que no son capaces de encontrar. La evangelización, en su afán de acercar el reino de Dios y su justicia, pone su acento en captar lo que diariamente oprime y preocupa al hombre en el aquí y ahora llegando a ser una evangelización que humaniza y que promociona socialmente.
b) que vive la espiritualidad y está abierta hacia el misterio de la salvación eterna de los hombres, sin desentenderse de las situaciones injustas y anómalas que oprimen social y espiritualmente a las personas.
c) que opta por la misericordia en todos los sentidos: misericordia ante las situaciones de injusticia, que lanza al creyente a la acción social compartiendo la vida, el pan, la mejora de las situaciones de vida de las personas, siendo una evangelización que supera un mero humanismo que incluso puede ser ateo.
d) que proclama el nombre del Señor, liberador de las personas en su aquí y en su ahora –pobreza, injusticia, sinsentido- , que es el Señor de la Historia.

  1. Itinerarios distintos para la personalización de los procesos

Para que tengan vida: Lo que, en definitiva, deseamos para los que están en contacto con nosotros es la asunción personal de una opción de fe libre y madura que anime su camino de crecimiento a lo largo de la vida.
Ø Gracias a experiencias significativas: Se suele decir que este camino se inicia a partir de un primer descubrimiento personal de Jesucristo y continua en diferentes itinerarios catecumenales hasta la adultez en la fe. Sin embargo, la praxis pastoral nos dice que los procesos sólo son lineales en los manuales. En nuestros ambientes las personas sólo hacen procesos cuando tienen alguna experiencia significativa, personal o grupal, interiorizada y personalizada, como motor que les permite progresar a través de los diversos Itinerarios propuestos.
Ø Cada elemento construye el todo: Hay una gran diversidad de experiencias que conviene hacer a lo largo del proceso personal. Frecuentemente se realizan en itinerarios aparentemente paralelos o circulares (de interioridad, de compromiso social, formación cristiana, de vida comunitaria, etc.). Aunque parezcan inconexas, las vemos como piezas de un gran puzle, que se va construyendo en el tiempo. La colocación de cada pieza, convenientemente acompañada, hace posible un salto de calidad en el propio crecimiento. En ambientes de exclusión (y no sólo en ellos…) no sirven las teorías. Una experiencia es “Buena Noticia” de salvación cuando es respuesta y fuente de sentido frente a las aspiraciones e interrogantes vitales, cuando la propia vida queda iluminada y comprendida desde la perspectiva del Sentido.
Ø Hay muchos caminos para llegar a la meta: Necesitamos construir una diversidad de Itinerarios que respondan a la pluralidad de momentos culturales por los que pasa nuestra gente (incluido-excluido, local-global, moderno-postmoderno, cultura de siempre-cultura mediática, mundo urbano-mundo rural-mundo suburbano, lenguaje oral-lenguajes no verbales, etc.) y ayude a madurar alguno de los aspectos esenciales de la persona. Al respecto, vale la pena destacar “Educar para Vivir. Plan de educación en situaciones de exclusión social”[13], Itinerario, que de manera organizada por dimensiones y estructurada por edades, presenta una amplia propuesta de trabajo educativo. Cuatro dimensiones básicas de la persona componen este Plan, a través de las cuales se pretende acompañar a niños, adolescentes y jóvenes a insertarse de modo activo y comprometido en la sociedad: la dimensión afectiva-sexual como opción por una educación en una sexualidad y relaciones afectivas positivas y responsables satisfactorias; la dimensión moral como apuesta por ayudar a madurar el respeto y la responsabilidad ante uno mismo, los otros y ante el mundo; la dimensión social como facilitadora de experiencias positivas en la relación con el grupo de iguales, la familia y la comunidad; y la dimensión trascendente, de sentido de la vida como convicción de que una existencia vivida con sentido está abierta al fundamento del ser humano, es decir a la interioridad, la espiritualidad, la religiosidad, la experiencia de fe, en definitiva, la experiencia de Dios en sus vidas; constituyendo núcleos básicos en la educación de la fe[14]. A nuestro modo de ver, la educación de estas dimensiones es una urgente puesta al día del “educar evangelizando y evangelizar educando”.
Para agrupar las propuestas de cada uno de estos itinerarios se presenta mediante tres ejes principales: el ámbito personal, el ámbito relacional y el contexto social, que se desarrollan según las edades de los destinatarios: desde la infancia hasta la vida adulta. En cada eje se trabaja, según la edad, tres aspectos importantes: sentimiento, pensamiento y acción. Esta propuesta de trabajo subraya los procesos de fondo que la persona puede llevar a cabo si se le ofrecen posibilidades y oportunidades de continuidad a lo largo del tiempo.
Ø Desde el seno de la comunidad: La comunidad, en sus diversas manifestaciones (familia, grupo, asociación, comunidad de base, comunidad eclesial), es el lugar por excelencia de la evangelización, dondedebe convertirse, en su entorno, en testimonio de compromiso a favor de los más necesitados. Algunas de sus características: Una comunidad que atenta a la realidad juvenil, vive los valores que se proponen integrando fe y vida, formada por educadores/as y animada por la comunidad cristiana de referencia (comunidad religiosa, parroquial,…), que reflexiona y se “remotiva” en clave de misión y construcción del Reino de Dios, encaminando a la persona a vivir experiencia de Dios. Sus acciones comunes deben ir orientadas a manifestar, de forma significativa, la presencia salvadora del Cristo en medio de las miserias humanas. En este sentido, los Itinerarios[15] de educación en la fe son su patrimonio exquisito, puesto que nacen del testimonio de comunidades evangelizadas y evangelizadoras.
Ø En ambientes familiares: El acento evangelizador apunta claramente a la familia y a las pequeñas comunidades. La vida concreta en ambientes de exclusión nos habla de núcleos familiares rotos, de relaciones paterno-filiales a recomponer, de luchas fraticidas. Por ello, afirmamos que un horizonte a construir en nuestras instancias educativas es un “nuevo contexto familiar” donde cada quien se encuentre en una casa que le anime a crecer en plenitud, una de las prioridades que el CG 26[16] nos propone como nuevas fronteras de atención y evangelización.

  1. Proceso personal e itinerarios diversos: se vive lo que se experimenta conscientemente


Hacer experiencia
Por “hacer experiencia” entendemos un aspecto decisivo en el proceso evangelizador, a través del que se posiciona ante la vida y actúa en ella desde la unidad de sentimiento, pensamiento y acción. Es un proceso que va desde lo más exterior y puntual a lo más profundo y constante considerándolo, por ello mismo, como un elemento educable si somos capaces de crear las condiciones oportunas. Por todo ello, proponemos ir haciendo experiencia consciente del diverso nivel de profundidad de las cosas que se viven.

La experiencia de fe
Aplicado esto al campo de la fe, diremos que hay experiencia de fe cuando se descubre la presencia de Dios en las vivencias que conforman la existencia.

Las experiencias bisagra
Para hacer este puente entre las vivencias cotidianas y Jesús de Nazaret vamos a hablar de unas experiencias concretas. Llamamos experiencias bisagra[17] a situaciones “normales” de la vida, que vividas con profundidad y acompañamiento, pueden permitir el salto a la experiencia de Dios. Las consideramos aplicables en todas las edades del desarrollo de la persona, adecuadas, claro está, al momento evolutivo de la misma.
Las principales experiencias bisagra que hemos identificado y vemos posibles trabajar a lo largo del crecimiento de una persona son las siguientes: Ser acogido, Hacer fiesta, Establecer relaciones, Encontrarse con testigos, Desarrollar la autonomía personal, Participar en la vida de grupo, Ponerse al servicio, Disponer de tiempo de personalización, Descubrir y afrontar la presencia del mal. En general, podemos decir que estas experiencias facilitan el recorrido procesual si ayudan a pasar de la integración pasiva a la respuesta activa, del ámbito colectivo al personal, y de las respuestas concretas en determinados momentos a una actitud global de respuesta ante la vida.
Núcleos básicos a trabajar para vivir con sentido la experiencia de fe: Proponemos a continuación algunos núcleos básicos[18] que conviene trabajar para que la persona pueda saborear su mundo interior, es decir, tome conciencia del valor de su propia vida y se abra a procesos de crecimiento interior y relación personal con Dios. Los presentamos según las categorías sentimiento, pensamiento y acción (nunca consideradas aisladamente, pues en la práctica se encuentran siempre superpuestas).
El primero de ellos, el sentimiento, recoge los elementos del mundo afectivo que pueden actuar como motivación y permiten a la persona pensar que vale la pena vivir. Nos referiremos a estos cuatro: sentirse acogido incondicionalmente, disponer de una autoimagen positiva, vivir a fondo la propia vida y disponer de referentes positivos claros.
 
Acogida incondicional de la persona tal como es y tal como se encuentra
Muchas historias de rechazo, de fracaso, de nula o escasa valoración personal llevan al joven a no quererse adecuadamente, a pensar que no sirve para nada. Necesita a su lado al adulto que le ayuda a confiar en sí mismo y a creer en sus propias posibilidades.
En un proceso de acompañamiento y dentro del marco del mundo afectivo de la persona este elemento es clave. La acogida es de vital importancia para el posterior desarrollo de la intervención a realizar en los momentos sucesivos. En gran medida, ya desde el primer o primeros encuentros, está en juego la posibilidad de entablar vínculo relacional, educativo y sobretodo emocional que va hacer posible, o más fácil, el proceso educativo y evangelizador posterior.
La acogida conlleva una actitud de apertura, cercanía y proximidad a la persona, donde prima la escucha y la empatía frente al impulso de diagnosticar y etiquetar su situación personal. Este adulto puede irse convirtiendo en una persona de referencia en el proceso de maduración personal del joven.
Potenciar el desarrollo de la imagen de sí mismo de forma positiva y en todos sus aspectos
Hay que asegurar que la persona tenga resueltas sus necesidades básicas y un clima afectivo que le dé seguridad y le estimule a afrontar su propio trabajo personal.
A partir de aquí, podemos ayudar a ver su situación vital y aceptarla, a conocer y desarrollar al máximo sus cualidades y capacidades, a mejorar la imagen de sí mismo valorando sus progresos y conquistas, a forjarse una adecuada escala de valores, a ser capaz de describirse a sí mismo.
 
Profundizar en sus experiencias vitales más significativas
Es bueno invitar a la persona a ir a fondo, a no quedarse en la superficie. Por ello conviene provocar que las experiencias que van realizando les impacten, les toquen en lo más íntimo, las puedan expresar, que no sólo pasen por ellas, sino que las puedan llegar a vivir con intensidad. En esta misma línea, conviene que puedan ir evocando, elaborando y asumiendo su pasado. Todo ello es camino de liberación y de visión de nuevas perspectivas vitales que van conduciendo a la definición de un proyecto de vida, sencillo, bastante delimitado, pero en el cual puede ya ir situando cada experiencia y vivirla como una expresión de lo que quiere ser.
Contribuye positivamente a ello el poderse identificar con personas adultas y con la comunidad que éstas forman, definida al final del punto anterior.
 
Crear «vínculos» con modelos de referencia
Lo apuntábamos en los apartados anteriores: la acogida incondicional, fundamental para la experiencia positiva de relación con los adultos; hecha de apertura, cercanía y proximidad, y de oferta de modelos positivos de identificación para el joven, que pueden ser referencia en su proceso de desarrollo personal.
Esta relación puede proporcionar al joven experiencias de gratuidad, servicio, silencio, renuncia, en compañía de otros jóvenes y adultos que lo viven habitualmente.
Estos cuatro núcleos que favorecen una vivencia más integral de la persona, al mismo tiempo permiten abrir la posibilidad de experiencias cristianas, si éstas son adecuadamente acompañadas. Citamos las siguientes:

  • Ser acogido enlaza con la experiencia de un Dios universal, el Padre, que acoge y acepta a cada cual como es, y que no tolera ninguna marginación.
  • Establecer relaciones forma parte del aprendizaje para la vida en comunidad, y está a la raíz del valor cristiano de la solidaridad.
  • Encontrarse con testigos, permite descubrir el valor del descubrir los propios maestros y el sentido del seguimiento de Jesús.
  • Disponer de tiempo de personalización, abre el camino a la plegaria y a la búsqueda espiritual.
  • Descubrir y afrontar la presencia del mal, pone en la sintonía de Jesús que pasó haciendo el bien y liberando a las personas de todo tipo de marginación.

 
El aspecto conocer reúne los conocimientos, los conceptos y temas que pueden trabajarse. A partir del conocimiento podemos ayudar a la persona a modificar su acción y a enriquecer la vivencia de sus sentimientos. Nos referiremos a estos cuatro: tener las competencias básicas para vivir en sociedad, dar nombre a las vivencias, captar el mundo en el que se vive, interrogarse por el futuro.
 
Potenciar el aprendizaje de contenidos básicos sociales y culturales
Se trata de ayudar a conseguir los hábitos y técnicas de estudio y de trabajo para que se pueda desarrollar correctamente en el ámbito laboral, en la sociedad. De ahí que se busque desarrollar su capacidad de observación, de comprensión, de expresión; que se ayude a adquirir un tipo de información y comprensión crítica del mundo en el que vive; que se inicie en la adquisición de autocontrol en cuanto a horarios, permanencia en el trabajo, etc.
 
Iniciar un adecuado proceso de educación-maduración
Se trata de ayudar a mirar su propia realidad, sin miedo, e intentar llamar por su nombre a todo cuanto ha vivido, a lo que sucede tanto en él como a su alrededor. Poder verbalizar los conflictos es necesario para madurar. Todo ello supone también un proceso que, muchas veces, pasa de las agresiones a los gritos, antes de poder llegar a la palabra. De aquí que sea muy importante facilitar herramientas para expresarse y comunicarse correctamente, ayudar a superar el miedo a hablar, recuperar aprendizajes imprescindibles para poder desarrollarse en sociedad.
Este proceso requiere un acompañamiento socializador: la mejora de su valoración, el aprendizaje de habilidades comunicativas y técnico-profesionales, la participación en un contexto educativo más amplio, la orientación personalizada, la presencia de adultos positivos cercanos a ellos, ha de llevarles a un reconocimiento social y a facilitar su acceso al mundo del trabajo.
 
Abrirse conscientemente a la realidad que les rodea
Ya no sólo tenemos en cuenta lo que el joven está viviendo en primera persona. Vamos abriendo los ojos a la realidad de sus colegas, de su familia más amplia, del barrio en el que vive, de la ciudad, para fijarnos en lo que llama más la atención, en lo que va sucediendo y buscar sus porqués, sus interrelaciones, su significado.
 
Facilitar que vayan surgiendo las preguntas por el sentido de la vida
A partir de la observación de la realidad, dejamos que aparezcan las preguntas que ponen en actitud de auténtica búsqueda. Preguntas sobre el mal vivir y el mal morir de mucha gente, sobre los contrastes entre la abundancia de unos y las estrecheces de otros… Así vamos llegando a las preguntas fundamentales sobre uno mismo, a las auténticas preguntas religiosas: ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿qué tipo de persona quiero ser?, ¿por qué me encuentro en esta situación?, ¿soy realmente feliz?, ¿cómo puedo serlo de verdad?
En este momento favorece el hecho de entrar en relación con personas, experiencias, acontecimientos, valores, etc., que les abren a otras dimensiones de la vida más allá de lo que hasta ahora han sido sus experiencias cotidianas: salidas a la naturaleza, contactos con diferentes grupos, participación en movidas de barrio o ciudadanas, entrar en contacto con diferentes estilos de comunidad, implicarse en acciones de voluntariado o en algún campo de trabajo, etc.
También estos cuatro núcleos, con el pertinente acompañamiento educativo, favorecen una vivencia más integral de la persona y permiten abrir la posibilidad de experiencias cristianas. Citamos las siguientes:
 

  • Descubrir y afrontar la presencia del mal, pone en la sintonía de Jesús que pasó haciendo el bien y liberando a las personas de todo tipo de marginación.
  • Establecer relaciones forma parte del aprendizaje para la vida en comunidad, y está a la raíz del valor cristiano de la solidaridad.
  • Encontrarse con testigos, permite descubrir el valor del descubrir los propios maestros y el sentido del seguimiento de Jesús.
  • Desarrollar la autonomía personal, hace posible una opción de fe madura, libre y responsable.
  • Participar en la vida de grupo, prepara para descubrir como el Espíritu de Jesús habla a través de las múltiples voces de la comunidad.
  • Hacer fiesta acerca a los sacramentos: los siete grandes y a los numerosos pequeños sacramentos de todos los días.

 
El aspecto actuar reúne las habilidades y acciones que son capaces de practicar las personas. Estas capacidades completan y concretan los contenidos conceptuales. Presentan los posibles medios para poner en marcha las motivaciones, adquirir y completar los conocimientos y practicar sus habilidades. Citamos los siguientes: construcción del propio futuro, inserción social y transformación social.
 
Constatar y estimular posibilidades de futuro en la vida del joven
Fomentar aquellas actividades y habilidades que le ayuden a encontrar su orientación vocacional, a la vez que le ayudamos a vencer una cierta visión fatalista de la vida y le estimulamos en su proceso de autonomía. Esto supone proyectar el futuro a partir de una actitud responsable en el presente, hecha de capacidad de espera, de orden, de ahorro, etc.
 
Animar la integración en grupos de jóvenes y adultos
Pasar de la participación en actividades de un grupo en el que se encuentra bien o que le parece interesante su actividad, a sentirse cada vez más implicado en su marcha y en la responsabilidad en su gestión. Estos pasos favorecen que tome, progresivamente, en sus manos las riendas de sus propias acciones, de las del grupo y también se sienta responsable del medio en el que se desenvuelve.
 
Abrirse activamente a la realidad que les rodea
Habiendo abierto los ojos a la realidad, como decíamos en el conocer, llega el momento de emprender pequeñas acciones transformadoras de la propia realidad que, a su vez, serán analizadas y darán pie a una nueva toma de conciencia de su proceso.
Creemos que estos tres núcleos también permiten abrir la posibilidad de experiencias cristianas, si éstas son adecuadamente acompañadas. Citamos las siguientes:
 

  • Establecer relaciones forma parte del aprendizaje para la vida en comunidad, y está a la raíz del valor cristiano de la solidaridad.
  • Encontrarse con testigos, permite descubrir el valor del descubrir los propios maestros y el sentido del seguimiento de Jesús.
  • Desarrollar la autonomía personal, hace posible una opción de fe madura, libre y responsable.
  • Participar en la vida de grupo, prepara para descubrir como el Espíritu de Jesús habla a través de las múltiples voces de la comunidad.
  • Ponerse al servicio, descubre la clave de la moral y la política cristianas: la búsqueda de una humanidad nueva, el Reino.
  • Descubrir y afrontar la presencia del mal, pone en la sintonía de Jesús que pasó haciendo el bien y liberando a las personas de todo tipo de marginación.

 
6. El proceso interior en la pastoral con jóvenes[19]
Los ciegos ven, los cojos saltan…“Los pobres son evangelizados”: Lo que nos interesa realmente es acompañar a los jóvenes para que en su proceso puedan encontrarse con Jesús y orientar su vida en su seguimiento.
Dentro de la originalidad del proceso personal de cada uno y de la diversidad de itinerarios, hay algunas líneas generales, secuenciales, para este encuentro con Jesús. Distinguimos fundamentalmente dos momentos:
La primera tarea para facilitar el encuentro con Jesús de los jóvenes será ayudarles a descubrir qué buscan y qué necesitan, como preguntó Jesús a Juan y Andrés, (Jn 1, 38) como al ciego Bartimeo (Mc 10, 46-52). Cuando se toma conciencia de la búsqueda y de la propia insatisfacción es cuando se puede valorar, reconocer y descubrir la Buena Noticia que Jesús de Nazaret supone para nuestras vidas y para el mundo.
Los elementos educativos de la búsqueda de las propias necesidades, para este primer momento, los ciframos en estos cuatro apuntes:
 
Ø Educar a la sorpresa y la pregunta: Es educar la posibilidad de maravillarse, de una manera ordinaria o intensa. Los principales escenarios para esta educación son: La apertura a la naturaleza (contemplación, belleza, misterio, pertenecer a un cosmos que provoca admiración, ganas de saber, responsabilidad activa) y la apertura a la trascendencia (descubrimiento de las llamadas exteriores para interiorizarlas, abriéndonos a un proceso de interrogantes y de búsquedas que van más allá de aquello inmediato).
Ø Educar a vivir con satisfacción y sentido: Es educar la posibilidad de vivir experiencias personales, ordinarias o profundas, de gozo. Los principales escenarios para esta educación son: La vida consciente de lo cotidiano, externo e interno, y la anotación de impresiones, pensamientos, sugerencias como forma de interiorizar las propias vivencias; y el aprendizaje a vivir la conciencia corporal: la respiración, el movimiento, los sencillos actos de cada día, como forma de atención vigilante y de conexión con la totalidad, y como forma de interiorización de la acción.
Ø Educar a la paz interior: Es educar la posibilidad de gozar de un sentimiento, normal o excepcionalmente profundo, de serenidad interior. Los principales escenarios para esta educación son el cuidado de la interioridad en el ámbito individual para el conocimiento de nosotros mismos y la exploración del propio interior. Para conseguirlo es necesario proteger espacios y tiempos diarios para el silencio y la búsqueda interior, para la contemplación y el análisis de la realidad. De otro modo es imposible entrar en contacto y dar sentido a lo más profundo que hay en nosotros.
Ø Educar a la relacionalidad: Es educar la posibilidad de ser consciente, en grado normal o amplio, de la relación con los demás, con los seres humanos y con las cosas. Los principales escenarios para esta educación son: Las relaciones interpersonales, el trabajo interior, las experiencias de comunión y el compromiso solidario con la justicia.
 
Y todo ello para humanizar en profundidad los elementos del proceso de la iniciación cristiana (personalización de la fe mediante una experiencia profunda de oración hecha hábito en la vida cotidiana, la vivencia habitual de los sacramentos, el compromiso en la caridad y la solidaridad, la vida de la comunidad cristiana donde compartir la experiencia fundamental de Jesús).
Conviene tener presentes las transformaciones que, según la AECA,[20] habría que hacer para garantizar la educación de la fe en nuestro mundo de hoy. Así, plantea la necesaria superación de una catequesis con “esquema escolar”, sacramental, desconectada de los mecanismos comunitarios, nocional, transmisora de un “ajuar heredado”, carente de significatividad, uniforme y despersonalizada, de las agrupaciones escolares y por edades. Apuesta por una catequesis iniciática, “en camino permanente”, que tiene lugar “entre otros” y “con otros”, que es de “experimentación y de propuesta, que es significativa y de apropiación personal. Sugiere, además, la viabilidad de este nuevo modelo si cuenta con la necesaria infraestructura humano-espiritual y ofrece acompañantes para el camino.
La segunda tarea apunta a un estilo de persona a construir. La Buena Noticia de Jesús nos propone un camino, orientaciones para el proceso personal, en itinerarios personales y plurales que responden a la vocación de cada uno: el seguimiento de Jesús.
Éste es el segundo momento del proceso, para aquellos jóvenes que han descubierto que la propuesta de Jesús puede ser respuesta de sentido y de horizonte para sus inquietudes e interrogantes personales y sociales y deciden dar el paso de intentar vivir desde ella.
Lo central, llegados a este momento del proceso, será el desarrollo de una experiencia de relación personal con Jesús que sostenga y oriente la vida y que la lleve a desarrollar un estilo de vida fraterno y solidario, según los valores del Reino.
Este momento ha de desembocar en el discernimiento de una opción vocacional personal. Por ello, la persona tiene necesidad de acompañamiento personal y de una rica experiencia comunitaria.
Los núcleos fuertes[21] del Itinerario de formación de quienes ya han decidido seguir a Jesucristo son:
 
La experiencia religiosa cristiana: Es decir, vivir, en el ámbito de la comunidad cristiana y por la acción del Espíritu Santo, el encuentro con Cristo resucitado que nos lleva a una nueva identidad personal manifestada en un estilo de vida caracterizado por la salida de uno mismo. Esta experiencia que se da “en el tiempo” (la vida, la historia personal y social, el devenir, el futuro…) y en la sacramentalidad del mundo. Por tanto, es el momento de una iniciación experiencial al misterio del Dios encarnado y manifestado en Jesús, más importante por la radicalidad e imprevisibilidad de su amor que por su comprensibilidad racional.
Este encuentro con Cristo se hace más por la transmisión compartida que por la información doctrinal y conduce a una espiritualidad que recupera la centralidad de Jesucristo como experiencia liberadora y de relación; que educa la mirada contemplativa y la oración personal y comunitaria; que celebra y transfigura la vida terrenal sin condenar ninguno de sus aspectos vitales; que ayuda a ser personas libres, creativas y autónomas; que favorece la autorrealización y lanza al compromiso.
La construcción de la identidad personal: Donde Dios, Padre de Jesús y Cristo resucitado entran en la interpretación del propio pasado (mi historia), presente (la imagen que ahora tengo de mí) y futuro (mis ideales).
Esta identidad personal “cristiana” se va construyendo por la acumulación de experiencias interiores, por la experimentación y ayuda a responder “¿quién soy yo?” (relación profunda con “Abbá”) y “¿qué quiero hacer yo con mi vida?” (pasión por la causa del Reino, a partir de los más débiles).
Ante la necesidad de encontrar identidad está la propuesta de vivir como hijo de Dios, abierto a la trascendencia; ante la búsqueda de pertenencia está la oferta de la comunidad cristiana como nuevo estilo de relación; ante la búsqueda de sentido está la propuesta del Reino como motor y horizonte de la propia vida.[22]
En la praxis pastoral, se acepta el proceso lento de autocrecimiento (y por tanto de errores y heterodoxias doctrinales y heteropraxis morales) de unos jóvenes que se van estructurando más lentamente (en el conocimiento de ellos mismos, en la elección de vida, en la estructuración del deseo y la voluntad,…). Se acepta porque se cree en el poder sanador de la relación con el Dios que libera, purifica y potencia. Por eso, se aceptan como “buenos” todos los puntos de partida: las ganas de búsqueda, el relativismo, el camino de la estética, las ganas de hacerse preguntas, el gozo de darse a los otros aunque sea ocasionalmente… para ayudar a encontrar la propia identidad.
La opción por la justicia y la solidaridad: Donde Dios, Padre de Jesús, me envía por la fuerza de su Espíritu a anunciar la buena nueva a mis hermanos los pobres, a los cautivos la libertad, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos[23]… Y que se ha instaurado el año de gracia del Señor, con signos
Esta opción se va construyendo por experiencias que religan al Crucificado con los crucificados: donde aquello importante no es lo que hago desde mi poder, sino los encuentros que se transforman en experiencias interiores en medio de los cuales encuentro al Dios cristiano.
Saliendo fuera de uno mismo y de la propia comunidad, al servicio de los pobres, se hace realidad el encuentro concreto con otros creyentes y no creyentes, compartiendo la “catolicidad” de la llamada a lavar los pies…
Asumir la dimensión social de la fe lleva a vivir la contraculturalidad ante el estilo de vida consumista que nos impone el sistema económico y la libertad ante opciones políticas que quieren capitalizar el evangelio.
Estos tres elementos básicos del itinerario sólo son posibles de reconocer si se cuenta con agentes de pastoral, educadores en la fe, dispuestos a preceder, acompañar y seguir a los niños/as y jóvenes.
 
[1] Tenemos claro que el objetivo fundamental de la evangelización es “proponer a todos vivir la existencia humana como la ha vivido Jesús” CG26, 24
[2] ”El sistema preventivo ante los jóvenes en dificultad”. Jóvenes, emigración y trabajo: Desafíos para las FMA de Europa. Madrid, 10 de octubre de 2005
[3] Marguerite Lena « L’esprit de l’Education », Fayard, Paris, 1981, p.28
[4] Al escribir este artículo pensamos en personas que viven en contextos de exclusión social y económica. No hacemos referencia a quienes viven la exclusión religiosa que, entre nosotros, son mayoría.
[5] Mt. 28, 20
[6] Lc 10, 37
[7] Lc 4, 18
[8] Planificar la acción pastoral de las ciudades “desde la periferia”, exige “descubrir el potencial evangelizador de los pobres, en cuanto interpelan a la Iglesia constantemente, llamándoles a la conversión y por cuanto muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos de solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios” (Puebla 1147).
[9] Lc 10, 25-37
[10] La evangelización implica el poder dejar cosas para ponerse a disposición de los heridos del mundo.
[11] Mt 15, 21-28
[12] Mt 15, 24
[13] CEPSS, “Educar para Vivir. Plan de educación en situaciones de exclusión social”. CCS. Madrid. 2009
[14] CG23, 181-214
[15] Maideu J.Mª, “Caminos para la fe. Líneas básicas sobre itinerarios de educación en la fe”. CCS. Madrid 2009
[16] Capitulo General 26 Salesianos Don Bosco, Roma 2008.
[17] Ràfols O. y equipo, cap. II de “Educar la recerca de sentit” Col·lecció Itineraris, 3. Fundació Edebé. Barcelona 2009. También en cap. II de “Educar en la búsqueda de sentido”. Editorial CCS. Madrid, 2009
[18] Brulles J.- Gasol R. “Praxis cristiana con jóvenes ante la exclusión y las nuevas pobrezas”, Misión Joven, 273 (1999)
[19] Gasol R, Menéndez C, Pajuelo D, capítulo “Procesos” en “10 palabras clave sobre pastoral con jóvenes”, Verbo Divino, 2008
[20] AECA, ”Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana hoy”, cap. 3º y 4º, PPC, 2008
[21] Gasol R., “La formación cristiana de los niños/as y jóvenes”, Misión Joven 356 (2006)
[22] Garai Berriak. Por un nuevo impulso de la pastoral con jóvenes. Plan estratégico 2005-2009. Delegación Diocesana de Pastoral con Jóvenes. Vitoria-Gazteiz
[23] Lc 4, 16-21