Siempre comenzando

1 julio 2009

José Luis Villota es Delegado de Pastoral Juvenil (Provincia Salesiana de Bilbao)
 
Cuando hablamos de educación y sobre todo de pastoral, a algunos nos entra como una clase de “yuyu”, que nos hace aplicar fórmulas pasadas a una realidad que ha cambiado y nos desconcierta. Otros, estamos convencidos de lo nuevo, pero no vislumbramos sendas alternativas, y así vemos cómo los procesos no dan sus frutos. ¿Se puede de verdad hacer algo nuevo en pastoral? Más en concreto, ¿cómo iniciar a las jóvenes generaciones a la fe, sin una repetición nostálgica de fórmulas acabadas o un rutinario “volver a empezar”?
 

  1. Dos relatos para empezar

 
Sísifo y la piedra: la pastoral como carga.
Como el lector tendrá más cultura clásica que yo, voy a ahorrarme el relato. Pero el mito de Sísifo describe en parte esta situación que percibimos. Algunos, sin ponerle nombre, hablarían de la “maldición de Sísifo”.
Dentro de la mitología griega, Sísifo hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, y así indefinidamente. Camus, en un ensayo sobre el mito de 1942, desarrollará la idea del «absurdo». Sísifo sería aquél que se muestra perpetuamente consciente de la completa inutilidad de su vida.
Sin entrar en disquisiciones existenciales, sí podemos sospechar que el mito de Sísifo tiene algo que ver con nuestros empeños educativos y pastorales, al percibir con demasiada frecuencia la pastoral como carga insoportable, y tal vez incluso absurda. Tal vez no se trate de un absurdo vital, de una falta radical de fe, sino de la ceguera –al igual que Sísifo- que nos impide ver el horizonte último de nuestra tarea, y por lo tanto, la dificultad para dar sentido profundo a lo que hacemos. Cuando esto sucede, la piedra cae ladera abajo una y otra vez…
 
Jesús y la misión de evangelizar: la pastoral como encargo.
El tiempo de Pascua nos ha traído, en cambio, la noticia de Jesús; aquel fracasado que se convierte en Exaltado y Sentido último de todo. Al revés que Sísifo, Jesús “cargado con nuestros pecados” se ha “encargado” de nuestro destino humano. El mismo Jesús, después de los sucesos de la resurrección, en el momento de su Ascensión al cielo, confía a los suyos la tarea de ir por todo el mundo y anunciar la victoria de Dios sobre el mal, el pecado y la muerte. Esta es la bella noticia que hemos recibido como encargo. La tarea de la evangelización se convierte en misión, en encargo diligente; sabiendo que el Resucitado permanecerá al lado de los suyos indefectiblemente hasta el fin de los tiempos. En esta perspectiva, la obra de la evangelización consiste en un “estar siempre comenzando” o en un “siempre empeñados” en esto que es la Obra de Dios.
 

  1. El problema de la Iniciación Cristiana

 
Uno de los asuntos clave en la vida de la Iglesia siempre ha sido cómo alumbrar nuevos hijos a la fe; es decir, cómo iniciar a la vida cristiana. El empeño tiene mucho que ver con la inculturación de la fe en cada momento histórico, y en nuestros días, éste es uno de los asuntos que revisten más urgencia, precisamente por la disociación de la fe y la cultura. Sobre él me centro, entendiendo que es un asunto en boga y que no se agota en este breve comentario.
Los educadores-evangelizadores de hoy sufrimos ciertas dislocaciones que nos hacen sufrir. Queremos educar en la fe, y no sabemos qué medios emplear. Queremos acompañar la vida de los destinatarios a toda costa, y nos encorsetamos en fórmulas (itinerarios, proyectos, metodologías) que no son lo “sustantivo”. Quién más quién menos lo ha percibido. Desde hace tiempo, los responsables y animadores de la catequesis o procesos de Iniciación Cristiana con niños y adolescentes notamos mucha dificultad a la hora de articular cualquier proceso “orgánico y sistemático”. Las causas, creo que son compartidas. El sujeto tiene hoy un perfil claramente “postmoderno”: desafiliado, poco constante, emotivo, fluctuante. Si a esto le añadimos una fe familiar inexistente y un déficit brutal en lo que llamaríamos socialización religiosa básica, la consecuencia es la foto de muchos viernes a la tarde, cuando el animador-catequista se encuentra con medio grupo, casi todos distintos a los del día anterior, y con muy poca motivación para hacer casi nada. Algo nos está fallando y no acertamos a ver la solución. ¿No habrá algún camino  alternativo que comience poniendo los fundamentos a esto de la Iniciación Cristiana?
En cada tiempo histórico la comunidad eclesial ha sabido encontrar el camino: desde la institución del Catecumenado en la antigüedad, pasando por la catequesis de niños y el uso del “catecismo” (S.XVI-S.XX); hasta la eclosión de una variedad de modelos catequéticos en los años que siguieron al Concilio Vaticano II. En nuestro tiempo, maestros catequetas están en plena tarea de alumbrar lo que ya viene a denominarse como “nuevo paradigma” de la Iniciación Cristiana. Existen ya estudios y propuestas de interés al respecto[1]. Tal vez lo que está faltando es una conciencia cada vez mayor, que dé frutos en línea pedagógica mediante proyectos evaluables desde los que avanzar[2]. El tiempo presente se nos muestra como un tiempo apasionante, vivo y retador a los que hemos recibido la misión de evangelizar. Es el momento de asumir ciertos riesgos y empezar a balbucear algo nuevo, a partir de esta “nueva gramática” que se nos sugiere.
 

  1. Proyectos en Línea Pre-catecumenal

 
El Ritual de Iniciación cristiana de Adultos (RICA), siguiendo con el esquema que proponía ya Evangelii Nuntiandi, contempla la “Etapa Pre-catecumenal”, como etapa propia e indispensable para quienes no han sido iniciados en la fe y por lo tanto no han hecho ninguna opción por Jesús. Aquí tenemos el encaje a los posibles proyectos en clave de iniciación con los no iniciados, valga la obviedad.
Cuando se trata de iniciar a adultos a la fe -los adolescentes aunque bautizados también están en esta situación- conviene no olvidar el componente antropológico, so pena de construir un edificio sin verdadera base humana. Lo antropológico quiere decir vertebrar a las personas en todas sus dimensiones, haciéndoles conscientes de la cultura en la que están insertos y les toca vivir. En este sentido, conviene invertir tiempo y dedicación en articular verdaderas experiencias pre-catecumenales; que garanticen una Iniciación Cristiana con garantías.
Bastaría darnos cuenta del cambio del destinatario que tenemos en nuestros Procesos de Iniciación para que advirtamos un escenario diferente y un enfoque claramente distinto. Si el destinatario ha cambiado, los medios –procesos, itinerarios- deben cambiar. Creo que el RICA y los presupuestos en la iniciación cristiana de adultos, permite ensayar caminos nuevos, en plena sintonía con el resto de Etapas y estrategias que ella conlleva. De manera muy resumida, expreso a continuación algunos empeños que parecen indispensables.
 
Evangelizados y  enviados
La propuesta de la fe nace de la comunidad cristiana, que se siente enviada a dar la Buena noticia de Jesús. El relato de la Misión universal expresa un encargo ineludible. El “Id” de Jesús es una palabra personal en la conciencia de todo apóstol y de la Comunidad eclesial.
La Iniciación Cristiana necesita la experiencia de fe de los propios evangelizadores. La formación de agentes  de pastoral tiene aquí un reto, minimizado con frecuencia. El cambio que se requiere no es simplemente un cambio de modelo pedagógico, sino que está sustentado en la verdadera conversión y vida cristiana de quienes anuncian el evangelio. Con frecuencia creímos que los “creyentes” y las “comunidades” estábamos al margen de esta conversión profunda que pide el evangelio; nos creíamos suficientemente evangelizados. Creímos que las disciplinas humanas bastarían, y con frecuencia han suplantado el vigor inherente de la Palabra de Dios. Los planes formativos de los agentes de pastoral tienen la misión de hacer “personas competentes”, en el verdadero sentido de la expresión; y esto entraña armonizar la capacidad pedagógica, y la vivencia personal de la fe en estrecha referencia con la comunidad cristiana a la que pertenecen y les destina.
 
Las experiencias más que los contenidos
Llevamos dos generaciones en donde se han terminado de romper los cauces por los que se  trasmitía la fe. Nuestros chicos/as en muchos rincones de nuestra geografía española no viven mayoritariamente una fe familiar. La fe para la gran mayoría es ya algo que han oído, en el mejor de los casos, fuera de casa.
Por otra parte, la cultura ha hecho irrelevantes los “grandes relatos”, y con ellos hemos perdido los grandes referentes de Sentido. Para recuperar el Sentido inherente al evangelio hay que proceder “evangélicamente”: es decir, abordar el micro-relato de la experiencia y la interpelación más personal.
Hablar de experiencia es hablar de la vida contante y sonante. Ella tiene infinitud de matices cotidianos que son posibles palpar, tocar, percibir, y desplegarlos como si fueran una sinfonía de matices. La visita a unos ancianos, un proyecto solidario, un encuentro con unos cristianos adultos, la visita a una iglesia, un rato de silencio….son esa clase de asuntos cotidianos con los que articular un cuadro de experiencias básico. Cuando la vida despliega sus matices, las personas empiezan a descubrir el sentido de las cosas, a formularse preguntas sustanciales, y a cultivar una mirada global y armónica. Es la Experiencia con mayúsculas, compuesta de tantas experiencias particulares.
Algunos ensayos que están teniendo lugar, hablan de lo gratificante que resulta esta clase de pedagogía. Hace ver que la Iniciación es a la vida en general, con todos sus asuntos, y desde ahí resulta cómoda una referencia continua al evangelio de Jesús, compuesto precisamente a partir de  las experiencias vitales de los primeros discípulos.
El trabajo consistirá en trazar “hojas de ruta” con esas experiencias más significativas a los chicos/as en cada edad;  sabiendo, que la vida es imprevisible y no todo se puede organizar. Pero “olfatear” las sorpresas de la vida y estar abierto a ellas; “salirse del libro” y del guión dado, en definitiva, también es netamente evangélico.
 
Formular sentidos
En parte, la “pedagogía del umbral” que estamos proponiendo como adecuada para esta “Etapa Pre-catecumenal” tiene mala prensa, en el sentido de que se queda en los prolegómenos de la fe. Esta pedagogía tiene el reto de saber incorporar adecuadamente el anuncio de la Buena Nueva al hilo de todas sus propuestas, sin que ello suponga coartar o suprimir de antemano la búsqueda personal, verdadero santo y seña de esta Etapa. En efecto, detrás de la vida en sus pequeños fragmentos, debe ir la propuesta a admirar la grandeza de Dios, su providencia, la belleza que ha puesto en las cosas, y la Vida nueva que encierra lo diminuto y lo poco aparente. Son los pequeños asuntos de cada día los que darán la oportunidad para la confesión de fe, la oración confiada, la celebración grupal y la trasformación-conversión de vida. Como se ve, esta Etapa Pre-catecumenal es apta para el anuncio explícito, el testimonio creyente y la iniciación oportuna en las acciones eclesiales. Por esto, el acierto debe consistir en formular estos proyectos con una clara intencionalidad evangelizadora.
 
Optar por Jesús-Conversión
A muchos procesos que se llevan actualmente con adolescentes -tal vez por su orientación catecumenal- a veces se les pide lo insólito, y es la culminación de la Iniciación Cristiana. En este contexto de acentos marcadamente misioneros esto es sencillamente imposible. Lo importante es que las propuestas de Iniciación a estas edades lleven al punto de “emocionar” vitalmente con la persona de Jesús y su proyecto. Lo de menos son las muchas nociones cristológicas, éticas o de cualquier tipo, que lejos de comprometer, confunden y olvidan que la fe es sobre todo  verdadera adhesión a Jesús.
Es por esto, que la Etapa Pre-catecumenal acarrea un verdadero reto iniciático, que debe llevar al chico/a a la situación de tener que decidir por Jesús. La Etapa Pre-catecumenal debe llevar a eso que el RICA denomina la “Primera Conversión” y la opción básica por Jesús. Cuando un joven entiende que entre los caminos que se le ofrecen hay uno que conduce a la Vida –Jesucristo- podemos decir que ha dado comienzo la primera conversión, y que está listo para un verdadero proceso Catecumenal.
 
Concluyendo
El nuevo contexto de la Iniciación nos lleva al atrevimiento de dejar lo “viejo”, lo caduco, y a tener el coraje de recorrer caminos nuevos. Es el momento de recuperar decididamente para la Iniciación cristiana todas las plataformas educativas a nuestro cargo. Empezando por la Escuela, verdadero campo para el diálogo fe-cultura e inculturación de la fe; más si cabe en este tiempo de reforma educativa. También al Centro Juvenil le compete el encargo, como escenario de la acogida incondicional y de tantos intentos educativos desde el tiempo libre y el voluntariado. Es la hora, en fin, de iniciar a la vida a los niños y jóvenes haciendo del evangelio, no una excusa, sino la piedra angular de nuestra educación. Es hora de volver a desplegar toda su fuerza vital y humanizadora.
 

JOSÉ LUIS VILLOTA

 
[1] Se pueden consultar:  Derroitte Henri, “Por una catequesis nueva” / “Nuevos caminos para la catequesis”, Sal Terrae. Asociación Española de Catequetas; “Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana hoy”, PPC.
[2] Son de mucho interés proyectos como: “Cuadernos para adolescentes”/ “Cuadernos para jóvenes”, PPC, y “Jóvenes y Dios. Proyecto de pastoral con jóvenes” del equipo Adsis, PPC.