“ITINERARIO” Y “PROCESO” EN LA ACCIÓN PASTORAL

1 julio 2009

Álvaro Ginel es Director de la revista CATEQUISTAS
 
Cuando se habla con catequistas y con responsables de la acción pastoral, uno advierte que, con frecuencia, emplean como sinónimos dos palabras: itinerario y proceso. Así hablan de elaboración de itinerarios y procesos diversificados. Creo que conviene ponerse de acuerdo en señalar qué decimos exactamente cuando empleamos estas palabras, qué realidades hay contenidas en cada una de ellas.
Me parece que es necesario aclarar qué entendemos por itinerario y qué entendemos por proceso de manera que el vocabulario empleado nos lleve a aclarar mejor la acción que proponemos y que ésta no nos confunda.
 

  1. Lo que dice el Diccionario de la Real Academia

 
En un primer momento, conviene ajustarnos a la definición de términos que nos da el Diccionario de la Real Academia como punto de partida.
Itinerario: Perteneciente o relativo a un camino, dirección y descripción de un camino con indicaciones o explicaciones de los lugares, accidentes, paradas, etc., que existen a lo largo de él; ruta que se sigue para llegar a un lugar; guía, lista de datos referentes a un viaje.
Proceso: Acción de ir hacia delante; conjunto de fases sucesivas de un fenómeno natural o de una operación artificial.
De estas descripciones que nos da el DRA podemos sacar ya algunas conclusiones:
– El itinerario es la descripción de un camino que hay que recorrer, marca la dirección que hay que llevar, y lo que es necesario para realizar el camino. Es algo que nos proponemos recorrer con las indicaciones de lo que es necesario para llegar a la meta. El itinerario es algo externo a la persona.
– El proceso no apunta tanto a la descripción del camino físico (o intelectual o formativo) que se recorre, sino a las fases sucesivas que experimenta el que recorre el camino. No todo el camino es igual. Hay tramos con especial significado por su dificultad, por sus características, y esto afecta a quien recorre el camino. De la misma manera que en una vuelta ciclista no todas las etapas son iguales y exigen unas más que otras del corredor, así en el camino de la vida y de la maduración de la persona pasan cosas parecidas. El proceso personal alude a la realidad operada en la persona que recorre un camino o itinerario interiorizándolo, o, con otras palabras, lo que me ha ido pasando por dentro mientras recorría el camino. El proceso es la descripción de lo que pasa en el sujeto que recorre el camino. En teoría, se puede describir y presuponer qué le pasará al caminante, sobre todo si se tiene experiencia de haber hecho el camino. Pero sólo será a título indicativo, porque cada persona, en su libertad, es muy dueña de sí.
 

  1. Aplicación a la acción pastoral

 
Itinerario
– Límites. Cuando hablamos de elaborar itinerarios catequéticos[1] estamos refiriéndonos al conjunto de objetivos, etapas, momentos, etc. previsibles y necesarios para que una persona pueda llegar de un punto de salida a uno de llegada. Pero con la advertencia previa: si geográficamente es fácil señalar un punto de salida y uno de llegada, no lo es tan fácil cuando nos estamos refiriendo a realidades no geográficas, sino de conducta y de maduración personal. De ahí que todo itinerario catequético tiene que ser tomado como algo indicativo o sugerente de acuerdo con la realidad de cada persona que comienza a recorrer el camino.
– Los puntos de salida se pueden fijar de muchas maneras: por la edad (a tal edad, el desarrollo religioso nos permite…); por los conocimientos que una persona posee sobre cultura religiosa, etc.; por la madurez o praxis cristiana que la persona ha adquirido; por la sensibilidad religiosa que tiene; por la realidad socio-cultural que le envuelve; por la experiencia de vida que tiene; por el acontecimiento que ahora vive la persona, etc… Muchos grupos de catequesis están formados hoy desde el criterio de la edad, del curso escolar que se lleva… Este criterio tiene sus deficiencias. No todos los de 9 años tienen en su familia el mismo despertar religioso, lo cual puede condicionar que al seguir un itinerario proyectado en unos materiales los miembros del grupo hagan un proceso personal muy diverso.
– El punto de llegada también puede variar. Todo itinerario tiene una parte de intencionalidad: lo que quiero alcanzar, el lugar donde quiero llegar, la persona o el creyente que quiero que se forme a lo largo del itinerario. Una pluralidad de realizaciones de ser cristiano han existido y existen en la Iglesia según los carismas que el Espíritu suscita. Por otra parte, serán necesarios los instrumentos oportunos para cada una de las fases o momentos del camino, que corresponde a lo que nosotros conocemos por los materiales catequéticos.
Es cierto que en pastoral el punto final de llegada es “propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe” (DGC 66), o “poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo” (DGC 80). Antes de esta meta final, otras “metas volantes” son requeridas y son exigencia pedagógica, sin perder de vista la meta final. Las metas “parciales” hay que señalarlas de tal manera que unifiquen lo más posible a la persona. Estamos hablando de un itinerario catequético, por tanto, el saber sobre la fe tendrá que conjugarse armónicamente con la celebración, la oración, el ejercicio de vida cristiana y de vida dentro de la comunidad.
– La descripción de un itinerario dependerá: de la realidad o punto del que se parte y de la meta “parcial” que se propone hasta conseguir la meta final: la intimidad con Jesucristo.
Puede describir un itinerario real el que conoce bien el camino, lo ha recorrido y lo ha reflexionado para proponerlo a otros. Esto exige, pues, experiencia personal de transitar el camino y conocimiento del camino. Además habrá que añadir la experiencia de acompañar a los que recorren el camino para delimitarlo bien y no describir caminos ideales o evitar “sorpresas” por omitir elementos que pueden surgir en el camino. En ocasiones, nos encontramos con itinerarios que dan a entender que están hechos más de consultar libros de psicología que desde la experiencia de seguidores reales de Jesús. Otros instrumentos nos ayudarán, como libros, itinerarios que otros[2] marcan, etc.

Proceso
– La descripción de un proceso es la narración de lo que el caminante modifica en sí, asume responsablemente por el hecho de seguir un itinerario. En teoría, el proceso va íntimamente unido al itinerario recorrido con responsabilidad. La persona que hace un itinerario experimenta movimientos internos que le modifican a lo largo de las etapas. Unas son más decisivas que otras, pero todas ellas con complementarias. Los procesos son personales. Si bien es verdad que pueden señalarse parámetros indicadores de una realidad operada internamente, común a muchas o a todas las personas, el proceso tiene un ritmo original que depende de cada persona. Podemos comprender el proceso que va operando un individuo relacionándolo con la propia experiencia de proceso y con la experiencia de otras personas
 

  1. La experiencia de los catequistas

 
La experiencia pastoral de los últimos años (por ejemplo la experiencia del Itinerario de la fe) nos dice que no siempre la persona que sigue un itinerario de lineado desde el saber, la intencionalidad y la experiencia de otros creyentes opera en el caminante el proceso deseado y pretendido por los catequistas. De hecho, son muchos los que finalizan un itinerario ideal trazado sin que la persona haya asimilado vivencialmente el proceso de cambio personal presumible.
Así, muchos catequistas de niveles medios o superiores de un itinerario se “quejan” de que los que llegan “no tienen base religiosa” suficiente adquirida previamente. El peligro es “continuar como si” ya las cosas estuvieran sabidas y asimiladas, lo cual lleva a construir en falso; otra salida consiste en detenerse y cimentar lo que no se hizo antes: es este caso, uno pierde el ritmo de tiempos programados; el riesgo es llegar al final del curso catequético “sin haber visto” la programación que el instrumento catequético marca. Son muchos los que, en estas ocasiones, se “sienten presionados” a “dar” muchos temas de manera rápida en las últimas sesiones para terminar con la “tranquilidad” de haber llegado al final del temario. Estos procedimientos, a la larga, causan malestar interior en los catequistas y son poco eficaces para los catequizandos.
Lo que teóricamente tendría que ir al unísono, itinerario y proceso personal, en la práctica, no siempre coincide. Las razones pueden ser muchas, tantas como historias personales y grupales existen.
 

  1. ¿Qué hacer?

 
La respuesta práctica a esta pregunta es sumamente complicada, entre otras cosas, porque desestabiliza la estructuración ordinaria que las comunidades cristianas se han dado. Emprender una nueva estructuración no es fácil. En muchos casos se prefiere cerrar los ojos, tirar para delante, celebrar el sacramento (ya sea del Bautismo, Confirmación, Primera Comunión o Matrimonio) y dejar en las manos del Espíritu el futuro.
Tenemos que aprender, en estos momentos, que los cambios en la catequesis afectan no sólo a la catequesis, sino a la vida misma de la comunidad cristiana y a su estructuración[3]. Por eso es previsible que muchos cambios intuidos por los catequistas en su mismo hacer catequético no se puedan poner en marcha por todo lo que suponen de “retoques” en la estructuración comunitaria. La catequesis sigue siendo considerada, en no pocas comunidades, como “un aparte” o “un añadido” de la comunidad más que como una nota identificativa de la misma comunidad. Dos líneas de actuación de futuro me parecen más pertinentes:
 
Necesidad de itinerarios
– Es necesario contar con itinerarios variados que orienten a los catequistas y animadores. Pero esto no significa tener solucionados los problemas.
– Intuyo que cada vez más habrá que pensar no en larguísimos y continuados itinerarios que acompañen a una persona desde una determinada edad (por ejemplo de la Primera Comunión hasta la inserción en una comunidad cristiana[4]), sino que serán más útiles itinerarios sectoriales, itinerarios más concretos y delimitados. Éstos pueden tener como punto de partida ya sea la edad, la preparación a un sacramento, el nivel de despertar religioso de una persona, el ambiente socio-religioso, etc.
 
La formación de los catequistas
– Todo se juega hoy en la formación de los catequistas. De nada sirve poner en su manos itinerarios y los materiales correspondientes, o hablarles de los procesos previsibles en quienes están de camino, si no tienen claro de qué se trata. Cada vez más la fuerza hay que ponerla en la formación de los catequistas. Construir planes sin contar con esta exigencia, no vale de nada. Y hay que tener en cuenta este principio de formación: “Debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le serían muy difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación” (DGC 237).
– El catequista está llamado a redescubrir que no es un “mero ejecutor” de un itinerario o de un material catequético, por bueno que sea, con un grupo de catequizandos. El Directorio General de Catequesis le pide: Facilitar el crecimiento de una experiencia de fe de la que él no es dueño (n. 244); capacidad educativa, que implica: la facultad de atención a las personas, la habilidad para interpretar y responder a la demanda educativa, la iniciativa para activar procesos de aprendizaje y el arte de conducir a un grupo humano hacia la madurez (n. 244); lo más importante es que el catequista adquiera su estilo propio de dar catequesis, acomodando a su propia personalidad los principios generales de la pedagogía catequética (n. 244); capacitarse para saber programar –en el grupo de catequistas- la acción educativa, ponderando las circunstancias, elaborando un plan realista y, después de realizarlo, evaluándolo críticamente (n. 245); esta capacidad educativa y este saber hacer, con los conocimientos, actitudes y técnicas que lleva consigo, “pueden adquirirse mejor, si se imparten al mismo tiempo que ser realizan, por ejemplo, durante las reuniones tenidas para preparar y revisar las sesiones de catequesis” (n. 245).
 
Conocer la dinámica de la conversión
– La conversión o aceptación plena de Jesús resucitado la Iglesia, desde siempre, la ha descrito como un procesocuyas etapas describió muy bien el Directorio[5]. Hablar de proceso nos reenvía siempre al cambio que se opera progresivamente en la persona al recorrer un camino, pormenorizado de manera más pedagógica en un itinerario.Proponemos itinerarios para que se produzcan procesos personales. Ésa es su finalidad.
También hoy nos podemos encontrar con personas (¡cada vez más frecuente!) que están realizando un proceso personal de cambio (causado por mil cosas, por su propio itinerario de crecimiento, de afrontar la vida, etc.) que necesitan el apoyo de un itinerario de fe que el catequista le debe proponer (¡en ocasiones lo tendrá que adaptar tanto le exigirá “recrearlo”!) para no frenar su proceso.
Conocer el funcionamiento de un proceso nos pide, al menos, dos elementos fundamentales: unos conocimientos básicos de psicología y unos conocimientos de las dificultades que el creyente experimenta ante el mensaje del Evangelio. Así, el joven rico, ante la propuesta de Jesús, se resiste y abandona el camino propuesto. No puede aceptar la propuesta. Le supera, al menos, en ese momento de su vida. Un acompañamiento personalizado le podría haber ayudado a superar la dificultad interna experimentada en un momento concreto. Lo que hoy es dificultad insalvable, mañana puede ser meta alcanzada. Es interesante la propuesta que hace el libro Jesús de Nazaret formador de discípulos[6]. Conjuga perfectamente el itinerario y el proceso; los “temas” que Jesús propone a los suyos y las dificultades de éstos para asumirlos. El proceso supone la asimilación de un itinerario, pero no a la inversa. Se puede recorrer un itinerario sin realizar un proceso interno, porque sólo se “queda uno” con la letra del itinerario, no con el “espíritu” de cambio que el itinerario proponía realizar.
 

ÁLVARO GINEL

 
[1] Remito aquí la trabajo de Josep Mª MAIDEU, Caminos para la fe, Editorial CCS, Madrid 2009.
[2] Cfr. Conferencia de los Obispos de Francia, Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia, CCS, Madrid 2008, p. 75-76. Hablan de módulos: “Por módulo entendemos un itinerario que abarca varios encuentros, con una duración, un ritmo y unas modalidades que pueden variar según las edades y las posibilidades. A cada etapa de la vida deberá corresponder un banco de módulos del que los animadores podrán alimentarse, ajustando las propuestas según las necesidades y la situación”. Entendemos que estos Obispos están proponiendo itinerarios cortos, accesibles y múltiples, más que hablar de largos itinerarios.
Los Obispos del Québec da la impresión de que renuncian a largos itinerarios, y admiten la realidad de itinerarios ocasionales, puntuales, en torno a una acontecimiento de la vida (Cfr. Proponer hoy la fe a los jóvenes. Una fuerza para vivir, en Donaciano Martínez y otros, Proponer la fe hoy, Sal Terrae, Santander 2005, pp. 161-191. Ver especialmente las páginas 168-171).
[3] Álvaro GINEL, Repensar la catequesis, Editorial CCS, Madrid 2009.
[4] Es el caso de extendidísimo Itinerario de educación en la fe, Editorial CCS, Madrid.
[5] Cfr. DGC 47-49.60-68.
[6] Juan José BARTOLOMÉ, Jesús de Nazaret formador de discípulos. Motivo, meta y metodología de su pedagogía en el evangelio de Marcos,Editorial CCS, Madrid 2007.