CELEBRACIONES CON JÓVENES

1 diciembre 2008

Álvaro Ginel es Director de la revista CATEQUISTAS

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Recoge este artículo la intervención del autor en el Fórum de Pastoral con Jóvenescelebrado en Madrid 7-9 de noviembre de 2008. Aborda la relación entre jóvenes y celebración, en primer lugar, desde una perspectiva histórica, a partir de los años setenta hasta nuestros días, indicando cómo se encontraba la situación de la pastoral litúrgica, señalando algunas claves de referencia, fijándose en las nuevas exigencias que emergen de los itinerarios de catequesis a partir del final de los 80 y proponiendo algunas pistas de autocrítica. Ya en la segunda parte, de manera sintética ofrece un amplio conjunto de propuesta para reactivar la celebración con jóvenes.
 
El mero hecho de tratar este tema de celebraciones con jóvenes en elFórum de Pastoral con Jóvenes[1] es ya significativo. Hablamos y reflexionamos sobre lo que nos preocupa, sobre lo que no vemos claro, sobre algo que queremos profundizar para ir más allá. Quiere decir que, al menos en algunos sectores de la Iglesia, los jóvenes interrogan la celebración de la comunidad cristiana. Probablemente las interrogaciones no sean las mismas. Para unos, la preocupación se centrará en la práctica religiosa de los jóvenes; para otros, el acento recaerá más de lleno sobre el cómo hacer una celebración que atraiga a los jóvenes; otros verán las cosas desde la misma celebración y su inquietud consistirá en preguntarse cómo la celebración es momento provocador[2] para los jóvenes. En todo caso, jóvenes y celebración es un tema que la pastoral con jóvenes tiene que afrontar. Al abordar esta encrucijada en la que las palabras claves son jóvenes y celebración lo hago desde una perspectiva histórica y de proposición.
 

  1. Aproximación histórica


Dejo para los investigadores la elaboración de tesis de doctorado que recojan el ambiente de las celebraciones con jóvenes del inmediato postconcilio, final de los años sesenta, la década de los setenta, la más rica, y el declinar de las celebraciones con jóvenes en los ochenta progresivamente hasta nuestros días
Creo que se puede afirmar que la franja de los jóvenes fue un motor de creatividad celebrativa impresionante tanto para la música religiosa, para los textos utilizados, para la expresividad de gestos y para la misma estructura de la celebración[3]. Los jóvenes fueron los que más demandaban un cambio, una novedad, una corriente de aire nuevo en la liturgia, una liturgia que se “entendiera”[4]. No bastaba con la novedad del uso de las lenguas vernáculas en la liturgia, permitido por el Concilio. Se necesitaba “retocar” la misma manera de celebrar.
Creo que hay que señalar como un elemento importante de creatividad las llamadas paraliturgias[5]. Ellas abrieron la puerta de la creatividad y de ellas pasaron algunos elementos a las celebraciones de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía. Recuerdo con gusto las paraliturgias de la capilla de Saint Bernard, junto a la estación parisina de Montparnasse, que congregaban a estudiantes para celebrar la Palabra de manera nueva mezclando el símbolo, la poesía, la danza, el canto, la expresión corporal, la participación… Quizás la ciudad del Sena estaba penetrada por entonces del eslogan del mayo 68: “la imaginación al poder”.
En nuestro ámbito cultural más cercano, tenemos que señalar los libros de celebraciones de la Palabra[6] y los “happening”[7] que eran los materiales de pastoral que se ofrecían a los animadores de grupos de jóvenes.
¿Cómo explicar aquello y cómo explicar la realidad que vivimos hoy? Creo que nada es comparable. El ambiente religioso y social de hoy y el de los años sesenta, setenta y ochenta no tienen nada que ver. Afirmaría que entonces había una mayor cultura y formación religiosa, una sociedad menos secularizada, un contexto socio-religioso, en general, muy diverso al actual. La participación en la misa semanal era un fenómeno con índices mayores a los de hoy. Desde dentro se respiraba un ambiente de cambio y una acogida favorable a la creatividad. Posiblemente se hicieron cosas “teóricamente” no de acuerdo con los cánones de la celebración. Pero existía un contexto que admitía el “ensayo”[8], la “búsqueda” de otras formas de hacer las cosas.
 
1.1. De dónde venimos
 
La Iglesia celebra lo que cree. Ora lo que cree. Esta ley eclesial me lleva a analizar los movimientos celebrativos en la perspectiva del movimientocatequético. Se puede percibir una correlación entre la catequesis y la celebración[9].
El final del siglo XIX, todo el siglo XX, y especialmente después del acontecimiento del concilio Vaticano II[10], vivieron una serie de ámbitos de reflexión sobre la vida de la Iglesia en diversas áreas. Hay dos movimientos comúnmente reconocidos: el movimiento litúrgico y el movimiento bíblico. El “movimiento litúrgico”[11] dio origen a la Constitución sobre la Sagrada LiturgiaSacrosanctum Concilium[12], y el “movimiento bíblico”[13] cristalizaría muchas de sus reflexiones en la Constitución Dei Verbum[14]. Junto a estos movimientos hay que situar el “movimiento catequético”[15], es decir, la acción organizada de un número cada vez mayor de agentes, unidos entre sí en la reflexión. Esta armonía es la que poco a poco produce la renovación en la legislación, en la organización y en los planteamientos de la catequesis[16].
La realidad de la catequesis viva en las comunidades cristianas es hoy fuente de no pocas preguntas y retos para la reflexión catequética y para la praxis catequística. Lo que muchos catequistas hacen en sus comunidades cristianas deja una cierta insatisfacción. La acción catequística no logra los objetivos que se propone. Da la impresión de que la fe no “pasa”, no “se transmite” como antes[17]. Se añade a esta constatación el hecho de que aún aquellos que asisten a la catequesis, celebran poco mientras están en catequesis y hay un enorme abandono de la práctica religiosa y de la comunidad después de recibido el sacramento. Estos hechos nos llevan hoy a repensar la catequesis no sólo en el momento concreto del acto catequético, sino de manera mucho más amplia, que incluye también la relación de la catequesis y la celebración. Repensamos la catequesis no para modificar un elemento, sino para reorganizarla de manera nueva desde el seno de la comunidad, teniendo en cuenta que la comunidad cristiana está implantada en una sociedad que se rige y organiza por principios y normas que no beben en las fuentes cristianas. Como consecuencia de esta realidad, los cambios en la catequesis no apuntan sólo a la forma de hacer, sino a la forma de entender la comunidad la acción catequética.
De esta primera observación histórica nos sitúa en un dinamismo en el que lo celebrativo tiene que ser entendido desde lo catequético. Bien es verdad que la Iglesia puso primer las bases de lo celebrativo que de lo catequético. La liturgia fue tema explícito del Vaticano II y cristalizó en la ConstituciónSacrosanctum Concilium[18]. La catequesis fue detrás, y el primer directorio de catequesis[19] apareció a los ocho años del documento conciliar.
 
1.2. Referencias para una comprensión del fenómeno
 
Las expresiones “celebrar con niños”, “celebrara con jóvenes” son de reciente formación[20]. Su nacimiento lo podemos datar en el postconcilio con leDirectorio de misas con niños.
A mi entender, existe una conexión entre la forma de hacer la catequesis y la forma de celebración. Simplemente me propongo enunciar algunos datos que ayuden a comprender la interrelación de la liturgia y la catequesis. Soy consciente de que el análisis exigiría una precisión mayor que dejo a la consideración de otros estudios más sistemáticos y especializados.
Progresivamente, a lo largo del siglo XX, se va rompiendo la uniformidad en la formación religiosa que tenía como referencia única el catecismo. Los estudios de psicología y la influencia de la escuela, que ponía textos específicos para cada curso, impulsó la aparición de catecismos escolares o textos de religión para cada franja de edad. Podemos hablar del paso del único catecismo al catecismo por edades. Surgirá una nueva comprensión del catecismo. Pasará de ser “instrumento directo para la catequesis[21]”, a ser instrumento de referencia para elaborar materiales de catequesis. De la misma manera que había libros en la escuela por edades… se hacen itinerarios de formación religiosa tanto para la escuela como para la catequesis.
De esta manera de hacer la catequesis surgirá una necesidad celebrativa:orar y celebrar con los grupos de catequesis, que eran “grupos por edades”. De ahí las “misas de niños”, “misas de jóvenes”, que después se corregiría por “misas con niños”, “misas con jóvenes”. La misa “no es de nadie”. Es de la Iglesia. La forma de celebrar por edades era exigida por la forma de hacer la catequesis y la formación religiosa.
La atención que se presta al destinatario en la catequesis sigue este principio que recoge Catechesi Tradendae (1979): “Conviene que el método escogido se refiera en fin de cuentas a una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia: la fidelidad a Dios y la fidelidad al hombre, en una misma actitud de amor” (nº 55). ¿No sería igualmente valido el principio para la celebración, especialmente de la Eucaristía?
Por otra parte, quienes animaban las celebraciones ya no eran los presbíteros, sino que muchos catequistas se vieron obligados, por el hecho de ser catequistas, a ser animadores de la oración y de la celebración con sus grupos, sin haber estudiado liturgia ni las leyes fundamentales de la celebración cristiana. Así, todo el universo celebrativo quedaba sacudido por la forma de hacer la catequesis.
En 1973 aparece el Directorio para las misas con niños que, por una parte, reconocía una realidad que se estaba dando, y por otra, intentaba regular con un abanico amplio de posibilidades la celebración teniendo en cuenta la realidad de los celebrantes más jóvenes de la comunidad. No tenemos un documento parecido para los jóvenes, pero es norma común acudir a esteDirectorio para justificar las adaptaciones en las celebraciones con jóvenes.
 
1.3. Nuevas exigencias catequéticas
 
A partir del final de la década de los ochenta, y, progresivamente, hasta nuestros días, aparece una constatación en la catequesis: los itinerarios de catequesis no operan en los destinatarios el cambio o conversión al Evangelio que se esperaba. Se acaban itinerarios, y los tiempos señalados de preparación para un sacramento, se terminan libros, pero los miembros del grupo no alcanzan la madurez cristiana prevista. Se recorren caminos marcados por libros, pero no hay procesos personales interiores. Lo que se “aprende” no entra a formar parte de una manera de vivir la vida en cristiano ni de incorporarse en la comunidad cristiana para la que, en principio, se formaba a las jóvenes generaciones. Después de los grandes itinerarios de preparación a los sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación (los más frecuentes en nuestro entorno religioso) lo que se da es un abandono de la comunidad, no una incorporación a ella. Algo tiene la celebración que se abandona antes que la formación religiosa o catequesis. Se puede asistir a catequesis, sin participar ya en la celebración[22].
Hay intentos de mantener tanto a adolescentes como a jóvenes en las llamadas comunidades de jóvenes, una especie de comunidad cristiana por edades “paralela” a la comunidad cristiana parroquial. Estos intentos se apoyan en tres puntos: la catequesis, el compromiso o estilo de vida donde se visibiliza en Mensaje hecho vida práctica y la celebración. Lo que más cuesta asumir de la comunidad cristiana es la “forma de celebraciones” que ofrece que “no dice nada” ni a los niños ni a los jóvenes. Ni niños ni jóvenes se sienten atraídos por la comunidad cristiana ni por sus celebraciones después del tiempo de catequesis preparatoria. La preparación para la Confirmación daba la impresión de que presentaba una comunidad cristiana distinta de la real. La “teórica” no tenía nada que ver con la “real”, de la que los confirmados huían. Se aprecia como una reducción o identificación: una comunidad es su forma de celebrar.
Así corren paralelas de nuevo la catequesis y la celebración. Un estilo de catequesis pide un estilo de celebración. Hay ejemplos laudables de estas apuestas de comunidades “por edades o por homogeneidad en algo” ya sea la cultura, la profesión, el estado civil…. Pero “las nuevas comunidades” surgidas de un elemento aglutinador común no se generalizan, aunque sí existan.
En el momento actual, la catequesis vive una situación especial dereajuste de época: busca su reinterpretación mirando sobre todo al catecumenado bautismal, a las orientaciones del Directorio General para la Catequesis[23] y a la nueva manera de estar la comunidad cristiana en medio de la sociedad. Los grupos de catequesis han disminuido considerablemente en las parroquias; no ir a catequesis ya no es una excepción.
El modo de celebrar está siempre presente en estos intentos de reestructuración catequética. Muchas veces hay disonancias entre la iniciación en la celebración que realiza la catequesis y el modo de celebración que los iniciados encuentran en la comunidad. La interrelación entre catequesis y celebración tiene su explicación por estos dos motivos: la catequesis, como hemos indicado más arriba, cuenta entre sus tareas la de iniciar en la vida de oración y litúrgica, y, en segundo lugar, porque la catequesis, a la hora de renovarse, mira hacia el modelo catecumenal en el que la catequesis está en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación.
En algunos intentos de catequesis que están realizándose hoy, como la llamada “catequesis familiar”, o, más ampliamente, “catequesis intergeneracional” la dimensión celebrativa está muy presente y en manos de los catequistas laicos.
La búsqueda de modos de anuncio de las nuevas generaciones influye en la iniciación en la celebración litúrgica. La catequesis intuye hoy que una comunidad homogénea o por edades, que tiene muchas ventajas y no se podrá abandonar, pero tiene también límites al impedir la riqueza de confrontación y de intercambio de vivencia de la fe entre las diversas generaciones y las diversas etapas de la vida. El aislamiento por franjas de edades se descubre como empobrecimiento mutuo. Cada edad tiene su riqueza y puede sorprender y aportar algo a las demás edades. Esta catequesis intergeneracional quiere armonizar a la vez lo específico de cada edad, tratado y celebrado en grupo homogéneo, con momentos comunes de participación; una especie de acordeón que conjuga a la vez lo específico por edades y la riqueza del conjunto de edades tanto en la catequesis como en la celebración. De estas experienciascatequéticas está surgiendo un redescubrimiento de la celebración donde confluyan todas las edades. Pero esta celebración tiene que tener en cuenta realmente la presencia de los más jóvenes y hacerles un hueco sin relegarlos de manera habitual a una celebración específica para ellos.
 
1.4. Pistas para una autocrítica
 
Después de haber sugerido la relación estrecha que existe entre la catequesis y la celebración específica de niños y jóvenes, y antes de señalar los centros donde se debe fijar la atención para el futuro de la celebración por edades, quisiera hacer una pausa de autocrítica. Creo que hay que reconocer que no todos los intentos de celebraciones con jóvenes han sido acertados. En algunos casos se intentó ser creativos y elaborar una celebración de jóvenes prescindiendo de elementos esenciales.
Hablar de creatividad[24] no tiene nada que ver con crear “ex nihillo” siempre. La repetición es uno de los rasgos característicos del rito. El rito es una representación tipificada de los hechos de salvación. Estos hechos son siempre los mismos. Cuando en la celebración eucarística “rememoramos” los gestos de Jesús en la última cena, los hacemos presentes y nos acercamos al sentido último y pleno iniciado por Jesús. El gesto de Jesús tiene en sí tanta plenitud que no se agota por mucho que los repitamos. Al contrario, la repetición nos desvela cada vez más el misterio que encierra haciéndolo un poco más luminoso. La razón de que algo es aburrido porque “siempre es lo mismo”, “siempre se repite lo mismo” deberá ser matizada. En la vida humana hay cosas que tienen razón de ser porque siempre son lo mismo. Es eso lo que les da consistencia y profundidad. Cambiar para hacer las cosas más “planas” puede ocasionar más cansancio y vacío que “lo de siempre”. Hay cosas que hacemos, que, aunque no se entiendan, son profundas. La cuestión no está, pues, en el cambio por el cambio, sino en llegar poco a poco al corazón de lo que celebramos “siempre con el mismo rito o las mimas palabras”.
La creatividad no está en dejar de hacer o repetir determinados ritos o gestos, sino en la “palabra íntima”, en el “pedacito” de misterio vislumbrado y captado en la celebración de hoy y que se verbaliza en la asamblea.
La creatividad así entendida es profundidad y hondura del misterio celebrado, es palabra arrancada del silencio. La creatividad no es puro cambio ni un hacer así o de la otra manera porque sí. La creatividad es el encuentro de lo de siempre con el misterio para hacerlo más significativo. La creatividad no es ruptura de una estructura ritual litúrgica, sino palabra que hace más reveladora dicha estructura… La creatividad es adaptación e inculturación, nunca es improvisación ni espontaneísmo facilón. La creatividad une en una nueva palabra el rito litúrgico, la palabra proclamada, la vida y la actualidad de la comunidad que celebra.
La creatividad exige, además, conocer bien la estructura celebrativacristiana. Es penoso ver cómo algunos construyen una acción de gracias o prefacio sin tener en cuenta la estructura misma del prefacio como canto y reconocimiento de la acción de Dios por medio de Jesucristo. Es penoso ver cómo la oración después de la comunión se convierte en otro momento de acción de gracias repetitivo y fuera de sitio, cuando de lo que se trata no es de dar gracias, sino de pedir que lo realizado y vivido seamos capaces de hacerlo vida, de sacarlo a la calle, de alimentarnos de aquello que hemos celebrado.
 

  • Poner como punto de partida este axioma: “Hay que hacer algo nuevo”.

El punto de partida para toda creatividad litúrgica siempre tiene que estar en la misma celebración de las acciones de Dios y en la Palabra proclamada. De estos dos manantiales podremos sacar el agua de la novedad dada que después el grupo podrá reflejar en expresión creativa. No nos celebramos. Reunidos, celebramos la acción de Dios en favor nuestro, la Buena Nueva que hemos recibido. Lo contrario puede llevar a una adaptación de la Palabra y de la misma celebración a nuestras construcciones. Una creatividad basada en este principio está orientada a no mirar a la sana tradición celebrativa de la Iglesia y a partir prácticamente de cero[25]. Los cómo hacer tienen que estar subordinados a losqué celebramos y qué es una celebración cristiana. Y lo que celebramos nos es dado. Tenemos una tarea de comprensión y de expresión de lo que se nos anuncia, pero no de invención.
 

  • Desplazar al Palabra de Dios y sustituirla por textos literarios.

Está bastante extendida la costumbre de dar más importancia a los textos “bonitos” de autores religiosos o profanos que al texto de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios se la relega a un segundo plano. El peligro inmediato está en que no sabemos si celebramos acciones de Dios o ideas bonitas de autores. Nuestras palabras, nuestros textos son válidos siempre que nos ayuden a entender la Palabra de Dios y no la releguen. Hay que reconocer que hay pasajes bíblicos que son duros, difíciles de entender y, una ley de comodidad fácil, nos lleva a dejarlos de lado. Pero no podemos eliminar la “mesa de la Palabra” que nos ha sido servida y que no inventamos nosotros como parte esencial de la celebración cristiana. Es Dios quien nos da de comer. Es el “libro” el que tenemos que comer, como el mismo Ezequiel (Ez 3,1-5)..

  • El ritmo de la celebración.

La celebración cristiana tiene una estructura y un ritmo: ritos de preparación de la asamblea para formarla y disponerla a la escucha de la Palabra, escucha de la Palabra y reflexión sobre la Palabra, celebración del misterio o sacramento cristiano, despedida de la asamblea. Cada momento tiene su especificidad y su dinámica. La creatividad que se introduzca tiene que tener en cuenta la naturaleza del momento celebrativo para no romper el ritmo y no someter a la asamblea a un vaivén innecesario.
 

  • La superficialización del misterio.

La celebración es una acción eclesial en la que se conjuga, a la vez, la comprensión de los ritos que se realizan y el misterio celebrado que nos supera y jamás llegaremos a entender. Lo expresa muy bien la Introducción delDirectorio de misas con niños: “Es cierto que en la vida diaria de los niños no comprenden siempre bien todo lo que realizan en compañía de los adultos sin que por ello lo encuentren aburrido. Del mismo modo, no podemos pretender que todas y cada una de las cosas de la liturgia sean perfectamente inteligibles. Sin embargo, es de temer algún daño espiritual si los niños en la Iglesia realizan una y otra vez, durante años, cosas que apenas entienden, ya que la psicología moderna demuestra con qué profundidad marca a los niños la experiencia religiosa de la infancia y de la niñez en virtud de la especial receptividad religiosa de que ellos gozan” (nº 2). Ésta me parece que es una pista de reflexión y evaluación importante en los esfuerzos de creatividad en las celebraciones con jóvenes. “Hay que entenderlo todo” no es un buen principio de creatividad celebrativa. En la vida nunca entendemos todo aquí y ahora. Siempre hay algo que se nos escapa. Y en la liturgia es imposible entender la totalidad del misterio de Dios que celebramos. El misterio no está ahí para entenderlo, sino para celebrarlo, para meternos en él e ir caminando de manera que entendemos a medida que celebramos. El misterio tiene poder de llamada, de asombro, de evocación… El intento de reducirlo todo a línea plana, a comprensión total, es posible que haya llevado a eliminar de muchas celebraciones con jóvenes todo aquello que es indicio de la dimensión mistérica. Son, ciertamente, pequeños detalles, pero importantes: ornamentación, ceremonia, música, vestidos, luz, posturas…

  1. Para celebrar con jóvenes

 
Ya hemos dicho más arriba que la palabra celebración cuando la empleamos aquí para revisar lo que ha sido nuestra experiencia postconciliar de jóvenes y celebración no la aplicamos exclusivamente a la celebración de los sacramentos. Existen muchas celebraciones de la Palabra y celebración de oración que dan total libertad a los que las promueven.
Refiriéndonos a las celebraciones sacramentales, hay que reconocer que la Constitución sobre la sagrada liturgia no permite tocar la liturgia de la Iglesia y es muy tajante: “La reglamentación de la sagrada liturgia es de competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica, ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el obispo” (22,1). “Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite, cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” (22,3). “Corresponde a la competente autoridad eclesiástica territorial, de la que se habla en el artículo 22,2, determinar estas adaptaciones dentro de los límites establecidos en las ediciones típicas de los libros litúrgicos” (39).
Esta rigidez se explica por la definición de liturgia que se da: “La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10). Lo que es “cumbre y fuente” no puede estar manoseado de cualquier manera y dejado al arbitrio de todos.
Junto a esta normativa clara, hay que destacar otro aspecto del espíritu conciliar: “La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consiente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano” (SC 14).
Da la impresión de que el Concilio legisla teniendo muy en cuenta una única liturgia, la liturgia de la Iglesia, sin hacer concesiones ni excepciones: “Fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del orden sagrado, yexceptuandos los honores debidos a las autoridades civiles a tenor de las leyes litúrgicas, no se hará acepción alguna de personas o de clases sociales ni en las ceremonias ni en el ornato externo” (SC 32). Esta postura se flexibilizaría con la aparición del Directorio de misas con niños.
Quiero traer a la memoria -que es también referencia normativa para mí- el recuerdo del viejo y querido profesor Gelineau, uno de los artífices de laSacrosanctum Conciliun, en sus clases en el Instituto Católico de París en los años 1973-1975. Nos solía decir a los alumnos: “¿Cómo es posible que un presbítero recite siempre el mismo canon de la misa sin tener en cuenta la Palabra proclamada, la palabra hecha homilía, la hora del día en que está colocada la celebración, los celebrantes, etc.…?”. ¡Recordar hoy y revivir estas palabras del profesor de liturgia parece una provocación! Y añadía que para eso estaba el canon segundo, que es el canon o regla de toda plegaria eucarística, y el que da la posibilidad de pequeñas “cuñas” o frases aplicadas al momento… ¡Qué lejos estamos hoy de todas esas cosas que vivimos en el inmediatopostconcilio!
También, de este querido profesor tengo que recordar aquel “termómetro secreto” que nos daba: “Una misa con niños es buena si gusta a los adultos, si éstos salen de ella diciendo ¡qué bonita! Y es mala si dicen: ¡Es cosa de niños!”. No se trata de “rebajar la misa” o infantilizarla (en sentido peyorativo) hasta los límites de lo vulgar, sino de llenarla de simbolismo, de misterio, de cercanía, de participación, de dignidad, de belleza estética, de asombro… todo puesto al alcance de los niños. Los niños entienden quizás mejor que muchos adultos el misterio…Y finalmente, del mismo profesor, quiero recodar aquellas preguntas que nos hacía en clase: “¿Cómo es posible que las comunidades donde hay más de una misa tanto los días ordinarios como los festivos todas las misas sean iguales y no pueda ser una en gregoriano, una pensando más en la tercera edad, otra teniendo presente otros gustos de la gente? Los mismos que vienen a la celebración son los que están acostumbrados a ir a los grandes almacenes y allí pueden elegir. En la comunidad cristiana, ¿cómo es posible que no tengamos en cuenta realidades tan sencillas como éstas y que impongamos a todos lo mismo, y unifiquemos a todos…?”. El Misal da muchas posibilidades. Pero esto exige tiempo, equipos, o, por lo menos, que el presidente de la celebración se tome en serio la preparación de ésta, sin conformarse con “tirar de misal y ya está”. La celebración exige preparación, mucha preparación. Muchas personas eligen una celebración o se abstienen de la celebración por la homilía. Buscan al presidente que dice algo, que es capaz, con el Evangelio en la mano, de tocar la vida de la gente e iluminarla.

2.1. Principios básicos para una celebración creativa
 
– La liturgia de la Iglesia es una: la de la comunidad adulta donde convergen los que han sido llamados a la fe y a la conversión y han sido regenerados por las aguas del Bautismo. (SC 10).
– Toda forma de celebración que ponga el acento en la edad o en la formación religiosa de los bautizados es pedagogía que apunta a la plena participación en la única liturgia.
– La formación litúrgica y eucarística no puede separarse de la educación general humana y cristiana; es más, sería perjudicial que la formación litúrgica careciese de ese fundamento (DMN, 8). Así la educación en el valor del silencio, de la escucha, del simbolismo, de la reunión, etc. como hemos visto más arriba, la catequesis tiene una importancia decisiva en la iniciación a la celebración.
– Los jóvenes hoy, como los niños que disponen de un Directorio de misas con niños, forman un universo especial, el “universo joven” reconocido por la sociología y como tal, creemos que se le pueden aplicar estas palabras de la Constitución sobre la sagrada liturgia: “La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos” (SC 37). “Al revisar los libros litúrgicos, salvada la unidad sustancial del rito romano, se admitirán variaciones y adaptaciones legítimas a los diversos grupos, regiones, pueblos, especialmente en las misiones” (SC 38). La competencia de estas adaptaciones corresponde a la autoridad territorial (SC 40,1).

– El término celebración hay que entenderlo de manera amplia no sólo aplicado a la celebración de los sacramentos, especialmente, del sacramento de la Eucaristía.

2.2. Propuestas para la creatividad en las celebraciones con jóvenes
 
– Hay que mantener como principio que la meta de las celebraciones con jóvenes es la celebración de la comunidad adulta, especialmente la misa de la reunión dominical. Las demás celebraciones deben ir encaminadas a que los jóvenes puedan ser introducidos en la celebración de la Iglesia.
– La celebración es un momento segundo en el proceso de evangelización, pues pide antes que la persona sea llamada “a la fe y a la conversión” (SC 9). Para una participación plena y activa del pueblo en la celebración litúrgica es preciso cuidar la educación en una antropología básica o valores humanos como son silencio, escucha, asombro, perdón, sentido de reunión, apertura a lo simbólico… además del conocimiento que la catequesis proporciona del misterio que se celebra.
– La celebración, si bien pide una educación previa para ser entendida, también posee un poder didáctico: “Cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los asistentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia” (SC 33).
– La parte de la celebración que admite más creatividad y adaptación a los participantes es la liturgia de la Palabra. “Debe concederse una gran importancia a todos los elementos que sirven para interpretar las lecturas” (DMN 47).
– La parte más intocable y donde, en el caso de los jóvenes, menos elementos adaptados a su edad y situación tenemos a disposición, es el rito propiamente sacramental, es decir, en el caso de la Eucaristía, en la llamada Liturgia eucarística. Disponemos de plegarias eucarísticas oficialmente admitidas para niños, pero no para jóvenes.
– Los elementos que más margen de creatividad proporcionan[26] y que es necesario desarrollar todas sus posibilidades son:

  1. El lugar: Hacer que el lugar deje de ser neutro y se convierta en un lugarcelebrativo. Con mucha frecuencia se ponen grandes esfuerzos en otras cosas y se olvida el lugar donde se celebra. Bastaría observar el comportamiento de las empresas que ofrecen productos para los jóvenes: cómo cuidan el espacio, la ornamentación, la luz, la estética, los vestidos…
  2. El tiempo: Tanto la hora del día en que la desarrolla la celebración como la duración de la celebración y el ritmo de ésta.
  3. El canto y la música: Apropiados a la sensibilidad y cultura de los jóvenes, siempre que respeten la finalidad propia de la música sacra.
  4. Los gestos corporales: Es decir, la participación en la celebración con todo el cuerpo, las posturas y los gestos que acompañan los diversos momentos de la celebración tanto los momentos de escucha de la Palabra de Dios como los de petición o alabanza, la danza religiosa en los momentos procesionales, o las posturas que favorecen el silencio… La acción no debe llenar todo. Es necesario otorgar un tiempo oportuno al silencio como parte constitutiva de la celebración.
  5. Los elementos visuales y audiovisuales: No sólo aquellos que la liturgia pide (altar, sede, cruz, ambón…) sino otros que se puedan incorporar, como en uso de las proyecciones para ayudar a interiorizar o comprender la Palabra proclamada.
  6. El estudio de la Palabra. Es uno de los momentos fuertes de la celebración y donde más posibilidades existen de creatividad[27]. La Palabra proclamada tiene que dejar de ser abstracta para llegar a tocar la vida, para provocar la vida, para poder decir “hoy se cumple esto ante nosotros”, hoy Dios nos habla.
  7. La creación de textos. Existe una amplitud grande en creación de textosmonicionales, es decir, aquellos que ayuda a entender los ritos que se realizan o las lecturas que se proclaman; también el uso de textos que abren a la comprensión de la Palabra proclamada, y los textos de la oración de fieles. Para los textos oracionales del Misal romano y para los textos propios de los ritos sacramentales no tenemos documentación pertinente sobre la que apoyar los esfuerzos de creatividad literaria.

Sí tenemos indicios para emprender acciones, de acuerdo con la autoridad eclesiástica competente, como hemos apuntado más arriba al comentar el número 38 de la Sacrosactum concilium donde se menciona la posibilidad de adaptaciones legítimas a los diversos grupos.
Existen, a mi juicio, loables esfuerzos de creatividad seria, respetuosa de la liturgia y de la identidad los pequeños grupos como lo hace la revista francesaSignes d’aujourd’hui[28]. Cuida la estética, la ornamentación del lugar, las sugerencias de creatividad de manera especial proponiendo pequeñas acciones para los más pequeños de la asamblea. En cuanto a la creación de textos oracionales, pone en primer lugar la oración del Misal romano, una propuesta de “oraciones nuevas”, una sugerencia de oración para “grupos pequeños”, también para estos grupos propone un “acción de gracias”.
– No podemos reducir la creatividad en la celebración con jóvenes a la creación de textos. Sería empobrecedor. Es todo el conjunto lo que realmente escelebrativo y se apoya íntimamente.
Estoy convencido de que se pueden hacer muchas con la legislación actual, y para otras, que estén razonablemente estructuradas, se podrían dar pasos a través de las puertas que los documentos actuales nos proporcionan.
La Iglesia está urgida a escuchar el clamor que nace de muchos jóvenes y no tan jóvenes de disponer de una celebración más digna y cercana, más comprensible. O de repensar celebraciones previas a la celebración sacramental. En un momento de ignorancia religiosa generalizada, ¿es mucho pedir celebraciones intermedias o previas a la celebración de la Eucaristía?
 

ÁLVARO GINEL


 
[1] Promovido por la Revista de Pastoral Juvenil con motivo de sus 50 años de presencia en la Iglesia Española, Madrid, 7-9 de noviembre de 2008.
[2] Álvaro GINEL, “Celebrar, una provocación”, en Misión Joven 321 (2003) 17-26.
[3] Un recuerdo personal: mi trabajo de Memoria de Licenciatura en la Universidad Pontificia de Salamanca, dirigido por el Prof. Olegario González (curso académico 1971-1972), tenía como título:Cristología en las plegarias eucarísticas no oficiales que fui recogiendo en aquellos días de revistas, de libros, de hojas que se entregaban en determinadas iglesias para la recitación de la plegaria eucarística donde se “hacían las misas de jóvenes” (entonces no existía el matiz que apareció con el Directorio de misas con niños).
[4] Importante este matiz. “Hacer inteligible” la celebración puede ser causa de un “desvestimiento” de la realidad mistérica que la liturgia comporta, hacerla demasiado plana, sin transcendencia.
[5] Quizás es un vocabulario que ya nos suena a trasnochado, pero los más antiguos lo recordarán.Paraliturgia era una celebración no sacramental (donde no se celebraba ningún sacramento) y que por eso daba pie a no tener que sujetarse a normas, rituales, misales… Todo era posible. Lo central de la paraliturgia residía en la proclamación de la Palabra de Dios. De hecho, cayó en desuso el término paraliturgia y se fue imponiendo cada vez más la expresión Celebración de la Palabra,terminología que hoy continúa vigente.
[6] Por poner un ejemplo, Álvaro GINEL, Los jóvenes ante la Palabra, CNSPJ, Madrid 1970. La Constitución sobre la sagrada liturgia invitaba a caminar en esta línea: “Foméntense las celebraciones sagradas de la Palabra de Dios en las vísperas de las fiestas más solemnes, en algunas ferias de Adviento y Cuaresma, y los domingos y días festivos, sobre todo en lugares donde no haya sacerdotes…” (SC 35,4).
[7] José Mª. MARTÍNEZ BELTRÁN, El grupo y la expresión de la fe, Centro Vocacional La Salle- Ediciones Instituto San Pío X, Salamanca 1981.José Mª Martínez sigue aún hoy creando y trabajando en esta línea.
[8] Hay que reconocer que este tiempo de ensayo estaba avalado, de alguna manera, por la misma Iglesia. La Constitución de liturgia, al hablar de las “normas para adaptar la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos” dice: “Para que la adaptación se realice con la necesaria cautela, si es preciso, la Sede Apostólica concederá a la misma autoridad eclesiástica territorial la facultad de permitir y dirigir las experiencias previas necesarias en algunos grupos preparados para ellos y por un tiempo determinado” (SC 40,2).
[9] No podemos olvidar que uno de los cometidos o tareas de la catequesis es la educación litúrgica y enseñar a orar (DGC 85).
[10] Inaugurado el día 8 de diciembre de 1869. El 20 de septiembre de 1870 entran las tropas de Napoleón en Roma. Pío IX suspende el concilio el día 10 de octubre de 1870. El la sesión del día 14 de enero de 1870, decima congregación general, se distribuye el esquema De parvo catecismo. En el momento de suspenderse el concilio no se había logrado un acuerdo entre los Padres para la elaboración de un catecismo universal.
[11] Cfr. B. NEUNHEUSER, Movimiento Litúrgico, en Nuevo Diccionario de liturgia, Ediciones Paulinas, Madrid 1987, pp. 1365-1382. Amplia bibliografía. J. M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Movimiento litúrgico en España, en Nuevo Diccionario de liturgia, Ediciones Paulinas, Madrid 1987, pp.1383-1387.
[12] Aprobada el 5 de diciembre de 1963.
[13] Con el nombre de movimiento bíblico se ha entendido, desde finales del s. XIX, las iniciativas del Magisterio de la Iglesia y de autores católicos, y aun de grupos, encaminadas a difundir la Sagrada Escritura entre el pueblo, con la ayuda de los exegetas y estudiosos de la Biblia que habrían de hacer asequible a todos su lectura. El movimiento bíblico ha sido en cierto modo paralelo con el movimiento litúrgico, con el que ha mantenido estrechas relaciones. Cfr. Cesare BISSOLI, Movimiento bíblico, en Diccionario de Catequética, CCC, Madrid 1987, 579-581.
[14] Aprobada el 18 de noviembre de 1965.
[15] Ubaldo GIANETTO, Movimiento catequético, en Diccionario de Catequética, CCS, Madrid 1987, pp. 581-582. Elías YANES, Movimiento catequético español, en Nuevo Diccionario de Catequética(vol. 2), San Pablo, Madrid 1999, pp. 1570-1587. Ricardo Ernesto GRZONA DARE-Vicente Mª PEDROSA, Movimiento catequético latinoamericano, en Nuevo Diccionario de Catequética (vol. 2), San Pablo, Madrid 1999, pp. 1587-1611. De auténtica revolución para la catequesis podemos calificar el pontificado de San Pío X. En la exhortación apostólica Acebo nimis (15 de abril de 1905), ante la incultura religiosa, se dan serias normas para que los párrocos enseñen el catecismo todos los domingos; posteriormente, el decreto Sacra Tridentina Synodus (20 de diciembre de 1905), de la Sagrada Congregación del Concilio, modifica las normas de la comunión para que se “dé amplia libertad a todos los fieles cristianos, de cualquier clase y condición que sean, para comulgar frecuente y diariamente, si así lo desean”. De fondo estaba la superación del jansenismo. Esta ampliación se extiende a los niños con el Decreto Quam singulari (8 de agosto de 1910), de la Congregación de Sacramentos, que sitúa la primera comunión a la edad del “uso de razón”, hacia los 7 años. Este hecho inicia el estilo de catequesis que ha llegado hasta nosotros y que se centra en la catequesis de niños como preparación a la primera comunión.
[16] Cfr. Ángel MATESANZ, Historia general de la catequesis, en Nuevo Diccionario de Catequética(vol. 1), San Pablo, Madrid 1999, pp. 1132-1148. Jesús Andrés LÓPEZ CALVO, El movimientocatequético español (1930-1962), Santiago de Compostela 2003.
[17] Se puede ver el análisis que hace el profesor Philippe BACQ, Vers une pastorale d’engendrement, en Une nouvelle chance pour l’Évangile, Lumen Vitae, Novalis, Bruxelles 2004, pp. 8-28.
[18] 5 de diciembre de 1963.
[19] Directorio Catequístico Genera. 11 de abril de 1971, Roma 1971.
[20] La Sagrada Congregación para el Culto Divino publicó el Directorio para las misas con niños, el 1 de noviembre de 1973, después de que se publicara la Instrucción General del Misal Romano de 1969. “Esta Congregación, siguiendo las peticiones recibidas constantemente de todo el orbe católico, comenzó a elaborar un Directorio particular para las misas con niños a modo de suplemento de esa Instrucción General, con la colaboración de expertos, hombres y mujeres, de casi todas las naciones” (nº 4).
[21] Hay que observar que en la Iglesia española se está caminando a que el catecismo sea “instrumento directo de catequesis”: “Señalado el valor de los catecismos como instrumentos por excelencia de la catequesis, llamamos la atención de cuentos han de utilizar el catecismo Jesús es el Señor para que llegue a manos de sus destinatarios en su integridad, en su momento oportuno y especialmente en el acto catequético mismo. Sabemos, no obstante, que los catequistas suelen necesitar y utilizar apoyos complementarios en la catequesis (guías para catequistas, materiales didácticos, etc.). Estos, sin embargo, por su distinción cualitativa respecto del catecismo, en ningún caso han de sustituirlo o suplantarlo” Mensaje de la XCI Asamblea Plenaria de la conferencia Episcopal Española. 7 de marzo de 2008,nº 7).
[22] Este fenómeno es hoy constatable en todas las franjas de catequesis que se realizan en las comunidades cristianas.
[23] Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis, Roma 1997.
[24] Álvaro GINEL, “Celebrar, una provocación”, en Misión Joven 321 (2003) 24-25.
[25] Álvaro GINEL, Gestos para la catequesis, CCS, Madrid 20014, pp. 24-25. Creo que la pedagogía para la creación de gestos que allí describo vale también, con la creatividad celebrativa.
[26] Álvaro GINEL, “La misa sin prisas. La messe qui prend son temps, en Misión Joven 353 (2006) 49-52.
[27] Ibídem, p. 51.
[28] Revista de animación litúrgica. www.bayardweb.com