La oración de la Renovación Carismática

1 diciembre 2008

Martiño Rodríguez
 
 
La Renovación Carismática Católica (RCC) es un movimiento eclesial reconocido por la Santa Sede que nace en 1967 en Duquesne (Pittsburgh–Estados Unidos), a raíz de la experiencia vivida por unos estudiantes universitarios que se reunieron para orar sobre la experiencia de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles. Su deseo era vivir lo mismo… Y experimentaron la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de dones carismáticos. La experiencia rápidamente se extendió por todo el mundo hasta el día de hoy, en que más de 120 millones de católicos participan de la espiritualidad de la RCC actualmente.
Unos dieciséis años más tarde nací yo, en España, en el seno de una familia que vivía ya esta espiritualidad. Mis padres fueron de los  que recibieron esta “novedad del Espíritu” y se vieron enriquecidos por ella, hasta tal punto que vieron transformada su vida y todavía hoy participan comprometidamente de esta corriente de gracia.
Así, desde pequeño la forma de oración propia de la Renovación estuvo presente en mi vida: la espontaneidad de una oración inspirada en cada momento, la alabanza a Dios por lo que Él es en nuestra vida, la frescura de la apertura constante a las inspiraciones del Espíritu Santo, la alegría y la fuerza de los cantos como parte de la oración, la expresión también con el cuerpo de aquello que queremos expresar con el corazón…Todas ellas características de una forma de orar que hoy forma ya parte de mi vida y de mi relación con Cristo.
 
Oración de alabanza
 
La alabanza, a la que acabo de referirme, es una de las formas más características de la oración carismática. Si nos referimos a la alabanza en la oración carismática, ésta representa la expresión del encuentro entre el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios, que nos dispone y motiva al encuentro con Cristo. A través de la alabanza dejamos de mirarnos a nosotros mismos, nuestras debilidades y pobrezas, y comenzamos a mirar a Dios: su amor por nosotros, su misericordia, su grandeza…
Y en este volver a la mirada a Dios nos vamos encontrando con Él, casi sin darnos cuenta. Alabo y doy gracias a Dios simplemente por quién es y porque me siento amado por Él. Y es el Espíritu Santo quien mueve mi corazón, el que me lleva a esta alabanza para mi propia salvación. En el prefacio IV de la liturgia eucarística el sacerdote recita: “Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación”.
La oración de alabanza tiene el poder de Dios, porque es también un don de Dios. Solamente quien conoce a Dios puede alabarle de corazón. En mí ha hecho muchas maravillas. Recuerdo llegar a mi grupo de oración agotado y sentir nuevas fuerzas y nuevo gozo. Otras veces llego muy cargado por luchas internas o externas y la oración me descansa. Recuerdo en algunas ocasiones no tener palabras qué decir y escuchar las palabras de un hermano alabando al Señor y gozarme uniéndome a esa oración. La alabanza rompe cadenas.
Nuestro actual Papa, cuando era prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, escribía así sobre la Renovación Carismática en el prólogo de un libro del Cardenal Suenens: “En el corazón de un mundo inmerso en un escepticismo racionalista, de repente surge una nueva experiencia del Espíritu Santo. Y desde entonces ha asumido la expansión de un movimiento mundial de renovación. Lo que el Nuevo Testamento nos dice sobre los carismas -que fueron vistos como signos visibles del advenimiento del Espíritu- no es solo historia antigua, ya terminada, sino que una vez más se está siendo extremadamente actual… ¿Cuál es la relación entre experiencia personal y la fe común de la Iglesia? Ambos factores son importantes: la fe dogmática sin el apoyo de la experiencia personal permanece vacía; la sola experiencia, sin relación a la fe de la Iglesia permanece ciega”.
La oración carismática ha sido el medio privilegiado a través del cual yo he experimentado a Cristo. En la oración carismática he visto a Cristo actuando hoy como lo hacía en los evangelios: he visto sanado mi propio corazón y renovada mi vida de una forma imposible desde la visión humana.
 
La alabanza lleva a la adoración
 
La alabanza es alegre, que es como debemos alabar a nuestro Dios y Creador: “hemos sido creados para alabanza de su Gloria” (Ef 1, 12) y “el Señor habita en la alabanza de su pueblo “(Sal 22). Cuando la alabanza es sincera y auténtica siempre nos lleva a la adoración, a esa presencia majestuosa y sobrecogedora de Dios, al lugar donde las palabras ya no sirven y donde nos encontramos con Él cara a cara. Reconociendo quien es Él y quien soy yo sólo puedo en la alabanza profunda del corazón esperar en su misericordia y en su gracia.
Esta adoración precedida por la alabanza no se da solamente en la adoración eucarística sino que es el estado de nuestro ser ante la presencia de Dios, en cualquier lugar y situación, estando solo o en comunidad. Es decir, espiritualmente puedo adorar a Dios allí donde estoy, tanto en mi habitación como en mi lugar de trabajo.
En la alabanza corro hacia el lugar donde esta el trono de la Gracia, me preparo para entrar en su presencia y en la adoración las puertas de la sala del trono se abren y delante del Rey no puedo hacer otra cosa que postrarme en su presencia. Este es el lugar donde los milagros ocurren, donde somos transformados y restaurados. Es como si el tiempo se detuviese y Dios y yo estuviésemos solos entablando un diálogo que no utiliza palabras.
Yo he visto transformarse mi vida en este espacio de adoración en el que siento que vuelvo a mi origen y mi fin: Dios mismo está presente. El tiempo se para y es como un momento de eternidad: la eternidad que anhela el corazón humano.
Estas dos formas de oración, la alabanza y la adoración, tan entrelazadas entre sí y tan únicas en sí mismas, que siempre han estado en la Iglesia han sido redescubiertas en la Renovación Carismática de una manera nueva. Con la ayuda de la música y los cantos han sido el instrumento para que las vidas de miles de personas hayan cambiado. Nosotros vamos a Dios en nuestra oración y Él se abaja hasta tocarnos y transformarlo todo con su presencia.