Nuevas urgencias en la pastoral de “los que vuelven a la fe”

1 mayo 2008

Emilio Alberich es catequeta (Sevilla)

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo, atento a las diversas manifestaciones del magisterio y de la reflexión catequética actual, ofrece indicaciones y orientaciones en torno a la acción pastoral de los que vuelven a la fe, que sitúa destacando entre sus coordenadas: la opción evangelizadora, la prioridad de la catequesis de adultos, la conciencia de la comunidad eclesial, la restauración del catecumenado, la centralidad de la iniciación. Todo ello precisa la necesidad de una verdadera pedagogía de la iniciación, es decir, de una pedagogía de inmersión, de contagio, de ósmosis.
 
En la panorama catequético actual cobra cada día más importancia la urgencia de la catequesis de adultos, y dentro de ella la atención particular hacia las personas que de alguna manera «vuelven» a la fe, después de un período más o menos largo de alejamiento de la vida cristiana. La conciencia eclesial se interesa hoy con especial atención de esta parcela de la tarea evangelizadora. En estas líneas quisiera evocar algunas indicaciones y perspectivas que, al respecto, presentan diversas manifestaciones del magisterio de la Iglesia y de la reflexión catequética actual.
 

  1. YA NO ES TIEMPO DE «CRISTIANDAD»: ES HORA DE EVANGELIZAR

 
No hace mucho que, en la práctica de nuestras Iglesias, hacíamos consistir la «pastoral de los alejados» en un esfuerzo por hacer volver sobre todo a la práctica religiosa. Era un tiempo en que la vida cristiana se concentraba sobre todo en la frecuencia de los sacramentos y en la asistencia a las funciones sagradas, elementos considerados centrales en la fisonomía tradicional del «buen cristiano». Un ejemplo elocuente lo tenemos en las clásicas «misiones populares», que tenían como objetivo conseguir que el mayor número posible de personas volviera a la práctica religiosa por medio de una buena confesión y una solemne «comunión general». Eran otros tiempos.
Hoy el panorama es bien distinto. El mundo ha cambiado radicalmente, y la situación religiosa es muy diversa. Ya en el posconcilio, sobre todo en los años 70, fueron emergiendo dos exigencias fundamentales que ocuparon el centro de la escena y marcaron profundamente el panorama de la renovación pastoral: la opciónevangelizadora -proclamada en el Sínodo de Obispos de 1974 y en la exhortación apostólica «Evangelii nuntiandi» (1975)- y la prioridad de la catequesis de adultos. Son elementos ya consolidados del horizonte pastoral que están en la base de la particular actividad que tiene como objeto la experiencia religiosa de los que vuelven a la fe.
 
1.1. La prioridad de la opción evangelizadora
 
Hace ya varias décadas que se viene hablando de evangelización y de «nueva evangelización» como imperativo pastoral prioritario. Se ha repetido hasta la saciedad en los más diversos foros eclesiales. Pero debemos reconocer que estamos todavía muy lejos de haber llevado a la práctica este programa tan solemnemente proclamado. Nuestra pastoral, en el fondo, sigue actuando según las pautas tradicionales, propias de la «cristiandad», con algunas correcciones y «parches» que pretenden darle un aire de novedad evangelizadora: mayores exigencias para la administración de los sacramentos, algunas mejoras en la práctica de la catequesis infantil, difusión de nuevos movimientos y comunidades, etc. Pero se trata en el fondo de retoques poco profundos, de modificaciones de detalle que no afectan a la sustancia del modelo pastoral subyacente. El compromiso pastoral de llegar a se una Iglesia «en estado de evangelización» sigue siendo una asignatura pendiente.
En los últimos veinte años, a caballo del comienzo del nuevo milenio, se ha podido experimentar un nuevo tono y una cierta novedad. Toda una serie de documentos episcopales y tomas de posición abogan por que finalmente se tomen en serio las exigencias y presupuestos de una auténtica acción evangelizadora, abandonado viejos moldes y encarando la situación actual con nuevo talante.[1]
Es un hecho: estamos ante una reafirmación muy clara y apremiante de la necesidad de optar claramente, en la pastoral de la Iglesia, por la evangelización, con todo lo que esto supone. Así se expresan prácticamente todos los documentos y textos a que nos referimos. El documento francés «Proponer la fe» se abre con la intención de «anunciar el Evangelio de Cristo como una fuerza para vivir y para dar sentido a la vida», y también de «forjar de manera más libre y solidaria una Iglesia dispuesta a evangelizar».[2] Y un último testimonio, de gran relevancia, es el documento conclusivo de la Asamblea Episcopal de Aparecida, donde la opción evangelizadora constituye el telón de fondo de toda la reflexión de la Iglesia latinoamericana: «queremos seguir impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia, llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo».[3]
La evangelización constituye sin duda la opción dominante en la conciencia eclesial de hoy y el «humus» necesario para el desarrollo de toda iniciativa de formación y de catequesis. Una convicción de fondo se afianza por doquier: la necesidad de pasar «de la herencia a la propuesta» («de l’heritage à la proposition»). Esta feliz expresión de los obispos franceses es una auténtica consigna pastoral:
«No podemos contentarnos con un herencia, por muy rica que sea. Hemos de acoger el don de Dios en condiciones nuevas y reencontrar a la vez el gesto inicial de la evangelización: el de la propuesta sencilla y decidida del Evangelio de Cristo».[4]
 
Y una afirmación semejante encontramos en un reciente documento catequético de los obispos belgas:
«En el futuro y cada vez más, uno llegará a ser cristiano y a conservarse tal simplemente si opta por serlo. Es evidente que estamos pasando de una pertenencia recibida y automática a la Iglesia hacia una fe motivada y personal».[5]
 
1.2. En catequesis, lo más importante son los adultos
 
Por lo que se refiere a la catequesis, el Concilio Vaticano II -y sobre todo el período posconciliar- han traído consigo un viraje importante que ha puesto en el centro de la atención la catequesis dirigida al mundo de los adultos, con un claro deseo de superación de la praxis tradicional, que se concentraba en el ámbito infantil y adolescente. Ya en los años 60, y gracias al impulso del Concilio, se impuso con fuerza la conciencia de la urgencia y de la primacía de la catequesis de adultos, y esto de forma profunda­mente nueva con respecto al pasado. Si durante toda la edad moderna se solía decir: hay mucha ignorancia religiosa y por tanto es ne­cesaria la catequesistambién para los adul­tos, ahora se constata que el problema radica en el aumento de la incredu­lidad, en la disminución de la fe, en la creciente pérdida de identidad cristiana. Un clamor general invoca la urgencia sobre todo de una catequesis de adultos y «adulta», es decir, profundamente repensada para responder a las exigencias y sensibilidad de los adultos de nuestra época. Sobre este trasfondo se perfila con cla­ridad el fin de la época de cristiandad, la nueva visión conciliar de la Iglesia y de su misión en el mundo, un nuevo acercamiento y valoración de la cultura moderna y del mundo contemporáneo.
En los años siguientes, a medida que avanzaba el posconcilio (años 70 y 80), se multiplicaron las tomas de posición a favor de una opción pastoral prioritaria por la catequesis de adultos, que en este período aparece estrecha y definitivamente vinculada al redescubrimiento de la misión evangeli­zadora de la Iglesia (primacía de la evangelización y de la pastoral misionera) y a la restauración del catecumenado y de la dimensión catecumenal en los procesos catequéticos.
Podemos considerar como punto de arranque de la nueva sensibilidad la importante toma de posición del Directorio Catequístico General de 1971:
«Recuerden también [los pastores] que la catequesis de adul­tos, al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión plena­mente responsable, debe ser considerada como la forma prin­cipal de catequesis, a la que todas las demás, siempre cier­tamente necesarias, de alguna manera se ordenan».[6]
 
Afirmaciones semejantes serán frecuentes en los años siguientes y en todas las latitudes. Pero es sobre todo en el Directorio General para la Catequesis, de 1997,[7] donde la opción prioritaria por la catequesis de adultos recibe su definitiva consagración. Tras haber recordado que el catecumenado de adultos debe inspirar «a las otras formas de catequesis» y que la catequesis de adultos es «la forma principal de catequesis» (DGC 59), en el capítulo sobre la catequesis en las distintas edades se le da la prioridad a la catequesis de adultos (DGC 171-176) y, al hablar del «proyecto diocesano de catequesis» de la Iglesia particular, se atribuye a la catequesis de adultos un papel de primacía absoluta:
«Como ya ha quedado indicado, el principio organizador, que da coherencia a los distintos procesos de catequesis que ofrece una Iglesia particular, es la atención a la catequesis de adultos. Ella es el eje en torno al cual gira y se inspira la catequesis de las primeras edades y la de la tercera edad» (DGC 274).

  1. LA RESTAURACIÓN DEL CATECUMENADO Y LA URGENCIA DE LA INICIACIÓN

 
Pero también otros elementos clave en el panorama pastoral se han ido imponiendo paulatinamente a la sensibilidad y conciencia de la comunidad eclesial. Nos referimos a la providencial restauración del catecumenado y a la centralidad de la iniciación. Son ingredientes importantes en la experiencia pastoral que estamos considerando: la atención catequética a «los que vuelven» a la vida de fe.
 
2.1. Actualidad del catecumenado
 
La restauración del catecumenado bautismal y el principio de la necesaria «inspiración catecumenal» de toda catequesis constituyen, a no dudar, una nueva frontera en la conciencia pastoral de la Iglesia. Esto lleva a orientar la tarea catequética hacia el mundo de los adultos y, en los países de antigua cristiandad, a poner en el centro de la atención a los que de alguna manera «vuelven» después de un período de lejanía de la fe y de la vida cristiana.
Hoy se abre camino la convicción general de que es necesario restaurar y prestar especial atención alcatecumenado en sus distintas modalidades (bautismal de adultos, catecumenado juvenil, catecumenado de «reiniciación»). E igualmente clara se destaca la afirmación del catecumenado como modelo e inspiración básica de la catequesis. Los obispos alemanes lo han subrayado con fuerza: en la catequesis «hace falta un modelo estructurador. Su forma ideal es ciertamente el catecumenado»; por eso «las experiencias del catecumenado de adultos tienen un significado paradigmático»; el catecumenado es «modelo fundamental para la catequesis».[8] Y lo mismo encontramos en el documento catequético belga: «las experiencias hechas en el marco del catecumenado de adultos adquieren un significado paradigmático»;[9] «toda catequesis en la Iglesia encuentra su fuente y su inspiración en el catecumenado».[10]
 
2.3. La urgencia de la «iniciación
 
Otro elemento significativo de la nueva orientación pastoral es la insistencia sobre la actualidad de lainiciación y sobre la necesidad de redescubrir la verdadera naturaleza de todo proceso iniciático. Para ello, premisa indispensable es redescubrir los aspectos típicos de toda auténtica iniciación: centralidad de la conversión como proceso de transformación y de inmersión en el misterio pascual de «muerte-resurrección»; atención a las personas y a la comunidad; proceso de etapas distendidas en el tiempo; experiencia fuerte de vinculacióncomunitaria, etc.[11]
Y por lo que se refiere a la dimensión propiamente catequética, adquiere una importancia de primer orden la catequesis iniciática o «de iniciación» (DGC 65-68). En esta catequesis «al servicio de la iniciación cristiana» (DGC 65-68), a la prioridad de la enseñanza doctrinal (primacía del «saber» de la fe), sucede el descubrimiento del papel insustituible del proceso iniciático (prioridad del «ser» creyente). Esto implica normalmente la preferencia por una pedagogía de «inmersión», de «contagio», de «ósmosis». Sumergir en la vida cristiana: antes de enseñar lo que hay que vivir, vivir lo que se quiere enseñar. Es una pedagogía que recurre a un triple «baño» personal y comunitario: baño en la Palabra de Dios, baño en la liturgia (eucaristía, sacramentos, año litúrgico), baño en la experiencia concreta del servicio-diaconía a los hermanos.
Como consecuencia lógica, se subraya la urgencia del «primer anuncio» del Evangelio, para suscitar la opción personal de la fe, y la actualidad del catecumenado bautismal come instrumento de iniciación o re-iniciación en la fe cristiana.
 
Todo lo dicho hasta ahora nos hace ver el contexto pastoral en el que se insertan y encuentran su inspiración básica las distintas formas de evangelización y catequesis dirigidas a «los que vuelven», es decir, a las numerosas personas que, después de un período más o menos prolongado de alejamiento de la fe, sienten el deseo de recuperar la vivencia cristiana y redescubrir las raíces de la fe. Es todo un mundo de creatividad pastoral que merece atención y que constituye, en muchas regiones, un aspecto prometedor de renovación cristiana.
 

  1. ATENCIÓN A «LOS QUE VUELVEN»

 
La oferta pastoral a «los que vuelven» se presenta, hoy, muy rica y variada. Las denominaciones varían: los franceses la ofrecen a los que llaman «recommençants», otros prefieren hablar de procesos de «reiniciación» o de catequesis de adultos «de estilo catecumenal», o de «neocatecumenado». Los italianos, como veremos, hablan de «completar la iniciación». Pero en el fondo late una exigencia en cierto sentido común: salir al encuentro de personas ya bautizadas y, por lo general, sacramentalizadas, que desean recuperar de alguna manera el sentido de la fe y rehacer el camino de maduración en la fe. Algunos hablan sin más de «catecumenado» para bautizados.
Estamos, en el fondo, ante una situación en cierto modo ambigua. Con términos que en sí pueden parecer contradictorios, se dan hoy de hecho diversas iniciativas pastorales y catequéticas, asimilables al modelo catecumenal, que afectan a cristianos ya bautizados y catequizados. Se trata en realidad de una verdadera paradoja porque, como ya recordaba Casiano Floristán, «en la Iglesia primitiva era bautizado el convertido; ahora tiene que convertirse el bautizado».[12] Sin embargo es una exigencia propia de nuestra situación religiosa y pastoral.
Es un hecho: en nuestro mundo de hoy se tiende a ampliar la experiencia catecumenal también a los cristianos bautizados que, aun habiendo completado teóricamente su iniciación catequética y sacramental, han abandonado – en todo o en parte – los vínculos de unión con la fe y la vida cristiana y sienten la necesidad de reemprender desde el principio o de completar el camino de la conversión y de la incorporación a la Iglesia.
En el origen de estas nuevas experiencias hay sobre todo motivaciones de orden pastoral: en las iglesias de antigua tradición cristiana, nos encontramos frente a una profunda crisis del proceso de iniciación cristiana que, más que proceso de «iniciación» ha llegado a ser de hecho, en muchos sitios, proceso de «conclusión», es decir, la última expresión de una práctica religiosa que concluye una serie de ritos y ceremonias impuestos por la tradición y la presión social. No es de extrañar, por lo tanto, que muchas personas, terminado este momento de práctica religiosa, se hayan alejado de la vida cristiana.
En muchos países resulta ya evidente el desmantelamiento de la antigua situación de «cristiandad» y por tanto del presupuesto de una fe compartida y aceptada por todos. Con frecuencia se lamenta el hecho de que «son muchos los sacramentalizados pero pocos los evangelizados».[13] Y son muy numerosos, aun entre los fieles practicantes, los casos de crisis de identidad cristiana, vivida como incapacidad de responder a los retos de la fe en el mundo actual, o como perplejidad frente al problema de la educación de los hijos, etc.
Por esto, en las iglesias de antigua tradición cristiana, hay muchas personas que sienten la necesidad y el deseo de volver a hacer el camino de entrada en el cristianismo, de «comenzar de nuevo a creer». Y se explica el hecho de que hayan surgido numerosas iniciativas pastorales y catequéticas, con el fin de responder a esta situación. Son las diversas experiencias que podemos llamar «catecumenales» o «de estilo catecumenal» que se dirigen a todas estas personas. El panorama es verdaderamente rico y variado. Según los países, las tradiciones y las mentalidades, encontramos un abanico de experiencias que presentan características y matices propios. He aquí algunas de las más significativas e interesantes para a nosotros.
 
En Francia: los «recommençants»
Los franceses llevan ya bastante tiempo desarrollando, con muy buenos resultados, además de los conocidos procesos de catecumenado bautismal, la experiencia de trabajo pastoral con los «recommençants» (los que «vuelven a empezar»): son los que vuelven a la fe después de un tiempo de debilitamiento, alejamiento o abandono de la Iglesia.[14] Se trata de una experiencia muy rica y prometedora, que sabe aprovechar la larga e interesante experiencia del catecumenado bautismal, presente en Francia desde los años 40 del siglo pasado.
Naturalmente, la situación concreta de los «recommençants» hace que el proceso formativo deba tomar ciertas precauciones a la hora de afrontar algunos temas. Por ejemplo: no se puede tratar el tema de la Iglesia con éstas personas de la misma manera que con los catecúmenos. Éstos viven una experiencia nueva y gratificante de la realidad eclesial, mientras que los que vuelven arrastran con frecuencia el lastre de recuerdos negativos de su precedente experiencia eclesial. La delicada operación del «desmonte», de la renovación de muchas representaciones religiosas, comporta dificultades especiales para las personas que ya tuvieron una formación religiosa en su infancia, formación de la que, con mucha frecuencia, no conservan buenos recuerdos.
Y aquí cabe destacar una advertencia que la experiencia francesa pone de relieve: en el trabajo pastoral con los «recommençants» no se puede pretender o desear que vuelvan de alguna manera a asumir el estilo de vida cristiana que ya vivieron anteriormente. No tiene sentido esperar de ellos una «vuelta al redil» (un «retour au bercail»). Es importante que estos cristianos «que vuelven» puedan experimentar un modo nuevo de ser cristianos, un nuevo estilo de espiritualidad, una nueva experiencia de comunidad y de Iglesia. Y aquí nos encontramos ante una serie importante de tareas pastorales que será necesario encarar con valentía y creatividad pastoral.
En Italia: resucitar la fe y completar la iniciación
Los últimos 15 años han visto en Italia el despertar de un interés especial por la revisión y refuerzo de todo el proceso de iniciación cristiana. El Episcopado Italiano, después de haber publicado un primer documento sobre el catecumenado de los adultos (1997) y otro dedicado al catecumenado de los muchachos de 7 a 14 años (1999), lanzó un tercero sobre el «risveglio della fede» y el «completamento dell’iniziazione cristiana degli adulti» (resucitar la fe y completar la iniciación cristiana de los adultos).[15]
Este documento quiere responder a un propósito pastoral ya formulado en otra precedente importante declaración de los obispos italianos: asumir el compromiso de actuar un «primer anuncio», en el que se pueda injertar un verdadero itinerario de iniciación o de vuelta a la vida cristiana de aquellos bautizados que desean «volver a empezar» un camino de redescubrimiento de la fe.[16]
El documento de los obispos italianos para resucitar la fe y completar la iniciación presenta y explica con diligencia los distintos elementos de un eficaz acercamiento al mundo de los adultos que se dirigen a la Iglesia deseando rehacer un relación anteriormente rota: la escucha y acogida de sus demandas y expectativas; la respuesta pastoral del primer anuncio y del proceso evangelizador; los agentes y cualidades del acompañamientopastoral; los posibles itinerarios de un auténtico camino de fe en la comunidad cristiana. Todo aparece impregnado de inspiración en el modelo catecumenal.

En España: catequesis de adultos «de estilo catecumenal»
España vivió, a partir de los años 60, una rica floración de expe­riencias de catequesis de adultos en perspectiva evangelizadora y catecumenal. Ya desde 1961, Casiano Floristán propugnaba la introducción del ca­tecumenado de adultos como forma de reevangeli­zación de los bautizados.[17] Irán naciendo así toda una serie de experiencias catecumenales y neo-catecumenales que, especialmente a partir de 1965, darán vida a la que a veces ha sido llamada la forma «española» de itinerario catecumenal para adultos.[18]
Ya en los años 70 se han multiplicado las declaraciones oficiales sobre la primacía de la catequesis de adultos, con una orientación explícita hacia el estilo catecumenal.[19] En 1983, el importante documento La catequesis de la comu­nidad considera la catequesis de adultos como necesidad de primer orden, objeto de una opción prioritaria, con motivaciones y características am­pliamente expuestas.[20] Todo el tema ha sido después objeto de atención especial en el documento de 1991 Catequesis de adultos, donde sobresale esta perspectiva como elemento fundamental en el proceso de la evangelización.[21]
Durante todo el posconcilio se han ido desarrollando en España diversos modelos de catequesis de adultos «de estilo catecumenal».[22] Son también muy conocidas las comunidades neocatecumenales de Kiko Argüello, que han tenido amplia difusión en numerosos países del mundo. Han sido objeto de elogios y reconocimientos oficiales, pero también de no pocas valoraciones críticas.[23]
El último «Plan de acción de la Subcomisión Episcopal de Catequesis 2007-2010» se propone, entre las acciones relacionadas con la promoción del catecumenado bautismal, la «Publicación de un documento sobre “la catequesis para quienes quieren completar su Iniciación cristiana o se replantean el camino de la fe”, según el encargo del Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española».[24] Se esperan, de este modo, indicaciones concretas para fomentar este acercamiento pastoral a aquellos «que vuelven» y se acercan a la experiencia de la fe.

En Estados Unidos: «Remembering Church»
Entre otras muchas experiencias pastorales, los Estados Unidos han promovido, sobre todo en las parroquias, un modelo de reiniciación llamado «Remembering Church» (o «Re-Membering Church»).[25] La denominación escogida juega con un doble sentido de la palabra: «being re-membered to the church again» (volver a ser «miembro» de la Iglesia) y «remembering the original promises of their baptism» (recordar las promesas del bautismo).[26]
Puede ser definida como una experiencia pastoral che ofrece un ambiente favorable de fe a los católicos que buscan un camino de vuelta a la participación activa en la vida de la Iglesia y desean profundizar su fe por medio de la oración, la reflexión y la discusión. Sus objetivos pueden ser sintetizados de esta manera: reintroducir en la Iglesia a los que se habían alejado de ella; ayudar a detectar las causas del alejamiento y a redescubrir las raíces de la fe; volver a profundizar los elementos nucleares de la fe cristiana; favorecer la aceptación alegre de las semejanzas y diversidades presentes en la Iglesia Católica.[27]
Una característica de la experiencia de la «Remembering Church» es la utilización del rito de reconciliación de los penitentes como forma típica de celebración del retorno de «los que vuelven».

En América Latina: evangelización de los bautizados
También América Latina ha sentido pronto la necesidad de un esfuerzo catequético dirigido a los adultos, en clave de evangelización. Podemos constatar una línea con­stante que parte de la Asamblea Episcopal de Medellín (1968), con su clara opción por una «evan­gelización de los bautizados»,[28] y que se vuelve a encontrar en Puebla (1979) alrededor del proyecto de «catequesis permanente», que equivale a la tarea pastoral de atención a cuantos necesitan una verdadera «reiniciación».[29] Esta opción fue corroborada en el Documento La catequesis en América Latina del Departamento de Catequesis del CELAM (1999) y en el propósito del mismo Departamento de considerar la catequesis con los adultos como «paradigma de toda ca­tequesis».[30] Afirmaciones se­mejantes encontramos en documentos programáticos de diversos países latinoamericanos, como el más reciente de Brasil, que enumera entre los desafíos actuales el de «asumir el proceso catecumenal como modelo de toda catequesis».[31]
Y una toma de posición muy significativa es la preferencia declarada por la iniciación cristiana como modalidad central de la catequesis que aparece con particular énfasis en el documento final de la Asamblea de Aparecida(2007):
«Proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana y como la catequesis básica y fundamental».[32]
 

  1. LA «PEDAGOGÍA DE INICIACIÓN»

 
No podemos detenernos ahora en detallar los distintos aspectos que, desde el punto de vista metodológico, ofrecen los documentos y modelos de reiniciación de los adultos «que vuelven» y desean reemprender el camino de la fe. Pero es posible destacar, por lo menos, una exigencia que ocupa de alguna manera el centro de la atención: la necesidad de utilizar una verdadera «pedagogía de iniciación».
Son varias las instancias magisteriales y estudios que se detienen en describir los rasgos típicos de una pedagogía de iniciación.[33] A este respecto merece una atención especial el último documento catequético francés, que desarrolla de forma sistemática y con una perentoriedad ejemplar, las exigencias de un verdadero proceso iniciático en la catequesis. En este documento, en efecto, se pone en el centro de la reflexión la necesidad de llevar a cabo una catequesis que aplique la «pedagogía de iniciación». Su tercer capítulo sobre «Los puntos de apoyo de una pedagogía de iniciación en catequesis» («Les points d’appui d’une pédagogie d’initiation en catéchèse») desarrolla detalladamente las características de esta pedagogía que, se dice, puede ser aplicada de formas y en lugares diferentes (por edades, en los distintos ambientes, en formas comunitarias, etc.), pero que en todo caso debe respetar algunos aspectos básicos, como son: el respeto de la libertad personal; el carácter «procesual» de lo que debe constituir un verdadera camino o itinerario; la lectura y meditación de la Biblia como fuente principal del camino de fe; la mediación de la tradición viva de la historia de la vivencia cristiana; el respeto de los procesos de tipo catecumenal; la introducción en una dinámica de opción moral; la apertura – hoy necesaria -hacia la aceptación de la diversidad cultural.[34]
En definitiva, podemos definir la «pedagogía de iniciación» como un dar la mano a alguien, o a un grupo, para que empiece a vivir una experiencia y se adentre en ella. Siguiendo las pautas de esta pedagogía, en la catequesis no se trata ante todo de decir, siguiendo un método u otro, lo que hay que hacer sino más bien de hacer lo que se quiere decir. No se trata de proponer lo que hay que vivir sino de vivir lo que se propone. Estamos ante una verdadera mistagogía de la vida cristiana.
Como es posible constatar, la pedagogía de la iniciación, aplicable ciertamente a las personas deseosas de recuperar el itinerario de su vida cristiana, es sobre todo una pedagogía – como ya se dijo – de inmersión, decontagio, de ósmosis. No se debe descuidar el aspecto de «enseñanza», que no debe faltar nunca, pero no es éste, ciertamente, el elemento más importante y significativo. Mucho más decisivo es que haya transmisión deexperiencias concretas, que todo se realice en el marco de una comunidad viva y convincente, capaz de arropar y acompañar a cuantos se le acercan buscando un camino para volver a vivir como cristianos en el mundo de hoy.
 

E. Alberich


[1] Citamos, entre los testimonios más importantes: «Proponer la fe en la sociedad actual. Carta de la Conferencia Episcopal Francesa a los católicos de su país (Lourdes, 9 de noviembre de 1996)», en: D. MARTÍNEZ – P. GONZÁLEZ – J. L. SABORIDO (Eds), Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto. Santander, Sal Terrae 2006, 37-84; CONFERENZA EPISCOPALE ITALIANA, Comunicare il Vangelo in un mondo che cambia. Orientamenti pastorali dell’Episcopato italiano per il primo decennio del 2000. Leumann (Torino), Elledici 2001; DIE DEUTSCHEN BISCHÖFE, «Zeit zur Aussaat». Missionarisch Kirche sein. Bonn, Sekretariat der Deutschen Bischofskonferenz 2000; ASAMBLEA DE OBISPOS DE QUÉBEC, «Jesucristo camino de humanización. Orientaciones para la formación para la vida cristiana», en: MARTÍNEZ – GONZÁLEZ – SABORIDO (Eds), Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, 121-160; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Plan pastoral de la Conferencia Episcopal Española 2006-2010. Madrid, EDICE 2006 ; V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE,Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn, 16,4). Documento conclusivo. 2 ed. Bogotá, Centro de Publicaciones del CELAM/San Pablo/ Paulinas 2007.
[2] Cf «Proponer la fe en la sociedad actual.», n. 1.
[3] Cf V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida, n. 1.
[4] «Proponer la fe en la sociedad actual», 3.1.
[5] Devenir adulte dans la foi. La catéchèse dans la vie de l’Eglise. Bruxelles, Edition Licap 2006, 73.
[6] SAGRADA CONGREGACIÓN DEL CLERO, Directorio General de Pa­storal Catequética. 2 ed. Madrid, Edice l98l, n. 20. Cf también los nn. 92-97.
[7] CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, Madrid, EDICE 1997 (= DGC)
[8] DIE DEUTSCHEN BISCHÖFE, «Zeit zur Aussaat», 4.2.
[9] Devenir adulte dans la foi, 11.
[10] Ibid. 73.
[11] Cf M. VILLERS, D’une catéchèse de transmission à une catéchèse d’initiation, «Lumen Vitae» 56 (2001)1, 75-96 ; D. MARTÍNEZ, Apología de los inciático. Opción por una catequesis iniciática, «Catequética» 48 (2007)6, 362-375.
[12] C. FLORISTAN, Para comprender el catecumenado. Estella, Verbo Divino 1989, p.27.
[13] J. LOPEZ, España, país de misión. Madrid, PPC 1979.
[14] Cf H. BOURGEOIS, Théologie cathécuménale. Paris, Service National du Catéchuménat / Cerf 2001 (cap. 4 :Les recommençants) (Ed. esp. : Barcelona, CPL 2007); ID., Los que vuelven a la fe. Bilbao, Mensajero 1996 ; ID., A l’appel des Recommençants. Lyon, Ed. de l’Atelier 2001; H. BOURGEOIS – C. CHARLEMAGNE – M.-L. GONDAL, Des recommençants prennent la parole. Paris, Desclée de Brouwer 1996.
[15] Cf «L’iniziazione cristiana. 3. Orientamenti per il risveglio della fede e il completamento dell’iniziazione cristiana in etá adulta», en: UFFICIO CATECHISTICO NAZIONALE – SERVIZIO NAZIONALE PER IL CATECUMENATO (Ed), L’iniziazione cristiana. Documenti e orientamenti della Conferenza Episcopale Italiana. Leumann (Torino), Elledici 2004, pp. 83-118.
[16] Cf CONFERENZA EPISCOPALE ITALIANA, Comunicare il Vangelo in un mondo che cambia. Orientamenti pastorali dell’Episcopato italiano per il primo decennio del 2000. Leumann (Torino), Elledici 2001, 57.
[17] Cf. C. FLORISTÁN, Cursillos y conversión, en «Incunable» n. 552 (1961).
[18] Cf. FLORISTAN, Para comprender el catecumenado, 94-107 (10. Renovación del catecumenado en España).
[19] Cf. L. RESINES, La catequesis en España. Historia y textos. Madrid, BAC 1997, 929-930. Cf también: «La educación en la fe del pueblo cristiano», en: COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CA­TEQUESIS, Documentos colectivos del Episcopado Español sobre for­mación religiosa y educación 1969-1980. Madrid, Edice 1981, 311-337 (opción catecumenal).
[20] COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La ca­tequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales para la catequesis en España, hoy, Madrid, EDICE 1983, 37-38, 99-100.
[21] Cf. COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Cate­quesis de adul­tos. Orientaciones pastorales. Madrid, Edice 1991, 53-56.
[22] Señalo algunos de los que me parecen más significativos: EQUIPOS DIOCESANOS DE LA CATEQUESIS DE ADULTOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIÁN, VITORIA, Catequesis de adultos de inspiración catecumenal. 4 vols. Madrid, PPC 2005-2006; DEPARTAMENTO DE ADULTOS DEL SECRETARIADO INTERDIOCESANO DE CATALUÑA Y LAS ISLAS BALEARES (SIC): Itinerario de Iniciación cristiana. Proceso catequético para adultos bautizados al servicio de la Iniciación cristiana. Barcelona 2000; Itinerario de Iniciación cristiana para adultos. 3 vols. Barcelona 2000-2003; SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS DE MÉRIDA-BADAJOZ, Venid y lo veréis. 4 vols. Madrid, PPC 1998.
[23] En su haber cuentan ciertamente con muchos aspectos y elementos positivos: la seriedad y rigor del planteamiento, el valor del anuncio, la apertura misionera, la centralidad de la Palabra de Dios, la fuerte experiencia comunitaria, la valoración del laicado, el redescubrimiento de los ministerios, etc. Pero no faltan rasgos muy problemáticos: absolutización del propio carisma, una cierta autosuficiencia comunitaria y eclesial, defectos de inculturación, poca sensibilidad para el compromiso social y político, atisbos de fundamentalismo y de arqueologismo, formas de presión psicológica y de liderazgo acrítico y autoritario, etc. Su rígido planteamiento y casi autosuficiencia provoca con frecuencia tensiones dentro de las comunidades, por lo que, en algunas diócesis y parroquias, han sido objeto de toques de atención o abiertamente desaconsejadas.
[24] COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, SUBCOMISIÓN EPISCOPAL DE CATEQUESIS, Plan de Acción de la Subcomisión Episcopal de Catequesis 2007-2010. Madrid, EDICE 2007, n. 27.
[25] Punto de referencia es el «North American Forum on the Catechumenate» (7115 Leesburg Pike 308 – Falls Church, VA 22043-2301).
[26] Asi se presenta, por ejemplo en: St. Michael Catholic Church (3713 Harwood Road, Bedford, TX. 76021, 817-283-8746).
[27] Así aparece en la parroquia St. Pius X (2424 – 24 Avenue NW , Calgary, Alberta, T2M 2A2).
[28] SEGUNDA CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Medellín conclusiones, 6 ed., Bogotá, Secretariado General del CELAM l973, n.9.
[29] Cf III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Puebla. La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, Madrid, BAC l979, 998; J. ANDRES VELA, Reiniciación cristiana. Respuesta a un bautismo sociológico. Estella (Navarra), Verbo Divino 1986.
[30] Cf DECAT-CELAM, La catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del Directorio General para la Catequesis, Santafé de Bogotá, Centro de Publicaciones del CELAM 1999.
[31] Cf CONFERÊNCIA NACIONAL DOS BISPOS DO BRASIL, Diretório Nacional de Catequese. 2 ed. Sâo Paulo, Ed. Paulinas 2006, 14.
[32] V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida, 294.
[33] Cf D. MARTÍNEZ, Apología de los inciático. Opción por una catequesis iniciática, «Catequética» 48 (2007)6, 362-375.
[34] Cf CONFÉRENCE DES ÉVÊQUES DE FRANCE, Texte national pour l’orientation de la catéchèse en France. Et principes d’organisation. Paris, Bayard-Centurion / Cerf / Fleurus-Mame 2006.