Blancanieves y los siete enanitos

1 octubre 2007

José María Alvear  Centro ATMAN, Cadiz
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
De manera muy sugerente, remitiéndose al cuento de Blancanieves, el artículo propone un informe y un aprendizaje educativo sobre la interiorización, que va desde el aprender a escuchar el propio cuerpo, manejar los sentimientos, discernir las decisiones, al descubrimiento del propio ser interior, del propio corazón, al aprender a escuchar, a mirar, a actuar solidariamente, a integrar la propia sexualidad, apuntando siempre de forma muy concreta algunas pistas y tareas para la acción educativa.
 
Carl Gustav Jung identificó en los cuentos populares las claves de la experiencia colectiva de las distintas culturas. En los itinerarios de sus personajes podíamos leer las grandes aventuras de la humanidad y encontrar las respuestas a los grandes interrogantes de la persona. He querido analizar así Blancanieves y los siete enanitosporque nos puede ayudar a los educadores a comprender las tareas inherentes al proceso de personalización de los jóvenes de hoy y, en cierta medida, de siempre.
Blancanieves es la joven que simboliza la esencia humana más pura. Pero en su inocencia no está preparada para enfrentarse a las agresiones del mundo adulto (la madrastra). Tiene, por tanto, que emprender un viajeiniciático que la llevará hasta la casa de los siete enanitos que representan otras tantas dimensiones de la vida humana:

  • Mocoso: Con su permanente alergia a casi todo y su carácter hipocondríaco, representa la dimensión corporal. Su fin principal es cultivar una vida sana y en equilibrio; huye de excesos y agentes nocivos como la mala alimentación, el sol excesivo o la contaminación.
  • Dormilón: Sujeto a la pereza y otras pasiones es símbolo de la dimensión afectiva de la persona. Persigue el placer y huye del dolor. Se comporta como se siente sin escuchar en ocasiones a otras dimensiones de la persona.
  • Sabio: Con su mirada atenta y analítica representa la dimensión intelectual de la persona. Busca la comprensión clara de las cosas y una visión coherente de sus conocimientos. Pero en ocasiones sostiene ideas falsas para justificar sus comportamientos erróneos, lo que le hace sufrir.
  • Bonachón: Siendo la voz de la conciencia, simboliza la dimensión moral y espiritual de la persona. Busca vivir según su vocación y sabe que en lo profundo de cada uno hay una llamada a vivir la Bondad.
  • Mudito: No es que no pueda hablar, sino que no se atreve. Con su timidez representa la dimensión comunicativade la persona y espera poder expresarse algún día con claridad; mientras tanto apuesta por la importancia de saber escuchar.
  • Romántico: Piensa que el amor es lo realmente importante para alcanzar la vida. La persona encuentra en su pareja lo que a ella misma le falta. Nos recuerda la dimensión sexual humana. En la intimidad con el otro la persona puede desplegar su esencia más profunda: la confianza.
  • Gruñón: Anda siempre enfadado porque le gustaría que las cosas fueran como deben ser en justicia. Es ladimensión crítica social de todo ser humano. Le saca de sus casillas que la gente vaya a lo suyo sin tener en cuenta el bien común y la dignidad de cada persona.

 
Los enanos son mineros, porque la adquisición de los fines de cada perspectiva tiene que conseguirse por un único camino: cavar hacia dentro, la interiorización. Son, por tanto, los arquetipos para los educadores de siempre, pues nos dan pistas muy jugosas para aprender a ser personas. Después de un tiempo con ellos y a su servicio,Blancanieves estará preparada para encontrar a su príncipe y volver a ocupar el lugar que le corresponde en la vida adulta: reinar, es decir, desplegar lo que es en la acción.
 

  1. La dieta de Blancanieves

 
Cuando desperté me encontré sola en la cama de un hospital. No sabía cómo había llegado hasta allí; intenté recordar pero me dolía mucho la cabeza. Tenía imágenes borrosas que me situaban en casa, en mi habitación; que me encontraba regular… Entonces tuve que perder el conocimiento, porque no recuerdo nada más: ni quién me descubrió sin sentido, ni quién me trajo hasta aquí, ni quién me atendió, ni cuánto tiempo llevo…
Por la cristalera podía ver las prisas de enfermeros y médicos yendo y viniendo de una habitación a otra. Todos corrían, pero nadie entraba en mi cuarto, nadie venía a visitarme y, por un momento, me entró un pellizco en el corazón y me sentí sola, muy sola. Intenté llamar a alguien para que me contara qué me había pasado, pero la voz no salía de mi garganta. Después de varios intentos me quedé tirada en la cama confiando que algún médico, tarde o temprano, vendría a atenderme. Pero el tiempo pasó y nadie parecía notar que había despertado, así que, aburrida, volví a dormirme. Me despertó el ruido de la puerta que se abría. Miré instintivamente hacia ella, pero no vi a nadie. De pronto noté movimiento en el suelo, como pisadas, y tuve miedo. De pronto…
– ¡¡MUDITO!! ¡No te quedes ahí parado! ¡Trae una silla! –gritó alguien.
La silla se movió pero seguía sin ver a nadie. Se detuvo frente a mí y, con gran esfuerzo, un hombrecito muy extraño se encaramó a ella. ¡Era un enano!
– ¿Se puede saber Blancanieves qué se te pasaba por la cabeza comiendo sólo puerros durante una semana?
El enano parecía muy enfadado; tenía una poblada barba blanca, la cara de mala leche y los puños cerrados. Me eché para atrás y no pude decir nada. Otro enano subió a la silla.
No te enfades Gruñón, la pobrecilla parece asustada. Así nunca podremos saber qué le pasa – dijo. Tenía unas graciosas gafitas redondas y me miraba con ojos amables.
Me asomé para ver si había alguien más y vi otros cinco enanos. Uno me miraba con los ojos llorosos; otro me sonreía; otro me analizaba de arriba abajo; los otros dos estaban en un rincón: uno parecía tímido y el otro creo que estaba dormido.
– ¿Quiénes sois? – pregunté.
– Somos los siete enanos del bosque – contestó el de las gafas redondas desde la silla-, y hemos venido a cuidarte.
Tengo que estar muy mal, pensé, ¡he despertado en un cuento!
¡Quieres dejar de dormir, perezoso dormilón! – gritó Gruñón enfadado -, ¡Tenemos trabajo!
El enano que estaba durmiendo despertó dando un brinco. El más amable hizo un gesto con la mano y todos se fueron acercando y aposentándose en un rincón de mi cama hasta que se quedaron en silencio mirándome. Yo estaba alucinada.
Tienes la cara muy pálida, Blancanieves, – dijo otro enano que se acercaba para observarme más de cerca – y tu pulso es débil. No tienes fiebre pero pareces cansada y te encuentro muy delgaducha. ¿Has estado, como dicen por ahí, siete días a base de puerros?
– contesté con vergüenza.
¿Y qué pretendías haciendo esa locura? – volvió a preguntar.
No sé. Me veía gorda y los amigos empezaban a darme calabazas. Me lo recomendó una amiga que le oyó decir a su vecina que su sobrina había perdido cinco quilos en una semana. Me pareció buena idea…
¡¡¡Achís!!! – estornudó un enano – Chica: sabes que una dieta equilibrada y sana tiene que contener un poco de todo y ser combinada con ejercicio físico. Es la mejor fórmula para perder peso… ¡¡¡Achuáhh!!! Esta alergia me tiene la nariz irritada. ¿Alguien tiene un pañuelo?
Mudito sacó un pañuelo y se lo acercó a Mocoso sin decir nada. Entonces se acercó el enano Bonachón, se sentó junto a Sabio, y me dijo:
¡Ay niña! Te sentías muy sola, ¿verdad? ¿Por qué esperas de los demás lo que no te pueden dar? ¿Sabes que en tu interior está la respuesta a tus inquietudes? Pero para eso hay que saber mirar dentro.
– No lo sé… La verdad: todas mis amigas comenzaron a echarse novios y yo no conseguía ligar con nadie. Me gustaban algunos, pero no se fijaban en mí. Tuve miedo y pensé que la culpa era mía. Por eso creí que si mejoraba mi figura… No me gusta el deporte y me aburren los gimnasios, así que cuando me hablaron de lo de los puerros me pareció una manera muy cómoda de perder peso. ¿Es que todo hay que conseguirlo con esfuerzo?
Dormilón, que empezaba a respirar profundo acostado en el fondo de la cama, levantó la mano como asintiendo. Otro enano, que estaba embobado deshojando una margarita, al oír hablar de novios empujó a Bonachón a un lado y se acercó a mí.
¡Es bonito el amor! ¡Ah! Yo por encontrar un amor haría cualquier cosa. ¡Cuéntame, Blancanieves! ¿Cómo es el chico que te gusta?
– Bueno, pues… Es alto y rubio… – empecé a contestar.
¡Por Dios! Romántico – interrumpió Gruñón – siempre pensando en tonterías. ¡Sólo hace falta que le calientes la cabeza con sensiblerías! ¿No sabes que a estos jóvenes de hoy les sobra corazón y les falta voluntad? ¡Menos novios y más sentido crítico!
Lo que dijo Gruñón me molestó y me sentí atacada. Al pobre de Romántico se le saltaban las lágrimas. Iba a decirle cuatro cosas cuando intervino Sabio poniendo paz.
Calma, calma… Creo que conviene que dejemos a esta muchachita descansar; ya la hemos agotado bastante con nuestras preguntas. Ahora tiene que dormir un poco más y empezar a comer una dieta más variada. Nosotros, queridos hermanos, nos retiraremos para darle un diagnóstico un poco más completo de su situación. ¡Hasta mañana Blancanieves!
Uno tras otro fueron bajando de la cama con cuidado y formando una fila hacia la puerta hasta desaparecer por los pasillos del hospital… Al día siguiente me llegó este informe con una breve nota de presentación:
Querida Blancanieves:
Después de quedar toda la tarde reunidos para ponernos de acuerdo en tu diagnóstico y tratamiento, nos ha sido imposible llegar a una valoración común. Hemos decidido presentarte los siete informes porque todos tienen algo de verdad para que tú misma puedas sacar conclusiones. Afectuosamente: Sabio
 

  1. Diagnóstico de la paciente

 
Este es el informe de la paciente Blancanieves, ingresada por urgencias hace dos días en estado inconsciente por una dieta deficiente mantenida durante una semana.
 

  • Diagnóstico del Dr. Mocoso

La paciente Blancanieves vive una desconexión profunda con su cuerpo; en primer lugar con una escasa identificación, al no gustarse como es físicamente; en segundo lugar, porque actúa en contra de su equilibrio saludable. Necesita aprender a escuchar su propio cuerpo.
 

  • Diagnóstico del Dr. Dormilón

La paciente Blancanieves está huyendo de la dolorosa experiencia del rechazo de los demás. La presión del ambiente y las modas la ha instalado en el miedo sin escuchar su corazón. Necesita aprender a manejar sus propios sentimientos.
 

  • Diagnóstico del Dr. Sabio

La paciente Blancanieves tiene poca cabeza. Se ha precipitado y tomado decisiones nocivas para su salud. Carece de sentido común. No calcula las consecuencias de sus actos; es decir, no ha sido responsable. Necesita aprender a discernir sus decisiones.
 

  • Diagnóstico del Dr. Bonachón

La paciente Blancanieves se ha dejado llevar por los demás sin escuchar a su propio YO. Tiene una baja autoestima porque no ha descubierto todavía que Dios la ama incondicionalmente. Necesita aprender a descubrir al que habita en su propio corazón.
 

  • Diagnóstico del Dr. Mudito

La paciente Blancanieves no ha tenido el valor para poder expresarse con sinceridad ante alguien que la apoyara en sus momentos de dificultad; al obedecer lo que los demás le sugieren no se ha respetado. No es asertiva. Necesitaaprender a escuchar y expresarse.
 

  • Diagnóstico del Dr. Romántico

La paciente Blancanieves se mueve buscando el amor de su vida. Ha acertado en lo realmente importante, pero se ha descontrolado cegando algunas voces que le aconsejaban prudencia. Necesita aprender a integrar su propia sexualidad con el resto de dimensiones personales.
 

  • Diagnóstico del Dr. Gruñón

La paciente Blancanieves ha buscado su bien personal sin tener en cuenta las necesidades de los demás. Es poco sensible al ideal de la justicia y se preocupa por cosas sin importancia, como su aspecto físico. Necesita aprender a mirar y actuar desde la solidaridad.
 
La historia de la dieta de Blancanieves nos puede parecer exagerada y, sobre todo, difícil de encontrar entre los jóvenes (difícil, sí; imposible, no). Pero las conclusiones a las que llegan los diagnósticos de los enanos y algunos problemas que reflejan son bastante comunes a nuestro alrededor: las tareas que proponen pueden ser muy interesantes para un proceso de personalización destinado a los jóvenes. Quiero subrayar, sin embargo, que estas tareas plantean un serio reto a los educadores, pues previamente tendrán que preguntarse cómo viven ellos mismos estas dimensiones o aspectos de la personalización. Sólo educadores personalizados pueden ayudar a personalizar. Aquí no valen teorías, sino vida compartida.
 

  1. Las galerías de la mina

 
Aprender, lo que se dice aprender, es siempre un esfuerzo ineludible, ya que aprendemos cuando un comportamiento se hace más asequible, automático o espontáneo y eso sólo ocurre por la práctica. Tenemos que ser conscientes que si no hay repetición, difícilmente habrá aprendizaje; si sólo hablamos puntualmente de un tema, no modificamos el comportamiento, es decir, no aprendemos. No se aprende sólo con la cabeza, sino también con el corazón y con las manos. Los procesos no se construyen sólo con contenidos (temas de formación), sino que tienen que descender a actividades para crear hábitos distintos (modificación de conducta). Casi siempre hay que contar, además, con ejercicios de introspección o interioridad, ya que sólo lo que brota de dentro es capaz de personalizar (nunca el mimetismo es el fin, porque no habrá individuación). Por eso aprender es abrir galerías en la roca que permitan volver una y otra vez a pasar por ellas, como hacen los mineros. Del diagnóstico de los siete enanitos de Blancanieves os propongo los siguientes aprendizajes como necesarios y urgentes con los jóvenes de hoy.
 
3.1.           Aprender a escuchar el propio cuerpo
 
Vivimos en una cultura que está pendiente del cuerpo y, a su vez, no sabe escuchar al propio cuerpo. De la misma manera que podemos estar con alguien y no saber escucharlo, convivimos y manejamos nuestro cuerpo sin saber qué nos quiere decir. ¿Cómo puede ser de otra manera si bajo el pretexto de lo que me pide el cuerpohacemos cosas que le perjudican? ¿Cómo va a pedir el cuerpo hacerse daño? Nuestro cuerpo tiene, además, una virtud excepcional. A diferencia de los sentimientos y las ideas que nos llevan atrás y adelante en el tiempo, el cuerpo nos instala en nuestro presente. Estoy aquí y ahora gracias a mi cuerpo. Si queremos superar esa tendencia habitual a evadirnos de la realidad, tenemos que conectar con el propio cuerpo.
Para los jóvenes hay una dificultad especial: viven en un proceso de identificación con su aspecto físico. Es el primer capítulo del proceso de separación de sistemas familiares y de amigos para aprender a ser Yo mismo. El rechazo a identidades aprendidas en casa o en la calle (ser como mis padres esperan que sea o ser como mi grupo) se vive en primer lugar con mi aspecto exterior. Por eso hay que insistir en el conocimiento y aceptación de lo que soy comenzando por lo que soy materialmente: mi aspecto, mi forma o tipo, mis cualidades físicas, etc. Aunque sea duro educar en esta dimensión básica de la persona a esta edad, hay que vivir con la esperanza de que es muy provechoso este aprendizaje.
 
¿Qué hacer?
Fundamentalmente dos cosas: descubrir el mundo interior de las sensaciones y cultivar la salud. La respuesta de nuestro cuerpo a nuestros estados interiores y a los estímulos del medio son las sensaciones. Nuestro cuerpo responde constantemente a todo, pero no le prestamos atención a sus respuestas, las sensaciones. Para escucharlas hay que practicar el silencio a través de la relajación y el control de la respiración. Una vez en calma preguntar: ¿qué se te mueve por dentro?, ¿qué te dice tu cuerpo? Tengo cargada la espalda, estoy cansado, me duele el pie derecho… Para cultivar la salud hay que reconocer que el cuerpo se basa en un conjunto de equilibrios maravillosos y que los abusos, por exceso o por defecto, son nocivos. Hay muchas oportunidades para desarrollar una vida sana en el ambiente educativo, comenzando por el deporte y pasando por las actividades al aire libre. Si además se cultiva una conexión armónica con la belleza de la naturaleza tenemos mucho ganado.
 
3.2.           Aprender a manejar los propios sentimientos
 
Los sentimientos son respuestas subjetivas e íntimas a las cosas que pasan a nuestro alrededor. Son muy importantes porque constituyen la energía de la vida: la fuerza interior o la motivación dependen de nuestras pasiones o nuestra carga emocional, positiva o negativa (recuerda, si no, cuánto te costaba estudiar esa asignatura cuyo profesor te caía gordo).
Una afectividad sana pasa por tener una amplia gama o registro de sentimientos (ni estar siempre cabreados ni parecerte todo bien), saber reconocer y poner nombre a los mismos (por ejemplo, no confundir la rabia con la tristeza) y expresarlos de una manera positiva para uno mismo y los demás (si estoy enfadado no es bueno insultar a nadie, sobre todo si es el jefe). Ocurre que no pensamos que sea necesario dedicar tiempo y esfuerzos al cultivo de la afectividad y así nos va: tenemos una sociedad cada vez más agresiva y descontrolada. Es, sin duda, uno de los espacios donde los jóvenes (y los mayores, no nos engañemos) se sienten más inseguros.
 
¿Qué hacer?
Los sentimientos tienen que formar parte de nuestra comunicación. ¿Cuándo fue la última vez que les preguntaste cómo se sentían? Tenemos que hablar de ellos: ahora me siento… No es bueno censurar ningún tipo de sentimiento (eso no es malo, lo malo es qué hacemos con ellos), porque de lo contrario la fuerza emotiva se disfrazará de otra cosa y nos complicará la vida. Un buen educador tiene que ser experto en el mundo afectivo, conocer los principales movimientos básicos y acompañar a los jóvenes para que desentrañen los engaños de la emotividad. Por último, hay que discernir cuáles son los canales oportunos para expresar mis sentimientos, desde ejercicios personales como la escritura (propios, por ejemplo, de la tristeza), hasta otros más externos como el ejercicio físico (que sirven para desfogar la rabia).
 
3.3. Aprender a discernir sus decisiones
 
La cabeza es la rectora de la vida, pero no lo es todo. Educar el conocimiento sin desarrollar el cuerpo o los sentimientos es muy peligroso porque nos puede llevar a callejones sin salida. La mente se coloca entonces en una actitud defensiva y comienza a justificarlo todo o a montarse ideas irracionales, desconectadas con la realidad y que, curiosamente, siempre causan sufrimiento.
Estamos en un mundo muy subjetivo: todo el mundo opina de todo sin tener ni idea de nada. Es triste, pero se considera del mismo valor la opinión del último mono que la de un experto en la materia. Hay que recuperar con urgencia el amor a la verdad, muy en descrédito, porque la verdad, sospechamos, puede llegar a ser incómoda. Es curioso: la verdad es una poderosa herramienta para adaptarnos a la realidad tal como es. Sin ella nos debilitamos y perdemos el sentido de las cosas. Para recuperarla hay que pasar por la puerta de la escucha.
 
¿Qué hacer?
Un aprendizaje concreto muy valioso es el discernimiento, o el arte de la elección. Es la guía autónoma y responsable de la propia vida, por tanto, una herramienta muy necesaria para la personalización. Para discernir hay que aprender a definir las posibles opciones que tengo en la vida (sabiendo que hay algunas imposibles y otras, de partida, injustas o inmorales), hay que calcular las consecuencias posibles de cada una de ellas y valorarlas para poder elegir con responsabilidad. En nuestros grupos habría que hablar más a menudo de este arte y el acompañamiento a los jóvenes debería de tenerlo como tema prioritario de diálogo.
 
3.4.           Aprender a descubrir al que habita en el propio corazón
 
Nos referimos aquí al corazón en el sentido bíblico, como la parte más profunda de la persona, su Ser interior, su YO o su esencia. En este mundo secularizado del bienestar, las personas hemos tenido que buscar en otras fuentes el vacío dejado por Dios; proliferan las propuestas espirituales y de desarrollo de la propia conciencia que tienen el peligro de buscar en el Yo el fundamento de la propia existencia. Pero como nuestra vida es limitada, el fundamento lo es también y la insatisfacción se vuelve insalvable. No es extraño que entonces el vacío interior nos empuje a llenarlo con otras cosas.
La experiencia de Dios es importante porque me permite anclarme en su amor incondicional. Es lo único realmente importante. Yo valgo porque Dios me ama. Nuestra respuesta ante un amor gratuito y desbordante sólo puede ser la confianza y la escucha. Ese es el mejor tesoro que podemos aportar a los más jóvenes, y no es fácil, porque es una experiencia que no está de moda.
 
¿Qué hacer?
 
Ante todo facilitar el encuentro. No podemos sólo compartir nuestra vivencia interior, también tenemos que abrirles caminos para que ellos mismos la puedan vivir por sí solos. Sin duda que la oración tiene que estar en el centro de cualquier camino de formación catequética. Y alimentando esa oración hay una fuente esencial que es la Biblia. El uso de la Palabra de Dios en la oración y en toda catequesis tiene que ser especial, mágico o mistagógico, porque hay mucha vida que corre entre sus páginas y quiere ser para nosotros la Tienda del Encuentro con Dios.
 
3.5.           Aprender a escuchar y expresarse
 
Vivimos en una nueva era cultural gracias a las enormes posibilidades de comunicación que la civilización nos ofrece: somos, gracias a ella, una Aldea Global. Y, a pesar de todo, la incomunicación es uno de los problemas más graves que afecta a nuestra cultura. No sabemos escuchar (nada más hay que encender la tele y ver el corte de algunos debates) y tampoco sabemos expresarnos (y cada vez menos con la economía de lenguaje tan horrorosa que se está imponiendo).
Escuchar es el arte de empatizar y comprender lo que el otro intenta expresarme. Por eso es tan importante: sentirse escuchado es el primer paso para sentirse respetado. El principal enemigo de la escucha es el ruido y la mayor fuente de ruidos proviene de nuestro corazón alocado e insatisfecho, instalado en las prisas y los prejuicios. Para expresarse correctamente hay que superar dos estilos opuestos: el sumiso, que se calla para no molestar, y el agresivo, que impone el propio punto de vista sin respetar al interlocutor. Una comunicación asertiva pretende por un lado respetarse a uno mismo diciendo lo que cree, piensa o siente y por el otro respetar los derechos de los demás sin imponerse por la fuerza.
 
¿Qué hacer?
 
La asertividad y la escucha activa son habilidades sociales que se aprenden y se enseñan con facilidad. Hay gran número de dinámicas para ello. Más complicado es trabajar los fundamentos de nuestras dificultades para escuchar y expresarse bien; hay que cultivar ante todo una sana autoestima y una vida afectiva equilibrada.
 
3.6.           Aprender a integrar la propia sexualidad
 
En las últimas décadas hemos asistido a grandes cambios en la actitud de la sociedad ante el sexo. Pero no podemos decir que la formación sexual sea totalmente satisfactoria. No sé si asistimos a otro caso de ley del péndulo. Quizás tenemos que reconocer que no hemos sabido integrar del todo bien la sexualidad con otras dimensiones de la persona, ya que la sexualidad es mucho más que el sexo: somos siempre hombre o mujer en todo lo que hacemos. Lo cierto es que las relaciones de pareja es una de las fuentes mayores de tensiones interiores y sufrimiento en la adolescencia y, por desgracia, en la prolongación que son los jóvenes de hoy.
En nuestra condición sexual se reúnen y concentran todos los aspectos de mi vida: el cuerpo, la afectividad, mis ideas, mi dignidad interior, la comunicación… Sería interesante hacer referencia a ellas cada vez que tratamos el tema y saber que somos un todo en el que tenemos que integrar cada una de sus partes. En toda relación y en las sexuales en especial, hay que ser conscientes de los intercambios que se producen: hay que mantener un equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe, entre lo que se pide y lo que se ofrece. En una pareja ese equilibrio es esencial, si no queremos sufrir y hacer sufrir al otro. La sexualidad nos invita a dialogar mucho.
 
¿Qué hacer?
 
En nuestros grupos deberíamos hablar más a menudo de sexo sin tabúes y sin vergüenza. Nuestro carácter ineludible de ser sexuados implica que somos siempre en referencia al otro sexo: somos hombres en referencia a las mujeres y viceversa. Pero nos escuchamos poco. En la escuela se están desarrollando muchos programas de educación de género. Si aprendiéramos a escuchar cómo se ven, cómo se viven nuestras parejas, no sólo en el sexo, sino en todos los ámbitos de la vida, aprenderíamos a respetarlas y a respetarnos y, a la larga, podríamos integrar mucho mejor nuestra sexualidad con el resto de dimensiones de nuestra vida.
 
3.7.           Aprender a mirar y actuar desde la solidaridad
 
El fin de la vida humana no se encierra en el individuo, ni tan siquiera en el ámbito cercano: tiene una clara condición social. No podemos educar personas al margen de los problemas del mundo. Es más; en ocasiones es la urgencia de los mismos lo que nos ayuda a crecer (ya que estamos viviendo como en nidos de algodón donde, al evitarnos el sufrimiento, nos evitan madurar). Y es que la situación de nuestro mundo es tan dramática que sería muy grave vivir de espalda a las cosas que pasan; las magnitudes no pueden abrumarnos y dejarnos inmóviles o vacunarnos con la indiferencia.
La solidaridad, en palabras de Juan Pablo II, es la respuesta a la interdependencia. Es decir, soy solidario sólo cuando me considero que formo parte del problema y de la respuesta. No podemos educar corazones solidarios pensando que tenemos que ayudar a los que lo pasan mal (eso es caridad), sino descubriendo que esos problemas son también mis problemas. Para eso nos urge la principal conversión de la mente y del corazón que necesita nuestra sociedad del bienestar.
 
¿Qué hacer?
 
Creo que la mejor manera de cambiar pasa siempre por el conocimiento directo de las realidades de exclusión. Cuando conozco la situación concreta de muchas personas de mi entorno (o de lejos) en graves carencias estructurales puedo convertir los problemas en historias personales y establecer un encuentro que me implique. Es una manera de ponerle rostro a la enfermedad, la pobreza, la droga, el hambre, etc. y así mover nuestro corazón hacia una trasformación de nuestra mentalidad y nuestro actuar.
 

JOSÉ MARÍA ALVEAR

 
Este artículo está inspirado en la dinámica del mismo nombre del proyecto de personalización  Soy yo. Aprendo a ser persona, José MªAlvear y Rogelio Núñez, Interioridad y Personalización 3, PPC, Madrid
2006, p. 23. En el libro se pueden encontrar dinámicas y explicaciones que permiten desarrollar un programa más completo de lo que pueda expresar en este artículo.