Vivir la vida sin prisa y con esperanza

1 noviembre 2006

Lluís Diumenge
Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas “San Pío X” (Madrid)
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Ante la inquietud y preocupación de tantos padres y educadores, suscitada por las actitudes y conductas de muchos jóvenes con respecto al alcohol, drogas, violencia, suicidio, búsqueda de emociones fuertes… el artículo sitúa el problema desde la perspectiva educativa y social, y propone el valor fundamental de la vida humana como la gran oportunidad para la realización libre y responsable, alentando a padres y educadores a enseñar hacer de la vida una historia útil para los demás.
 
La aparición, en el primer trimestre del año, de Jóvenes españoles 2005 sorprendía al afirmar que en el siglo XXI la Iglesia está perdiendo a los jóvenes[1]. La juventud española es la que se describe, pero hay que preguntarse si estos jóvenes, alejados y descreídos, han ganado en los niveles de satisfacción, madurez y capacidad de asumir las responsabilidades del futuro.
Los medios de comunicación saltan a menudo con noticias que hablan de su evasión de la realidad a través del alcohol, la droga, la velocidad, la violencia y el mismo suicidio.
Crece el número de quienes dedican los fines de semana al encuentro con los amigos, la fiesta, la diversión, el “botellón”. No queda tiempo, ni cronológico ni psicológico para ningún otro tipo de actividades a no ser que tenga un carácter comprobado de “movida” y permita la más absoluta libertad y espontaneidad. Hace más de un lustro, Javier Elzo aludió al alcohol y la droga como “el autismo social de los jóvenes”[2] que los deja tirados para hacer algo de lo que dicen es fundamental en la vida y que solamente puede llevarse a cabo durante las horas nocturnas.
 

  1. Macrobotellón y fiestas

 
17.3.2006: día de la convocatoria del macrobotellón en 15 ciudades. Posible respuesta al desafío que se había lanzado desde Sevilla, un mes antes, para celebrar el final de los exámenes. La fiesta de Primavera que coincidió con el día de la Cruz, en Granada, convocó a más de 25.000 personas.
Sin necesidad de describir cómo se han llevado a término los diversos acontecimientos, interesa indagar en las causas y consecuencias. A nivel externo cabe señalar la cultura familiar, los amigos y las relaciones sociales. Un 61% de los jóvenes manifiesta consumir alcohol. Casi la mitad dice que los padres les dejan beber. A veces, invitan a consumir una copa al adolescente con el consabido: “ya eres mayor”. Uno de cada cuatro se inicia a los 14 años. Los amigos, por su parte, beben e incitan a hacer lo propio. Finalmente, resulta un pretexto para las relaciones sociales: forma barata de divertirse y estar con los amigos.
La propia persona, frágil psicológicamente, compensa la falta de capacidad interior para vivir consigo misma con un fondo musical o con el calor que le proporciona el alcohol. El caso es “colocarse” fuera de la realidad y, a mayor abundamiento, hacerlo con la quiebra de los supuestos de orden. El grupo, además, permite romper las normas y hacer cosas que uno solo no haría.
Las consecuencias que derivan de ese proliferar de “botellones” afectan de modo especial a la salud personal y pública. La principal víctima es el propio sujeto. En la adolescencia, el alcohol provoca una disminución de la hormona del crecimiento y abre la puerta al consumo de otras drogas.
El desenfreno etílico cuestiona el papel de los padres y de los poderes públicos. Ninguna sociedad normal puede admitir competiciones para emborracharse en masa. Las secuelas que derivan son sobradamente conocidas: disturbios, destrozos, robos, violencias así como cantidad de accidentes mortales de tráfico. Tampoco pueden obviarse las protestas que se han dado en ciudades donde las ordenanzas municipales han impedido beber en la calle.
A finales de mayo se presentó el Libro blanco sobre la relación entre adolescencia y alcohol en España, 2006. Más de 22.000 entrevistas a chicos y chicas entre 12 y 18 años de todo el Estado son sus avales. Sorprende que un 68,7% de los protagonistas declare que se debería ser más severo en el control sobre el consumo de alcohol en los jóvenes. Muchos piensan que las autoridades deben hacer algo para frenar el fenómeno. Los entrevistados apelan al control de uno mismo (72%), a los responsables de los locales (56%), a los padres y madres (49%) y a los propios amigos (31,5%) antes que a la policía (28%).
 

  1. Consumo de droga sin alarma social

 
Diversos informes y encuestas aportan datos preocupantes referidos al año anterior. El número de detenidos por tráfico y consumo de drogas ha crecido en 16.400 personas. Uno de cada cuatro jóvenes menores de 18 años se ha iniciado ya en el consumo de estupefacientes. Exceptuada la heroína, por bien poco, crece el consumo de sustancias como el cannabis, la cocaína y el éxtasis. España figura en los primeros puestos de la Unión Europea con cifras de consumo parecidas a las de Estados Unidos[3].
La droga es considerada como el problema social más importante después del terrorismo. Y, sin embargo, baja la percepción de los riesgos que conlleva. La sociedad no quiere ver esta realidad ni los problemas que ocasiona. Importa hablar de este tema con transparencia.
El cannabis, sustancia de identificación juvenil, se maneja como algo ecológico y natural. 70.000 adolescentes (14 – 18 años) corren el riesgo de convertirse en adictos. Su consumo se ha duplicado en el último decenio. De la cocaína se dice que el consumo se ha multiplicado por cuatro en el mismo período.
Más allá de las estadísticas ¿por qué recurren ellos y ellas a la droga? Múltiples pueden ser las motivaciones. Desde la propia psicología a la presión grupal. El adolescente tiene tendencia a encerrarse en sí mismo y huir de la realidad. Rechaza programas de vida que exijan compromiso y esfuerzo. La droga se ha convertido en la sustitución del pensamiento. Para quien gusta transgredir es signo inequívoco de libertad.
Existe, por otra parte, el deseo de probar. La presión del grupo, las relaciones en la vida social o en las discotecas impulsan a muchos a hacer lo que los otros. Seis de cada diez consumidores jóvenes las toman por diversión. Julián Marías clarifica este término: “es una suspensión de la vida real, que casi siempre es fatigosa; a veces está uno cansado simplemente; otras, y esto es más grave, está uno cansado de la vida; o tiene pesadumbre o pesar”[4].
Todos los días se dice que los jóvenes como no tienen trabajo ni quehacer ni horizonte, tienen que estar en el bar, bebiendo y drogándose. ¿No existe otra capacidad de proyección?
Están cambiando, evidentemente, las formas de ocio. Existe demasiada facilidad para obtener droga. Sobre lo que no se reflexiona es por qué son sobre todo los jóvenes los que toman droga. El hecho de que en nuestro mundo las drogas circulen masivamente es porque, sobre todo en Occidente, se ha convertido en un problema mercantil, y los jóvenes son el mercado por excelencia.
Aunque buena parte minusvalore los riesgos, conviene indicar que el inicio temprano empeora el rendimiento escolar, genera conflictividad y puede llevar al abandono de los estudios. La intoxicación puede ocasionar problemas cardiovasculares, neurológicos y renales, amén de psicosis.
Si la vida de una persona drogadicta de por sí es triste y monótona, convertida en literatura o en cine, resulta insoportable. Si antes no se concebía un filme sin sexo, ahora no se concibe sin droga. Un par de muestras:Hard Candy de David Slade y Thumbsucker de Mike Mills. Y parece que quien no está metido en la droga no está viviendo una existencia entretenida.
El Ministerio del Interior, desde enero, ha puesto un servicio de vigilancia y control en la proximidad de colegios y centros comerciales.
Mayo ha desvelado, a nivel nacional, la lacra del dopaje en el ciclismo. Un fenómeno que, además de constituir una adulteración de las reglas del juego, significa un grave riesgo para la salud. Ni siquiera puede justificarse por la libertad individual sobre el propio cuerpo.
 

  1. Exprimir al máximo la vida.

 
Vivir a tope, anhelo de prepotencia, búsqueda de emociones fuertes con la moto o con el coche. Sin nada que temer, “no hay límites”. Los periódicos accidentes de carretera, casi suicidas, proceden de este pensamiento mágico que pretende obviar la existencia del riesgo.
Viernes santo, un joven de 18 años, sin carnet de conducir, viaja con un Hyundai Coupé, a 140 kms./hora por tierras pontevedresas. Muere la madre que le había regalado el deportivo y otras cuatro personas. A primeros de mayo, un adolescente de 15 años detenido por atropellar mortalmente a un peatón con un coche y darse a la fuga en Viladecans.
No basta con endurecer el Código Penal. Apremia que los padres, con una valoración esperanzada por cada uno de sus hijos, tomen conciencia de su papel y desenmascaren la perniciosa publicidad que genera una temprana fascinación por la velocidad. Vivir deprisa y con velocidad prohibitiva se traspasa fácilmente al ámbito de las relaciones.
La violencia es un tema de trascendencia social. Se manifiesta en una triple vcrtiente: de género, escolar e infantil. Sus mecanismos son similares. Todas ellas se basan en planteamientos discriminatorios y en un abuso de poder. Conllevan agresiones físicas, psicológicas y sexuales.
Se trata de un fenómeno extremadamente complejo con origen multicausal. Es el resultado de la compleja interacción de factores biológicos, culturales, personales, grupales, económicos y familiares. En otras palabras, el contexto sociocultural en interacción con factores de personalidad. La característica más importante de la conducta agresiva es la intencionalidad.
Cuando la televisión, a menudo, nos hiere con hechos de violencia de género o escolares forzoso es reconocer la negrura del corazón humano. Con frecuencia, va ligada al mundo de la droga y de la bebida, junto a una falta absoluta de calor familiar y carencia del modelo paterno. Parece que muchos males psicosociales que hoy traumatizan a los jóvenes (desmoralización, desesperación ante el futuro, criminalidad) se deban a esa ausencia de la figura del padre. También contribuyen los falsos modelos que difunden los medios de comunicación.
Las muertes entre parejas siguen generando tragedias de toda índole. ¿Por qué siguen asesinándolas? La violencia contra la mujer existe en nuestra sociedad y el cambio de época afecta a la estabilidad psicológica de hombres y mujeres. Ser profesor se ha convertido en profesión peligrosa con un alto índice de depresiones. Acosos y maltratos entre escolares (bullying), La indigente que moría en un cajero automático de Barcelona y cuya paliza fue grabada en el móvil ha provocado alarma. Lo hicieron para divertirse y se les fue la mano. La pruebainiciática que consiste en violar a una menor para que pueda entrar en una banda invita a preguntarse ¿dónde se sitúa la frontera entre la violencia y el crimen? ¿Qué virus provoca esta epidemia de crímenes, algunos especialmente atroces, perpetrados por menores de edad?
Esas personalidades violentas y sin código de valores manifiestan la incapacidad de discernir entre el bien y el mal; sufren un padecimiento grave relacionado con la anomía, típico en buscadores de vivencias destructivas con el objetivo de llenar el vacío existencial.
Conviene situar el problema en su justo lugar desde el punto de vista educativo y social. Todos nacemos con un potencial para el bien y el mal, pero los antídotos contra la violencia se desarrollan sólo en los primeros años. Si aprendemos a cultivar la empatía, el aprecio a los demás, el respeto, la compasión… antes de los nueve años, la violencia no germina. Porque la violencia, nos dicen los expertos, no es algo instintivo. Se aprende en la primera fase evolutiva. Muchos niños viven, hoy, en un mundo extraordinariamente agresivo, sujetos a influencia de espectáculos en que priva la ley del más fuerte. “Lo que no nos gastemos ahora en maestros -reconocía un Director de Instituto de Madrid- nos lo gastaremos mañana en policía”. Si fracasa la educación, todo el esfuerzo gravitará en soluciones jurídicas como rebajar la edad penal.
Un panorama muy similar se vive en Francia donde el número de actos delictivos no para de incrementarse y crece asimismo el nivel de agresividad. El gobierno pretende endurecer la ley para combatir la creciente violencia juvenil y establecer medidas punitivas para los delincuentes menores de edad: alejamiento temporal del domicilio y reparación de los daños.
El más radical atentado contra la vida es el suicidio. A principios de enero, una pareja de adolescentes alemanes (17 años) se quitó la vida en Denia mediante una ingesta masiva de fármacos. ¿Fruto de un pacto? Desde Japón llega la noticia del suicidio social (hikikomori). Uno de cada diez jóvenes pasa años encerrado para rehuir la presión de un sistema que desde la cuna les inyecta la filosofía del triunfo a costa de la propia vida. Junto a los pactos suicidas por internet constituye uno de los vapores que anuncian el peligro de estallido en la olla exprés social que generó el milagro económico japonés a finales del siglo XX.
 

  1. Administrar con libertad y responsabilidad el don de la vida

 
Hemos recorrido, a grandes trazos, varias formas de actuar. ¿Cómo enjuician los mismos jóvenes esas diversas actuaciones? Nos ilumina el estudio Jóvenes españoles 2005. Entre los seis comportamientos que más justifican, dos tienen relación con la vida y la muerte: la eutanasia (3º) y el aborto (6º). Y entre los que menos se justifican cabe señalar: la pena de muerte (5º), tomar drogas (8º), suicidio (11º) y emborracharse (13º). El análisis muestra que en la juventud española la permisividad, la tolerancia normativa y la justificación de determinadas prácticas se ha incrementado. En las sociedades modernas se da un politeísmo de referencias objetivas. “Los valores éticos se han liberalizado”[5].
¿A qué cosas conceden importancia en su vida? Priorizan la tríada básica (salud, familia, amigos) como sustrato desde donde edificar su universo simbólico. Estos tres valores hay que leerlos desde una doble perspectiva: individualista y desde la búsqueda de bienestar y seguridad emocional. Conceden poquísima importancia a lo que tiene que ver con lo ideológico. La religión figura en el último lugar[6].
Entre los problemas sociales más importantes para el país destacan: el terrorismo, la droga, el paro y la vivienda. Aparece, un poco entre neblina, el valor de la vida. Un valor que los humanos hemos de trabajar con valentía para permanecer y progresar. El esfuerzo debe abarcar la totalidad de la vida: biológica, corporal, espiritual. La persona es un todo y como tal ha de mantenerse.
El tema de la vida y su defensa no es sólo el problema mayor de los que se plantean a la moral, sino el más complejo y desconcertante. La vida es un regalo de Dios. Ha sido puesta en manos del hombre para que pueda disponer de ella como dueño y propietario, aunque siempre de forma racional y responsable. Conviene partir del reconocimiento del valor de la vida en sí misma y por sí misma. La vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición necesaria de toda actividad humana y de toda convivencia social. La realidad de la vida constituye una gran oportunidad para que el hombre mismo sea verdaderamente autónomo y determine su historia y su vida, percibiendo la hondura de cada cosa. El derecho a vivir es un derecho humano fundamental. ¿Para qué quiere el hombre gozar de otros derechos (educación, trabajo, salud, libertad…) si no existe? Conviene mirar el nuevo mundo que nace y el nuevo comportamiento humano que ha de desarrollarse. La vida del hombre es un valor inmenso que se orienta hacia el otro y hacia otros, la humanidad entera. Tendrá tanto más valor cuanto más se acerque a su desarrollo más elevado.
El hombre no puede proceder como si fuera dueño y señor de todo. La vida no constituye un valor absoluto. Muchas personas están dispuestas a sacrificarla, si fuera necesario, para salvar otros intereses e ideales religiosos o humanos que juzgan primordiales. En otras ocasiones, el valor de la vida podrá entrar en conflicto y hacerse incompatible con otros valores igualmente deseables. Hay que tener presente el ejemplo de Cristo que dio su vida por los hombres. Y asumir con fuerza la dimensión de la vida como entrega. La fe y el seguimiento merecen todo tipo de sacrificios, incluido el de la propia vida: “quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará” (Mc8,35).
La vida es valiosa en sí misma, sin necesidad de adjetivos ni aditamentos. Vivir es preferir. Hay que tener y darse razones para hacer una cosa y no otra. Así surge la noción de lo mejor. La vida es siempre un bien. Dato de experiencia cuya razón profunda el hombre está llamado a comprender. ¿Por qué la vida es un bien? La pregunta recorre toda la Biblia. Y ya , desde sus primeras páginas, encuentra una respuesta eficaz y admirable. ¿Qué hace el cristianismo? Dar respuesta a las grandes preguntas de la vida y poner de manifiesto que lo más importante es el amor. Con enorme clarividencia lo mostró el Vaticano II: Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar (G.S. 31).
Juan Pablo II ofreció a toda la humanidad con su encíclica Evangelium vitae “una confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable” (5). Frente a la anticultura de la muerte, Benedicto XVI promueve la cultura de la vida (DCE 30b). Para adentrarse en esta dirección importa brindar a los jóvenes puntos de referencia, testimonios que muestren que se puede vivir de otra manera y de que es posible asumir, hoy, la radicalidad del Evangelio.
Milán acogió a finales de 2005 miles de jóvenes en el encuentro de Taizé. Se leyó la Carta inacabada del H.Roger: “la paz del corazón nos permite mirar al mundo con esperanza”. Dos testimonios, entre varios: “son muchos los que están locos como yo”; “quien vive para Dios, elige amar”.
Hay cosas que no cuenta la televisión. Sí, hay más en cielo y tierra. Semanal[7] premió la carta de una joven a quien no gusta que se englobe a todos los individuos en una misma masa: “dicen que sólo sabemos divertirnos si nos vamos de botellón, que sólo nos importa consumir. Puede que ésa sea la imagen que la televisión da de nosotros, pero hay más cosas que no cuenta. No somos todos iguales, y sí que nos preocupa lo que ocurre en el mundo…”.
El Viernes santo leía en el ABC de Sevilla el testimonio de vida de María a quien el corazón se le paró días antes de cumplir 18 años. Llevaba alimentos a los pobres, les daba consuelo, conversación. A los inmigrantes les animaba a que solucionasen su situación y buscasen trabajo. Consumía parte de sus vacaciones en ir voluntaria a un centro para personas con problemas psíquicos y/o físicos. Una semana antes de dejar de latir su corazón, cumplió lo que llevaba tiempo diciendo: llegó a casa con el carné de donante de órganos. Sembró semillas de generosidad y amor a la vida.
Desde hace 33 años, el Monasterio de Sta. María de Bellpuig de Les Avellanes (Lleida) acoge a casi 400 jóvenes para celebrar la Pascua. Organizada por los Hermanos Maristas, la mayor parte de los participantes proviene de los distintos movimientos juveniles de la institución. La radicalidad del Evangelio, la solidaridad y el compromiso son los elementos con más presencia en esta Pascua. Otras muchas Pascuas juveniles y de comunidades cristianas se celebran por doquier y manifiestan que “la plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo” (EV. 36).
Testimonios y experiencias que han de poder ser presentadas y vividas por otros jóvenes que, a menudo, se hallan atenazados por el miedo, el victimismo y el desconcierto. Prolongan la adolescencia y se obstinan por continuar viviendo en el mundo de la infancia, protegidos por la familia y el Estado. Son muy vulnerables y poco maduros. Disfrutan de su individualismo hedonista y bulímico, pero viven angustiados por la ausencia de referencias. Todo lo esperan de los mayores, del Estado y de los políticos. Creen que la política puede conferir sentido a sus vidas. De ahí, su participación en determinadas manifestaciones reivindicativas.
Una vida fácil no nos enseña nada. A fin de cuentas, lo que importa es aprender. Lo que hemos aprendido y cómo hemos madurado. Hay que saber estar agradecido por la vida que nos ha sido dada, en y con la cual nos hemos encontrado, precisamente como un quehacer. Algo que cada cual tiene que imaginar, proyectar y realizar. Poner en juego los talentos hasta el límite de las posibilidades.
Diseñamos nuestras vidas por el poder de nuestras elecciones. Nos sentimos indefensos cuando tomamos decisiones por inhibición. Cada uno, en el alborear de su vida, recibe un bloque de mármol y las herramientas necesarias para hacer de él una escultura. Cualquier idea poderosa es absolutamente fascinante y absolutamente inútil hasta que optamos por utilizarla. Lo emocionante de las nuevas ideas es ponerlas en práctica. Cada cual es un original, como uno de esos incunables irrepetibles que se guardan en museos y bibliotecas. En manos de cada uno está desarrollar esta creación o dejarla dormitar. Creer en las pequeñas cosas de las que están hechas el aquí y el ahora. Son el diminuto agujero que se nos ha dado para contemplar el universo.
 

  1. La vida es para los que la viven

 
Poquísimas personalidades han llegado a conectar con los jóvenes tan maravillosamente como Juan Pablo II. En su mensaje a la Acción Católica Italiana esbozó una radiografía muy lograda acerca de lo que significa ser joven. Enumeró hasta seis rasgos evangélicos: tener la franqueza de Natanael, lanzarse a una trepidante carrera como Pedro y Juan en la mañana de Pascua, tener la misma terquedad de Tomás, sentir el deseo de una vida plena como el joven rico, vivir la experiencia de Lázaro, gustar de la compañía de Jesús y del embrujo de la escucha de sus palabras. Para concluir: “debéis hacer sitio a Jesús en toda vuestra vida”[8].
¿Cómo movilizarse en dirección a este proyecto de vida en plenitud, de virtudes humanas y de seguimiento de Jesús? Mediante orientaciones educativas y pastorales hay que insistir en la creación y fomento de imágenes y actitudes sociales que ilustren el arte de vivir. Lo que más marca al ser humano es la educación. La cultura del consumo tiene la gran culpa de haber amparado una educación permisiva. Los padres se angustian si sus hijos no son felices. Pero ¡educar no es hacer feliz! La sociedad presenta un mensaje corto y superficial sobre la vida. Hay que reinventar una nueva educación tanto familiar como institucional, no tan disciplinada, pero tampoco basada en el principio del placer. Los jóvenes requieren “hallar un ambiente educativo que les ayude a superar comportamientos destructivos y a recuperar el sentido de la vida” (EV. 26).
Educar, desde el punto de vista existencial, equivale a dignificar al ser humano en tanto pretende ser él mismo, en vez de perderse en la colectividad y el anonimato. La existencia humana es un problema invariable y permanente que sólo la roqueña determinación va resolviendo. Equivale al quehacer de construir bien la persona con libertad y responsabilidad.
Una estructura ternaria configura la persona responsable: deseo de vida realizada (mediante el respeto a la propia autoestima), con y para los otros (reciprocidad) en el marco de instituciones justas (justicia).
Determinadas pautas de conducta entre los jóvenes son signo del vacío que viven. Padres y educadores distan de habituarse a ir contracorriente y enseñarles a hacer de la propia vida una historia útil para los demás. Conviene decirles la verdad sin complejos ni rebajas y explicarles que pocas cosas se consiguen en la vida sin esfuerzo y paciencia. A la par que un elenco de valores, debe presentarse la serie de normas que contribuirán al crecimiento personal.
La ley no hace las costumbres. Puede sólo protegerlas cuando hay costumbres. Es necesario que el orden exista en las conciencias. Trabajar la educación de la conciencia es un hito imprescindible para la reconstrucción de personalidades heridas. La norma existe en función del valor. No es valiosa por ella misma, sino en cuanto expresa el auténtico valor moral. Su función mediadora estriba en hacer de puente entre el valor moral objetivo y el comportamiento concreto. Cuanto más relevante es el valor, la vida en este caso, tanto más compromete y, por ello, requiere un proceso de maduración.
A la hora de presentar normas, ha de preferirse la formulación positiva a la negativa; la motivada a la categórica; la orientadora a la casuística y la abierta a la cerrada. Las normas resultarán constructivas si parten de padres y educadores ejemplares que con su presencia y con su figura saben trabajar muchas realidades escondidas en los sujetos. Deben preceder siempre con sus propuestas para comunicar en el seno de la hodierna polifonía cultural. Y saber “perder tiempo” para poder ejercer un estilo de acompañamiento que derivará en auténtica relación de amistad. Desde aquí, fácil resultará contagiar el entusiasmo por la vida.
La pedagogía de la experiencia resulta imprescindible. El encuentro con personas coherentes es un método eficaz para concretar los deseos. Los seres humanos tienden a reproducir comportamientos positivos. Encuentran una recompensa gratificante en el hecho de sentirse aceptados y queridos. El campo de sus posibilidades se ensancha y abre a un horizonte de progreso personal.
Habrá que reactivar la experiencia feliz de la lectura. “Se habla mucho de la agresividad y de la violencia actuales, y conviene recordar que la lectura es una gran pacificadora”[9]. A quienes quieren trascender hacia un plano espiritual habrá que evocar el anterior Mensaje de Juan Pablo II: “Enamoraos cada vez más de la palabra de Cristo. Sabedla escuchar, comprender, ahondar, amar y, por encima de todo, vivir”.
Benedicto XVI, en un encuentro con el clero de la diócesis de Roma, aludía a la soledad de los adolescentes, consecuencia de que los padres están en gran parte ausentes: “Cada uno busca su forma de pensar, de vivir, y no hay comunicación en una visión profunda de la vida. La juventud se siente expuesta a nuevos horizontes en los que no participa la generación anterior, ya que falta continuidad en la visión de un mundo envuelto en una sucesión cada vez más rápida de nuevas invenciones. En diez años se han registrado cambios que en el pasado no se habían realizado ni en cien años”[10].
Circunstancia todas ellas que invitan a rechazar cualquier juicio o condena. Sólo Dios juzga y salva. “MiraYavé desde los cielos, observa todos los habitantes de la tierra. El ha plasmado todos los corazones y conoce a fondo todas sus obras” (Salmo 33, 14-15). “El Señor es magnánimo con los hombres y derrama sobre ellos su misericordia. La misericordia del hombre es para con su prójimo; la del Señor, para con toda carne” (Ecli 18, 9.12).
En este mundo, la bondad plena no cabe. Y, sin embargo, es esa bondad la única que puede salvar al mundo. Siempre vencida e invencible, renace gracias a minorías comprometidas que viven la vida sin prisa, pero con esperanza.
 

LUÍS DIUMENGE

estudios@misionjoven.org

 
[1] Fundación Santa María, Madrid, 2006, pp. 286 – 289.
[2] Cf. id. p. 275.
[3] Cf. Id. pp. 46. 95.
[4] La felicidad humana, Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 191.
[5] O.c. p. 94; cf. asimismo 24-25.
[6] Id. p. 36.
[7] 16 de abril de 2006.
[8] 8.12.2001 en Ecclesia 62, 2002, 41-42.
[9] José Antonio MARINA – María DE LA VÁLGOMA, La magia de leer, Plaza Janés, Barcelona, 2005, p. 17.
[10] 2.3.2006, en Ecclesia 66, 2006, p. 437.