Jóvenes españoles 2005: comentario y pistas de reflexión

1 julio 2006

Centro Nacional Salesiano de Pastoral Juvenil
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Este artículo quiere ofrecer una síntesis del Informe Jóvenes españoles 2005recientemente publicado. De forma sintética ofrecemos a los lectores de Misión Joven los puntos esenciales de dicha reflexión, intentando especialmente presentar la realidad de los jóvenes que muestra el Informe, comentarla brevemente y señalar algunas pistas de carácter educativo-pastoral. Ha sido elaborado por: Antonio Jiménez Ortiz (capítulos 1 y 4), Luis Rosón (capítulo 2), Rosendo Soler (capítulo 6) y Eugenio Alburquerque (capítulos 3 y 5), que lo coordina y da unidad.
 
Hace apenas unos meses, la Fundación Santa María ha publicado el estudio e investigación sociológica sobre los jóvenes españoles: Jóvenes españoles 2005, bajo la dirección de Pedro Gónzalez Blasco. Como es sabido, desde 1984 se suceden con periodicidad de unos cinco años este tipo de investigaciones patrocinadas por dicha Fundación y a cargo de un reconocido equipo de sociólogos, que toma así el pulso a nuestros jóvenes. El estudio, que vamos a hacer objeto de nuestro comentario, es el sexto realizado de carácter general. Mantiene las características y las principales áreas de investigación (valores, familia, religión, política, ocio y tiempo libre) de los anteriores, si bien se le añaden algunos nuevos aspectos, como la participación e integración social, cultura y actividades artísticas. También dentro de cada área se han introducido algunos nuevos matices. Además de presentar las opiniones y actitudes de los jóvenes españoles actuales, los autores ofrecen también un análisis evolutivo-temporal, teniendo en cuenta los estudios generales que precedieron al actual[1].
El equipo del Centro Nacional Salesiano de Pastoral Juvenil ha hecho objeto de estudio este Informe, en la convicción de que el primer momento de la acción pastoral es siempre el conocimiento de la realidad y de que los jóvenes constituyen el punto de partida de la pastoral juvenil.
 

  1. Valores e identidades de los jóvenes

 
En la dimensión axiológica de la condición juvenil actual, según el Informe Jóvenes españoles 2005, se mantiene la tendencia de los últimos años: los jóvenes españoles se han ido haciendo más permisivos, si bien hay que distinguir en qué comportamientos concretos se muestra mayor permisividad. En la vida privada, en las relaciones personales, las decisiones (sobre la pareja, el divorcio, la adopción de niños) no deben depender, según ellos, de normas externas a los individuos. Sin embargo frente a los comportamientos violentos y en el ámbito de la ética civil (corrupción, impuestos…) los jóvenes son más exigentes y estrictos. Y ante “las aventuras extramatrimoniales” ha seguido aumentando el grado de rechazo entre adolescentes y jóvenes. Quizás revele esto una mayor demanda de fidelidad en su propia vida de pareja y en sus entornos familiares, consecuencia posiblemente de su sensible fragilidad emocional y de su ansia de seguridad existencial.
Respecto a lo que es verdaderamente importante para los jóvenes, también se confirma la tendencia de otros estudios anteriores: lo decisivo para ellos acontece en su vida cotidiana. Salud, familia y amigos son los elementos más importantes. Y en los últimos lugares en esta lista sobre aspectos importantes lo ocupan, como viene siendo habitual, la política y la religión. Para casi la mitad de los jóvenes españoles de 15 a 24 años la religión no tiene importancia en sus vidas. Vascos, navarros y catalanes son los jóvenes que menos importancia conceden a la dimensión religiosa.
Los datos actuales confirman la necesidad que tienen adolescentes y jóvenes de espacios cálidos y entrañables (familia y grupo de amigos), en los que se sientan aceptados y a salvo de la crispación y competitividad presentes en la sociedad. Detrás de esa búsqueda de seguridad emocional se percibe la amenaza de la incertidumbre y de la inestabilidad que empuja a los jóvenes hacia el refugio de lo privado, hacia entornos en los que se vean comprendidos y queridos. Buscan a alguien de quien se puedan fiar y con quien puedan hablar. Para el 88% “una larga conversación”, como ayuda para la vida, es “muy importante” y “bastante importante”.
Sobre la confianza en las instituciones: las organizaciones de voluntariado, el sistema de enseñanza, la seguridad social, la policía y la Unión Europea son las más aceptadas. Las grandes empresas y multinacionales son las que sufren el mayor descenso en los niveles de confianza de los jóvenes en los últimos años. Personalmente pienso que se trata de una consecuencia inevitable de los frecuentes abusos y chanchullos cometidos por las operadoras de telecomunicaciones, con las que han tenido que batallar los jóvenes en su afán de comunicación. La Iglesia sigue en el último lugar en esta lista de confianza, tras las mencionadas grandes empresas.
El asociacionismo juvenil es muy bajo en España. Están en primer lugar las asociaciones de tipo deportivo (12,6%), de carácter cultural (4,1%) y recreativo (3,4%), y en cuarto lugar las asociaciones religiosas con un 2,8%. Andalucía y la comunidad de Madrid destacan por el porcentaje de jóvenes asociados. En el caso andaluz sobresale especialmente el asociacionismo religioso y ecologista. Los porcentajes de asociacionismo  más elevados se dan en las parroquias, en las asociaciones vinculadas a congregaciones religiosas y en los scouts católicos. Los jóvenes que dicen pertenecer al MovimientoNeocatecumenal, a Comunión y Liberación, al Opus Dei, a la Legión de María, a los Legionarios de Cristo son en su conjunto un 0,2%, con valores absolutos escasísimos.
Respecto a la identidad juvenil los datos de esta encuesta confirman la tendencia hacia la baja autoestima: los jóvenes se atribuyen más rasgos negativos que positivos. Tienen una imagen de sí mismos bastante negativa, describiéndose, sobre todo, como consumistas. En lo político se posicionan en el centro izquierda, pero desde un distanciamiento crítico muy notable con respecto a la política. En los últimos años ha ido creciendo el desinterés en adolescentes y jóvenes. No se fían: cuando gobierna la izquierda se escoran a la derecha, y cuando la derecha está en el poder, se van hacia la izquierda, ya sea a nivel nacional o autonómico. Sus vidas se desarrollan lejos del escenario político. En tiempos de pertenencias múltiples, adolescentes y jóvenes se repliegan en el ámbito localista (o autonomista), con el que se sienten personalmente más identificados.
 

  1. Relaciones e integración

 
Hemos asistido al paso de una sociedad industrial a una sociedad post-industrial junto con la transformación cultural de la modernidad a la post-modernidad, acompañado por un deterioro de las condiciones sociales, hecho que ha sido conocido como “la gran ruptura social”. Los jóvenes, inmersos en esta cultura postmoderna, se caracterizan por su actitud de paso frente al entorno social que podríamos definir como de turista social.
 
2.1.           Aspectos importantes
 
Los aspectos considerados importantes en la vida de los jóvenes españoles de 2005, en orden de importancia, son: 1. familia, inalterado desde el 94; 2. amigos, en constante aumento; 3. tiempo libre y ocio; 4. trabajo, en suave declive; 5. vida sexual satisfactoria; 6. estudios; 7. política, deteniendo su caída; y 8. religión, que mantiene su caída, en el último puesto.
La amistad, basada en la confianza, la sinceridad y la fidelidad es muy valorada por los jóvenes que distinguen claramente entre amigos y colegas y con un número reducido de amigos. Nadie quiere vivir si amigos. Frente a la gran valoración de la familia y los amigos, destaca el alejamiento de los jóvenes de las instituciones, vistas como entes inútiles que no resuelven sus problemas concretos.
Persiste la crisis del asociacionismo y voluntariado, junto con una abstención política, con un claro mensaje de desconfianza. Todos los movimientos y grupos pierden aprobación por parte de los jóvenes con un aumento de jóvenes que no pertenecen a ningún grupo y un descenso (6,4 %) de descenso de las asociaciones deportivas.
En los últimos años España se ha convertido en un país de inmigración con un crecimiento del 250 % en los últimos cinco años. Los jóvenes se sitúan ante este fenómeno como “aperturistas moderados” y “pasivamente tolerantes”. No ven la inmigración como uno de los problemas más importantes de la sociedad. La gran mayoría (7 de cada 10) prefieren que vengan si tienen contrato de trabajo y que se adapten a nuestra cultura.
La violencia es una realidad que afecta a los jóvenes: como sujeto y objeto de violencia. Se da un aumento de todas la formas de violencia. Destaca como más frecuente los insultos y disminuyen en el ámbito escolar y familiar, concentrándose fundamentalmente en el ocio y tiempo libre de los jóvenes.
El medio ambiente es una realidad que preocupa a los jóvenes, pero que los ocupa poco. La conciencia ambiental del joven es moderadamente alta. Tienen más que los adultos y va muy en consonancia con el nivel de estudios y edades más altas. Gana un papel protagonista el consumo responsable, si bien las prácticas ecológicamente respetuosas tienen poca difusión entre los jóvenes.
 
2.2.           Análisis valorativo
 
Desde esta breve síntesis de los datos ofrecidos por el Informe, creemos que merece la pena destacarse positivamente:
– La familia es para los jóvenes de la máxima importancia en sus vidas. Es un apoyo vital para ellos y fuente de bienestar, satisfacción y unión.
– La amistad es muy valorada, distinguiendo entre colega y amigo. Destaca en este el respeto, el afecto y el cariño y en aquél, el sentido de pertenencia, de refugio y de identidad.
– Las organizaciones de voluntariado, el sistema de enseñanza, la Seguridad Social, la policía, la Unión Europea son muy valoradas, sólo estas cinco sobre un total de dieciséis.
– Frente al rápido aumento de la inmigración en los últimos años vemos a los jóvenes con moderado aperturismo, sin ver en ello problema o que lleve al choque de civilizaciones.
– La conciencia medioambiental de los jóvenes españoles es moderadamente alta y, aunque con lento ascenso, se va consolidando un valoración más positiva de la naturaleza y el cuidado del entorno, priorizando la protección del medioambiente sobre el crecimiento económico.
Pero el Informe indica también algunos aspectos que educativamente es necesario tener en cuenta:
– Alejamiento de los jóvenes de las instituciones, consideradas entes inútiles para resolver sus problemas manifiesta una forma de rebeldía “light”,postmaterialista, convirtiendo su indiferencia y abandono en su forma de revolución antiinstitucional.
– Falta de credibilidad en la Iglesia, al final en la lista de las instituciones y en la primera posición en lo que a pérdida de confianza.
– Crisis del asociacionismo y voluntariado, sobre todo de las que giran en torno a un interés compartido. Están de moda las ONG’s, pero no el voluntariado, también la paz y la igualdad, pero no el compromiso por conseguirlas.
– Inmigración, realidad aceptada por los jóvenes, aunque un grupo notable piense que “empieza a haber demasiados inmigrantes. Ven la adaptación cultural solamente en una dirección reduciendo “integración” a “asimilación”.
– Aumento de las diversas formas de violencia y su concentración en la escena del tiempo de ocio del joven. Compuesta por todo tipo de incidentes, destaca la violencia entre iguales.
 

  1. Algunos puntos para la reflexión

 
En realidad, más que unos puntos de reflexión señalamos algunos caminos para seguir con los jóvenes desde cuanto ellos nos dicen en la encuesta.
– La incidencia de la variable religiosa. En los aspectos importantes de la vida el factor religioso tiene una gran incidencia en una serie de valores humanos que aparecen  puestos de relieve: familia, amistad, salud, vida moral digna. La experiencia religiosa auténtica es una fuerza de humanización y desarrollo de la dignidad humana del joven.
– Sentido profundo y arraigado de amistad y familia. Los jóvenes saben valorar y apreciar la amistad en sus sentido más auténtico y profundo. Las relaciones caraa cara, tú a tú, el encuentro interpersonal auténtico y profundo son caminos que recorrer en la maduración humana y cristiana a través de un acompañamiento personal adecuado y gradual.
– Desarrollo de un adecuado sentido de Iglesia. Hay en los jóvenes una gran desconfianza institucional. Tantos grupos, asociaciones, movimientos de Iglesia que tienen contacto y son espacios educativos y evangelizadores en la formación integral del joven tienen el reto e hacer presente de forma adecuada su ser Iglesia en el concreto y con un sentido de pertenencia global.
– Asociacionismo y voluntariado. Es una realidad poco valorada, pero muy necesaria para superar el individualismo hedonista insolidario muy difundido en nuestra sociedad y proponer un adecuado desarrollo de la dimensión asociativa y solidaria a través de un adecuado acompañamiento del protagonismo juvenil.
– Interculturalidad e interreligiosidad. El fenómeno de la inmigración entra, inevitablemente a formar parte de la vida cotidiana de los jóvenes. Más allá de considerarlos mano de obra necesaria o “invasión cultural” de la que protegerse, es una realidad que integrar, no sólo que asimilar, dejándonos interpelar por sus valores hacia una verdadera interculturalidad e interreligiosidad.

  1. Familia y jóvenes

 
La familia sigue siendo la institución más y mejor valorada no sólo en España sino también en todos los países de nuestro contexto europeo. Sin embargo, la familia está cambiando mucho, y está cambiando “por dentro”, de manera que, aunque externamente se valora y se mantiene, ya no es la misma de hace algunas décadas. Mantiene sus características propias y sus funciones primordiales, pero mientras algunas de ellas crecen (identificación, acogimiento), otras menguan fuertemente (reproducción, socialización). En su evolución la familia va siendo cada vez menos normativa, más plural, igualitaria y con un mayor grado de democratización.
 
3.1. Tendencias relacionadas con la familia
 
Varias tendencias generales impulsan los cambios que se están produciendo en el interior de la familia (pluralismo ideológico, relativismo valorativo, sacralización laica de la individualidad, democratización de las relaciones). Son estas tendencias de fondo las que dinamizan las demográficas y estructurales.
Entre las tendencias demográficas hay que seguir señalando el descenso de la natalidad: desde el año 1975, el número de nacidos se ha reducido casi a la mitad. Como consecuencia de ello, se produce un progresivo envejecimiento de la población. Sigue bajando también la tasa de nupcialidad y continua aumentando la edad a la que se contrae el primer matrimonio. En España, las personas separadas representan el 2,1% de la población; duplican el número de las personas divorciadas (1,3%). En conjunto se han triplicado en los últimos diez años. Respecto a la anticoncepción, se ha extendido de modo masivo el uso de anticonceptivos.
Si nos fijamos en las tendencias estructurales, un primer dato se impone: empieza a diversificarse bastante lo que se entiende por familia. De hecho los jóvenes españoles consideran como “familia” diversas formas de unión o relación. Han crecido especial y significativamente los hogares unipersonales en la última década. Bajan los de familias numerosas de tres o más hijos y crecen, en cambio, los formados por la pareja sin ningún hijo. Sin contar los unipersonales, el tipo de hogar familiar prevalente entre nosotros es el constituido por una pareja con dos hijos (17,7% de los hogares).
No conviene relegar las tendencias culturales presentes en nuestra sociedad: incremento de la libertad individual, igualitarismo, pluralismo también en el interior de la familia y tolerancia social.
 
3.2. Convivencia y relaciones familiares
 
Si actualmente las familias son menores en el número de los miembros que las componen, son en cambio más “largas”: hay menos hijos, pero se alarga su permanencia en la familia. Según el Informe, en España básicamente sigue vigente esta prolongación de vivir en la casa de los padres, aunque en el último quinquenio esa tendencia parece haber remitido. Considerando a los jóvenes entre 15 y 24 años, en el 1999 eran el 92% los que vivían con los padres; en el 2005, son el 85%. Desde la perspectiva educativa es significativa esta tendencia a retrasar opciones y acontecimientos que marcan la vida (retraso del matrimonio, retraso del primer hijo). Se alarga el paso de la juventud a la adultez y entre ambas se va consolidando un periodo intermedio.
Por lo que respecta a las relaciones familiares, el primer dato digno de resaltar es la gran importancia que los jóvenes dan a la familia (3,79 sobre 4), por encima de amigos, trabajo o ganar dinero. Los aspectos que más contribuyen a esta alta valoración son: el cuidado afectivo, las atenciones materiales que dispensa y el soporte de estabilidad y seguridad que supone.
La comunicación entre los componentes del grupo familiar parece que goza de buena salud: una neta mayoría dice tener relaciones buenas o muy buenas con los padres. Esto indica el robustecimiento del hogar familiar como lugar de relaciones humanas satisfactorias para sus miembros. No obstante habría que matizar que se advierte una leve tendencia a aminorar el porcentaje de los que señalan el máximo grado de buenas relaciones. En el año 2005, se pasa de hecho del 53% de los jóvenes que afirmaban ese nivel relacional, al nivel del 39 % actual. Todo parece indicar que las relaciones padres-hijos se van normalizando y son apreciadas.
La alta valoración que hacen los jóvenes de la familia y su satisfacción en ella hacen pensar que no discrepan mucho ideativamente de sus padres. Existe convergencia en algunos aspectos (familia, dinero, trabajo); hay, en cambio, discrepancias sobre vida sexual, religión, ocio y tiempo libre. Todo ello hace que entre padres e hijos exista baja conflictividad; los temas de controversia son menores. No existen discusiones sobre asuntos de fondo político, religioso o socio-cultural. Las discusiones se producen, sobre todo, sobre asuntos domésticos: trabajos caseros, hora de llegar a casa por la noche, estudios, cuestiones de dinero, forma de vestir; o bien, sobre un conjunto de cuestiones “privadas” (uso de alcohol, amigos con los que se sale).
Dada también esta convergencia ideativa no es de extrañar que sean los padres los mayores confidentes y asesores; amigos, hermanos, abuelos, quedan a muy larga distancia. En general, los jóvenes no parecen acercarse ni mucho ni a muchas personas para dialogar o asesorarse; sólo los padres cumplen estas funciones sobre algunas cuestiones (familiares, profesionales, dinero). Sin embargo, a pesar de la buena comunicación existente, no se abordan en el ámbito de la familia las cuestiones importantes (sexualidad, religión, política).
 
3.3. Proyectos familiares de los jóvenes
 
En general, sobre la concepción de la familia, los jóvenes están de acuerdo y aceptan varias formas diferentes de entenderla, aunque no todas cuentan con el mismo grado de aceptación: Matrimonio con o sin hijos (96%), pareja de hecho con o sin hijos (87%), madre sola con al menos un hijo (78%), padre solo con al menos un hijo (76%), dos homosexuales con un hijo adoptado o no (62%), dos lesbianas con un hijo adoptado o no (62%), pareja del mismo sexo sin hijos (60%).
Si de la concepción de familia pasamos a la forma de convivencia familiar preferida, los datos cambian: la forma mayoritaria elegida por los jóvenes es casarse civil o eclesiásticamente (57%); vivir en pareja sin casarse es una opción minoritaria (14%).     Sobre la duración del matrimonio, más de la mitad (54%) están en la idea de un matrimonio de por vida, aunque buena parte de ellos (33%) aceptan que pueden darse circunstancias que hagan inviable el matrimonio. Otra tercera parte considera que la duración es decisión de la pareja, y apenas un 3% piensa que es una unión temporal. De manera que, la duración de por vida se presenta a los jóvenes como una meta deseada, pero para muchos posiblemente no alcanzable. En cuanto a las previsiones sobre los hijos, una neta mayoría de jóvenes (90%) les gustaría tener o ya tienen hijos. El número ideal se cifra en una media de 2,3.
Conviene, finalmente, señalar que sobre varias cuestiones referentes a la institución familiar la única variable que introduce algunas diferencias significativas en las respuestas de los jóvenes es la religiosa. Pero, de hecho, distintas formas de entender la familia, distintas pautas de comportamiento sexual, así como algunas opciones reproductivas nada compatibles con las enseñanzas y orientaciones oficiales de la Iglesia Católica están siendo seguidas por porcentajes significativos de jóvenes católicos. Todo ello supone una seria dificultad en la transmisión de la fe.
 

  1. Jóvenes y religiosidad

 
Quizás lo primero que llama la atención tras la lectura del capítulo que el Informe dedica a la religiosidad de los jóvenes es el dato, que nos resulta incomprensible, de que “en el año 2005 la categoría “católico no practicante” ha sido eliminada del cuestionario” (p. 250). ¿Eliminada? ¿Por qué? No se da ninguna razón.
Javier Elzo afirma: “Desgraciadamente un error se ha deslizado en el cuestionario y “ha saltado” una posición en la escala –la de “los católicos no practicantes”– (p. 92). Es decir, el Informe prescinde de la categoría con más alto porcentaje en 1999, entre los jóvenes de 15 a 24 años: 31.9%. No es cualquier cosa. ¿Se trata de un error fortuito o de una eliminación intencionada? En todo caso nos parece un grave error, que condiciona significativamente la credibilidad de este trabajo sobre la religiosidad juvenil.
En el estudio Jóvenes 2000 y Religión, publicado en el 2004, se introdujeron los datos de adolescentes de 13 y 14 años, rompiendo el criterio básico mantenido hasta ese momento de analizar una muestra de adolescentes y jóvenes entre los 15 y 24 años. A esto se añade el error actual al eliminar la categoría de los “católicos no practicantes”.
¿Cómo podremos comparar con precisión los datos que se han ido acumulando desde 1984 para descubrir, confirmar o descartar tendencias en la religiosidad juvenil? ¿Cómo explicar que el grupo tan alambicadamente descrito como “católico no muy practicante” ha pasado del 21.8% en 1999 al 39% en 2005? ¿O que los no creyentes hayan pasado de ser el 31.6% al 46.4%? ¿Por el empuje de la secularización o por el error en el cuestionario? Porque afirma el autor de este capítulo: “Los católicos “no practicantes” habían sido denominados con frecuencia “católicos nominales”, de puro nombre, y su eliminación como alternativa del cuestionario ha obligado probablemente  a no pocos de ellos a decantarse por opciones más tajantes. Bastantes se han decidido por presentarse como “católicos no muy practicantes”, otros se han alistado en las filas de los “no creyentes” y de los indiferentes”(p. 250).
Identificar sutilmente a los “católicos no practicantes” como “católicos nominales” no soluciona el error, además de ser una operación poco precisa. Así se comprende la sorpresa del autor en p. 281: “A nadie puede llamar la atención que los jóvenes que se declaran no religiosos no asistan apenas a Misa, pero sí es llamativo, en cambio, que como razón primordial para justificar su no asistencia elijan el argumento “porque la Misa no me dice nada”, en lugar de señalar, sencillamente, otro más de acuerdo con su situación o sensibilidad espiritual, como es “la religión ya no me interesa”. ¿Es que si la Misa “les dijera algo” asistirían a ella a pesar de su vacío religioso? ¿O es que ese vacío es menos auténtico y permanente de lo que ellos piensan?”.
Y ante eso se me ocurre preguntar: ¿Tendríamos ahí en realidad a jóvenes “católicos no practicantes” camuflados de no creyentes? Vaya usted a saber… Y en p. 285 se afirma: “Los datos nos dicen que los porcentajes de jóvenes no religiosos que nunca rezan no superan en ningún caso el 60%, lo que indica un 40% que sí lo hacen”. ¿Podrían ser “católicos no practicantes”… rezagados? En fin…
El mapa religioso juvenil que en los últimos años era descrito por “la ley de los tres tercios” (católicos practicantes, católicos no practicantes y jóvenes no creyentes), ahora aparece prácticamente partido por la mitad: un 39% de “católicos no muy practicantes” y un 46% que se declaran indiferentes, agnósticos y ateos. A esos dos grupos se ha de añadir un 10% de jóvenes que cumplen regularmente con la asistencia a la iglesia.
Resultan muy ilustrativas las condiciones que exigen los jóvenes para ser considerado persona religiosa: Creer en Dios (71%), ser persona honrada (45%), ayudar a los necesitados (38%), rezar (32%), pertenecer a una iglesia (25%). Como vemos la “eclesialidad de la fe religiosa” tiene poco eco en adolescentes y jóvenes.
En el ámbito de las creencias la existencia de Dios ha pasado de un 65% en 1999 a un 55% en 2005. Dato realmente preocupante, pero que no justifica la afirmación tan radical que hace el autor en p. 266: “(…) prácticamente la mitad de los jóvenes rechazan a Dios” (el subrayado es nuestro). No creo que exista un ateísmo militante entre los jóvenes españoles a ese nivel cuantitativo. Y por otro lado no olvidemos que cuando se pregunta sobre la oración el 58% de los jóvenes afirman que rezan.
Las oraciones más frecuentes son la oración de petición (35%), la oración libre y espontánea (29%), y el Padrenuestro o Avemaría… (29%). Pensamos que aquí se esconde una gran oportunidad para la evangelización. Se trata de oraciones dirigidas en su mayoría a un “TÚ”. A pesar de ambiguas elaboraciones conceptuales de los jóvenes sobre la Trascendencia, Dios surge en esos momentos de plegaria como Alguien, con un rostro personal. Esa experiencia de oración puede convertirse en una providencial defensa frente a la idea que se esta extendiendo de un Dios impersonal, energía cósmica de carácter anónimo que promueven los círculos de la Nueva Era.
La eucaristía está siendo abandonada por los jóvenes: un 5% asisten al menos una vez por semana y otro 5% al menos una vez al mes. En 1999 eran todavía en su conjunto un 21%.
¿Y por qué no van a misa? Para un 49% “la misa no les dice nada”, para un 16% “se puede ser religioso sin ir a misa”, para un 14% “la misa es muy aburrida”. Son datos que debieran dar que pensar. Ya sabemos que adolescentes y jóvenes viven su tiempo libre al margen de la familia y, por tanto, fuera del alcance de cualquier otra institución. En su fin de semana sólo caben sus intereses de carácter lúdico y festivo preferentemente. No hay espacio para una misa. Pero por otro lado la falta de significatividad de la celebración eucarística para los jóvenes, el aburrimiento que anega su sensibilidad tendrían que obligar a los responsables eclesiásticos a sentir la necesidad urgente de encontrar cauces creativos para la participación de adolescentes y jóvenes en esa celebración central y nuclear de la Iglesia. Pero ésta no goza de su confianza.
La mitad de los jóvenes se identifican como católicos, pero sólo un 20% confía en la Iglesia. Y la afirmación “soy miembro de la Iglesia Católica y pienso seguir siéndolo” es suscrita actualmente por un 29%. En 1999 era un 51% y en 1994 un 64%.
Pero me pregunto: ¿Qué entiende un adolescente o joven de hoy por “ser miembro de la Iglesia”? ¿Qué imágenes desata esa expresión en su interior? Ellos dicen no a esas imágenes. Pero no creo que esas deformadas imágenes juveniles definan el criterio teológico para discernir adecuadamente la pertenencia a la Iglesia.
Adolescentes y jóvenes buscan orientación, desean encuentro, necesitan luz. Están dispuestos a hablar sobre su vida. ¿Seremos capaces en la Iglesia de ofrecerles cercanía, comprensión, mediación, sentido y experiencia de fe? De nosotros depende. No solamente de ellos.
 

  1. Jóvenes y política

 
La relación de los jóvenes con la política es medida a través de tres indicadores. En primer lugar, se percibe al responder  sobre la importancia que tienen en su vida diferentes aspectos. La política ocupa el penúltimo puesto de la lista (25,3); por detrás sólo queda la religión (19). Los primeros puestos son para: la familia, la salud, amigos, trabajo, tiempo libre, ganar dinero. Son también muestras del desinterés por la política, las respuestas a la cuestión sobre el lugar en que se dicen las cosas más importantes: la política ocupa también los últimos puestos. Y tampoco la política se encuentra entre sus grandes preocupaciones. Son: el terrorismo, la droga, el paro, la vivienda. Es significativa también la baja pertenencia a asociaciones políticas: el 81% de los jóvenes no pertenece a ninguna asociación y sólo un 1% es miembro de un partido político.
Sobre el posicionamiento político, en la escala política izquierda-derecha que va de 1 a 10, los jóvenes se ubican así: 28% en el centro, 26% en el centro izquierda, 13% en la extrema izquierda, 6,5 en el centro derecha, y 2% en la extrema derecha. Hay que anotar que es muy elevado el porcentaje (24%) de los que no contestan o no saben definirse.
Respecto a la participación política, por lo que se refiere al voto potencial de los jóvenes, se corresponde con el del conjunto de la sociedad española, siendo lógicamente la variable ideológica la que más lo determina. Al no estar muy interesados en la política, no lo están tampoco en participar en ella.
Quizás se puede entender mejor el desinterés que muestran por la política, desde la percepción tremendamente negativa que muestran de la clase política: para el 72,8%, los políticos sólo buscan sus propios intereses. En cambio no son valoradas tan negativamente las instituciones políticas. Casi todas superan el aprobado: organizaciones de voluntariado, sistema de seguridad social, sistema de enseñanza, policía, prensa, administración de Justicia, Parlamento del Estado; los porcentajes más bajos son para las grandes empresas, las multinacionales y la Iglesia.
A pesar de la falta de participación, el 82,6% de los jóvenes piensa que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, frente al 10% que prefiere o no le importa un gobierno autoritario. Y sobre el papel que debe desempeñar el Estado en la economía, la mayoría de los jóvenes piensa que debe reservarse áreas de intervención y control de la actividad económica de las empresas.
Los jóvenes se identifican mayoritariamente con su ámbito geográfico más próximo: localidad pueblo o ciudad (62,9), comunidad autónoma (55,4), España (49,2), y se sienten antes ciudadanos del mundo (14,1) que europeos (7,4). En general, los jóvenes españoles comparten identidades y se identifican mayoritariamente con una realidad supranacional cada vez más consistente. A la pregunta ¿en qué grado te sientes europeo?, en una escala de valor de 4 a 1, los jóvenes se ubican ligeramente por encima del valor medio (2,6). Pero el significado que otorgan al ser europeo es, más bien, de tipo pragmático.
Desde la perspectiva educativa hay que señalar como el ocaso ideológico, el testimonio de la clase política, la corrupción, la falta de democracia interna de los partidos políticos, junto a las propias actitudes vitales, ha dado paso en los jóvenes a la huida de la política. El esfuerzo educativo encuentra aquí un reto sumamente importante: revitalizar el sentido positivo de la política, alentar la participación y educar para el compromiso político.
 

  1. Ocio y tiempo libre

 
Una primera impresión/conclusión de la lectura del capítulo del Informe dedica al Ocio y Tiempo Libre y de su extensa introducción, es el convencimiento del asentamiento de un cambio cultural que estamos viviendo en relación al ocio y el tiempo libre, sobre todo en relación a los jóvenes. Si hace diez años el ocio era bastante o muy importante para un 85% de ellos, en la actualizada lo es para el 92 %.
Los jóvenes además de ser los grandes disfrutadores de inmensas dosis de tiempo libre, han hecho del ocio y de su disfrute, un elemento articulador de su organización, funcionamiento, nivel de vida y búsqueda de autorrealización existencial. En este sentido, “hay razones para pensar que los jóvenes ya no buscan en las obligaciones sociales como estudio, trabajo y preparación para la vida profesional las fuentes de su realización, sino en el ocio” (p. 357).
De entrada este afianzamiento del ocio y tiempo libre como fenómeno social universal, refuerza y abre expectativas importantes, a las opciones de proyectos educativos y pastorales que intervienen en el tiempo libre, como posibilidad de tiempo libre educativo. Una cultura del tiempo libre y el ocio, dan oportunidades para ofrecer, organizar y convocar educativamente desde plataformas y proyectos diversos. Ahora bien, para ello será importante recoger las propias energías de los valores que buscan los jóvenes en su ocio y tiempo libre: el sentido de fiesta, espacio de vivencia de la libertad que le lleva a ser el tiempo de la transgresión, la huida de lo normativo y estructurado, el desarrollo del mundo de las emociones, sentimientos y valores, la vida en grupo de iguales, las relaciones personales más cercanas, etc.
 
6.1. Gustos y aficiones
 
Valorar y analizar las tendencias de los jóvenes en la ocupación de su tiempo libre, haciendo del ocio su centro vital, debe partir de su autoconceptopersonal. Tal como se valoran a sí mismos, así actúan y se perciben las tendencias en el campo del ocio juvenil. De unos jóvenes que se autodefinen como consumistas (60%), rebeldes (54%), pensando sólo en el presente (38%), independientes (34%), egoístas (31%) y con poco sentido del deber (28%)…resultan unos gustos y aficiones, donde la pasividad, el consumo y el propio beneficio serán rasgos más que constantes (escuchar música (98%), a lo que siguen ver televisión e ir al cine (94%), salir a bares, cafeterías o pubs (93%) y escuchar la radio (90 %). Estas cuatro áreas componen un gran marco de referencia en el que se dan otras actividades.
Parece que todo pivota entorno al fin de semana, vida social, ocio juvenil, los amigos, las fiestas… El “super finde”, con algún matiz, se consagra como el oasis del ocio juvenil, el 50 por ciento sale todos o casi todos los fines de semana, aproximadamente una cuarta parte sale con cierta frecuencia, mientras que una quinta parte (19,3%) lo hace con poca frecuencia. Un matiz: el número de jóvenes que más salen, desciende sensiblemente (14,5%) en 2004 con respecto a 1999.
La noche acompaña al fin de semana, como el contexto asumido para los jóvenes y la misma sociedad, en su ocio y disfrute del tiempo libre : El horario de las salidas nocturnas se alarga cada vez más (más del 40% regresa después de las 4 de la mañana).
“Compartir con los amigos” (65%) y “desconectar de la rutina diaria” (53%) es motivo suficiente para salir y saltar a otro nivel que no sea el familiar, o controlado. Aunque sin objetivo determinado, salir ya es importante. Pero más importante este dato, para el 68%, tomar drogas no es una razón “importante” para salir.
          Para todo educador mezclado entre los jóvenes estos datos le resultan familiares y motivan no pocas reflexiones. Los gustos y las aficiones van apuntando a unas tendencias más pasivas que activas, más de un prototipo de jóvenes receptores que de emisores, junto a un ensimismamiento a estar con el grupo de amigos, aparentemente sin finalidad alguna. Estas maneras de ser-joven-en-su-tiempo-libre, motivado por múltiples factores, se convierte en un reto más que arduo, en el desarrollo de proyectos educativos y pastorales con jóvenes desde criterios activos, críticos y comprometidos, donde el protagonismo juvenil es condición para crecer como personas y cristianos.
Por otra parte, el afianzamiento de la “noche” como espacio reinventado por los jóvenes para vivir “otro tiempo y otra realidad” con otras normas y otros esquemas “sin hora”, nos impone asumir una posible “doble vida”, doble horario de los jóvenes.
          El dato alentador de un 68% que separa ocio y drogas, no nos relaja de una preocupación acuciante sobre el tema, sobre todo viendo otras estadísticas[2].
 
6.2. Nuevas formas de comunicación personal
 
Las nuevas tecnologías han desbancando a la palabra directa entre los jóvenes; podemos decir que se habla y se escribe más por el móvil que por “la boca” y la “pluma” (el teléfono móvil tiene mucha o bastante importancia para comunicarse con sus amigos (89%), más que el teléfono fijo (66%), que en general es más valorado por las mujeres y por los menores de 18 años); se ha ganado en inmediatez, en “colarse” en la vida del otro, saltando puertas y normas. El móvil facilita la comunicación, pero es signo de identidad y da estilo propio a los jóvenes que lo usan, se convierte en instrumento de comunicación y en herramienta de distorsión y complicidad. Pero está ahí, no se puede obviar, sino asociar a una comunicación que haga crecer y abrirse a los demás en clave positiva y constructiva.
Otra realidad es la red de redes (Internet), tan inmensa y tan enredada, utilizada por jóvenes con “cabeza” (la usan para preparar trabajos 62.4%; chatear 57,1%; bajar películas…52,6%; obtener información sobre cines…47,4%; jugar a videojuegos en red, 19,8%; leer prensa y noticias 19,1%; ver páginas eróticas 5,1%; e-mail/correo, 0,8 %; buscar trabajo, 0,7 %; otros 0,1 %; NS/NC 1,0 %) se convierte en una herramienta potente de comunicación, formación, información, pero también de “un doble canal” de educación, de un “currículo oculto” y a veces clandestino que convive/coexiste con las pautas de la familia, con los valores de la escuela, con la vida de la pandilla de amigos y que puede influir potentemente en la persona del joven. Por otra parte, este desembarco de las nuevas tecnologías y nuevas formas de comunicación entre los jóvenes, abre una mayor brecha generacional entre los jóvenes y adultos más ajenos a este mundo tecnológico.
 
6.3. El vagón de cola de las actividades culturales, formativas y asociativas
 
          Las tendencias juveniles que comentábamos hacia la pasividad en sus aficiones y gustos (la lectura de libros y las visitas a museos han descendido con respecto a sondeos anteriores), a la búsqueda de uno mismo, potenciado además por un consumismo cada vez más alarmante y signo de su inclusión en un mundo globalizado y globalizante.
Se ha convertido casi con toda probabilidad en una categoría cultural, con lo que se dibuja un panorama existencial entre los jóvenes marcado por un estilo desencarnado de vida que evita los compromisos y todo lo que suene a complicarse la vida (la participación juvenil en asociaciones es baja, ya que el 81% de los jóvenes no pertenece a ninguna; entre los que participan, lo más frecuente es que lo realicen en asociaciones o grupos deportivos (5,6%), grupos artísticos o culturales (4%), organizaciones juveniles (2,6%), asociaciones locales o regionales del tipo peñas y cofradías (2,7%). La participación en asociaciones y entidades de carácter benéfico y social se observa tan sólo entre el 2%).
Esto más que una dificultad, refuerza la imperiosa necesidad de potenciar una educación para la participación y el compromiso, no desde planteamientos teóricos, sino de estrategias educativas que incidan en vivir en “propia piel” los valores que refuerzan la identidad de las personas. En este empeño, los adultos, padres, madres, educadores, tienen y tendrán un papel ineludible, evitando tendencias actuales a “tirar la toalla”, ahogados en tantos menesteres y brechas generacionales con los jóvenes.
 
 
[1] Los autores de los diferentes capítulos son:
Javier Elzo, Capítulo 1: Valores e identidades de los jóvenes.
Juan M. González-Anleo Sánchez, Capítulo 2: Relaciones e integración.
Pedro González Blasco, Capítulo 3: Familia y jóvenes.
Juan González-Anleo, Capítulo 4: Jóvenes y religiosidad.
Maite Valls: Capítulo 5: Jóvenes y política.
José Antonio López  Ruiz: Capítulo 6: Ocio y tiempo libre.
[2] Los datos del Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías evidencian que en los últimos 10 años el consumo de drogas por parte de los jóvenes se ha triplicado con creces. La Encuesta Estatal sobre el uso de drogas en Enseñanzas Secundarias 2004, muestra que los jóvenes entre 14 y 18 años han incrementado el consumo de drogas, y especialmente el del cannabis y la cocaína. Atendiendo al grupo de jóvenes que dicen haber consumido cannabis en los últimos 12 meses y respecto a los datos estadísticos de 1994, ha habido un incremento del 100% de consumidores. Respecto al consumo de cocaína el incremento ha sido del 500%. Dichos consumos suelen venir unidos al del alcohol y de ha convertido en un elemento asociado a la diversión. En definitiva, se hace un evidente uso recreativo de las drogas.