Oriol Ràfols
1. Algunas cuestiones previas
Los jóvenes de bachillerato
Los jóvenes de esta edad alcanzan una cierta madurez en aspectos como las relaciones sociales o las opciones personales. Y esto les permite abordar a fondo los diversos temas relacionados con la justicia y la solidaridad y también hacer aportaciones propias a la comunidad educativa o a la sociedad. Junto a estas posibilidades debemos recordar también su capacidad para sentirse ilusionados y dispuestos a dedicar su tiempo a proyectos que les resultan atractivos.
En el marco escolar es conveniente destacar el papel singular que tienen dentro del conjunto del alumnado: por edad y veteranía son, de alguna forma, un referente y tienen capacidad de influencia y liderazgo sobre el resto de alumnos. En algunos casos también pueden ser protagonistas de la proyección exterior del colegio.
El bachillerato
El Bachillerato es una etapa que ofrece numerosas posibilidades para trabajar la justicia y la solidaridad. Las diversas materias ofrecen una visión relativamente profunda de los contenidos que permite a los alumnos detectar la relación de lo estudiado con problemas de actualidad y utilizar los nuevos conocimientos para reflexionar de forma crítica sobre los acontecimientos.
Aunque algunas veces puede parecer que la presión del temario a estudiar impide detenerse para debatir o profundizar algún tema de interés social, conviene aquí recordar que cuando se dedica tiempo a aspectos que facilitan la implicación del alumno en una materia, suele mejorar su interés y su rendimiento.
La justicia y la solidaridad
La justicia y la solidaridad no son valores aislados, forman parte de un gran conglomerado de valores sociales. De hecho abordar la justicia o la solidaridad no es posible sin pensar también en la paz, el diálogo, el respeto a los derechos humanos, la ecología, el sentido democrático, la igualdad entre sexos… Y estos valores a su vez están estrechamente relacionados con actitudes y habilidades concretas como saber participar en clase, utilizar procedimientos democráticos para elegir a los delegados de curso, reflexionar con sentido crítico, respetar las diferencias de cultura, sexo o religión, o seguir criterios ecológicos y de consumo responsable.
Para entender la educación en valores es importante darse cuenta de que es un conjunto de numerosos aspectos (sociales en este caso) lo que se esta trabajando y no unos temas aislados en compartimentos estancos.
La presencia cotidiana de la justicia y la solidaridad
Trabajar a fondo la justicia y la solidaridad no es hacer una campaña una vez al año o hacer un debate en la clase de filosofía. De lo que en realidad se trata es de consolidar los cimientos de un estilo de vida (sentimientos, acciones y conocimientos) que se despliega a lo largo de todos los momentos y en todas las facetas de la vida personal. Este estilo solo se puede llegar a consolidar si el conjunto de actividades de enseñanza y aprendizaje rezuman sensibilidad hacia los valores sociales. Cuando simplemente se dan consignas o se repiten argumentos meramente teóricos, más que educar, lo que se esta haciendo es cubrir las diversas actividades de un barniz solidario o justo, fácilmente aceptado por todos, aún cuando en el fondo no se transmiten ni sentido de la justicia ni interés por la solidaridad. Por ello convendrá no perder de vista que existen numerosos y diversos canales en el ámbito escolar para descubrir, potenciar, poner a prueba y profundizar el interés personal por estos valores.
El marco institucional
Una cuestión especialmente sensible es el margen de confianza que se debe dar a los alumnos y alumnas en el marco escolar. Cuando se trata de promover valores sociales como la participación, el voluntariado, el diálogo… parece difícil educar en estos valores a jóvenes de 17 o 18 años sin dar un margen para que sean precisamente ellos mismos los que participen, hagan sus aportaciones, dialoguen, tengan iniciativas solidarias… Convendrá pues tener claro desde el principio que trabajar los valores sociales abre las instituciones educativas a un proceso de dialogo en el que es posible hacer propuestas por parte de los alumnos y alumnas, porque se percibe que las nuevas aportaciones van a ser bien recibidas y que se va a buscar la forma de hacerlas compatibles con el funcionamiento habitual del centro en cuestión. Evidentemente será necesario evitar tanto la impermeabilidad de los educadores ante cualquier novedad, como el desgaste desmesurado que supone andar promoviendo de forma sistemática nuevas iniciativas.
2. Justicia y solidaridad en la escuela
La revisión y la programación
En el mundo escolar existen ya varias programaciones: la de las diversas materias, también la de las sesiones de tutoría, la programación de actividades generales, la animación pastoral, etc. La clave de la educación en valores está en la revisión y reajuste de las programaciones ya existentes, no en la creación de una nueva programación superpuesta. Dar profundidad a la vivencia de los valores sociales solo se consigue profundizando en el contenido social de las programaciones habituales, no haciendo una especie de programación excepcional, que sugiere justamente eso, que la justicia o la solidaridad son algo excepcional.
Cuando se decide emprender un reajuste de las programaciones conviene tomar como punto de partida el análisis de la realidad de la que se parte. Los valores (o los antivalores) están ya desde siempre presentes en el aula, en el ambiente escolar y en el entorno social. Esta tarea de análisis de la realidad dará como resultado una doble constatación: hay valores que ya se viven con gran interés, y hay también situaciones injustas o problemáticas y ausencias destacadas de valores. A partir de estas constataciones se podrán reajustar las programaciones en la dirección que sea más necesaria.
Apoyándose en aquellos valores que ya están presentes los educadores deberán plantear qué pasos se pueden dar para ampliar y desarrollar la presencia de valores sociales en la vida escolar. Un ejemplo: si entre los valores de los jóvenes de hoy encontramos un valoración positiva de lo concreto, de los resultados inmediatos… ¿Qué propuesta de tutoría debemos programar para trabajar la solidaridad? ¿Un debate sobre los retos de la pobreza y la marginación en el primer mundo? ¿O, una visita a un hogar de ancianos con los que compartir una tarde de invierno? Si damos con la respuesta -no la de nuestro ejemplo sino con la que corresponda a cada grupo de jóvenes- tendremos un línea de trabajo que nos permitirá reajustar nuestras programaciones y mejorar su eficacia en la promoción de valores.
Ejes del trabajo en valores en el ámbito escolar
La vida escolar es bastante compleja, en ella se entrecruzan procesos paralelos que a su vez se abordan desde diferentes ángulos. Por un lado tenemos el recorrido personal de cada alumno, su crecimiento y maduración, por otro lado la dinámica del grupo-clase, tenemos también el proceso de aprendizaje ligado a cada materia, además la comunidad educativa que tiene una dinámica propia y finalmente las influencias del entorno social y cultural. Sobre algunos de estos procesos se incide desde la tutoría individual, o desde la tutoría de grupo, también actúan los distintos profesores y profesoras, y sus respectivos departamentos, que intervienen a diario cuidando de las materias a impartir, y además aparecen las propuestas anuales o de campañas concretas iniciadas desde la coordinación de la etapa o desde el equipo de pastoral. En todos ellos cabe la programación y ejecución de actividades que pueden contribuir a desarrollar los valores sociales.
Tomando en consideración la lógica de cada proceso, la organización de sus responsables y los recursos que se ponen en juego proponemos tres grandes ejes de trabajo, cada uno de los cuales tiene, o debería tener, un sistema propio de revisión y reajuste de programaciones, y unos canales por donde vehicular sus propuestas.
– El primer eje lo constituyen las materias o asignaturas, con los temarios, los métodos de trabajo, los sistemas de evaluación, etc. De este primer eje son responsables los profesores y departamentos y su ritmo esta centrado en el horario semanal de clases, ocasionalmente, se completa con actividades puntuales.
– El segundo eje es la tutoría (individual y de grupo) de la que son responsables los tutores y los equipos de coordinación. Su ritmo pasa por encuentros periódicos con el grupo y entrevistas personales, aunque también pueden nacer del grupo iniciativas concretas que van más allá de lo estrictamente escolar.
– Finalmente el tercer eje gira entorno a los proyectos colectivos compartidos por toda la comunidad educativa, son responsabilidad de los equipos generales del centro (dirección, coordinación, pastoral…) y corresponde a los responsables de la etapa de Bachillerato llevarlos a cabo. Se centran en campañas, semanas culturales, etc. Y son una ocasión para el encuentro con los alumnos de otras etapas, con los de otros centros, con entidades del entorno cercano o con testimonios de interés, también pueden dar pie a colaborar en propuestas nacidas fuera del ámbito escolar.
3. Las materias
La metodología en el aula
La metodología que las distintas materias ponen en juego son uno de los principales puntos de apoyo de la educación en valores, pues define qué hábitos y qué actitudes se practican –se viven- en el aula. Evidentemente la metodología es algo que afecta por igual a todas las materias, es decir, que cualquier materia es apta para potenciar hábitos, habilidades y actitudes sociales dentro del aula. En la programación de cada materia debería constar –de forma actualizada- que metodología se emplea para cuidar los valores sociales.
Entre los diversos recursos y líneas de trabajo destacamos:
– El clima de respeto, confianza y dialogo, que se fundamenta en hábitos como el establecimiento de un orden de intervenciones, el uso de un lenguaje no discriminatorio ni ofensivo (ni sexista, ni racista) o la responsabilidad del interpelado (ya sea profesor o alumno) de ofrecer una respuesta en un lapso de tiempo prudencial.
– El sentido de realismo, cuidar la orientación de los diversos temas de estudio hacia el mundo real. Conviene partir, siempre que sea posible, de la realidad actual, tanto en temas científicos como sociales, para volver otra vez a la realidad. Se trata de ofrecer al alumnado pistas para valorar las consecuencias sociales, culturales, ecológicas, médicas, políticas… de lo que está estudiando.
– La exposición oral que es una forma adulta de hacer aportaciones al grupo. Y que requiere un proceso de aprendizaje: aprender a preparar lo que se va a exponer, empezar por exposiciones breves y en grupo, para pasar luego a exposiciones individuales delante de los compañeros y compañeras, y llegar, finalmente, a presentare delante de un auditorio numeroso.
– El debate que permite ejercitar el diálogo y que suele tener un rendimiento proporcional a la inversión de tiempo que se ha destinado a su preparación. Convendrá fijar el tema, facilitar la búsqueda de información y establecer el mecanismo del debate: moderador, turnos de intervención etc…
– El trabajo en grupo que ofrece una amplísimo abanico de posibilidades y permite potenciar la responsabilidad y la solidaridad entre compañeros. Puede ser utilizado para realizar trabajos de estudio, para preparar debates o exposiciones, pero también, para estudiar y compartir información, ya sea de cara a un examen ya sea para resolver ejercicios. En cada caso la configuración del grupo puede variar, pero es muy importante asegurar la integración y participación de todos los alumnos y alumnas, así como la presencia de lideres en la materia en cada grupo.
Algunas materias
Los contenidos curriculares establecidos para algunas materias inciden directamente en aspectos sociales de relevancia. De hecho son cuestiones que no se pueden abordar de forma neutra y conllevan una carga valorativa. En algunos casos el profesor deberá limitarse a ofrecer información para que los alumnos dispongan de criterios para formarse una opinión razonada, en otros, el profesor deberá trabajar para ayudar a establecer criterios aceptables para todos. Un ejemplo del primer caso seria el presentar las distintas opciones políticas para que los alumnos y alumnas puedan profundizar en ellas; un ejemplo del segundo tipo seria el respeto por el patrimonio histórico: independientemente de si se prefiere el estilo gótico o el estilo barroco, un edificio histórico debe ser respetado. Repasamos de forma breve algunos aspectos de las materias comunes:
– Idiomas: son un vehículo de comunicación que permite acercarse a realidades distintas de la propia. Hoy en día las nuevas tecnologías y los medios de comunicación permiten un encuentro casi directo –más aun si conocemos su lengua- con personas lejanas en el espacio. Los idiomas pueden orientarse a ofrecer vías de contacto con jóvenes de otros países, con su diversidad de costumbres y culturas, y para descubrir la complejidad del mundo actual y su riqueza.
– Lengua: ofrece recursos didácticos que pueden ser utilizados en todas las demás materias: el debate, la expresión escrita, la expresión oral… Conocer y dominar estos procedimientos no depende exclusivamente de esta materia pero parece clara su aportación inicial. También puede ofrecer un buen acercamiento al lenguaje de los medios de comunicación escritos y audiovisuales, y dar la formación necesaria para interpretarlos críticamente.
– Filosofía: la metodología filosófica incide sobretodo en aspectos de reflexión y razonamiento, aunque el valor de la filosofía para los jóvenes de bachillerato, reside en la aplicación de la metodología a temas de su interés. La asignatura se presta a abordar numerosos temas relacionados con la ética: el respeto a la vida o los derechos humanos, el sentido y finalidad de la tecnología y la ciencia, el valor de las otras culturas… O con la vida en sociedad: los fundamentos del derecho, el estado, la democracia… Y también para el análisis de temas de actualidad: pacifismo, antiglobalización, ecología…
– Historia: Conocer los procesos históricos es una buena forma de mejorar el sentido crítico y la percepción de la actualidad. Lo mismo ocurre con la geografía humana. Temas como la historia de la democracia en nuestro país o la historia del colonialismo reciente son claves para poder entender nuestra sociedad y nuestro mundo. La dinámica en el aula debería facilitar el comentario crítico y con rigor histórico de acontecimientos relevantes relacionados con el temario. Las convocatoria electorales en nuestro país o los conflictos que reiteradamente aparecen en países del tercer mundo, son dignos de un seguimiento, de un trabajo de investigación en grupos o de un debate.
– Religión: Un acercamiento crítico y respetuoso a la vez al fenómeno religioso abre diversas posibilidades de dialogar sobre el valor de creer, de asociarse, de participar en celebraciones… temas raramente compartidos por los alumnos en otros contextos. La doctrina social de la Iglesia es un buen punto de partida para profundizar en temas de justicia y solidaridad. También diversas instituciones de origen eclesial pueden ofrecer múltiples testimonios del compromiso con los marginados, la clase de religión puede acercarse a ellos de forma directa (charla, encuentro) o indirecta (videos, relatos ). Y, finalmente, conocer otra religiones puede ayudar a entender la razón de ser de costumbres y tradiciones de otros pueblos y culturas, apreciar su valor y facilitar el respeto a la diversidad.
Compartir conocimientos
En el bachillerato tenemos otras materias, no comunes, en las cuales también es posible abordar la educación de la justicia y la solidaridad. Por el hecho se ser de una especialidad determinada nos parece importante destacar que pueden funcionar como generadores de conocimientos a compartir con el resto de alumnos. Determinados temas de interés pueden ser objeto de una campaña o una de exposición, organizada por los alumnos de la especialidad e ir dirigida al resto de compañeros. Evidentemente esta propuesta no sirve únicamente para materias de especialidad, sino que grupos de alumnos de cualquier otra materia pueden hacer también sus aportaciones.
– Biología: desde la asignatura de biología se pueden trabajar temas medioambientales: contaminación, especies en peligro de extinción, deforestación, reciclaje, consumo de agua…
– Economía: desde economía se pueden abordar y difundir campañas relacionadas con temas como la justicia o injusticia del comercio internacional, la explotación infantil, la deuda externa de los países del tercer mundo…
Otras veces el ámbito de difusión de estas exposiciones, campañas o investigaciones será exterior a la escuela, podrán ir destinadas a instituciones del barrio o encuentros de jóvenes investigadores.
4. La tutoría
La vida del grupo
Los grupos de personas son dinámicos y en ellos ningún hábito o pauta de funcionamiento esta nunca totalmente definido. Esto quiere decir que las situaciones por las que atraviesa el colectivo pueden mejorar y también que pueden empeorar. La tutoría incide en la vida del grupo con el principal objetivo de facilitar una experiencia lo mas constructiva posible del hecho de convivir con otros. Este solo objetivo convierte la tutoría en un campo de aprendizaje de valores sociales de primera magnitud: tolerancia, respeto, justicia, integración, solidaridad, bien común.
La tutoría se enfrenta habitualmente a varios retos en lo que respecta a la justicia y la solidaridad:
– Resolver conflictos que surgen en el grupo, entre sectores del alumnado o con algún profesor, de forma pacífica y constructiva. Esto implica detectar el conflicto, delimitarlo claramente, sin añadir o mezclar aspectos distintos, y plantear pasos y tiempos de resolución que se deberán ir revisando a lo largo del proceso. Es importante que los conflictos no se alarguen para lo cual es preciso no esconderlos o disfrazarlos, pero también es importante descubrir y aceptar que las soluciones son limitadas y una buena parte de la madurez personal consiste en aceptar esas limitaciones.
– Superar la indiferencia y aceptar la diferencia, es decir desarrollar un interés por los demás aun cuando no se comparten con ellos los mismos puntos de vista. Además de las relaciones que se establecen con carácter espontáneo es necesario cuidar las relaciones de todos dentro del grupo. No es lo mismo ser amigo que ser compañero, ser compañero es menos gratificante, implica más dosis de buena voluntad y obliga a buscar un consenso donde inicialmente no hay acuerdo… pero es un aprendizaje imprescindible para poder vivir en sociedad. Aparecen aquí cuestiones de conocimiento del otro, de debate y discusión, de establecimiento de normas y de acuerdos.
Acciones de grupo
La vida del grupo también se proyecta hacia fuera, el grupo esta en una escuela con otros grupos y esta en un entorno social (un pueblo, un barrio, una ciudad) con una cultura y unas tradiciones. Participar de la vida cultural y social es otro de los campos donde se pueden desarrollar los valores sociales. Por ejemplo:
– Aportaciones del grupo a la comunidad escolar, son experiencias de empeño colectivo que cohesionen el grupo alrededor de unos objetivos comunes y que permita experimentar las posibilidades y la fuerza del trabajo compartido. Más allá de un objetivo que podemos suponer en todos y cada uno de los integrantes del grupo, seguir adelante con los estudios, se pueden plantear objetivos concretos y cercanos: organizar alguna de las fiestas, actividades lúdicas o culturales prevista en el calendario escolar (inicio de curso, Navidad, carnaval, día del fundador/a o patrono del colegio, día de la solidaridad, día mundial de la paz, día del libro, final de curso…) Y se pueden organizar juegos, obras de teatro, dinámicas, conciertos, etc. Estas actividades también pueden abrirse al barrio.
– Visitas: salidas fuera del colegio, con el interés de descubrir realidades distintas de lo habitual. Algunas de estas salidas pueden tener un acento social (residencias para personas mayores, organizaciones no gubernamentales de ayuda a la marginación o de lucha ecologista…), o tener un acento cultural (museos, edificios históricos, exposiciones de arte…) o bien poner el acento en la dimensión política (ayuntamientos, sedes parlamentarias, instituciones públicas…). Todas ellas son puntos de referencia capaces de estimular la sensibilidad hacia la justicia y la solidaridad. Conviene asegurar que durante la preparación se define el sentido que pueda tener la visita, si antes de la visita no hay un motivación clara difícilmente se podrán extraer demasiadas conclusiones a la vuelta.
Compromisos personales
Desde la tutoría se pueden impulsar y apoyar las iniciativas de carácter personal que desarrollan valores sociales. Las posibilidades son numerosísimas tanto en el ámbito escolar como fuera de él. En el ámbito escolar es frecuente encontrar alumnos que actúan de forma casi espontánea como profesores de refuerzo de algunos compañeros con dificultades en alguna materia, otros son elegidos para órganos de representación o colaboran en actividades escolares de forma esporádica donde participan alumnos más jóvenes… Aunque es fuera del colegio donde muchos se responsabilizan de tareas concretas: entrenadores de equipos deportivos, colaboradores de entidades sociales, grupos de teatro, monitores de tiempo libre, profesores de refuerzo escolar… Desde la tutoría es posible incidir y potenciar estos procesos:
– Ayudando a valorar la inversión de tiempo que se destina a este tipo de actividades, no para ponerles límites sino para asegurar las posibilidades de continuidad, dosificando esfuerzos, e integrar las opciones personales en un proyecto personal equilibrado.
– Promoviendo el contacto con entidades, proyectos, posibilidades… en los que los alumnos puedan colaborar. Este contacto puede ser facilitando experiencias puntuales de voluntariado o vehiculando la información que ya existe de las diversas entidades.
– Dar protagonismo al voluntariado (no tanto a los voluntarios) dentro de la tutoría, compartiendo experiencias y valoraciones al respeto y dedicando alguna sesión de trabajo a este tema.
5. La comunidad educativa
Responsables de los demás
En algunas ocasiones los jóvenes se ofrecen a colaborar, en otras es la comunidad educativa la que puede solicitar su participación. Contar con la colaboración de los alumnos mayores suele ser una experiencia gratificante para todos. Algunas posibilidades:
– Contar con su colaboración en la organización de actividadesgenerales del centro (fiestas, jornadas, salidas…). La clave está en aprovechar su potencial de liderazgo y evitar la tentación de utilizar a los alumnos como meros agentes del orden. Pueden ser responsables de grupos o de una parte de las actividades, en cualquier caso conviene que ellos y ellas puedan intervenir en la preparación y hacer aportaciones.
– Buscar momentos adecuados para escuchar su opinión. Los jóvenes pueden aportar un punto de vista privilegiado pues suelen llevar años en el centro y representan al principal colectivo (al menos por numero) de la institución: los alumnos. Pedir la opinión se puede hacer de forma esporádica pero resulta mucho más interesante hacerlo de forma habitual pues facilita la confianza. Un mal momento suelen ser los finales de trimestre o de curso pues las prisas desdibujan en buena parte la realidad. Un buen momento en cambio, puede ser a mediados del primer trimestre o antes de final de curso. Se pueden utilizar conversaciones con los delegados de curso o encuestas (por ejemplo al final de la etapa).
– Organizar un servicio de voluntariado en la escuela, por ejemplo un servicio de acompañamiento de alumnos más pequeños que se están iniciando en la lectura. Son posibles otra iniciativas similares con alumnos recién llegados que necesitan mejorar su conversación en la lengua de nuestro país.
Representantes de los demás
A veces por cuestiones de representatividad (consejo escolar, asociaciones de estudiantes…) pero mucho más por motivos científicos o literarios, los jóvenes de bachillerato son la cara visible de la escuela. Existen diversas convocatorias de premios, becas o concursosdonde se propone la participación de los jóvenes de bachillerato. Tener presentes estas convocatorias con anticipación permite estimular el trabajo de los estudiantes y abrir vías de participación social. Otra veces puede ser la misma escuela la que impulse estos incentivos (premios literarios y musicales, jornadas de encuentro de jóvenes científicos) ya sea en solitario ya sea coordinadamente con otras escuelas o instituciones.
Al servicio de la colectividad
La comunidad educativa tiene también necesidad de “especialistas” que estén dispuestos a ponerse a su servicio. Es el caso del mundo de la comunicación y de las nuevas tecnologías, aquí estos “especialistas” son imprescindibles. Junto con los profesores y profesoras de esta especialidad no es nada raro encontrar alumnos preparados (muy preparados a veces) y dispuestos a echar una mano.
Una revista escolar con secciones específicas para cada grupo de edad es una herramienta utilísima para cultivar el sentido de comunidad educativa y ofrece un magnífico espacio para integrar las aportaciones de los alumnos. Aunque para los más atrevidos (tal vez deberíamos decir afortunados) hay un reto todavía mayor: mantener viva y dinámica una web, con diversas secciones, información del centro, espacios de comunicación y fórums de debate…
JUSTICIA Y SOLIDARIDAD EN LA VIDA COTIDIANA DEL BACHILLERATO