De espectadores a clientes
Joseph Lluis Burguera Pérez
Joseph Lluis Burguera , periodista, es Delegado de Comunicación Social en la Provincia Salesiana de Valencia
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Advierte y reflexiona el artículo sobre la situación de crisis del actual modelo televisivo y sobre el sentimiento generalizado de insatisfacción. Son muchos los signos del cambio. Todo parece indicar que el modelo analógico de TV va a evolucionar a medio plazo por la implantación definitiva de la televisión digital. Esto va a suponer un conjunto de cambios en el sistema de producción y también en los contenidos que ofrecerán. Se abren, pues, nuevos retos educativos: principalmente la necesidad de mantener la conciencia crítica y despierta ante las nuevas ofertas
- Carta de ajuste
“Con la televisión me pasa lo mismo que con los cacahuetes: que no puedo dejar de comerlos”, con esta aguda sentencia, el genial cineasta Orson Welles[1] expresó certeramente una convicción hoy día pacíficamente asumida: no podemos vivir sin la televisión. Ésta se encuentra ya omnipresente en la vida cotidiana de los grupos sociales en nuestro país; lo confirma el tiempo dedicado a diario por cada persona ante el televisor, la frecuencia de conversaciones sobre el tema, las secciones de los periódicos con la programación y comentarios críticos, las revistas de gran tirada que presentan a las figuras más famosas del medio o el constante fluir de declaraciones políticas sobre la regulación de sus contenidos.
La sensación en este momento es que el modelo televisivo implantado en España y vigente desde la aparición de los canales privados en 1989, ha entrado en crisis y que, además, existe un sentimiento de insatisfacción generalizada en amplios sectores de ciudadanos, que se apoya principalmente en la vigencia del fenómeno conocido como telebasura, en la espectacularización de la información y el control político de los telediarios, en la omnipresencia invasora de la publicidad[2] y en la dictadura ejercida por los índices de audiencia.
Y no es que el número de teleespectadores esté descendiendo ni tampoco sus minutos diarios ante el televisor: en España, según datos recientes[3], en 2003 el consumo diario de televisión por persona y día ascendió a 213 minutos, dos más que el año anterior; mientras que el país ocupaba el tercer puesto en el consumo de televisión en países de Europa Occidental, sólo por detrás de Grecia (233) e Italia (215).
Así las cosas, la guerra por la audiencia es total: los ataques preventivos se traducen en cambios de programas o simplemente contraprogramación pura y dura, una bajada en el porcentaje de pantalla (share) puede significar una crisis en el canal que lo soporta; la prensa nos viene dando sobradas muestras de ello con sus gráficas de seguimiento de la audiencia por cadenas. Y en esta situación, se considera una prueba más de esta crisis la pérdida del liderazgo de audiencia en TVE-1, a favor de los canales privados de cobertura estatal Telecinco y Antena 3 o las batallas que se están librando en las franjas matinales de la programación. En la franja horaria de más audiencia[4], es decir, de 9 a 12 de la noche, arañar una décima de ese porcentaje es un triunfo que se traduce en elevados ingresos y a su vez redunda en una mayor rentabilidad del negocio publicitario.
No es de extrañar pues, que los canales de televisión presenten dos veces al año sus nuevas programaciones, la de verano y la de invierno, y lo hagan a bombo y platillo como para mostrar sus capacidades de innovación y adaptación a los gustos del espectador (del mercado, a fin de cuentas) así como su liderazgo e identificación de marca. ¿Y cuál es la media de audiencia de las cadenas? En 2003 se situó entre el 20 y 23 por ciento de cuota de pantalla (share), lo cual significa que los programas que no alcanzaban esos números –al menos en prime time– podían considerarse fracasados.
El panorama, desde esta lógica de los canales generalistas que emiten en abierto[5], es el de asegurar a toda costa el éxito de sus productos televisivos -los programas- que no depende sólo de los contenidos, de la realización o del guión, sino además, de su colocación correcta en la parrilla[6] de programación, de la imagen de marca de la cadena y hasta de la situación anímica y familiar de cada teleespectador[7].
Por lo tanto, los programadores tienen que ser auténticos expertos para vender la programación a costa de seducir, impactar y fascinar al espectador, al precio que sea, porque con ello está en juego la rentabilidad del programa, el reclamo para los anunciantes y, por supuesto, la cuenta de resultados económicos de la cadena.
El negocio de la televisión analógica tradicional, como bien ha explicado Carlos M. Arnanz[8] se basa en “producir o adquirir contenidos audiovisuales para emitirlos a través de un número limitado de canales hacia unas audiencias masivas, mejor cuanto más numerosas, encerradas en los límites máximos de los mercados nacionales y que reciben la programación de forma teóricamente gratuita”; este proceso se apoya en el conocido principio del intercambio de audiencia televisiva por publicidad; pero esto no es tan sencillo porque el poder político interviene en mayor o menor grado en el proceso, mediante las subvenciones estatales a los sistemas de radiodifusión pública, los concursos de concesión de frecuencias en el espacio radioeléctrico o incluso la nada desdeñable inversión económica en publicidad televisiva por parte de las administraciones públicas.
Como puede observarse, detrás de las imágenes de cualquier programa emitido en abierto por los canales públicos (de ámbito estatal o autonómico) y los privados, hay un complejo sistema de producción y de intereses empresariales y sociopolíticos que temen la decisión final del teleespectador, entendido éste como consumidor, puesto que su respuesta, en términos tan sencillos como los de cambio de canal -zapeo- o simplemente de apagar el receptor en un momento dado, pueda tener efectos demoledores para su cuenta de resultados.
Es lógico pensar que en este marco de producción, los directivos y programadores no quieran arriesgar lo más mínimo y busquen una y otra vez la fórmula más segura de éxito aplicable a un formato o a un programa en un momento determinado de la franja horaria de programación. Como afirma Chicho Ibáñez Serrador: “En televisión es peligroso hacer algo nuevo …/… el éxito, en televisión, es hábito, es costumbre”[9]. Esto no quita que todos los directivos sueñen con contar con un programa que se convierta en el killer format, es decir, en el formato asesino, capaz de pulverizar por su éxito fulgurante y durante un tiempo suficiente todos los porcentajes de audiencia, sean cuales fueren las estrategias de programación de la competencia.
Pero una simple mirada a los tejados o terrazas de las viviendas de nuestro país basta para comprobar que algo está cambiando en la televisión: el creciente número de antenas parabólicas (sin contar con las más discretas instalaciones de cable) parece un indicio de que la televisión tal como la entendemos hoy puede tener, si no los días, sí los próximos años contados: el modelo analógico de televisión, con sus limitaciones técnicas, sus formatos de entretenimiento e información, con su imperiosa necesidad de acumular audiencias millonarias va a evolucionar a medio plazo por la implantación definitiva de la televisión digital.
En realidad, la fusión aún reciente de las plataformas Vía Digital y Canal Satélite Digital en una única llamada Digital+ que posibilita la recepción de más de ochenta canales vía satélite y en modalidad de pago, es una avanzadilla de lo que está llegando y supondrá una transformación, no sólo en los hábitos de los teleespectadores y en su posicionamiento ante el medio, sino en todos los sectores del sistema televisivo.
- La televisión que nos ocupa
Las parrillas actuales de las televisiones generalistas en España continúan ofreciendo, en gran medida, según apunta Carlos M. Arnanz[10], una serie de programas tendentes principalmente a atraer audiencias masivas para intercambiarlas por ingresos publicitarios, a buscar notoriedad, prestigio e influencia social en determinadas ocasiones y a contribuir a la legitimación tanto del público como del receptor.
Las audiencias masivas se intentan conseguir mediante programas de ficción, entretenimiento y deportes mayoritarios; la notoriedad y el prestigio por medio de los informativos y el tratamiento de la actualidad y, finalmente, la legitimación con la emisión de programas infantiles o culturales, entre otros considerados minoritarios o más innovadores. Para conseguir estos objetivos y convertirlos en programas, hace ya años que la televisión se sirve de los formatos, entendidos como sistemas de estandarización de la oferta televisiva que los haga reconocibles y comprensibles para el gran público.
Muchas definiciones se han intentado de formato televisivo; la del periodista Luis Zubiaurre parece especialmente esclarecedora: “Formato es la expresión de todos los elementos, tanto de contenido como de forma, que dan lugar a un programa y lo hacen diferente de todos los demás”[11]; por lo tanto, esta conjunción de elementos, ofrecida como una fórmula precisa es susceptible de ser adaptada, producida y vendida para realizar el programa adecuado en un mercado concreto. Y también de ser adoptada, con determinados matices, en los nuevos sistemas digitales de televisión.
Existen formatos de entretenimiento, de ficción cinematográfica o seriada, informativos y deportivos, también musicales; cada canal combina en su parrilla de emisión dichos formatos en proporciones adecuadas para lograr el mayor éxito de audiencia y en consecuencia, una mayor fuente de ingresos por rendimiento publicitario, así como para fortalecer su imagen de marca o institucional. Los formatos de entretenimiento en la televisión se considera actualmente que son cinco:
a) El Reality show, que hace de la realidad un espectáculo televisivo; pero no la realidad de los informativos, sino aquella basada en la vida de ciudadanos corrientes, de modo que el espectador realice la oportuna transferencia afectiva que lo fidelice al programa. Este formato, de costes de producción no muy elevados, ofrece un amplio repertorio de temas que pueden ir desde la solidaridad a las relaciones personales o desde el testimonio a la vida en directo. Una variante es el docu-soap, un tipo de programa en el que la cámara se convierte en un ojo invisible que, sin embargo, lo ve todo a cerca de un personaje protagonista, en principio una persona normal, que centre la narración.
b) El Talk show es también un formato de bajo coste, emitido principalmente en franja de day time, en el que “la desgracia ajena es elevada a la categoría de espectáculo, en diferentes grados de intensidad y tratamiento”[12]. El espectáculo viene marcado por la polémica sostenida por auténticos polemistas profesionales, pagados por el canal, que llegan a convertirse en personajes fijos, conducidos por un presentador y ante un público presente en el plató y contando con la participación de los espectadores por medio de llamadas telefónicas o mensajes SMS. Esta modalidad constituye el centro de la polémica actual sobre la televisión en España y es conocida como telebasura, entendida ésta -siguiendo la definición del profesor Xavier Obach[13]– como “aquella televisión nociva que hace daño de algún modo tanto al que la ve -especialmente si es un menor- como a los protagonistas de las historias que se cuentan en aquellos programas que convierten en espectáculo el dolor ajeno o los que hablan de la intimidad de terceros sin su consentimiento”.
Los late shows, como variante del formato, son programas que dominan la franja del late night y combinan recursos como la entrevista, la música en directo, el humor o el espectáculo de variedades, bajo la dirección de un presentador afamado y abordando con frecuencia asuntos atrevidos o incluso escandalosos que los hacen desaconsejables para su inclusión en otras franjas de programación. Suelen dirigirse al espectador urbano y tienen amplia aceptación entre el público juvenil y aún adolescente, pese a su tardía hora de emisión.
c) Los concursos: Se puede afirmar que nacieron con la televisión y están sólidamente asentados en las parrillas de todos los canales. En la actualidad, su tendencia apunta hacia el atractivo visual de la prueba, su envoltura divertida y sugerente, el mantenimiento de cierto nivel cultural que, sin embargo, no los haga incomprensibles para el gran público y la implicación de la audiencia por medio de su participación mediante cartas, llamadas telefónicas, mensajes SMS y sistemas de oportunidades de participación. Sus costes, en general, están por debajo de las abultadas cifras que cuesta producir la ficción y ocupan todos los segmentos de la programación diaria, a excepción del late night.
d) El magazín: es un programa contenedor en el que se ofrecen noticias sin cabida en los informativos, breves actuaciones musicales, tertulias, entrevistas, crónicas, comentarios de la actualidad y hasta mini programas temáticos. Son los reyes del day time y cuentan siempre con un presentador o presentadora que va dando entrada a las diferentes secciones que componen la escaleta del programa. En los magazines cabe todo, pero no vale cualquier fórmula o improvisación. Por ello no se le considera como un formato de éxito fácil.
e) El humor: forma también parte de la historia de la televisión en este país, en el que se van sucediendo generaciones de cómicos que renuevan el género con resultados a veces sorprendentes. Las parodias, los monólogos, la recreación en clave cómica o esperpéntica de la realidad sociopolítica, son los recursos más utilizados, sin olvidar otras posibilidades como los vídeos caseros, la cámara oculta o los espacios de contar bromas.
Los formatos de ficción cinematográfica o seriada son los siguientes:
a) El cine en televisión: es un elemento indispensable en cualquier parrilla de programación. Lo será aún más en las plataformas digitales. No siempre está suficientemente cuidado en cuanto a la calidad, cantidad y ubicación de las películas en las franjas horarias. Diversos canales de televisión suelen participar en la coproducción de películas nacionales.
b) La ficción seriada: ha sido considerada “la hermana televisual del cine”[14]; a través de estas producciones españolas o extranjeras, la sociedad se procura historias que le atañen directamente –sobre todo en el caso de las producciones hechas en el propio país- y, al mismo tiempo, permite a los canales cierta capacidad de control sobre su propia producción de ficción. Contar historias que lleguen a los teleespectadores tocando sus sentimientos siempre será una baza segura, sea cual sea la plataforma desde que se emitan.
c) Sit-com: es un producto narrativo de media hora de duración, emitido normalmente en prime-time. Suele presentarse grabado en interiores y con no más de seis protagonistas unidos por relaciones personales o profesionales. Su frecuencia de emisión es semanal.
d) La teleserie: con una duración de una hora por capítulo, cuenta con una puesta en escena atractiva, una estructura narrativa no cerrada y una frecuencia de emisión también semanal. Suelen explotar la nostalgia de un tiempo cercano en el que puedan identificarse varias generaciones.
e) El serial: son productos de emisión diaria, el más conocido es la telenovela. A través de historias de amor y engaño, injusticia y traición, tristeza y nostalgia, y por medio de una realización muy esquemática, intentan buscar la proyección emocional de los espectadores.
Sin profundizar en los formatos musicales y los deportivos por no presentar especiales dificultades de clasificación, los informativos son otros de los pilares en los que sustentan los grandes canales, especialmente los de titularidad pública y constituyen un sector de la programación permanentemente en el ojo del huracán. Buena parte de la población española sólo se informa mediante los noticiarios televisivos; de hecho, España está lejos de los puestos de honor en lectura de periódicos; esto es de dominio público. Los telediarios, los grandes reportajes informativos, los programas de investigación periodística y las entrevistas con personajes de relevancia política son los formatos que permiten que la información más relevante llegue a la mayoría de los hogares españoles.
“¿Son los informativos una fuente de poder?” se pregunta Félix Gallardo en su estudio sobre los informativos en televisión[15]. Aunque la respuesta parece evidentemente afirmativa, razonarla excede los límites de este estudio. En una mesa redonda celebrada en la Universidad de Verano de El Escorial, sobre el modelo televisivo en la sociedad global[16], tres destacados presentadores de Telecinco, CNN+ y TVE coincidieron en que la rentabilidad económica es quien principalmente controla la mirada de lo que está pasando en el mundo. Insistieron, además, en la tiranía de la rentabilidad y las audiencias y en la mecánica del sistema de producción que lleva a ofrecer un recorte de la realidad según la mirada de las grandes empresas de información y la espectacularización de los contenidos.
- En tránsito
En el actual ordenamiento del sistema televisivo en España, el Gobierno tiene decidido que el gran apagón analógico, es decir, la fecha en que las televisiones generalistas estarán obligadas a emitir sólo en sistema digital, se producirá en 2012, aunque haya quienes sostienen que este cambio se producirá antes por razones, sobre todo, de mercado. Para las televisiones locales, cuyo número e importancia no conviene subestimar, dicho apagón está fijado para el 1 de enero de 2008.
Es lógico imaginar que en este horizonte, el nerviosismo de los diversos sectores implicados en el gran envite de la nueva televisión, sea más que notable. En los albores de esta nueva era, no faltan los globos sonda sobre la ampliación del panorama audiovisual español con la concesión a corto plazo de dos nuevos canales analógicos y generalistas, uno de ellos a Canal Plus y otro a un grupo de empresas[17]. Parece paradójico realizar todavía una concesión tecnológicamente ya obsoleta, pero sin embargo todo apunta a estrategias de posicionamiento ante un cambio que será no sólo tecnológico sino de negocio, de contenidos y de hábitos de usuario.
Más datos corroboran que algo está cambiando, debido seguramente al desgaste del modelo actual y con el nuevo horizonte de cambio digital al fondo; léanse si no, las recientes declaraciones del Presidente del Gobierno[18] sobre la necesidad de velar en las televisiones públicas y privadas por el cumplimiento de las prescripciones legales sobre los contenidos en horario de programación infantil; la urgencia de proceder por parte de las televisiones privadas a una autorregulación eficaz en sus contenidos, el dictamen de un Comité de sabios recientemente creado sobre la reestructuración de la televisión pública y sus criterios de calidad o la necesidad imperiosa de crear un Consejo Audiovisual apoyado por todas las fuerzas políticas.
En suma, el mundo de la televisión, también en España, se está preparando para un gran cambio comparable al que supuso en su día pasar de la televisión en blanco y negro al color[19]. Con la llegada de la Televisión Digital (TD), sea por medio de satélite, cable, ondas terrestres -Televisión Digital Terrestre- (TDT) o línea telefónica de alta capacidad (ADSL), y fijado ya su sistema estándar para el continente europeo[20], el usuario no va a tener ya en su casa un simple televisor en color con mando a distancia, sino que contará con una auténtica terminal audiovisual, seguramente una pantalla plana de plasma, dotada de la tecnología necesaria para obtener una amplia serie de ventajas:
– Una mayor calidad de imagen y sonido.
– Recepción portátil y en movimiento.
– Muchos más canales a disposición. Unos serán de carácter generalista, pero la mayoría serán temáticos.
– Posibilidad de interaccionar mediante el mando a distancia o el teclado con el suministrador de servicios para contratar puntualmente programas de pago por visión (películas, partidos, etc.).
– Recepción de Internet y de correo electrónico.
– Mensajes a teléfonos móviles.
– Compras on-line.
– Servicios de telebanca.
– Juegos y apuestas.
– Interacción en tiempo real con concursos y otras modalidades de participación del televidente en programas.
– Videoteléfono (dotando a la terminal de una sencilla telecámara).
– Los servicios de información y datos (información deportiva, meteorológica, bursátil), al estilo del actual teletexto sólo que tecnológicamente mucho más afinado.
Y por parte de los emisores, sean éstos de titularidad pública o privada, he aquí alguna de las ventajas más notorias:
– La posibilidad de una medición mucho más fiable de las audiencias de un canal o programa en un tiempo dado, una vez que se desarrollen y legitimen los mecanismos de tal medición.
– La publicidad interactiva, es decir: su implicación directa, convenientemente incentivada y la segmentación y personalización de los mensajes.
– La organización de las opciones y servicios de las plataformas de un modo comprensible y fácil de usar, por medio del desarrollo de herramientas de navegación que puedan orientar al consumo audiovisual y de servicios en línea con los intereses del emisor.
– La explotación económica de la descarga de juegos, apuestas y software[21].
Hoy por hoy, las plataformas de emisión digital vía satélite llevan ventaja en nuestro país a las de cable o línea telefónica ADSL. Es más, en este momento, en Europa, las plataformas vía satélite (tipo Sky Digital o Digital+) son las grandes proveedoras de contenidos en el mercado europeo y ésta parece ser la tendencia para los próximos años.
Sin embargo, de entre todos los sistemas de TD, el que más expectativas está levantando es la Televisión Digital Terrestre (TDT), que por extraño que parezca, ya emite en España desde el año 2000, aunque su difusión está todavía muy restringida debido a la falta de reglamentación legal complementaria y a la necesidad de acoplar en el actual televisor un sistema de descodificación con un coste actual de unos 300 euros. Cuando el mercado de los nuevos aparatos digitales de televisión se generalice[22], la TDT llegará a todos los hogares por medio de la tradicional antena que ya conocemos, pero con todo el cúmulo de ventajas ya expuestas. Obviamente, esta modalidad digital contará con programas gratuitos y otros de pago o suscripción, por lo que tendrá características ligeramente diferentes a sus hermanas la TD por satélite, cable o ADSL. Ésta última también está llamada a tener su cuota de mercado; varias son las ventajas que le asisten, la principal es que transmite por línea telefónica de alta capacidad, cada vez más extendida en las nuevas instalaciones de Internet, sólo requiere un módem y un descodificador y es capaz de ofrecer al mismo tiempo televisión en todas sus modalidades (canales generalistas y temáticos, programas de pago y vídeo bajo demanda), acceso a Internet y teléfono.
- Hoja de ruta
Es sencillo confundir los ciclos de moda con las tendencias, como señala Arnanz: “En la situación actual de migración digital, las tendencias de los contenidos están más subordinadas a la reorganización global de la industria de la televisión …/… cada vez más bifurcadas según se hable de televisión de pago o en abierto”.
Los ciclos de moda, tan comentados por la opinión pública a través de sus diversos mecanismos, son pasajeros y susceptibles de una explotación económica inmediata por parte de los canales televisivos. Es necesario no dejarse cegar por la turbulencia de los cambios inmediatos si se quiere rastrear en los indicadores de lo que en televisión ya está llegando y será una realidad consolidada cuando se produzca el ya citado apagón analógico. En un panorama televisivo cada vez más marcado por la segmentación de las audiencias, la sobreabundancia de canales, la interactividad entre el televidente y el emisor, los grandes grupos de comunicación o la convergencia de sistemas comunicativos, ¿cuál va a ser el repertorio básico de contenidos de esta nueva televisión?
La larga experiencia en la producción y consumo de programas televisivos en el sistema analógico ha demostrado la existencia de productos que pueden considerarse valores seguros o estratégicos de los que no va a prescindir la televisión digital, sea ésta en abierto o de pago. Siguiendo la clasificación de Arnanz[23], tres anillos o círculos concéntricos jerarquizarían los contenidos que servirán los canales digitales.
El primero y principal es el constituido por el cine, sea éste nacional o extranjero y en todas sus modalidades de presentación (ciclos, temas, vídeo bajo demanda, estrenos, etc.), y por el deporte dominante, el fútbol, en el caso español. Estos productos gozan de un enorme atractivo comercial, están altamente consolidados desde el punto de vista empresarial y se consideran valores seguros para la viabilidad de la cadena televisiva.
El segundo círculo o anillo es el que abarca los programas informativos (noticiarios o información especializada), la ficción seriada y el entretenimiento con todas sus variantes, los programas infantiles y juveniles así como la transmisión de acontecimientos puntuales. Estos programas contribuyen grandemente a la imagen de marca de la cadena y, sobre todo, a la fidelización de las audiencias en un mercado altamente competitivo.
El tercer nivel, que encuentra un perfecto acomodo en el gran número de canales temáticos ofrecidos por la tecnología digital, está compuesto por programas de la más diversa índole y que no cubren normalmente las parrillas de las televisiones generalistas. Aquí se encontrarán canales musicales, información meteorológica o bursátil, noticias 24 horas, programas educativos, culturales y artísticos, religiosos, etc.
¿Y la publicidad? Su apabullante presencia en el reinado de la televisión analógica va a cambiar de estrategia en las plataformas digitales. Aumentará la presencia indirecta o solapada de los mensajes publicitarios en los diversos programas y adoptará formas ya probadas de patrocinio, mención de marca o muestra de producto. Los anuncios tradicionales se dirigirán en todo caso a un segmento de público más concreto dado el carácter temático de muchos de los canales. La nueva televisión, gracias a sus sistemas interactivos, permitirá una relación mucho más directa entre las empresas anunciantes y los teleespectadores, más que nunca clientes.
- Despedida y cierre
La suerte está echada: tecnológicamente, el futuro próximo de la televisión es su conversión en digital; esto conllevará una serie de cambios en el sistema de producción de los operadores y en los contenidos que ofrecerán. También los usuarios, definitivamente convertidos de teleespectadores en clientes, gozarán de muchas y nuevas ventajas, ya enumeradas con anterioridad.
El reto, para ellos, será doble: ¿cómo no sucumbir a la fascinación tecnológica de esta nueva televisión? Y ¿cómo mantener la conciencia crítica y despierta ante esta avalancha de oferta audiovisual para elegir lo bueno y conveniente y dejar de lado lo que no ayude a la maduración en valores?
Así pues, conocer con cierto detalle las transformaciones tecnológicas, de contenidos y de negocio que implicará la adopción del nuevo modelo de televisión en nuestro país, podrá ayudarnos a entender mejor su lógica y, en consecuencia, a situarnos responsablemente ante la pantalla digital.
Joseph Lluis Burguera Pérez
estudios@misionjoven.org
[1] Citado por Gloria Saló en ¿Qué es eso del formato? Estudios de Televisión, 17. Gedisa Editorial, Barcelona 2003, pág. 151.
[2] Los españoles consumen cerca de 100 anuncios de televisión al día y 634 semanales, según un estudio de Initiatives Futures Worldwide, citado en El Mundo, 15 septiembre 2004.
[3] Estadística en El País 10.000. Suplemento especial, 18 octubre 2004; pág. 126.
[4] La programación televisiva está dividida en franjas horarias: day time (desde la apertura hasta las 9 de la noche); prime time (de 9 a 12 de la noche, tiempo considerado de máxima audiencia) y late night (de 12 de la noche en adelante).
[5] O sea, que emiten una programación general, no especializada y que llegan a los televisores sin el pago directo de cantidad alguna por su recepción.
[6] “Parrilla de programación”: flujo, distribución y ordenación diaria y semanal de los programas en un canal de televisión. Suelen presentar diferencias notables entre el fin de semana y los días laborables.
[7] Según Perla Haimovich, investigadora cualitativa de mercados en la comunicación, citada por Pepe Colubi, La tele que me parió. (2ª edición). Ed. Debolsillo. Madrid 2004.
[8] Carlos M. Arnanz, Negocios de televisión. Estudios de Televisión, 14. Ed. Gedisa. Barcelona, 2002; pág. 12.
[9] Arnanz, o.c., pág. 82.
[10] Carlos M. Arnanz, o.c.; pág. 97.
[11] Gloria Saló; o.c. pág. 231.
[12] Informe Geca 2000, en Gloria Saló, o.c.; pág. 21.
[13] Xavier Obach, La telebasura, imágenes en el borde. Revista Crítica, nº 916; junio 2004, pág. 34.
[14] Carlos M. Arnanz, o.c., pág. 126.
[15] Félix Gallardo Fernández, Los informativos de televisión, ¿fuente de poder? En Rev. Crítica, nº 916, junio 2004, pág. 27ss.
[16] Los responsables de los informativos alertan sobre la globalización. El Mundo, 19 de julio de 2004, pág. 49.
[17] Noticia aparecida en muchos periódicos, entre ellos en Avui, 20 de octubre de 2004, sección Comunicación.
[18] Entrevista al Presidente del Gobierno español publicada en El País, 17 octubre de 2004, pág. 22.
[19] Cf. El lento desarrollo de la tele del mañana. Odisea 2010 o lo que falta para la televisión digital, en www.terra.es/tecnologia/articulo/html/tec10390.htm
[20] Es el Digital Video Broadcasting (DVB); en cambio, el Advanced Televisión System Committee (ATSC), ha sido el adoptado por Estados Unidos.
[21] Arnanz, o.c., págs. 150 – 154.
[22] Qué falta para la televisión digital. Emisiones digitales terrestres, el futuro. En el portal de Terra: www.terra.es/tecnologia/articulo/htm/tec10393.htm
[23] Carlos M. Arnanz, o.c., pág. 111s.