DE UN AGENTE DE PASTORAL
Koldo Gutiérrez
Koldo Gutiérrez es párroco de la parroquia “San Francisco Javier” de Vitoria
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Situándose en el actual escenario donde se realiza la acción pastoral, marcado por la subjetivación de la fe, la pérdida de credibilidad de las instituciones, la crisis de los procesos de socialización religiosa y el pluralismo, el autor se adentra en la geografía de las vivencias de los agentes de pastoral, describiendo, de manera sencilla y viva, desde la propia experiencia, sus tristezas, alegrías y anhelos, invitando a la ilusión y al compromiso concreto y subrayando la necesidad de la acción y de la reflexión.
“En primavera, flores.
En verano, ruiseñores.
En otoño, la luna.
Y en invierno, la nieve
cristalina y fría…”
(Dogen, monje budista)
Comienzo este artículo con unos versos de un monje budista. Nos habla de la naturaleza y, al mismo tiempo, nos habla de la vida. El poema habla de flores, de ruiseñores, de luna, de nieve…nada que no conozcamos. Quizás también vosotros, como yo, habéis identificado las diversas estaciones que nombra el poeta con distintos momentos de la vida.
El título elegido para este artículo pone su centro de atención en los agentes de pastoral. Estas notas intentan describir lo que veo día a día en tantas personas, de edades distintas, dedicadas a la pastoral. Algunos son sacerdotes, religiosas, religiosos, la mayoría laicos y laicas. Son reflexiones y experiencias compartidas con muchos otros. Hablo de lo que veo en mí y en otros.
El artículo quiere adentrarse tímidamente en esa geografía de las vivencias y describirlas como alegrías (flores y ruiseñores), como tristezas (nieve), como anhelos (luna). Las vivencias se presentan siempre mezcladas y esto nos produce cierta confusión. Sabemos que nuestros pensamientos no son nunca fáciles de situar y entender. Esta dificultad crece cuando lo que intentamos comunicar son nuestros tonos vitales o estados anímicos.
No soy pintor, pero supongo que los pintores al iniciar un cuadro marquen los límites de su obra. Los científicos al resolver un problema se sitúan en un sistema de referencia donde sus observaciones y ecuaciones puedan interpretarse. Para comenzar me propongo situarme en un marco de referencia que me ayude a orientarme. Este marco lo sitúo en el momento que nos toca vivir (este tiempo y este lugar) y en la propia acción que desarrollamos (la práctica y la teoría pastoral).
- ¿Qué vemos?
Vivimos tiempo nuevos. Así nos dicen sociólogos, teólogos, estudiosos de la cultura. Así nos lo dicen también agentes de pastoral con mucho recorrido vital, perplejos por los cambios que están viendo y viviendo. Hay una serie de fenómenos que configuran nuestra existencia en estos momentos. Tomar conciencia de esta situación es todo un desafío.
Me sitúo en la perspectiva religiosa. Poner nombre a estos fenómenos, desde esta perspectiva, no siempre es fácil. Emilio Alberich[1] propone tres escenarios que de alguna forma estamos viviendo: un proceso de fuerte subjetivación de la fe[2]; una creciente pérdida de credibilidad de las instituciones[3] y una fuerte crisis en los procesos de socialización religiosa[4]. Pongo un escenario más: vivimos en una sociedad cada día más plural. El pluralismo es fácilmente identificable en todos los ámbitos de la vida: modas, gustos, religiones, proyectos vitales.
2.Tristezas
Voy a empezar por dar nombre a algunas tristezas. Entre nosotros hay cansancio y resignación. En demasiadas ocasiones nuestras reuniones pastorales están llenas de lamentos: “Nos estamos quedando solos”, “Ya no convocamos a nadie”, “Los jóvenes son muy frágiles”, “La comunidad les importa poco”, “Nosotros vamos por un lado y ellos van por otro”. Seguro que os resultan familiares estos comentarios. En esta clave hay muy poco optimismo. Es cierto que nos dan ánimo aquellos jóvenes que nos buscan y nos atienden y nos hacen sentir necesarios. Es verdad que hemos gastado muchas energías. Como consecuencia de este desnivel entre lo que invertimos y recogemos va creciendo en nosotros un cierto aire de derrota.
Algunos agentes de pastoral viven su acción pastoral con sentimientos de soledad. De un tiempo a esta parte parece que costase renovar los equipos de animación. No siempre es fácil implicar a nuevas personas en la acción pastoral y la vida pastoral de algunos es de corta duración. Esta situación quizá sea el efecto lógico de un ambiente individualista. Este sentimiento de soledad también se puede vivir desde otra perspectiva. Algunos agentes de pastoral no se sienten lo suficientemente acompañados y apoyados por quienes lideran los proyectos. Ante esta situación uno no deja de preguntarse si es cierto que todo se agota en la acción. Nos queda la duda de cómo encarnamos los valores que transmitimos.
Veo a agentes de pastoral con baja autoestima. Por una parte el reconocimiento social de la labor pastoral cada día es menor y más vaga. Y, por otra parte, todos queremos situar bien nuestra oferta pastoral pero la demanda no se nos presenta al mismo nivel. Usando un lenguaje de oferta y demanda parece que la aceptación del producto es menor.
Vivimos también resistencias evidentes a lo que percibimos como un cambio incierto y una novedad que nos supera. Como en otros apartados de nuestra vida aquí también podemos afirmar que los miedos y las desconfianzas no nos ayudan. No nos ayudan a la conversión personal, ni nos ponen en disposición de transparentar el evangelio. En ocasiones estos miedos y desconfianzas se centran en la cultura de nuestro tiempo.
Todo lo anterior puede llevarnos a una sensación de atasco espiritual. Puede llevarnos a vivir con un corazón deshabitado. Y esta situación de bloqueo no siempre la percibimos como una llamada a más vida y más amor, sino que se nos convierte en una pared infranqueable. No está de más esta consideración. Me he preguntado si lo descrito hasta este momento no estaba sesgando en exceso el panorama a claves muy psicológicas. Faltaba una clara referencia a la vivencia espiritual. Por eso quisiera recoger esta clave de manera nítida y sustancial. ¿Cuál es la causa o cuál el efecto? Quizá nos esté ocurriendo que el no cuidar nuestro corazón pastoral, nuestro centro vital, nuestra vida espiritual nos deje sin responder una pregunta tan apremiante como el por qué, suponiendo que hemos resulto satisfactoriamente el cómo y el para qué.
- Alegrías
También hay que nombrar alegrías. La primera alegría de la que quisiera dejar constancia es el número de laicos y laicas comprometidos vocacionalmente con el trabajo pastoral. Es un camino cada vez más asentado y está dando un rostro más cercano al trabajo pastoral.
Es un motivo de mucha alegría encontrarse con agentes de pastoral con actitud de búsqueda. Son personas abiertas, que saben disfrutar de los procesos pastorales donde están situados, que no están obsesionados por los números, que se alegran por los progresos concretos que hacen personas concretas.
¡Cuanta riqueza humana y personal transmiten tantas personas dedicadas a la pastoral! Es una suerte encontrarse con agentes de pastoral con un gran facilidad para la relación humana y para la donación. Creo que hay muchas de estas personas. A todos nos sosiega estar cerca de hombres y mujeres, de diversas edades, que te dan acogida y te transmiten respeto sea cual sea tu situación. Son un estímulo y un motor de cambio.
También quisiera resaltar el valor de quienes saben transmitirnos comunión frente a los recelos, las competencias y las luchas. En algunas ocasiones nuestra dedicación a los planes, programaciones y objetivos parece meternos en la vía de la eficacia. En estas ocasiones es bueno tener hombres y mujeres, agentes de pastoral, de comunión. Ellos nos recuerdan que no está en nuestra inteligencia, ni en nuestra habilidad, ni en nuestras cualidades la riqueza de nuestra acción. Nos suelen recordar que tenemos que mirar a otro lado, quizás más dentro y quizás más lejos. Nos suelen recordar que las ideas siendo importantes nunca son más importantes que las personas, ni que la vida. Son muy necesarios en nuestro equipos de animación hombres y mujeres de comunión.
- Anhelos
Hay una maldición china que dice “¡Ojalá te toque vivir tiempos interesantes!”. Sin duda que el tiempo que nos toca vivir es un tiempo lleno de interés. Este es un punto previo al que doy mucha importancia. Recuerdo que en mi época de estudiante de teología, el profesor de Moral Fundamental subrayaba machaconamente la doble perspectiva etimológica de la palabra “crisis”. El hablaba de la ‘crisis como problema’ y la ‘crisis como oportunidad’. Los compañeros solíamos hacer chistes con estas palabras, pero en nosotros se quedó grabado esta doble perspectiva. Tenemos por delante tiempos interesantes. Para alguno podría ser un grave problema. Para otros es toda una oportunidad.
No nos han dado un manual de instrucciones para saber qué tenemos que hacer en nuestro trabajo pastoral. No existe ese recetario que te dice “si te ocurre tal…debes hacer cuál…”. La vida pastoral es más compleja y más interesante.
¿Dónde situarme para describir algunos anhelos? Comienzo con un relato. “Esta es la historia de un famoso capitán de navío de la marina mercante. Tenía fama en su tripulación de ser un experto capitán. Resolvía cualquier dificultad que se le presentase. No había tormenta que no sortease por brava que fuera. No había puerto donde no atracase de manera correcta. Su tripulación tenía plena confianza en él. Siempre que tenía que resolver una dificultad seguía el mismo ritual. Bajaba a su camarote. Abría un cofre. Sacaba un papel y leía lo que allí tenía escrito. Cuando murió su tripulación abrió el cofre y leyeron lo que estaba escrito: Babor a derecha, estribor a izquierda”. En aquella hojita estaba escrito lo fundamental. Aquí, en este momento de la reflexión, me centro en caminos básicos que me llenan de esperanza. La esperanza es necesaria para no perderse en la ambigüedad. Lo que digo yo aquí lo han dicho mejor que yo muchas personas. Sólo expreso algunas claves que me parecen oportunidades en el momento que vivimos para los agentes de pastoral. Y me centro en la persona del agente del pastoral.
- Personas que han personalizado su fe.
La personalización de la fe está siendo una de las riquezas más evidentes del momento histórico que nos toca vivir. También nosotros, agentes de pastoral (laicos y laicas, sacerdotes, religiosos y religiosas), estamos invitados a este camino de personalización de la fe. Si no nos encontramos en el fondo de nuestro corazón con Jesús quizás nos falte la llave fundamental que de sentido a nuestra vida.
- Personas que son un testimonio vital.
Os pido que hagáis un poco de memoria. Recordar el testimonio de creyentes concretos en nuestra vida de fe. Son hombres y mujeres con nombres y apellidos. Han dejado su huella en nosotros. Han sido personas donde hemos visto vitalmente encarnados la fe y tantos principios fundantes de la vida.
Si en el punto anterior hablaba de la necesidad de personalizar también nosotros la fe, en este apartado me refiero a la necesidad de personalizar otra serie de virtudes. Expreso algunas: la fidelidad a las personas (generando confianza), la benevolencia (queriendo y haciendo el bien), la abnegación (asumiendo sacrificios necesarios), la compasión (sintonizando con otros, con los más débiles), la humildad (reconociendo los propios límites e ignorancias).
- Personas que quieren y saben relacionarse.
Frente al individualismo podemos desarrollar una rica experiencia relacional. Quizás en este proceso haya que avanzar en una doble dirección: hacia nuestra propia intimidad y abrirnos a los demás[5].
Los encuentros entre personas nos dejan preguntas abiertas. Los encuentros con personas en ocasiones nos hacen, en otras ocasiones nos deshacen y también nos rehacen. Muchas veces hemos afirmado que las otras personas me van haciendo y que yo mismo voy haciendo a otras personas[6].
Introduzco aquí un aspecto que en estos momentos marca nuestra cultura: el pluralismo. Las migraciones y la revolución tecnológica nos ha hecho conscientes del pluralismo. “Somos iguales y distintos”. Creo que el agente de pastoral en estos momentos debe vivir abierto a la cultura plural, debe saber vivir y relacionarse en un mundo plural, con personas distintas. Esta actitud de apertura no exige de nosotros dejación de nuestras convicciones sino estar dispuestos al discernimiento. Es un gran reto para la Iglesia situarse en este ambiente de pluralismo cultural.
Resumimos lo tratado con esta afirmación: Querer y saber relacionarse con un mismo, con los demás, con la cultura.
- Personas que trabajan en red y en equipo.
El individualismo nos acostumbra al propio interés. Aprender a estar, trabajar con los demás aportando y recibiendo es un avance evidente. El trabajo pastoral está siendo cada día más en red, más en equipo.
- Personas con actitud creativa.
Es tiempo de creatividad, no es momento de echarse para atrás. Sólo es creativo quien siente lo que hace, quien está implicado. Es aquello de no poder dar lo que no se tiene. Para los técnicos en pastoral hablar de etapas misionera, catequética y pastoral en la evangelización es ya algo habitual y asumido. En estos tiempos se nos invita a la creatividad en cada una de estas etapas. Yo quisiera sólo sugerir, en estos momentos, la importancia de creatividad en la etapa misionera. No estaría de más potenciar iniciativas de pastoral misionera en parroquias, colegios, centros juveniles, y otras plataformas educativas. Crear equipos de trabajo en diversos niveles, compartir iniciativas con pedagogía adecuada. Seguro que vamos todos dando pasos pero quizás podamos pedir una apuesta más decidida.
- Unce tu carro a una estrella
Dicen que Leonardo da Vinci tenía esta máxima: “Unce tu carro a una estrella”. Esta frase de Leonardo la suelo utilizar mucho en encuentros con jóvenes. Cada vez que reflexiono sobre esta frase se produce en mí una invitación a no perder ilusión, a vivir buscando alto, al mismo tiempo, es una invitación al compromiso concreto, al pisar tierra. Esta máxima de Leonardo nos pide que caminemos y tomemos distancia, que practiquemos y pensemos justificadamente la acción pastoral.
Todos los agentes de pastoral en algunos momentos nos convertimos en teóricos y pensadores de pastoral. Nuestra aportación es valiosa en este momento tan intenso y abierto como el que estamos viviendo.
Todos hemos hecho más de una vez rutas montañeras[7]. Preparamos nuestra mochila. Nos preocupamos de que no falte lo imprescindible: el bocata, la cantimplora con agua, alguna ropa de abrigo o el chubasquero,.., la buena compañía. Al iniciar la ruta sabemos que el esfuerzo no nos lo vamos a ahorrar. También sabemos que en ocasiones podemos andar un poco perdidos. En esos momentos la compañía de un experto montañero junto a nosotros nos da mucha confianza. En la ruta vamos avanzando paso a paso y tenemos sensación de haber recorrido un camino.
Que distinto es hacer esa misma ruta desde un globo. Tomamos altura y lo vemos todo desde otra perspectiva, parece que los caminos los controlamos desde su inicio hasta su fin. Pero en globo también podemos encontrarnos con dificultades: perder altura, tener un día nublado o con mucho viento.
El trabajo pastoral está tejido por la práctica pastoral concreta (las experiencias pastorales) realizada día a día y por la teoría pastoral donde nos movemos (los criterios o las ideas pastorales que me guían). Puede que seas más práctico (te guste más andar montes pastorales) que teórico (ver desde la distancia del globo la ruta). Pero seguro que coincidirás conmigo en que primero es la experiencia y después la teoría que da luz a la experiencia.
Un agente de pastoral no está sólo en la acción del día a día. Necesita tener saberes, técnica y capacidad para discernir lo que es bueno y conveniente en cada situación. Todos los agentes de pastoral ponemos nuestros conocimientos, nuestra fe y nuestras habilidades educativas al servicio integral de la persona, del joven en el caso de la pastoral juvenil.
Preguntas de este tono nos las hacemos una y otra vez: ¿Qué problemas pastorales estamos viviendo? ¿Qué diagnóstico tenemos? ¿Qué soluciones se han experimentado con éxito? ¿Dónde encontramos referencias ante problemas pastorales nuevos?
¿Sólo piensan los técnicos? ¿Sólo hacen pastoral los prácticos? Para nadie es fácil hablar de su experiencia pastoral. Esta nos conecta con la realidad de manera inmediata, con la habilidad que tenemos al desarrollar una tarea, con los diversos ensayos que vamos haciendo. Pero al justificar las opciones pastorales ante la propia conciencia y ante los demás todos pegamos el salto a la teoría. Al intentar dar razón al trabajo pastoral que realizamos de manera coherente y razonada nos convertimos en teóricos de la acción pastoral.
Somos teóricos y prácticos de la pastoral. En este cuadro alguno podría echar en falta una referencia al corazón pastoral, al elemento unificador, al motor pastoral. De alguna manera quienes así piensan están pidiendo una palabra sobre la antropología que sustenta cuanto decimos. Demasiada petición para estas páginas. Somos cuerpo, mente, corazón y espíritu. Y somos espíritu no como tejado o gorro de nuestra estructura personal sino como huella viva de nuestra unidad. El agente de pastoral debe cuidar por lo tanto su corazón pastoral.
[1] Cfr. Emilio Alberich, “Un nuevo paradigma…”, Catequética (45-1) 2-9.
[2] Es abundante la bibliografía que se puede aportar sobre este proceso. Aquí invito a un breve artículo de Mario Pollo en Seminarios (171) 93-97. El autor comenta los resultados de una encuesta sobre la experiencia religiosa en los adolescentes y jóvenes de Roma. La experiencia religiosa se sitúa en los límites profundos de la vivencia subjetiva.
[3] Haciendo referencia a la Iglesia esta falta de credibilidad nos la recuerdan día a día en los medios de comunicación. Según los estudiosos los jóvenes ven en la Iglesia algo anticuado que mira excesivamente hacia atrás. Siguiendo esta senda algunos sociólogos hablan del peligro real que tiene la Iglesia en España de convertirse en una secta (Cfr. Jóvenes 2000 y religión, 315).
[4] La familia, la escuela, la parroquia, los grupos de amigos, los medios de comunicación social…son, entre otros, agentes de ‘socialización religiosa’ o de ‘no socialización’.
[5] Los jóvenes dicen que lo que más les ayuda en la vida es la amistad, el amor sincero, algún tipo de relación íntima y el poder conversar largamente (Cfr. Jóvenes 2000 y religión, 124).
[6] Cfr. Juan Masiá, Fragilidad en esperanza. Enfoques de antropología, DDB 69-75.
[7] Me he inspirado para esta metáfora en un ejemplo parecido que presentan Ferrer y Álvarez en un excelente estudio de fundamentación bioética. Cfr. Jorge José Ferrer y Juan Carlos Álvarez, Para fundamentar la bioética –teoría y paradigmas teóricos en la bioética contemporánea-, DDB, Bilbao