«Entre vosotros está
uno que no conocéis,
que viene detrás de mí;
y yo no soy quién para soltarle
la correa de la sandalia ».
(Juan 1, 26-27)
Comunicados pero no acompañados
Vivimos en Occidente en una sociedad con una tecnología comunicativa conun desarrollo sin precedentes. La generación juvenil actual, especialmente hábil en el manejo de estos medios (móvil, emails, chats de Internet…) está permanentemente comunicada, y cada vez invierte más horas en emitir y recibir mensajes. Paradójicamente, esta comunicación se reduce casi en exclusiva a mensajes “entre iguales”, y está bastante huérfana de contenidos profundos, aquellos que sólo podrían aportar personas maduras y con experiencia de vida.
Todas las culturas tiene ritos de iniciación en la vida adulta. En ellos, el acompañamiento de los/as jóvenes por parte de adultos experimentados juega un papel fundamental en el crecimiento y maduración de los primeros. Por diversas circunstancias, hoy existe un déficit de este tipo concreto de acompañamiento. Así pues, como expone uno de los estudios que presentamos en este número, los jóvenes hoy están muy comunicados, pero poco acompañados.
Sería injusto decir que esta situación de ausencia de acompañamiento se da sólo en los jóvenes. Como afirmaba hace años el teólogo J.B. Metz, “el hombre europeo actual es cada vez más su solo experimento personal, prescindiendo como nunca ha pasado antes de toda sabiduría de vida anterior a él”. El individuo posmoderno se reinventa a sí mismo continuamente (como suele hacer uno de los iconos artísticos más actuales, la cantante Madonna, que cada dos o tres años cambia radicalmente de imagen externa e incluso de ideología y religión). Lo que no está nada claro es que esto conlleve mayor madurez…
Jesús, modelo de acompañantes
El acompañamiento personal se hace especialmente necesario cuando se quiere iniciar no sólo en la vida adulta, sino también en la vida cristiana. No es casualidad que los evangelios –por ejemplo, el de Marcos- se presenten como un camino de discipulado que hace un grupo reunido en torno a un Maestro nada convencional como es Jesús de Nazaret. Tenemos mucho que aprender sobre su estilo de acompañamiento. Los diálogos con Nicodemo y la mujer samaritana (Juan 3 y 4), en que Jesús sugiere y suscita preguntas, no directamente respuestas (a ellas llega la persona acompañada recorriendo unas etapas), y respeta el ritmo del interlocutor, así como su invitación a no quebrar la caña cascada ni apagar el pábilo vacilante, o a no tener prisa en arrancar la cizaña por si se estropea el trigo, nos da importantes sugerencias sobre cualquier acompañamiento que se quiera decir cristiano, que no puede dejar de parecerse al de Jesús.
Verdaderos y falsos acompañamientos
Sin embargo, hay mucho que discernir en este tema del acompañamiento y las acciones concretas que se están llevando a cabo. No todo vale, y algunas cosas perjudican mucho. A ello alude nuestra portada y el título que hemos elegido para delimitar tipos de acompañamiento. Si hay algo peor que no tener acompañamiento, es sufrir un mal acompañamiento.
El acompañamiento cristiano de jóvenes, como se narra en el estudio que dedicamos a describir sus falsas realizaciones, no puede consistir en un absoluto dirigismo que infantilice y traumatice a las personas, por muy angelicales que sean las motivaciones que se invoquen para ello (de nuevo remitimos al dibujo de nuestra portada). Tampoco se trata de abandonar a su suerte la evolución e iniciación en la fe de los jóvenes, o de dejarla en manos de personas poco formadas y que a su vez son inmaduras (por ejemplo animadores o catequistas demasiado jóvenes).
La pedagogía de acompañamiento de Jesús y de los grandes maestros de espíritu cristianos nunca caía ni en el dirigismo ni en el abandono, sino en una actitud parecida al concepto de educación basado en la etimología de la palabra Educere, tan de moda en la pedagogía moderna: se trata no tanto de dirigir desde fuera, sino de suscitar y animar los procesos de crecimiento desde dentro y de dar cauces de desarrollo a las posibilidades positivas que de entrada ya se encuentran en el sujeto que se educa (en nuestro caso, la persona acompañada).
Pistas de futuro
En resumen, el acompañamiento personal de jóvenes es imprescindible hoy día, con tal de que se haga bien y se formen personas competentes en este verdadero ministerio pastoral, capaces de acompañar al estilo de Jesús, y cuya concepción de acompañamiento pueda verse reflejada en estos famosos versos de Antonio Machado:
¿Tu verdad? No, la verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.
Los procesos de acompañamiento están bien hechos sólo cuando la persona acompañada puede exclamar lo mismo que aquellos samaritanos que recibieron un primer anuncio de la mujer de su aldea que había conocido antes que ellos a Jesús: “Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el Salvador del mundo” (Juan 4, 42).
Jesús Rojano Martínez
misionjoven@pjs.es