La empleabilidad de los jóvenes en situación de vulnerabilidad social es un reto presente. La Coordinadora Estatal de Plataformas Sociales Salesianas y sus entidades miembro no son una excepción y hemos estado reflexionando sobre como potenciar esta empleabilidad.
La razón de fondo que nos ha llevado a profundizar sobre este hecho está en el convencimiento que, en gran parte, el proceso de construcción de la ciudadanía con estos colectivos pasa por su entrada en el mercado laboral.
Decimos en gran parte por el hecho de que en una sociedad con el índice de paro juvenil tan alto como el actual y en un mercado laboral que no se encamina precisamente pleno empleo, sino a situaciones laborales precarias (jornadas parciales, salarios bajos, etc.); no podemos poner todas las bazas de este proceso de construcción personal y social únicamente en el hecho de tener un trabajo. También hemos de incidir en otros aspectos generadores de ciudadanía (la utilidad social, el voluntariado, los valores sociales, la importancia de la persona por encima de sus circunstancias laborales, etc.)
Pero no por eso hemos de olvidarnos de lo importante que es para la persona trabajar, formar parte de una estructura normalizada, disponer de recursos económicos propios, ser reconocido socialmente e identificarse como cualquier otra persona con capacidades y potencialidades para poder trabajar; independientemente de los orígenes familiares, las situaciones personales de vulnerabilidad o la propia mochila de “fracasado” que les ha endosado el sistema educativo ante las dificultades personales para afrontar la escolarización de forma exitosa.
Este convencimiento de las posibilidades reales de los jóvenes para salirse adelante si se les da una oportunidad forma parte de nuestro ser salesiano, San Juan Bosco a partir de 1850 funda los primeros talleres (zapatería, sastrería, encuadernación, sastrería, imprenta y un taller para trabajar hierro) con el objetivo de dar oportunidades laborales y formativas a muchos jóvenes que no tenían condiciones para acceder a una formación reglada por falta de motivación, por no haber podido tener una escolarización normalizada y por el convencimiento de que ponerse a trabajar en un taller era el único camino para sustraerse de la miseria y para construirse un futuro. Como no había los suficientes talleres en Turín que garantizaran unas condiciones laborales dignas y un espacio de crecimiento educativo adecuado, Don Bosco funda sus primeros talleres para garantizar que estos chicos crezcan en un ambiente más protegido y ofreciéndoles una serie de posibilidades de desarrollo. En estos talleres los chicos además reciben una pequeña compensación monetaria para su mantenimiento. Don Bosco caracteriza explícitamente sus propias empresas como obras de caridad, no en competencia con los talleres de la ciudad. Posteriormente estos talleres dieron lugar a las escuelas de formación profesional pero su origen fue eminentemente productivo. (Colette Schaumont Vida de Don Bosco: afanes, retos y pasión. pg 58 y 59. Ed CCS).
En nuestro contexto actual estas intuiciones de Don Bosco se mantienen, y hacen real esta intencionalidad de fondo, de tal manera que una vez formados los jóvenes, nuestras entidades se esfuerzan en facilitarles la relación con el mundo laboral, en empresas solventes y con una alta responsabilidad social empresarial, que estén dispuestas a apostar por estos chicos y chicas con dificultades sociales, pero con grandes cualidades y potencialidades. También cuando no hay un tejido empresarial suficiente, nos movilizamos para crear las nuevas iniciativas empresariales que lo permitan (Fundació Jovent, Emprega Multiservi, Insieme S.L. o Occhiena, entre otras).
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Paco Estelas, presidente de la CEPSS
Honrados ciudadanos
En clave salesiana hay varias expresiones que nos hacen conscientes de la concepción del ser humano que tenía Don...