En diciembre de 1897 el director del períodico The New York Sun, Edward Mitchell, recibió una carta de una niña llamada Virginia O’Hanlon que decía lo siguiente: “Querido director: Tengo 8 años. Algunos de mis amiguitos dicen que Santa Claus no existe. Mi papá dice: «Si lo ves en el Sun, así será». Por favor, dígame la verdad: ¿existe Santa Claus?”.
Al día siguiente una editorial del Sun contestaba a Virginia. Su título era: «Sí, Virginia»:
«Virginia tus amigos se equivocan. Son víctimas del escepticismo de una era esceptica. […] Sí, Virginia, Santa Claus existe. Existe del mismo modo que existen el amor, la generosidad y la entrega, y tú sabes que eso es lo que dará a tu vida su mayor belleza y alegría. ¡Qué feo sería el mundo si no hubiera Santa Claus! Sería tan feo como si no hubiera Virginias. Si no existiera la fe infantil, tampoco existiría la poesía que hace tolerable esta existencia. Aunque no veas a Santa Claus bajando por la chimenea, ¿eso que prueba?. Nadie ve a Santa Claus, pero tampoco hay pruebas de que Santa Claus no exista. Las cosas reales en este mundo son aquellas que ni los niños ni los mayores pueden ver. ¿Has visto alguna vez hadas bailando en la pradera? Por supuesto que no, pero eso no prueba que no estén ahí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas que no vemos en este mundo. […] Ah Virginia, nada hay más real y duradero. Santa Claus vive y vive para siempre. Dentro de mil años, Virginia, dentro de mil veces mil años, continuará trayendo alegría al corazón de los niños».
El 31 de diciembre de 1997 el periódico «El País» nos recordaba el centenario de dicha noticia. Creemos interesante recuperarlo en esta Navidad fin de siglo, pues consideramos muy valioso su mensaje. Como defiende el responsable de la página editorial del The New York Times, Howell Raines, “supo proteger en cuatro párrafos el universo mágico de Virginia, dándole al mismo tiempo las claves para que cuando creciera, conservara la esperanza de un mundo mejor”. Se puede afirmar que “No solo protegió un mito, sino que dio una razón para vivir”.
A partir de esta experiencia real, proponemos realizar personalmente o en pequeño grupo una carta contestando a la pregunta de si existen los Reyes Magos; que diríamos —por ejemplo— a un niño o niña que nos preguntara por su existencia, como hace 103 años Virginia.
Podríamos exponerlas en una cartelera, o hacer una pequeña publicación fotocopiada o convertir nuestra respuesta en nuestra felicitación navideña personalizada de este año (sea en ámbito personal o como entidad). Sería, creemos, un buen medio, para soñar en una Navidad de utopía y esperanza, que va transformando nuestros corazones para una vida más humanizadora. Que esta carta sea para nosotros como un credo personal en favor de la Navidad y que digamos como el editorial del Sun: ¡Sí, Virginia!
XULIO C. IGLESIAS