La misión de los fieles es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad. Aunque las manifestaciones de la caridad eclesial nunca pueden confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como “caridad social”.
BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 29
La fe cristiana es una fe histórica. Por eso, el cristiano no puede sustraerse de los problemas que plantea hoy la historia, ni considerar las cuestiones históricas como irrelevantes. Los profetas bíblicos encuentran a Dios en los acontecimientos históricos y políticos, lo que significa que Dios es la referencia última del sentido de las experiencias humanas entendidas en una dimensión socio-política, no simplemente en una perspectiva interior yprivatizante. El misterio de Cristo, misterio de encarnación, compromete al creyente a la construcción de la ciudad secular, y la utopía del Reino lo lanza a la conquista de la paz y de la justicia.
En realidad, como nos ha recordado el Vaticano II, el deber de participar en la vida social y la responsabilidad por el bien común, pertenecen a todos los ciudadanos, también a los cristianos. Por eso, el Concilio Vaticano II pedía a todos los ciudadanos del mundo, sean cuales sean sus creencias, la implicación activa en la vida pública. Para el cristiano, es la misma dimensión social de la fe y de la caridad, como recuerda Benedicto XVI, lo que estimula al compromiso social y político. Es necesario, pues, en la acción pastoral, rescatar para la fe cristiana su función pública, crítica y liberadora, para que sea capaz de dinamizar el compromiso socio-político de los creyentes.
El punto de mira no puede ser otro que la causa de los pobres. Su causa, su situación injusta, orienta e impulsa a la transformación social. Para el cristiano, el compromiso socio-político se orienta a construir un mundo más justo, que exige reconstruir la sociedad civil y transformar las estructuras sociales desde la opción por los pobres.
La Constitución pastoral Gaudium et spes destaca la necesidad del cristiano de ser fermento en el mundo, de contribuir a la realización plena del misterio pascual, de preparar la “tierra nueva y los cielos nuevos”. Desde esta perspectiva, la acción pastoral necesariamente ha de ser una pastoral social; es decir, el anuncio evangélico incluye también la propuesta a ser miembros activos en la comunidad política, atentos siempre al bien común y a la paz social, no a pesar de la fe, sino a causa de la fe.
Quizás a los agentes de pastoral se nos pide hoy, de manera especial: cultivar una espiritualidad verdaderamente encarnada, que lleve a un amor apasionado por Dios y a un servicio comprometido con los hombres, especialmente con los más pobres, promover una actitud crítica y de discernimiento evangélico para buscar el bien común y la justicia en medios de tan abismales desigualdades sociales, preparar para la militancia en asociaciones y movimientos comprometidos con lo social. Todo ello, como promoción y desarrollo de la verdadera caridad cristiana, que hoy es, ciertamente, “caridad social y política”.
Ofrecemos en este número de Misión Joven una reflexión amplia en torno al compromiso social de los jóvenes. Javier Elzo nos ayuda a comprender dónde se encuentran los jóvenes en relación al compromiso social, analizando sus valores, los intereses y prioridades de su vida. José Ignacio Callejaahonda en el sentido de la fe cristiana, contemplándola como compromiso de amor con el ser humano. Por ello, el compromiso caritativo es necesariamente una condición de la fe y de la misión de la Iglesia. Es, pues, necesaria la participación de los cristianos en el compromiso social. Y es necesario educar a los jóvenes para el compromiso, construyendo, como señala Daniel Jover, espacios de solidaridad y de esperanza, promoviendo alternativas a la sociedadproductivista y consumista, que rompiendo límites éticos, sociales, ecológicos, produce pobreza y exclusión. En el fondo, se nos pide, y nuestra acción educativo-pastoral debe promover, como propone Gorka Ruiz, una presencia activa: estar presentes activamente en la sociedad, participando en las redes ya existentes y creando otras nuevas.
EUGENIO ALBURQUERQUE
directormj@misionjoven.org