¡ACÉRCATE, TÓCAME!

1 abril 2010

Lectura orante del texto bíblico: La incredulidad de Tomás (Jn 20, 24-29)
 
¡Señor mío y Dios mío!
Repaso mi historia personal
y descubro cuán parecida es a la de Tomás.
Necesito ver, tocar, comprobar…
¡Ayúdame, Señor! ¡Muéstrame que has resucitado!
 
Acércate, tócame
en el compañero que está solo.
Su soledad y desamparo son mis llagas, y tu compañía…
¡la prueba de que he resucitado!
 
Acércate, tócame
en el amigo que ha vuelto a traicionarte.
Su debilidad y confusión son mis llagas, y tu perdón…
¡la prueba de que he resucitado!
 
Acércate, tócame
en el anciano “parlanchín” al que todos ignoran.
Sus discursos incoherentes y cansinos son mis llagas, y tu escucha…
¡la prueba de que he resucitado!
 
Acércate, tócame
en el hermano que viene de lejos.
Su tristeza y añoranza son mis llagas, y tu amistad…
¡la prueba de que he resucitado!
 
Acércate, tócame
en el vecino que ha ingresado, una vez más, en el hospital.
su dolor y amargura son mis llagas, y tu cercanía…
¡La prueba de que he resucitado!
 
Sí, acércate, tócame,
mete tu mano, tu vida, tu corazón
en las necesidades de tus hermanos más pequeños.
Y comprueba cómo las sacas chorreando
alegría, amor, felicidad y, sobre todo, resurrección.
 
¡Señor mío y Dios mío!
Gracias por aparecerte resucitado en mi vida.
Que, cuando el dolor, el desánimo o la incredulidad
se hospeden en mi vida y en mi corazón,
no dejes de mostrarme tus llagas
en los hermanos que Tú, cada día, pones en mi camino.

José María Escudero

 
 

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