Ahmed al-Jatib, como cualquier niño de 12 años, jugaba con su rifle de plástico. Era el regalo de su papá por su buen comportamiento en este pasado mes del Ramadán de 2005. En su imaginación de niño, Ahmed se soñaba soldado, capitán de Jenín… Corría, se escondía, apuntaba y disparaba imitando con su boca el sonido de las balas. Un militar israelí, temeroso y creyéndolo enemigo, le apuntó y disparó un proyectil de verdad.
Los padres de Ahmed lloraron la muerte de su querido hijo. No odiaron ni desearon el mal. Tuvieron el gesto de donar los órganos de su pequeño para salvar otras vidas. Y así del cuerpecito de Ahmed se salvaron 6 personas. El hígado, divido en dos, fue donado a una señora de 56 años y a un bebé de 6 meses. El corazón fue para una niña también de 12 años. Sus riñones los recibió un pequeño de 5 años, y los pulmones un niño de 5 y otra niña de 4.
Uno se puede quejar del inmenso mal que se ve en el mundo. Ahmed lo sufrió en carne propia. Pero no es menos verdad que el bien es más fuerte. Hay más buenos que malos. Y en todos los continentes.
¿Qué decir de los desastres naturales que han afectado gran parte del sureste de México y Centroamérica? ¡Cuánto mal! ¡Cuántas desgracias! Pero también, ¡cuánta solidaridad y cuánto amor! La Universidad Anáhuac, por ejemplo, a través de la fundación Altius, ha enviado varias brigadas «Mano Amiga» a las zonas afectadas.
Las expediciones son formadas por centenares de voluntarios que asisten a lugares como Tapachula y Cancún. Estas Brigadas «Mano Amiga» las forman alumnos de diversas universidades de toda la República Mexicana.
¡Jóvenes y estudiantes! También en ellos el amor y el bien pesan más que el mal. Chicos y chicas que en menos de una semana distribuyeron más de 800 toneladas de ayuda en comida, ropa, medicinas…, así como cerca de 22.000 despensas en las zonas más necesitadas del Estado de Quintana Roo.
El Obispo de la zona del desastre, Mons. Pedro Pablo Elizondo, lo ha descrito como «un “huracán de solidaridad” que está sacudiendo positivamente a nuestro territorio de misiones».
Y no sólo. También en la Ciudad de México más de 1.200 alumnos se han organizado en el «plan hormiga». Salen a la calle con un chaleco naranja para recaudar dinero y generar así una mayor conciencia y compromiso social.
Sí, es verdad. Vivimos en medio de mucho mal, pero no vemos el gran océano de bien que nos envuelve. Vemos medio a ciegas. Hay “malos”: ese soldado israelí, un huracán que arranca vidas, hogares,… Pero cuánto bien y amor desencadenan.
Convenzámonos: sólo se puede vencer el mal a fuerza de bien. Ahmed, como “Mano Amiga” y los jóvenes del “plan hormiga”, son testigos del verdadero amor.
Juan Pablo Ledesma
Buenas Noticias (catholic.net)
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